El día se hace largo. Larguísimo. Es que los que fuimos convocados como autoridad de mesa debimos estar en los centros de votación una hora antes del inicio de los comicios. A eso de las 6.30 de la mañana de ayer domingo era fácil identificar a dos grupos de personas que andaban por la calle: los que participamos del algún modo de la jornada electoral y los que volvían de día de una larga noche.
Apenas un par de minutos pasadas las 7 golpeé una enorme puerta de madera del Instituto San José de la Palabra de Dios, una escuela católica ubicada en la calle Castillo al 700 en Villa Crespo. Uno de los efectivos del Ejército que custodió el centro de votación abrió la puerta. Me pidió el telegrama que me había designado como autoridad de mesa y me hizo pasar. A los efectivos del Ejército se sumaron dos policías de la Ciudad en el cuidado de las diez urnas de la escuela.
No bien entré a la escuela me recibió- junto al resto de las autoridades de mesa- Jessica Cohen, la delegada Judicial, designada allí por el juzgado federal de la Capital que conduce María Servini. Cohen fue la encargada de velar porque todo anduviera bien en las diez mesas instaladas en el lugar. Y de aconsejar ante un posible inconveniente.
Pasadas las 7.30 los empleados del Correo nos dieron las urnas y pudimos comenzar el proceso de apertura de las mesas. En la mesa 6881-donde estoy empadronado junto a mi hija y mi hijo- éramos tres autoridades de mesa y dos fiscales. Quienes me acompañaron como autoridades de mesa, Zulma Labaronnie y Sebastián Kuperman, se conocían. Habían cumplido las mismas tareas juntos en varias ocasiones: la última vez había sido en agosto, en las PASO. Tenían muy bien aceitado el sistema para hacer circular rápidamente a los votantes y lo pusimos en práctica. Nos acompañaron tres fiscales: por Juntos por el Cambio estuvo Johana Machado Rivas mientras que Unión por la Patria implementó un sistema de turnos: hasta las 14 estuvo Julieta Beros y desde allí y hasta el cierre de la mesa Mónica Moscolini. El clima entre ellas -y entre todos- fue siempre de extrema cordialidad. No hubo ni la más mínima discusión. Las otras fuerzas no tuvieron fiscales en la mesa que me tocó presidir. Cada tanto pasaban los fiscales generales para inspeccionar el cuarto oscuro e intentar imaginar un posible resultado de la votación.
Durante toda la jornada hubo un solo incidente: cerca del mediodía un hombre nos avisó que habían cortado un montón de boletas de La Libertad Avanza. Efectivamente, comprobamos la situación, las reemplazamos y desde entonces todo fue absolutamente normal. La mayor afluencia de votantes se dio entre las 11 y las 14. En total votaron 259 personas. Apenas 13 más de los que habían ido a votar en las PASO.
Hubo algunos votantes que se acercaron a la mesa con vituallas. El padre de una autoridad de mesa llevó facturas, la hija de otro de ellos convidó chipá en tanto el esposo de una de las integrantes de la mesa aportó medialunas. Un hombre que llegó temprano ofreció bizcochos para el mate. Y otro que fue a la hora del café dejó una bandeja de muffins marmolados que-dijo- había cocinado especialmente para la ocasión. Eso se sumó a la vianda “oficial” que llega en la caja con los materiales necesarios para que se realice la elección. Las vituallas oficiales eran caramelos, galletitas, alfajores y botellas de agua. También saquitos de té y café.
Durante todo el día se recordó en la mesa lo mal que funcionó en la elección de agosto el sistema de voto electrónico y las demoras que conllevó. Al mismo tiempo, aquellos que habían participado de la elección destacaron y envidiaban la velocidad del conteo automático.
No hubo sobresaltos durante la primera parte del día: la que va entre las 8 y las 18. Hubo varias personas muy mayores que se acercaron a votar, algunas acompañadas de familiares. Y al salir decían: “Mirá si me iba a perder esta elección”. Había entre los votantes una sensación de que no era una elección más. Se notaba en los comentarios que había mucho en juego. Mucho.
Luego de las 18 comenzó la tarea más engorrosa. Abrir los sobres y contar los votos. La famosa hora de la verdad. Lo primero que hay que hacer es relevar el número de votantes que pasó por la mesa: las fiscales tenían un padrón aparte en el que llevaban el conteo: les había dado 259 a ambas. Pero las autoridades teníamos que contar el padrón oficial troquelado. Y nos dio 259. Luego contamos los sobres cerrados y la suma fue la misma. El primer paso había sido exitoso.
Después de eso abrimos sobre por sobre y apilamos (en este caso en el piso) las boletas de cada uno de los partidos. Para llevar la cuenta utilizamos el enorme pizarrón verde de un aula en la que había muchos dibujos de alumnos que saludaban con mucho cariño a la “Seño Dani”.
Una vez que estuvieron todas las pilas en el piso hubo que contar las papeletas. Una a una. Y volcar el resultado final en el pizarrón. Si a esos guarismos se les suma los de los votos nulos (pocos) más los blancos: en la mesa 6881 no hubo ninguno para la categoría presidente. En la categoría en la que sí hubo una enorme cantidad de votos en blanco fue en la de Jefe de Gobierno de la Ciudad.
En el cuarto oscuro tipo biombo estaban las boletas nacionales de un lado y las locales del otro. Zulma, mi compañera de mesa, se ocupó de recordarles a los 259 votantes que había dos elecciones simultáneas, una de la Nación y otra de la Ciudad. Así y todo, el número de votos en blanco en la boleta para Jefe de Gobierno fue de 19. Especulamos, mientras contábamos los votos en blanco, acerca de que no quedó no había quedado muy claro para la población porteña que había dos votaciones al mismo tiempo y que mucha gente entró al cuarto oscuro, buscó la boleta para presidente, la puso dentro del sobre y se fue.
En nuestra mesa-situada en la particular Comuna 15 de la CABA- ganó Sergio Massa. Unión por la Patria consiguió 118 votos y en el segundo lugar se ubicó Juntos por el Cambio con 90 sufragios. Javier Milei apenas obtuvo 31 votos. En la Ciudad Jorge Macri consiguió 102 votos mientras que Leandro Santoro cosechó 98 sufragios.
Una vez terminado el recuento hay que hacer varios trámites burocráticos: confeccionar los certificados de escrutinio para poner en la urna y dentro de un bolsín de nylon que va a la justicia electoral. Todos y cada uno de ellos con firma, aclaración y DNI, igual que los certificados que necesitan los fiscales de mesa. Luego hay que llenar actas y finalmente el telegrama. Ese documento se entrega de manera solemne al empleado del Correo que firma la recepción y transmite inmediatamente los datos.
Con la entrega de la documentación que acompaña la urna que lleva dentro los votos y las boletas y un certificado de escrutinio, terminó una jornada agotadora. Había pasado 13 horas y media dentro de una escuela: firmé más de 250 certificados de votación, corté un número similar de troqueles, me reí con mis compañeros de mesa, saludé a algunos vecinos del barrio y me fui con la satisfacción del deber cumplido.