“El hombre está aburrido del hombre y por esto está buscando otras formas de hombre”. La frase la suelta al pasar en una entrevista con Infobae Andrés Gil Domínguez, el abogado y profesor de derecho que acaba de publicar el libro “Constitucionalismo digital”, un texto de editorial Ediar que busca reflexionar sobre los alcances de esta era, la Cuarta Revolución Industrial, que casi no nos ha dado tiempo a darnos cuenta que el futuro ya llegó. En el debate, obviamente, no escapa el análisis sobre los formatos de Justicia y los desafíos que tiene por delante una institución que se vio forzada a adaptarse a la tecnología por culpa (o gracias) al Covid-19.
Una de las preguntas a responder hoy es cómo pensar jurídicamente el concepto de persona. Quizás por eso la dedicatoria elegida por el constitucionalista en su libro se acomoda a los nuevos tiempos. No solo le destina su libro a su esposa Verónica, sus hijos Santino y Siriana y sus hijos “no humanos” -los siameses Tita y “Gru”-. También va a dedicado “a las personas transhumanas” y a los “sintientes digitales que vendrán”.
A medida que la tecnología avanza y el uso de Internet y las nuevas tecnologías se generaliza, surgen desafíos y problemas legales que requieren una interpretación y aplicación de la Constitución acorde con el contexto digital. El derecho a la no discriminación, el derecho a la propiedad y la tokenización de los derechos se mezclan con reflexiones sobre el derecho a la intimidad, el debate sobre el olvido y la “no muerte”. ¿Cómo funcionará el sistema de Justicia frente a esta era digital? ¿Se vienen las sentencias por chatGPT?
— ¿De qué hablamos cuando hablamos de constitucionalismo digital?
— Nuestras constituciones son analógicas, pensadas para un mundo analógico, lejos hoy, de poder dar respuesta a los emergentes tecnológicas que nos constituyen como personas. A lo largo de la historia, consciente o inconscientemente, el derecho constitucional y el derecho convencional esquivaron una relación directa con la tecnología. Los emergentes de la Cuarta Revolución Industrial (digitalización, big data, inteligencia artificial, blockchain, tokenización, metaveso) por sí o combinados nos obligan a pensar un nuevo constitucionalismo: nuevos contenidos en viejos derechos.
— ¿Cómo impacta este nuevo mundo en el sistema de derechos y en la organización del poder?
— En el sistema de derechos hay que empezar a deconstruirse. Veamos el concepto de persona. Hasta acá ha sido un concepto basado en una mirada antropocéntrica, y hoy tenemos persona cybor, tenemos inteligencia artificial que evolucionando puede o no adquirir formatos humanoides... Va a ser un elemento para pensar si los consideramos personas digitales. También nos obliga a pensar la idea de la discriminación. O en el derecho de propiedad y la vinculación a la creación de activos digitales. O qué pasa con la libertad de intimidad, que la ley la pensó para un mundo y hoy es otro.
— ¿Y estamos preparados para este cambio?
— Es que esto no es una película de ciencia ficción donde se va a discutir filosóficamente lo que es el futuro. Estamos viviendo lo que Black Mirror planteaba. Black Mirror ya llegó. Si las constituciones son el centro de la construcción de una sociedad, hoy estas constituciones necesitan ser rediscutidas. La sociedad ya está viviendo este cambio. No estamos discutiendo si se usa o no la digitalidad. Tenemos Netflix si queremos ver cine, tenemos Waze si queremos ir a algún lugar, tenemos Tinder si nos interesa encontrar una pareja.
— ¿Estas innovaciones obligan a repensar las formas de democracia?
— Blockchain o cadena de bloques es un sistema tecnológico que tiene por objeto realizar transacciones electrónicas sin depender de la confianza de terceros. Fue desarrollada en 2007 para sostener la criptomoneda. Es una nueva tecnología de la información descentralizada. Es una enorme base de datos. Puede utilizarse para crear una democracia más inclusiva, para crear un gobierno más transparente, lo que se traducirá en servicios y políticas públicas más eficientes, así como en una mejor toma de decisiones por parte de los gobiernos a todos los niveles. Es descentralizada, son bloques que se van a abriendo y cerrando y que permite la participación de muchas personas. Ya hay proyectos en donde se está pensando en usar blockchain para desarrollar consultas o debates públicos en donde no se necesite esperar cada dos años a votar.
— ¿Cuáles son los debates que se están dando en la Justicia sobre los conflictos que despierta esta nueva modernidad?
— Ya hay conflictos por ejemplo sobre cómo evaluar las criptomonedas en una quiebra, en una sucesión o en un divorcio. Esto demuestra que que vivimos un derecho analógicamente creado y pensado que obliga a dar nuevas formas de respuesta. Otro aspecto que se analiza son los límites de la intimidad.
— ¿Estas reformas a nivel legal ya se están materializando en alguna parte del mundo?
— Son debates actuales. Pensar qué tipo de inteligencia artificial y hasta dónde llega. ¿Se le puede poner límites? ¿Va a estar siempre al servicio del hombre o lo va a reemplazar? Pero hay otros que lo ven como un elemento de coworking y de evolución conjunto. Así lo interpreto yo. La primera parte del libro es un mirada de un constitucionalista, que viene de otro palo, que se anima a bucear sobre qué es la digitalización, el big data, la inteligencia artificial, metaverso y cómo eso impacta en el constitucionalista y en la conformación de una nueva sociedad. Ya hay algunos intentos de aplicar el Metaverso para hacer audiencias. Un espacio virtual con un avatar y anteojos especiales, compartiendo con otras personas y trascendiendo la pantalla por Zoom.
— Pero acá se quejan que a veces ni funciona el Lex 100 (el sistema de informatización de causas judiciales en el Poder Judicial)
— Esto demuestra lo anacrónico y alejado que está el Poder Judicial de los elementos de la Cuarta Revolución Industrial. El Lex 100 es un utensilio de la prehistoria. Si no fuera por el covid 19, el avance no hubiese sido nunca impulsado. Antes, en mi época, cuando queríamos llegar a un lugar, usábamos una guía que se llamaba Filcar. Ahora usamos Google Maps o Waze. Bueno, la Justicia sigue usando la guía Filcar. Va a haber un grave problema en breve, que no lo podemos asumir pero en la medida en que las nuevas generaciones, nacidas en contextos digitales, lleguen a una determinada edad en donde tengan que acudir a la Justicia para solucionar conflictos, se van a necesitar nuevas respuestas. Si la justicia sigue en este modo analógico, los ciudadanos se van a encontrar con injusticia y va a haber un choque cultural.
— ¿Y cuál puede ser la solución?
— Entender que la Justicia es un servicio, no un lugar sacramental, sino un espacio para convertirse en un servicio que se presta digitalmente y que tiende a una digitalidad oral, no escrita. Y ahí también habrá que pensar las nuevas formas de ejercicio de la profesión. ¿Un abogado va a tener que saber derecho y programación, gestión de sistemas?
— Otra de las preguntas es si corren riesgo los puestos de trabajo
— En este entramado híbrido vamos a caminar mucho tiempo. No es que se van a perder puestos, sino que hay que resignificar en pos de una mayor eficacia. Si se aplicaran estas nuevas herramientas, en la Corte Suprema podríamos tener proyectos de sentencia en 15 minutos, porque lo único que tendríamos que hacer es aplicar la inteligencia digital sobre los fallos de la Corte anteriores y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos o de distintos tratados. Eso se haría en 15 minutos. Ese proyecto se podrían poner a circular entre las vocalías, sin necesidad de esperar que cada juez haga cada uno su voto y podría reducirse el tiempo de las sentencias. La incorporación de tecnología genera más transparencia y control. Si decis yo voy a aplicar Inteligencia Artificial en el Consejo de la Magistratura, cada vez que exista un concurso, la Inteligencia Artificial hace el caso del examen sobre la base de toda la jurisprudencia. Se hará una primera corrección y también una primera evaluación de antecedentes. Tendrías rapidez, transparencia y modernización.
— Pero esa inteligencia no es infalible
— No, pero tiene una particularidad. Una vez que se equivocó y se la corrigió, no se vuelve a equivocar. El ChatGPT generó un cimbronazo, porque se metió con el un hecho trascendental a la cultura humana: se metió con el lenguaje. Puede hablar con vos y te puede mentir. Cuando eso aprenda, evolucione, va ha haber formas humanoides . De ahí estás a un paso de la personería digital y de las familias humano-digitales. ¿Es ciencia ficción? No. Existe. Lo que todavía no es posible es la masificación. Esto está sucediendo, y es inevitable que suceda. Me da asombro cuando un grupo de intelectuales habla de poner límite a inteligencia artificial cuando la creó el hombre. El hombre está aburrido del hombre y por esto está buscando otras formas de hombre. Pero eso genera le miedo. Siempre el desarrollo científico tecnológico ha generado grandes esperanzas en los optimistas y temores en los pesimistas. Hasta ahora la ciencia ficción ha tabajado sobre mundos distópicos, pero la tecnología nos da una humanidad mejorada, viviendo más años, con otra formas de abordar la salud y con facilitad para viajar. El planteo es muy elemental. El futuro que nos anticipaba la ciencia ficción está hoy acá.
— ¿Y delitos cibernéticos, la seguridad digital y los hackers? El Poder Judicial de Chaco, por ejemplo, fue hackeado en 2022 con un ransomware novedoso y virulento que estaba en mira del FBI y que puso en peligro el sistema. ¿Cómo adaptarse a los cambios y al mismo tiempo a los riesgos?
— El desarrollo de la tecnología siempre está sufriendo desafíos. Y también está la búsqueda de ponerle límites a esa tecnología, regulándolo. Los autos también fueron adelantos tecnológicos, pero se empezó a regular cómo debían circular. Eso es lo que hay que pensar. Cuando venga el 5G, también a a estar otro vínculo con la tecnología.
— ¿Y quién controlará?
— Se necesitan políticas públicas que desarrollen elementos de control o orientación de la tecnología. Hay un gran dilema. La tecnología se ha desarrollado por el sector privado, pero cuando alcanza un grado de uso y ejercicio tan notable y exponencial, el Estado o formas que se le parezcan al Estado necesitan generar estas herramientas de controles. Un tema que se está desarrollando es hablar de las auditorias algorítmicas sobre la inteligencia artificial para que se trabaje sobre los sesgos discriminatorios y cómo funciona en la practica. A nuestro país le pasa lo mismo que le pasa al mundo, esto ya está conviviendo. Hoy este tema no esta en la agenda de ningún candidato presidencial, salvo Fernando Manes (precandidato de la UCR), y mucho menos en la agenda de la Justicia.
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