Diego Ferrón dedicó los últimos dos años de su vida a reconstruir el Triple Crimen de General Rodríguez. Con el expediente judicial en la mano, decidió escribir un libro que plantea tres hipótesis sobre el asesinato de su hermano, Damián Ferrón, de Leopoldo Bina, y de Sebastián Forza: la pista de Ibar Pérez Corradi (con falta de mérito desde abril del 2021), el rol de los mexicanos, y la actuación de la DEA y los servicios de inteligencia. “Me parecía que la gente tiene que conocer qué pasó con este caso. Nosotros nos basamos en el expediente judicial. Para mí es como cerrar un círculo después de 15 años”, admite Ferrón en una entrevista con Infobae. El libro, a punto de publicarse, fue un trabajo en conjunto con el periodista Agustín Ceruse.
Ambos analizaron el expediente judicial y entrevistaron a decenas de protagonistas del caso. El libro se llama “Operación Crystal”, en referencia al primer operativo de la DEA, en 2007, para combatir el tráfico de efedrina. De no haber existido esa operación, unas 50 toneladas habrían terminado en México y luego en Estados Unidos, como metanfetaminas. “El primer ejemplar se lo voy a llevar a mi mamá”, cuenta Ferrón con emoción.
El lunes pasado se cumplieron 15 años del Triple Crimen y la causa judicial quedó a un paso de la prescripción por el paso del tiempo. Todavía no se sabe dónde los mataron ni cuántas personas intervinieron. Solo hay cuatro partícipes necesarios del crimen. No hay autores materiales. Muchos menos intelectuales. Si no hay sorpresas, en poco tiempo la causa quedará archivada. “No creo que aparezca algo a esta altura para darle un vuelco a esta historia”, se lamenta Ferrón.
- La causa está a punto de prescribir. ¿Cuál es tu evaluación de la Justicia en todos estos años?
No estoy satisfecho con lo que pasó hasta ahora, con la condena a los Lanatta y a los Schillaci, que todavía siguen presos. Yo estoy contento con el trabajo de la justicia federal porque se hizo todo lo posible después de haber perdido mucho tiempo. Cuando la causa pasó al fuero federal, en 2016, ya se habían pasado ocho años.
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- ¿Quiénes son los responsables de la primera etapa?
- La fiscal (Ana María) Yacobucci fue la misma que dijo que los chicos se habían ido de joda con una camioneta quemada, fue la que nos dijo ‘¿querés que vaya a tocar puertas en General Rodriguez?’ cuando el viernes se había activado la señal de Nextel de Damián en ese lugar. La etapa de Yacobucci no fue buena y después agarró la causa el fiscal Bidone, que sí logró conectar con los Lanatta y los Schillaci, pero dejó una linea investigativa abierta siendo que la mujer de Bina en el juicio oral había dicho que su marido venía traficando efedrina junto a Sladkowski, Heredia, San Luis, y Rodrigo Pozas Iturbe. Cuando la causa llega a la Justicia federal y toma ese relato de Verónica Colombo nos aportó una línea investigativa. Un supuesto autor intelectual podría haber sido (Rodrigo) Pozas Iturbe porque habría sido traicionado por Bina.
- ¿A qué adjudicas tantos errores de la Justicia en esa primera etapa?
- No sé si fue por impericia o a propósito. No sé que pensar. Tenía que ser una causa federal desde el comienzo porque el móvil era la efedrina. Quedó grande para un fiscal de Delitos Complejos de Mercedes. No tenían recursos para investigar. Lo cierto es que todos siguen en sus cargos. Bidone después tuvo una causa por el caso de (Marcelo) D’Alessio pero no por el Triple Crimen. Hasta ese momento yo estaba muy confiado con el fiscal Bidone, pero cuando pasó eso tuve varias dudas.
- En los últimos años la investigación se trabó por falta de pruebas. ¿Vos recibiste testimonios valiosos?
- Me pasó un par de veces. Hubo personas que se acercaron y contaron cosas, pero con ninguna prueba. Cuando buscas un teléfono o en los lugares que mencionan no aparece nada. Es todo un relato. Y además no dicen todos los mismo. Igualmente los escuchamos, fueron a declarar al juzgado, pero no llegamos a nada concreto.
- Pérez Corradi hoy camina por la calle. ¿Vos seguís teniendo dudas sobre su rol?
- Yo creo que se va llevar a la tumba lo que sabe. Yo tengo muchas dudas porque Pérez Corradi fue socio de los Lanatta y los Schillaci. No lo culpo de una autoría material ni intelectual. Pero sí lo veo como un partícipe necesario más, que sabe muchas cosas y se las calla. Por algo estuvo prófugo cuatro años, afuera del país.
- Siempre se habló de los contactos de Pérez Corradi con los servicios de inteligencia. ¿Se investigó en profundidad esa pista?
- Yo creo que son parte activa, acá hubo gente involucrada de los servicios de inteligencia. Es más, hubo gente de la SIDE/DEA traficando información todo el tiempo. Hay algunas pruebas pero no alcanzaron para involucrarlos en el Triple Crimen.
- ¿Son personas mencionadas en la causa?
- Sí claro. Uno es (Julio César) Posse, que fue un agente, orgánico o inorgánico, de la SIDE o de la DEA. En ese momento hablaba con gente de la DEA, les pasaba los nombres, fue el primero que habló con la familia de Bina, se acercó con Sladkowski. Siempre fue una persona que estuvo muy activa. Y hay otro agente al que todos le dicen “Máximo”, que fue nombrado por Lanatta hace mucho tiempo. Esa persona existe y participó de reuniones con Posse, Forza, y un ex empleado de Forza.
- ¿Esa es una de las hipótesis que desarrollan en el libro?
- Sí, claro. Nosotros nos preguntamos desde el principio a quién le molestó y a quién le convenía el Triple Crimen. Ahí queda claro que la DEA venía avisando desde 2004 sobre el tráfico de efedrina. Lo que nadie puede discutir es que después de la muerte de ellos se cortó el tráfico a nuestro país. Las otros dos línea son la de Pérez Corradi y la de los mexicanos. Quizás todo tiene que ver con todo y como dice mi abogado, el doctor Pierri, fue una banda mixta que unía mexicanos, policías, y miembros de los servicios de inteligencia. Mi cuñada le dijo a Damián que Forza trabajaba para la SIDE. Muchos hablan que Pérez Corradi era un informante de la DEA. Hay mucho de esto en la causa.
- ¿Hay otros miembros de los servicios mencionados en los expedientes judiciales?
- Siempre nos mostraron esos dos nombres. Posse está vinculado a través de una serie de escuchas que estaban en la ex SIDE. Tuvimos acceso a algunos de esos audios. Por ejemplo, hay un informe que le hizo Posse a un superior de la DEA. Nos enteramos de todo esto por un gendarme que hacía las escuchas y me avisó muchos años después. Había como 400 horas de escuchas en la SIDE. La Justicia se puso a investigar en base a esos audios pero son pistas que terminaron en la nada. Sabemos que todas estas personas de los servicios respondían a sus jefes, pero yo desde 2008 nunca tuve otros nombres. Y recién aparecieron cuando la causa ingresó a la justicia federal. Antes ni se hablaba de todo este mundo.
El caso
El 7 de agosto de 2008, Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina fueron hasta un hipermercado en Sarandí, partido de Avellaneda. Estaban por cerrar un “negocio” que prometía dejarles mucha plata. Justo tres semanas antes había explotado una casa de Ingeniero Maschwitz donde funcionaba un laboratorio clandestino de efedrina. Ahí cayó uno de los principales proveedores de esa droga a los carteles de México: Luis Tarzia.
Después de ir a esa reunión, Forza, Ferrón y Bina desaparecieron. Sus celulares quedaron desactivados. Recién se supo de ellos el 13 de agosto, cuando sus cadáveres aparecieron en un zanjón de General Rodríguez. Tenían signos de haber sido torturados durante horas y asesinado a tiros. Más tarde se comprobó que sus cuerpos fueron sido mantenidos en un freezer hasta ser descartados.
El crimen rozó a la política: es que Forza estaba vinculado a los negocios develados en la causa por la mafia de los medicamentos y porque aportó dinero a la campaña presidencial de Cristina Kirchner en 2007.
La Justicia de Mercedes entendió que los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor y Marcelo Schillaci eran los responsables de privación ilegal de la libertad agravada y triple homicidio agravado por ensañamiento y alevosía. En diciembre de 2012, fueron condenados a prisión perpetua.
Pérez Corradi fue sindicado como autor intelectual del crimen, pero siempre tuvo falta de mérito.
La jueza María Servini hizo hincapié en una investigación que permitió demostrar que Bina reportaba a una organización narco, “con estrechos vínculos a la política” y la Aduana, que envió casi 3000 kilos de efedrina en encomiendas postales internacionales a México y Guatemala.
Ahí quedaron detenidas once personas, entre los que estaban “ex agentes de las fuerzas de seguridad, personal aduanero, el segundo jefe de encomiendas postales internacionales del Correo Argentino y un individuo de nacionalidad mexicana quien tenía como empleado a nada más ni nada menos que a Leopoldo Bina, quien se logró determinar que participaba activamente de los envíos de efedrina al exterior”. Ese individuo mexicano, Rodrigo Pozas Iturbe, fue condenado en 2008 a seis años de prisión como integrante de una asociación ilícita que traficaba cocaína a Europa por medio de “mulas”.
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