La Cámara Federal de Casación Penal confirmó días pasados la condena a 13 años con prisión efectiva para el ex juez federal de Orán Raúl Reynoso por pedir dinero a cambio de favorecer la situación de detenidos entre 2010 y 2015. El ex magistrado -quien se encuentra detenido- diseñó un mecanismo dentro de su juzgado para llevar adelante su cometido criminal.
Según la investigación, el ex juez Reynoso cuando seleccionó el personal de su despacho designó a varias personas con quienes tenía estrechos vínculos de amistad.
Estos empleados junto a un grupo de cuatro abogados, con los que también tenía una relación de mucha confianza, seleccionaban y captaban los casos en los que podían obtener algún rédito económico. Una vez elegidas las causas, se ponían en contacto con los detenidos o sus familiares y les exigían un monto de dinero que normalmente oscilaba en alrededor de $500.000 a cambio de dejarlos en libertad.
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Esta modalidad implicaba más de una vez “deslizar” algún error en los fallos que -en caso de ser advertido- el juez se lo atribuía a la “descomunal carga de trabajo”. De acuerdo con lo indicado en la causa, esta pantalla defensiva fue utilizada por Reynoso en forma sistemática.
La organización funcionaba con dos aristas bien definidas, una externa y otra interna. La primera estaba constituida por los cuatro abogados cuya tarea era básicamente captar al “cliente-víctima” (que era o un detenido o familiares de un imputado cuya causa tramitaba en el juzgado a cargo de Reynoso). Le comunicaban el monto exigido, la modalidad de pago y demás condiciones, para contactarse con el juez, quien una vez asegurado el cobro del dinero o la dádiva dictaba una resolución favorable. Según se acreditó con los dichos de testigos la mayoría de los encuentros se realizaban en el despacho del magistrado.
La interna, según la instrucción, estaba constituida por el jefe de la organización, el ex juez federal de Orán, Raúl Juan Reynoso. El ex magistrado había ideado un sistema de trabajo en donde los temas en los que había una posibilidad de solicitar dinero o una dádiva eran tramitados por un empleado del juzgado, Miguel Saavedra, desplazando a los secretarios del juzgado en el análisis de esos casos. Había un doble circuito en el trámite de las investigaciones penales. Uno para los casos “normales” que estaban en manos de los secretarios y otro marginal al que se le imprimía más velocidad y un criterio jurídico distinto al momento de resolver.
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Estaba tan “aceitado” el mecanismo que los escritos de los casos que llegaban a través de los abogados que formaban parte de la organización, al llegar al juzgado eran separados del resto por el propio juez quien los depositaba sobre su computadora para resolverlos rápidamente.
La actuación de este grupo ilegal era “vox populi” en Orán y entre la población carcelaria de la región. A tal punto llegó la “fama” que pudo demostrarse que personas ajenas a la organización se hicieron pasar por allegados a Reynoso y le pidieron dinero a familiares de detenidos para mejorar su situación.
Para asegurarse el resultado, en los trámites de excarcelación el juez no le requería opinión a la fiscalía de Orán, y una vez que se hacía efectiva la libertad del detenido demoraba las notificaciones al fiscal por varias semanas o meses. De esta forma evitaba que la fiscalía se opusiera a la libertad del detenido y frustrara la maniobra del grupo.
Lo mismo ocurría cuando se apelaban las resoluciones de Reynoso: el juzgado retardaba la remisión del expediente a la Cámara.
Otra modalidad para ejecutar sus ilícitos era directamente omitir pruebas o constancias de cargo que pudieran impedir resolver a favor del imputado que ya había pagado al grupo para obtener su libertad.
Era tal la “efectividad” de los abogados del grupo de Reynoso que “llegó incluso a impresionar al defensor oficial de Orán” quien recordó como sus pedidos eran rechazados una y otra vez mientras que las solicitudes de los letrados allegados al ex juez siempre obtenían respuesta favorable.
En una ocasión, uno de los abogados de la organización logró el sobreseimiento de su defendido, Pablo Vera, quien estaba imputado por el transporte de 966 kilos de clorhidrato de cocaína. El fallo favorable coincide temporalmente con la entrega de una finca de 700 hectáreas que pertenecía a Vera. El inmueble -Finca El Mollinedo- fue transferido luego a la hermana del ordenanza del juzgado de Reynoso.
El juzgado federal de Orán tiene competencia sobre un territorio que incluye 700 kilómetros de frontera con Bolivia, en una de las zonas más “calientes” del país por la actividad del narcotráfico.
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