“Cuidar es aprender a vivir de nuevo”: cómo asistir a una persona que sufrió un ACV

La historia de Ana Graupera es parte de #Recuperados, un ciclo de testimonios reales que pone en el centro las historias de quienes enfrentaron esta condición y lograron salir adelante, así como de aquellos seres queridos que los acompañaron. Cuáles son los desafíos emocionales, sociales y cotidianos que atraviesan

Ana Graupera transformó su vida para acompañar a su esposo tras un ACV (Boehringer)

El accidente cerebrovascular (ACV) no solo afecta a quien lo sufre; también transforma profundamente la vida de sus familiares y cuidadores. En la Argentina, esta es una de las principales causas de discapacidad y un desafío constante para quienes asumen el rol de acompañar a los sobrevivientes en su recuperación.

Detrás de estas cifras surgen relatos de superación y esperanza. Uno de ellos es el de Ana Graupera, esposa de Oscar, quien sufrió un ACV de forma inesperada. Su experiencia pone en evidencia tanto la lucha diaria frente a las secuelas como la importancia de la prevención, la detección temprana y la rehabilitación.

El día en que todo cambió

El matrimonio estaba disfrutando junto a sus hijos y amigos de unas vacaciones de invierno en el Cerro Castor, Ushuaia- la ciudad donde vivían desde hacía 20 años. Al día siguiente, Oscar se sintió mal y cuando llegó a la Clínica, sufrió un ACV. Cuando la llamaron y le comunicaron el suceso, confiesa que no tenía idea a qué se refería esa sigla. El término pronto se convertiría en el eje de sus vidas.

Ana Graupera en “Actúa con velocidad”

Oscar registraba algunos signos como adormecimiento en una mano y una sensación general de “sentirse raro”. También había consultado a su médico sobre estos temas y sobre alteración de la presión, algo inusual. Comenzaron a realizar chequeos, pero lamentablemente no lograron construir un diagnóstico certero que les permitiera actuar.

Es muy importante reconocer estos síntomas y actuar rápidamente ante los primeros indicios de un ACV, ya que hoy se puede evitar o mitigar secuelas.

“La noticia fue devastadora”, recuerda Ana. “Una suerte de tsunami. Dejamos nuestros trabajos, nuestra casa, la ciudad donde vivíamos y partimos en un avión sanitario a Buenos Aires para enfrentar una batalla muy dura”.

El rol del cuidador: más que acompañar

Para ella, asumir el rol de cuidadora no fue una decisión, sino una necesidad inmediata. “Es un bautismo de fuego. Te encontrás acompañando a alguien en un terreno desconocido”, asegura. Su experiencia resalta un aspecto clave de esta patología: la recuperación no solo es física, sino también emocional, social y, sobre todo, compartida.

En el caso de Oscar, las secuelas incluyeron limitaciones físicas y cognitivas que requirieron atención médica continua y apoyo permanente. Tiene afasia: perdió la capacidad de comunicarse fluidamente y sus secuelas le impidieron regresar a trabajar y recuperar su vida a los 51 años.

Sin embargo, Ana pronto descubrió que su rol también implicaba aprender a cuidar de sí misma. “No solo hay que atender al paciente, sino que también se debe encontrar la forma de mantenerse fuerte”, reflexiona.

La experiencia de los cuidadores es un aprendizaje constante, donde el apoyo emocional y físico son claves en la recuperación (Imagen Ilustrativa Infobae)

Reconstrucción constante: vivir después de un ACV

La vida luego de un accidente cerebrovascular es un proceso complejo y desafiante. Cada día se convierte en una combinación de pequeños avances y momentos de frustración. “La recuperación significa aceptar limitaciones, organizar terapias y hablar constantemente de kinesiología, terapia ocupacional, fonoaudiología. De pronto te das cuenta que vivir es sinónimo excluyente de rehabilitación. Por eso es muy importante repensar la vida luego de un ACV y evitar que la enfermedad y las secuelas se conviertan en el 100%”, subraya la compañera de Oscar.

La falta de recursos accesibles y programas de rehabilitación integral en la Argentina es otro obstáculo importante, incluyendo ascensores en los subtes, rampas en edificios y calles o programas de rehabilitación integrales. “Sería muy importante que estos programas incluyan lo grupal, que reintegren, que las personas accedan desde el deporte o el arte; carecen del apoyo necesario, aunque no puedo dejar de destacar la tarea de numerosos programas deportivos promovidos por voluntarios”, explica Graupera.

“No hay suficientes opciones que incluyan apoyo emocional o estrategias para que los pacientes se reintegren a su vida cotidiana explorando nuevas opciones. Hay que evitar convertirlos en una suerte de exiliados”, lamenta Ana.

A través de su experiencia, comenzó a colaborar con la asociación Por una Vida Libre de ACV, un espacio integrado por pacientes, médicos y familiares que busca informar y apoyar a quienes enfrentan este desafío. “Cuidar es aprender constantemente. Quiero trabajar sobre dos temas fundamentales: la vida después del ACV y el cuidado de los cuidadores”, afirma.

Los signos que salvan vidas

En el marco de la campaña Actúa con Velocidad, impulsada por Boehringer Ingelheim, la asociación busca concientizar a la sociedad sobre la importancia de reconocer los síntomas del ACV. Esta es una emergencia médica que requiere una intervención inmediata. Identificar las señales puede salvar vidas o prevenir secuelas permanentes.

Reconocer las señales de un ACV y actuar rápidamente puede salvar vidas y prevenir discapacidades permanentes (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los especialistas destacan cinco signos clave de un accidente cerebrovascular que, de aparición súbita, requieren atención urgente:

● Debilidad en la cara, brazo o pierna, especialmente de un solo lado del cuerpo.

● Dificultad para hablar o entender el lenguaje.

● Alteraciones en la visión, ya sea en un ojo o en ambos.

● Pérdida del equilibrio o coordinación.

● Dolor de cabeza intenso y repentino, sin causa aparente.

Los médicos enfatizan la importancia de actuar en una ventana crítica de cuatro horas y media, tiempo en el cual los tratamientos pueden ser más efectivos para prevenir daños irreversibles.

Crear una sociedad más informada

“Lo que quiero transmitir es que nadie está preparado para esto, por eso nos sumamos a la tarea de testimoniar. Se sufre, se aprende, se descubren fortalezas inesperadas y el apoyo de la familia, los amigos y los profesionales empáticos, marcan una diferencia importante”, asegura Ana.

De esta manera, la misión del ciclo Actúa con Velocidad es clara: fomentar una sociedad más empática e informada, donde cada miembro sea consciente de la importancia de la prevención y el cuidado en casos de ACV. Solo así será posible reducir el impacto de esta patología en quienes la enfrentan, ya sea directa o indirectamente.

Para conocer más información, hacer clic acá.