Todo ocurrió hace exactamente un año. Un arma se acercó a la cara de la vicepresidenta Cristina Kirchner cuando llegaba a su casa y saludaba a militantes kirchneristas que la esperaban. “Click”. El arma se gatilló pero el tiro no salió. No había bala en la recámara. Fernando Sabag Montiel, el joven brasileño que empuñaba la pistola; y su novia Brenda Uliarte, que lo esperaba a unos pasos sin ser vista, irán a juicio oral acusados de ser coautores de una tentativa de homicidio agravado, un delito que tiene una pena de hasta 15 años de prisión. Su jefe en la venta de “copitos” ambulantes, Nicolas Carrizo, también está preso acusado de ser un partícipe secundario del ataque. La fiscalía entendió que el grupo no tuvo una “financiación” para llevar adelante el intento de homicidio: el estado patrimonial de los tres arrestados y la precariedad de su plan así lo demuestran. El juicio oral por el atentado podría concretarse en 2024, según indicaron a Infobae fuentes judiciales.
En las próximas semanas, el Tribunal Oral Federal 6, que tiene a su cargo el futuro de ese debate, correrá vista a las defensas, la fiscalía y la querella para que ofrezcan la prueba que quieran reproducir en el debate. Ya trascendió que la fiscal Gabriela Baigún pedirá una instrucción suplementaria. Recién ahí, los jueces evaluarán a qué prueba harán lugar y pondrán fecha de juicio. Eso también podría definir qué jueces intervendrán. Es que se trata de un TOF que hoy no tiene jueces titulares: hoy está a cargo de la jueza Sabrina Namer y de sus colegas Daniel Obligado e Ignacio Fornari, pero es una composición que podría cambiar si el debate se demora.
Cristina Kirchner es crítica de la investigación. Y cree que falta algo: el autor intelectual. En su lectura, la pata fue política y apunta al PRO. Por eso los reclamos sobre la llamada pista Milman, que apunta al diputado del PRO Gerardo Milman, por una frase que un testigo, asesor del Frente de Todos, dijo haber oído en un bar en la esquina del Congreso 48 horas antes del ataque. “Cuando la maten yo voy a estar en la costa”.
A eso se le sumó una última presentación en donde se reclama investigar a la vecina antikirchnerista del edificio con una panelista de Crónica TV que era libertaria y hoy está de novia con el competidor de Gran Hermano Alfa, porque ahora viven juntas. Ligan a esa panelista, Delfina Wagner, con el grupo Revolución Federal y Brenda. En el mientras tanto, el abogado de Brenda Uliarte, Carlos Telleldín, anunció en vísperas del atentado, a Página 12, que su clienta que hasta ahora la única vez que declaró dijo no tener nada que ver con el atentado que revelará un presunto financiamiento a actividades anti-k previas al ataque por parte del un allegado de Milman.
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Aunque el hecho principal fue elevado a juicio oral, el fiscal Carlos Rívolo y la jueza María Eugenia Capuchetti tienen abierta las puntas sueltas de la causa: y ese en ese contexto en donde la fiscalía pidió el secuestro del teléfono de Milman, autorizado la semana pasada por la Cámara de Diputados, luego de que la Cámara Federal ordenara inspeccionarlo solo en el marco de la gravedad institucional del atentado y para mirar exclusivamente el material que tenga que ver con el hecho. Milman entregó su celular pero apelará a Casación. Hasta el momento, el fiscal lo considera testigo.
La otra parte de la investigación que está abierta es el rol de la custodia: “ a solicitud de los secretarios de Cristina y de la mandatariaa no se nos permite realizar el diagrama de cobertura de 360 grados debido a que ella solicita el contacto con la militancia constantemente”, dijo uno de los policías que integraba el equipo. Nadie vio nada. CFK estuvo saludando a militantes después del hecho y se enteró de lo que pasó cuando subió a su casa y lo vio por televisión.
A un año del hecho, el sumario interno que debía hacer el Ministerio de Seguridad sobre el rol de los agentes involucrados no terminó, revelaron a Infobae las fuentes consultadas.
Sabag Montiel tiene 35 años. Su madre murió hace unos años. Todos lo consideraban un bicho raro. Apenas unos meses antes del atentado empezó a salir con Brenda, que trabajaba en only fans vendiendo fotos eróticas y venía de pasar una historia de abusos intrafamiliares y de sufrir la muerte de su bebé con pocos meses de vida por una afección respiratoria que se negaron a tratar en una clínica porque su padre no tenía la obra social al día. Así lo contó su padre la semana pasada al fiscal Carlos Rívolo, en una declaración a la que no asistieron el resto de las partes y en donde se vio a un hombre destruido por el futuro que le espera a su hija en prisión.
En distintas conversaciones que obran en la causa, Brenda odiaba a su padre y su simpatía con el kirchnerismo. Recién estando presa volvieron a tener diálogo. Es más: Brenda se había ido a vivir con Sabag y se había llevado todas sus cosas. Su padre recién se enteró eso cuando la Policia llegó a su casa para llevarse todas sus pertenencias. Ya estaba detenida.
Brenda había tenido una fugaz fama antes de caer presa: aparecía en Cronica Tv peleándose con una planera, después de que una breve participación en dos móviles. “Cobrar planes sociales es fomentar la vagancia“, afirmó. Mi novia supuestamente también tenía planes sociales, dejó de tenerlos porque la verdad que no da sacar la misma plata que otras personas”, decía Sabag. Entre sus contactos, se jactaban de esas apariciones.
Aquel 1 de septiembre de 2022, Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte pasaron la noche juntos y a las 13, después del mediodía, viajaron a Capital Federal a buscar plata, a cobrar un alquiler. De ahi se fueron a una casa de tatuajes de Quilmes, pasaron por un local de comidas rápidas y de ahí, en tren, hasta Constitución, el shopping Abasto y la casa de la Recoleta. Se movía con un pase trucho de discapacitados para viajar gratis. Llevaban una bolsa blanca y un paraguas. Y también la pistola semiautomática Bersa calibre 32, con la que Sabag Montiel le apuntó a la cabeza a Cristina Kirchner minutos antes de las 21, cuando se mezcló entre los militantes kirchneristas que la esperaban en la esquina de su casa y buscó matarla. “Click”, gatilló. El tiro no salió. No había una bala en la recámara.
Sabag Montiel fue apresado, entre golpes, por los propios militantes sin que la custodia de la vicepresidenta se diera cuenta de lo que pasaba. Brenda lo esperaba a unos pasos y se fue disimuladamente. Fueron funcionarios judiciales quienes, siguiendo la bolsa blanca y el paraguas en las filmaciones, los que confirmaron que era mentira lo que decía por tevé horas después del ataque: que no tenía nada que ver, que su novio enloqueció. Sus conversaciones en distintos chats confirmaron el plan: desde el 22 de abril habían comenzado a pensar cómo asesinarla. “Hoy me convierto en San Martín, voy a mandar a matar a Cristina”, dijo Brenda. “Voy a ir con el fierro a casa de Cristina y le voy a meter un corchazo. Ahí voy a salir en Crónica en serio. Si no soy yo, va a ser otro enfermito”, dijo Sabag.
Esto es parte de las pruebas que reconstruyó el fiscal Carlos Rívolo a la hora de mandar a juicio a Sabag y Brenda, procesados como coautores del delito de homicidio agravado por el empleo de armas de fuego, alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas, en grado de tentativa. “Los imputados habían ideado un plan para llevar a cabo el asesinato de la Vicepresidenta de la Nación” y uno de esos planes fue infiltrarse en movilizaciones kirchneristas. Así lo había pensado su novia. “Es cuestión de organización y hacer como un caballo de Troya”, dijo.
Tal como lo exhiben los videos que tomaron los propios simpatizantes de CFK y los medios de televisión, “aprovechándose de la confusión y desprolijidad que generaba la multitud de personas, Sabag Montiel extiende su brazo para pasar la primera línea de individuos que conformaban un cordón humano frente a la Vicepresidenta, apunta el arma de fuego que portaba en dirección a su rostro, la acerca a escasos centímetros y acciona el gatillo, al menos en una oportunidad, llegándose a escuchar incluso el click”, afirmó el fiscal.
La esquina de Juncal y Uruguay se había vuelto el epicentro de las manifestaciones de apoyo a la vicepresidenta, luego de que el fiscal Diego Luciani pidiera 12 años de cárcel de prisión en el juicio en donde se investiga la obra pública concedida a Lázaro Báez en Santa Cruz entre 2003 y 2015. Eso fue el 22 de agosto.
Pero el clima se puso aún más enrarecido el sábado 27 de agosto cuando la Policía de la Ciudad valló los alrededores del edificio de de la vicepresidenta, por los reclamos de los vecinos de la zona que decían que no podían circular. El kirchnerismo lo tomó como una afrenta y se movilizó hasta allá redoblando la presencia. Hubo enfrentamientos con los efectivos, que incluyó camiones hidrantes y granadas de gas lacrimógeno. A última hora Cristina Kirchner salió a hablar desde un palco improvisado para pedir que volvieran a sus casas. Ese día, el abogado José Manuel Ubeira dijo en C5N como panelista: “Lo que más me preocupa es la seguridad personal de Cristina Fernández (de Kirchner) porque matarla ahora sería un logro... tengo temor por la vida de la vicepresidenta de la Nación porque estos animales cuando van en la escalada, no paran”. Más tarde, se convertiría en su abogado en esta causa.
En medio de los forcejeos, Sabag Montiel había llegado hasta allá con el palo con el que vendía copitos de azúcar. Pero ya era tarde para poner en marcha el ataque. “Ya se metió adentro (...) Le toqué la espalda a Axel Kicillof y se fue (...) Ella está ahí metida arriba, pero no creo que salga así que ya fue. Deja. Voy para allá. Quedate ahí. No traigas nada (...) Hay poca gente, la gente ya se está yendo y el momento era ese, ahora ya es tarde”. La oportunidad llegaría el 1 de septiembre.
CFK saludaba a sus militantes. “Nunca me paso que revoleen un libro. Cuando pasa eso, me agacho a agarrarlo. Cuando me levanto, veo que se arma un tumulto de personas que agarran a una persona. Ahí recordé que el día anterior un repartidor había agredido a una persona de mi custodia y pensé que era un caso similar. (...). Cuando venía en el ascensor, mi secretario Diego Bermúdez estaba muy nervioso y me dijo que creía que había habido un arma porque había escuchado un clic. Cuando llegamos al domicilio, nos sentamos en el comedor diario, vimos las imágenes y constatamos lo que había ocurrido. Ahí me empiezo a enterar lo que había pasado (...) Reitero, solo me di cuenta del hecho cuando lo vi por televisión”, contó CFK al día siguiente a Capuchetti y Rívolo en el comedor de su casa.
Sabag y Brenda no son los único presos. También está preso Nicolás Carrizo, señalado como el jefe de los copitos, que quedó acusado como partícipe secundario del intento de homicidio gracias a haber entregado su teléfono como testigo. En ese celular aparecía diciéndole a una media hermana que era él dueño del arma y que el plan estaba preparado para una semana después. En su indagatoria buscó decir que era todo una broma, que quiso darse corte con sus amigos. Pero la justicia no le creyó, más allá de que esa segunda arma nunca se encontró.
La última de las acusadas fue una amiga de la joven, agendada como “Amor de mi vida”: Agustina Díaz. A ella Brenda le contaba sus planes, le mostraba el arma que tenía y le contó que su novio había sido el ejecutor y estaba preso. El plan para matar a Cristina Kirchner comenzó hace casi un año: el 22 de abril del 2022. “Para limpiar la Argentina hace falta que corra sangre”. Ese día, la joven le contó a una amiga que tenía un arma. Tres meses después, el 4 de julio, Brenda le reveló a Agustina Díaz, su amiga agendada como “Amor de mi vida”: “Voy con el fierro y le pego un tiro a Cristina… me dan los ovarios para hacerlo … el tema es cómo porque la vieja tiene seguridad”. Agustina quedó procesada inicialmente, pero más tarde se le dictó la falta de mérito por falta de pruebas y la fiscalía pidió su sobreseimiento.
Cristina Kirchner contra la investigación
La principal crítica de la investigación es la víctima. Cristina Kirchner afirma que se quiso frenar la causa a la hora de encontrar los vínculos políticos que, ella entiende, habría detrás del atentado. El punto de quiebre fue el 23 de septiembre. Ese día, por la mañana, CFK habló frente a los jueces que iban a condenarla poco después, en el marco del alegato de su defensa. “Lo tengo clarísimo: nadie puede pensar que esa banda planificó e ideó intelectualmente lo que me hicieron”. Y apuntando a los abogados de Carrizo, asesores de legisladores del PRO, la vicepresidenta afirmó: ”alguien que se sienta a 20 o 30 metros míos, en el Senado, su asesor defiende a quien me quiso matar. Yo me siento en un estado de indefensión”.
Ese mismo día, por la tarde, un asesor del Frente de Todos llamado Jorge Abello se presentó en los tribunales federales para decir que 48 horas del atentado había escuchado decir al diputado del PRO Gerardo Milman: “cuando la maten, yo voy a estar en la costa”. Allí mencionó haber visto a Gerardo Milman acompañado de “dos jóvenes muy elegantes”. Se trataba de Ivana Bohdziewicz y Carolina Gómez Mónaco. La jueza Capuchetti y el fiscal Rívolo revisaron las grabaciones de las cámaras de la Ciudad para verificar la presencia de Milman y confirmaron su estancia, identificando también a las dos colaboradoras del diputado del PRO. Al ser interrogadas, ambas negaron haber escuchado tal declaración de su jefe. Durante este proceso, la parte acusadora solicitó a la jueza el secuestro de los teléfonos de las mujeres, pero la magistrada consideró que la petición carecía de fundamentos. Esta decisión generó tensiones entre la jueza y Cristina Kirchner, quien a través de redes sociales acusó a Capuchetti de obstruir la investigación y solicitó su recusación, dos veces rechazada.
La Cámara Federal ordenó avanzar con esa línea para descartar cualquier hipótesis, pero llamar a declarar a los que estuvieron en el bar: a Abello y dos diputados del Frente de Todos debían testificar para conocer su conocimiento sobre la hipótesis. Estos diputados son Marcos Cleri y otro cliente del bar Casablanca presente en ese momento, Mario Leito. Abello no fue porque en ese momento reportó haber sufrido un ACV. Leito, desde Qatar, dijo que no escuchó ni vio nada. Cleri, jefe de Abello, confirmó haber recibido el mensaje de su asesor en ese periodo y declaró haberlo comunicado una semana después al diputado Rodolfo Tailhade y al equipo jurídico de la vicepresidenta, el 7 de septiembre. Al ser cuestionado sobre la demora en informar a la justicia, el testigo indicó que confiaba en que Abello se presentaría ante las autoridades. Ocurrió 23 días después del atentado. Tras conocerse la versión de Abello, Milman presentó un escrito en el caso de Capuchetti para refutarlo: “jamás realicé una declaración como la que el ‘Testigo’ ha intentado atribuirme, desconozco con qué intenciones ocultas” y presentó una denuncia por falso testimonio en otro tribunal.
Las secretarias de Milman aparecieron por tribunales el 1 de diciembre y entregaron sus teléfonos. Pero una dijo que cambió el equipo y otra que borró el contenido para que no se filtraran sus fotos hots. Subrayó que fue se había asesorado por su intimidad pero que no tenia que ver con el atentado. Una de ellas, ya desafectada del trabajo en el Congreso, reapareció en Comodoro Py en mayo para decir que el borrado había sido en una oficina de Patricia Bullrich con Milman y un perito. Eso generó una recusación de la querella contra el fiscal Rívolo, que esta semana fue rechazada en Casación.
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Por cuerda separada se tramita la investigación contra Revolución Federal, la agrupación violenta que se formó el año pasado y en donde CFK mira la financiación ligada a la familia de un ex funcionario de Mauricio Macri, Luis Caputo. En ese expediente y en la causa por el ataque, los investigadores dijeron lo mismo: no se encontraron lazos directos entre los detenidos por el intento de homicidio y Revolución Federal, más allá del clima de odio y la fugaz participación de Brenda en una marcha de las antorchas frente a Casa Rosada convocada por redes en la que la joven apareció sin que nadie dijera conocerla.
Este año, Brenda y Sabag se reencontraron. Fue en el primer juicio oral que tuvieron que enfrentar por un DNI perdido que Sabag tenía en su casa. El joven, con los pantalones rotos y cuestionando la prueba, posaba ante los fotógrafos. Brenda, un poco más tímida, miraba curiosa a todo el entorno. Todo el tiempo quiso alejarse, en sus palabras, de Sabag. Subrayaba que no vivía con él, aunque después afirmaba que tenían mucama o que cobraba 100 mil pesos por día por vender copitos. Cuando los policías llegaron al lugar tras el atentado, la casa era una mugre de basura y olor a pis de gato. El tribunal los condenó a un año de prisión en suspenso. Volvieron a sus celdas, aislados, en la cárcel de Ezeiza. Desde ahí esperan el juicio oral por el caso que los hizo famosos.
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