El avance del juicio oral por la muerte de Manuel Storani, hijo del histórico dirigente radical Federico Storani, como consecuencia de un choque de lanchas en el Delta de Tigre, va permitiendo la reconstrucción de los hechos desde distintos ángulos. Cada declaración testimonial es como una pieza que se agrega al rompecabezas trágico que confeccionó esa madrugada del 31 de marzo de 2016, donde además de Manuel, de 14 años, falleció su madre Ángeles Bruzzone. En la misma colisión murió un amigo de Pablo Torres Lacal, quien timoneaba una de las embarcaciones y hoy está imputado por triple homicidio con dolo eventual.
Este martes declaró en los Tribunales de San Isidro David Di Rico, uno de los acompañantes de Torres Lacal -junto al fallecido Francisco Gotti- en la lancha deportiva Shark II con motor fuera de borda. En sus dichos frente al Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Isidro ratificó que esa noche iban “zigzagueando como a 60 kilómetros por hora” y que su intención original era “ir a tomar algo a un bar” en el arroyo Pajarito. También contó que antes de bajar al río Luján habían consumido dos cervezas en una pizzería.
El relato se encastró con el del empleado de la YPF que los atendió sobre el río, a la altura de San Fernando. Eso ocurrió porque después de salir de la guardería náutica Sarthou, Torres Lacal encaró para la estación de servicio con la intención de cargar nafta antes de continuar viaje hacia el bar. En la marina del surtidor los recibió José Maciel, que los vio llegar “bastante rápido”. De hecho, al ingresar al lugar se pasaron entre unos 20 y 30 metros hasta llegar al vertedor de gas, con lo cual tuvieron que retroceder.
“Traten de ir más despacio porque así se van a llevar puesto a alguien”, les advirtió Maciel. Según declaró en el juicio ante los jueces Sebastián Hipólito Urquijo, Alberto Ortolani y Gonzalo Aquino, la lancha estuvo dos minutos y después salieron “a gran velocidad”. En ese tiempo, el testigo declaró haber visto que el imputado estaba “exaltado” y “caminaba por toda la lancha” como yendo y viniendo. “No le sentí aliento etílico, no me acerqué tanto, pero noté que -Torres Lacal- no hablaba bien”, dijo. “Sí vi -agregó- que el que acompañaba al conductor estaba fumando una pipa de madera -y- sentí olor a marihuana”.
Otra pieza la aportó Fernando Villalba, el hombre encargado de la guardia del Sarthou, en San Fernando. Él estaba ahí esa noche cuando le abrió la barrera a Torres Lacal, que llegó acompañado de sus amigos en su camioneta al complejo náutico para sacar la lancha. ¿Cuál era el ánimo de Lacal?, preguntó el fiscal de juicio Diego Callegari. El testigo primero dijo “alegre, contento, exultante, eufórico”. Después confirmó que lo notó “extraño, un poco mareado” y que esa noche el acusado “se reía de todo, estaba muy confianzudo”. Por último ratificó: “Me llamó la atención el estado exultante que tenía”.
El choque entre la Shark II de Torres Lacal, hoy de 55 años, y la Mad II de Lucas Sorrentini, que también declaró este martes, se dio en el medio del canal Vinculación en el Delta de Tigre. La embarcación del imputado terminó 30 metros tierra adentro y la del otro timonel se dio vuelta por el impacto en uno de sus costados. Según Federico Storani, padre de la víctima menor, cuyo cuerpo apareció en el río tres días después de la embestida, el acusado estaba “jugando a la ruleta rusa” en un “túnel sin luz”.
Tanto el fiscal como la querella de Storani, representada por el abogado Carlos Acosta -en compañía de Juan Cruz García y Martín Tipitto-, solicitaron una condena por triple homicidio con dolo eventual, cuya pena oscila entre 8 a 25 años de prisión. Los abogados de la defensa plantearon la absolución de Lacal. Aún faltan algunos testimonios, y los alegatos de cierre se estiman para el próximo martes. Para esa altura, al rompecabezas solo le restará una sentencia.