“Me apasiona el desarrollo inmobiliario, pero no como normalmente lo conocemos”, sostiene Matías Moschini (28), arquitecto de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y creador del estudio FORM.A.
Como parte de la camada de arquitectos comprometidos con la sostenibilidad, trabaja en el sector de Gerencia de Arquitectura en una empresa de salud, donde -junto a un grupo de arquitectos- se encarga de remodelar oficinas corporativas y crear nuevos proyectos bajo el estándar LEED.
Estas siglas (en español, “Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental”) refieren a un sistema de certificación internacional que evalúa la construcción de edificios amigables con el medioambiente: iluminación eficiente, uso de materiales sostenibles, reutilización de aguas, espacios verdes, etc.
“Algunos de estos conceptos los aplicamos a la construcción de nuevos edificios, mientras que en otros se busca reformular los ya existentes, siempre bajo estos criterios de sustentabilidad”, explica sobre su trabajo en el estudio de arquitectura FORM.A, en el cual asesora y colabora.
En sus proyectos la sostenibilidad abarca tanto diseño como construcción: el objetivo es reducir desperdicios al máximo y acelerar los tiempos de la obra. Para ello se basa en el uso inteligente de la energía, ahorro de agua y utilización de materiales prefabricados (como bloques de hormigón, losetas premoldeadas y estructuras metálicas).
“Pero esas no son sus únicas ventajas, son sistemas que conviven muy bien con los sistemas de construcción en seco, los cuales son fáciles de adaptar a reformas, expansiones o unificar ambientes”, añade Moschini.
En esa línea, su visión no es la tradicional: comprar un lote y construir la mayor cantidad posible de metros cuadrados, sino adaptarse a la “escala barrial”, buscando proyectos que perduren en el tiempo y respeten el medioambiente.
“Mi mayor desafío es inculcar y concientizar al común de la gente, y al potencial cliente, sobre la problemática que genera la construcción, no solo en la etapa de la fabricación de los materiales, sino en los procesos de demolición”, indica.
Y agrega que una vez iniciada la obra es importante que exista algún “punto sostenible”. Este puede ser la recolección de agua de lluvia, los paneles y termotanques solares o el uso inteligente del agua, por ejemplo.
Para Moschini la Ciudad de Buenos Aires no tiene una “arquitectura definida”, a diferencia de otras grandes ciudades del mundo (como Madrid, París o Lisboa): “En algunos casos, debido a las transformaciones que sufrieron los últimos años las grandes ciudades, ciertos sectores urbanos han caído en desuso. CABA podría ser una ciudad que trabaje estos espacios residuales de una forma particular, uniendo puntos inconexos de la ciudad”.
El arquitecto da como ejemplo el High Line de Nueva York, una estructura elevada de acero de 2km de largo que fue construida en el siglo pasado para el tránsito de trenes; pero que en 2023 se convirtió en un parque público repleto de vegetación.
“Me encantaría formar parte de un proyecto de este estilo, donde se reconvierte un espacio residual, en un espacio que aporte a la ciudad desde varios aspectos, sostenibilidad, transporte, turístico y económico”, asegura.
En cuanto a la arquitectura sostenible, explica que esta puede ayudar a las ciudades a “adaptarse” a las nuevas condiciones climáticas: “Hoy en día, los grandes aportadores de oxígeno son los parques y espacios públicos, que funcionan y pueden servir a las personas que viven y trabajan cerca de ellos”.
En el barrio porteño de Villa Pueyrredón, al noroeste, ideó la construcción de cuatro viviendas destinadas a parejas de la tercera edad que buscan un entorno más tranquilo y hogares de fácil mantenimiento.
“En este proyecto utilizamos losetas premoldeadas, reemplazando a las losas de hormigón tradicional, generando una reducción de la obra de un 20% y ahorro no solo en hormigón, sino también en la madera para el encofrado, mano de obra y hierros”, explica el arquitecto.
Las viviendas son de 120 metros cuadrados y cuentan con patio o terraza propia. Aún quedan dos unidades a la venta.
Otro ejemplo claro de su visión es el predio deportivo Fútbol Noble, del Club GEBA. El gimnasio, bar, restaurante, recepción y los vestuarios fueron construidos también con materiales y productos prefabricados.
“Este sistema nos permitió generar todas las cubiertas transitables generando unas visuales inmejorables para las canchas de fútbol y paddle que hay en el predio. En Fútbol Noble verificamos la reducción de los tiempos de obra y la optimización de desperdicios y recursos”, indica.
También al norte de CABA, lideró una obra para un cliente que buscaba crear un proyecto inmobiliario cuya ganancia fuera similar a su inversión en la propiedad. Así, lo asesoró en la compra de una casa en Villa Ortúzar, un barrio “históricamente fabril”.
“Hoy en día está sufriendo una reconversión a barrio residencial, donde el valor del metro cuadrado es más barato que los barrios cercanos, como Colegiales, Villa Urquiza o Belgrano”, desarrolla el arquitecto.
La vivienda es una casa “chorizo” en donde se construirán dos loft, cada uno con terraza privada, paneles y termotanques solares.