Ricardo Jaime fue secretario de Transporte en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Amigo de Néstor Kirchner de cuando recorrían casi en soledad las rutas de Santa Cruz para hacer campaña, no tenía la menor idea de Transporte, pero fue secretario del área en el gobierno nacional que se inició en 2003.
Allí le tocó comenzar a descifrar cómo funcionaban el intrincado sistema de trenes, colectivos, subtes y aviones. Jaime no sabía muy bien cuál era la diferencia entre un tren y un subte, pero allí fue, intrépido y se transformó en secretario de Transporte. Ya había sido “ministro” de Educación de Santa Cruz en tiempos del Kirchner gobernador y viceministro de Educación en Córdoba en durante uno de los mandatos de José Manuel De la Sota. Jaime es ingeniero agrónomo.
Llegó desde Córdoba a Buenos Aires y no tenía dónde vivir. Por eso le pidió a uno de los sindicalistas que más apoyó el kirchnerismo inicial, Gerónimo “Momo” Venegas, que le alquilara una habitación del hotel que el gremio de los peones rurales tiene en Retiro. Pero rápidamente solucionó sus problemas habitacionales de una manera simple: corrupción.
El empresario Néstor Otero, que por entonces -y aún continúa- explotaba la Terminal de Ómnibus de Retiro, le comenzó a pagar el alquiler de un departamento al que se mudó semanas después de haber asumido el cargo en mayo de 2003. Es decir que un empresario cuya concesión principal estaba bajo la supervisión de Jaime, pagaba una mensualidad para que el funcionario público no tuviera que pasar necesidades. Ese caso es uno de los dos que lo llevó a que, el 13 de octubre de 2015, hace ocho años, Jaime se declarara culpable de ser corrupto y reconociera su responsabilidad en un expediente y de esa manera evitara el juicio oral y público.
La otra pata de aquel caso, en el que Jaime confesó, se relacionó con el pago de viajes en taxis aéreos que, en esta ocasión, corrió por cuenta de otro grupo empresario al que Jaime debía controlar. Se comprobó, y por eso asumió su responsabilidad, que Jaime recibió como dádivas del Grupo Trenes de Buenos Aires, el pago de viajes en confortables aviones privados.
La empresa TBA era concesionaria de colectivos y trenes. Una de las concesiones que tenía TBA y que Jaime no controlaba era la del ferrocarril Sarmiento, en la que en 2012 se produjera la Tragedia de Once.
Aquellos días de octubre de 2015 eran los previos a la elección presidencial que disputaron Daniel Scioli y Mauricio Macri. No se sabía quién iba a presidir el país, y por ende el kirchnerismo aún no había acuñado la palabra “lawfare”. Fue entonces que Jaime admitió que le habían pagado el alquiler y lo taxis aéreos y pactó una pena con el fiscal Guillermo Marijuan que homologó el juez Julián Ercolini.
Ese día Jaime se convirtió en el primer ex funcionario kirchnerista en admitir un delito de corrupción. Los empresarios-responsables de la segunda pata de la corrupción- que no tenían antecedentes, consiguieron suspender el juicio a prueba. Zafaron de una segura condena. Los expedientes por dádivas se habían iniciado en 2008 y 2009.
Aquella había sido la segunda condena de Jaime. Un tiempo antes había sido condenado en Córdoba por robar pruebas en un allanamiento en su casa. Se le compuso la pena entre aquella condena y las de las dádivas (mejor llamadas coimas) y por eso le dieron un año y medio de prisión.
Aquel fue el comienzo de una serie de condenas que recibió Jaime. Lo condenaron por la Tragedia de Once, por la compra de trenes chatarra a España y Portugal y -entre otros casos- por enriquecimiento ilícito.
La última de las condenas es la que resume su comportamiento como funcionario público durante los seis años que estuvo en la secretaría de Transporte: no pudo justificar el incremento de su patrimonio. Y el patrimonio se incrementa a fuerza de coimas millonarias. Se le adjudicó la propiedad de un avión, de un yate, de autos, departamentos y hasta de un hotel, un negocio que tuvo auge entre kirchneristas.
Permaneció algo más de seis años en su cargo y pasó algo menos de siete años preso. Estuvo detenido en la cárcel de Ezeiza desde abril de 2016 hasta marzo de 2023. Pagó con creces-en un país donde los corruptos en general no van presos- sus muchos pecados de corrupción.
Hace ocho años irrumpía en la escena política la confesión de un ex funcionario. Y hace ocho años Ricardo Jaime era condenado por corrupto. Era el inicio de una larga historia que aún no terminó porque Jaime, ahora en libertad, todavía tiene cuentas pendientes en la Justicia por otros casos de corrupción.