Un fallo judicial condenó a un cirujano plástico a indemnizar con una suma millonaria a una mujer, por los daños y perjuicios que sufrió luego de realizarse un implante de mamas, a sólo dos meses de haberse sometido a otra intervención similar que tuvo complicaciones.
En el documento se responde a la pregunta: ¿por qué se recurre a la cirugía plástica? “Para estar mejor, verse mejor, embellecerse” y es por eso que pueden asumirse “consecuencias desfavorables que acarrea cualquier tipo de tratamiento quirúrgico invasivo”, afirmó la Cámara Nacional en lo Civil. Sin embargo, no todo forma parte de este riesgo asumido por el paciente y en esa lista no puede ser aceptado quedar “peor”, advirtió la sentencia.
Según el fallo, si el profesional entiende que la operación -que su cliente solicita- no se va a realizar con ese parámetro (el de verse mejor) “debiera no efectuarla o informarle expresamente al paciente esa posibilidad, y dejarlo asentado claramente en el consentimiento suscripto”.
La mujer inició una demanda por daños y perjuicios que llevó más de una década de trámite y ahora obtuvo un fallo de segunda instancia que no solo confirmó la sentencia, sino que aumentó los montos por incapacidad, daño estético y moral. El cirujano plástico y su aseguradora quedaron condenados al pago de una millonaria indemnización.
Según la denuncia, la paciente se sometió a una primera operación de implante mamario con otro profesional pero después quiso mejorar aún más su aspecto. Esperó dos años y recurrió al cirujano ahora condenado.
Este profesional duplicó el tamaño de las prótesis que tenía. Luego de esta operación sufrió complicaciones, en un control notó que la herida debajo de su mama izquierda “se encontraba casi abierta y la prótesis había bajado, estando a punto de salirse”.
Frente a ese cuadro, el médico decidió extraerle de manera urgente las prótesis, le recetó medicación y le aseguró que dos meses más tarde le colocaría otras, de mayor volumen.
En efecto, pasado ese tiempo se hizo esa nueva operación. Tras esta última cirugía y ante diferentes inconvenientes con la herida que no cerraba, la paciente concurrió en reiteradas ocasiones al consultorio hasta que un día, con fiebre y descompostura, fue de urgencia a un hospital público, donde le diagnosticaron una infección. Logró curarse. Tiempo después quedó embarazada y volvieron los problemas, no pudo amamantar por las dolencias que padeció.
En enero de 2010, finalmente, fue a otro cirujano plástico quien le indicó la inmediata remoción de las prótesis y sufrió pérdida de una de sus glándulas mamarias. La mujer había contraído un virus y “se debió actuar de forma distinta a como se lo hizo dado el tiempo prolongado en que se inició un tratamiento adecuado”. También “debió internarse en un centro especializado para un mejor tratamiento de la infección protésica”, concluyó otra pericia.
La pericia del Cuerpo Médico Forense sostuvo que “lo reprochable o actitud médica no adecuada es el reemplazo” de las prótesis mamarias “a sólo 2 meses con las vicisitudes posteriores que sucedieron, y no haber esperado un período de por lo menos 6 meses, como la prudencia y buena práctica lo habrían indicado”
Para los expertos hubo “relación de causalidad” entre el daño por las infecciones, el cambio de la prótesis, la extrusión y la pérdida de la glándula mamaria. Además, el volumen de prótesis colocado en la última operación “en realidad no era aconsejable para la contextura física” de la paciente, como así tampoco “el retiro y colocación de nuevas prótesis en corto plazo”.
Para elegir el tamaño de las prótesis de mamas “se debe tener en cuenta la fisonomía y las medidas, talla y peso de la paciente”, se afirma en el escrito. Y, por lo general, “el cirujano en cuestión debe asesorar sobre el tamaño ideal”, concluyó el informe médico.
En la demanda, se sostuvo que la “impericia” del cirujano plástico “lo llevó a implantar las prótesis utilizando una técnica denominada “retroglandular” (es decir, colocando las prótesis debajo de la glándula mamaria), pero que la práctica aconsejable para este caso era la “submuscular” (colocando las prótesis debajo del músculo)”. El tiempo que pasó con infecciones derivó en que la glándula mamaria del seno izquierdo “se adhiriese a la prótesis que le fue extraída, siendo imposible despegarla y que por ello” la perdió, explicó la víctima.
Los camaristas Gabriel Rolleri y Maximiliano Caia afirmaron que “hubo impericia y negligencia”; tanto en la operación como en el control post operatorio. En sus argumentos, los juece subrayaron que es “lógico pensar” que nadie va a realizarse una cirugía estética con un riesgo innecesario, además de invertir dinero, si se le advierte que hay peligro de serias consecuencias.
En la sentencia se destacó que el médico tiene la obligación de dejar en claro de manera expresa posibles contraindicaciones en base a cada caso particular. También cuenta con la potestad de decidir no efectuar la operación o, en todo caso, dejar asentada “claramente en el consentimiento suscripto” la advertencia.