La alopecia areata (AA) es una enfermedad autoinmune que afecta aproximadamente al 2% de la población mundial. Esta condición provoca pérdida de cabello en el cuero cabelludo y otras zonas del cuerpo.
En la Argentina, según explica el especialista en dermatología y director médico de Darma Clínica Dermatológica, el Dr. Bruno Ferrari, (MN 122065), más de 710.000 adultos padecen esta enfermedad. Especialmente, en el grupo de 20 a 40 años, una etapa de la vida donde la confianza personal suele estar estrechamente vinculada con la apariencia física.
Cuál es el impacto físico y emocional de este padecimiento
Esta patología afecta a personas de todas las edades y géneros y puede presentarse en formas leves o progresar a grados severos, como la alopecia total (AT) o la universal (AU). Aunque en ciertos casos leves el cabello puede volver a crecer de forma espontánea, muchos pacientes sufren recaídas frecuentes e impredecibles.
Desde una perspectiva emocional, la AA afecta la autoestima y la salud mental de quienes la padecen. “Aproximadamente el 70% de los pacientes desarrollan problemas psicológicos relacionados, tales como ansiedad y depresión. No solo afecta físicamente, sino que tiene un impacto profundo en la salud mental de los pacientes”, explica el Dr. Ferrari.
Frente a este panorama, está claro que el desafío de esta enfermedad radica en la necesidad de un tratamiento integral que también contemple la dimensión emocional de las personas.
Una enfermedad compleja con múltiples dimensiones
La alopecia areata se caracteriza por ser una condición crónica, en la que el sistema inmunológico ataca los folículos pilosos, causando la caída del cabello de manera localizada o generalizada. En muchos casos, esta pérdida es temporal y los folículos no se destruyen; sin embargo, en formas más severas como la alopecia total (AT) o la alopecia universal (AU), la caída puede extenderse y dificultar el crecimiento capilar futuro.
“Los factores desencadenantes de la AA aún no se comprenden del todo, aunque se sabe que la genética, el estrés y otros elementos ambientales pueden influir en el desarrollo de la enfermedad”, explica Ferrari. La alopecia areata puede afectar tanto el cuero cabelludo como otras zonas con vello, y la imprevisibilidad de su evolución convierte el tratamiento y el manejo de esta enfermedad en un desafío tanto para los pacientes como para los especialistas.
Los tratamientos para la caída del cabello han evolucionado considerablemente. En los últimos años, se desarrollaron distintas alternativas para quienes padecen formas graves de AA. “A lo largo de la historia, se recetaban corticoides tópicos y sistémicos y medicamentos inmunosupresores como el metotrexato, que, si bien pueden ayudar, no siempre ofrecen una solución adecuada para los casos más complejos”, subraya Ferrari.
En este contexto, los inhibidores de Janus Quinasa (JAKi) como el baricitinib, aparecen como una opción prometedora, ya que bloquean la señalización inflamatoria responsable de la respuesta autoinmune. Esto permite que los folículos pilosos reanuden su ciclo de crecimiento.
Un enfoque multidisciplinario para una enfermedad compleja
“El rol del dermatólogo es crucial en estos casos, ya que permite un diagnóstico preciso y un tratamiento supervisado y adaptado a cada paciente”, sintetiza el médico. Además, el acompañamiento psicológico puede ser un recurso valioso para ayudar a los pacientes a enfrentar el impacto emocional de la pérdida de cabello, que en muchas ocasiones afecta la autoestima y la vida social.
“Es fundamental abordar la alopecia areata de manera integral, contemplando tanto los aspectos médicos como el apoyo emocional. Solo así se pueden lograr avances significativos que contribuyan al bienestar y la calidad de vida de quienes viven con esta condición”, concluye Ferrari.