El alfajor es un postre de origen andalusí (“al-hasú”, en español, “el relleno”), pero nadie puede quitarle el podio del fanatismo a la Argentina: en el país se consumen 70 unidades por segundo y se venden alrededor de seis millones por día.
“Desde muy chico recuerdo estar entre bolsas de harina”, dice Alejandro Estévez, creador de Alfajores Orense. Sus primeros recuerdos de la infancia son ayudando en el reparto familiar, comprando y vendiendo productos de panadería a negocios.
El primer ejemplo de esfuerzo lo aprendió de su padre, que solo dejaba de trabajar en dos ocasiones al año: primero de enero y primero de mayo. Esos momentos los recuerda con nostalgia: llegar a las seis de la mañana (u horas antes también) a la panadería, comer facturas, reírse con los vecinos de la cuadra. “Llegaba él -su padre- y era la alegría”, recuerda.
A los 25 años ya era dueño de su primera empresa, una panificadora que elaboraba productos para vender después en repartos. En sus palabras, hacían “de todo” menos pan y facturas: galletitas, medialunas, sandwiches, prepizzas.
Estévez asegura que al poco tiempo ya comenzó a imaginar la idea de hacer algo más: industrializarse y crear su propia fábrica de alfajores.
“Arranqué como todos, con una cuchara, con unas tapitas, haciendo pruebas, llevando a los clientes a probar”, recuerda. En los inicios las golosinas las fabricaba de forma muy artesanal, ni siquiera las vendía con marca.
El nombre llegó tiempo después. Orense, en honor a su abuelo paterno, quien fue una de las figuras más importantes de su crianza y que provenía de una ciudad española al sureste de Galicia llamada así (en gallego, Ourense).
“Él ya había fallecido y la verdad que estoy agradecido de haber puesto un nombre en honor a él. Nunca se imaginó, creo yo, que iba a terminar así. Fue taxista y laburaba veinticuatro horas más o menos para llevar adelante a la familia en esa época, ¿no? Estamos hablando casi ochenta años atrás”, recuerda Alejandro, emocionado.
Su horario dividido en dos trabajos era, por lo menos, complicado; iba a la fábrica, hacía los repartos hasta las nueve de la noche y luego volvía para seguir con los alfajores. Alrededor de la madrugada llegaba a su casa.
“Estaba todo el día trabajando y la verdad es que como no le podía dedicar el tiempo suficiente, la fábrica empezó como a decaer. No fue fácil ese momento y me vi en un apriete de poner a la venta la fábrica en el 2017″, indica Alejandro.
Otro de los problemas era que la fábrica daba pérdida. Sí o sí debía elegir qué hacer: abocarse completamente a los alfajores o al reparto.
Los agentes inmobiliarios le aconsejaban no vender, otras personas le ofrecían asociarse. Tenía miedo, pero decidió hacerlo solo. Para lanzarse al proyecto tuvo que vender vehículos, la panificadora y pedir dinero prestado. Así, en 2018 vendió el reparto, se “deshizo” de su trabajo de los últimos 20 años y se abocó completamente a Orense.
La cartera de clientes la vendió a la misma persona que se la había comprado a su padre en su momento: “La cartera representa muchas cosas. Mucho sacrificio, mucho tiempo, muchos años, mucho amor a lo que uno hace. Es tirana la calle también, la venta es difícil, no es fácil. Uno tiene que bajar la cabeza un montón de veces, decir que sí a cosas que no son correctas. No es sencillo el trabajo del vendedor, del que va al comercio a ofrecer, que le cierran la puerta en la cara. Es como un hijo que uno creó, vio nacer y lo despide”.
“Tiene una capacidad que a mí me supera. Él empezó conmigo siempre con mucho mucho tesón, muchas ganas. Como padre, siento, bueno…No lo puedo evitar, emocionarme. Ver esta realidad el día de hoy, que mi hijo haya logrado tanto. Esto es producto del trabajo, del tesón, de la capacidad de gestión de él. Al triunfo hay que buscarlo, no viene solo. Hay que lograrlo y esto es capacidad exclusiva de él”, opina su padre.
“Mi familia fue el gran abrazo que siempre tuve. Mis padres me apoyan todo el tiempo, más que nada en la parte de cubrir eventos. Van cubriendo fiestas artesanales, fiestas nacionales donde, aparte del apoyo de ellos, cuento con el apoyo de los sistemas de cobro de Openpay. Nos hemos encontrado con la necesidad de tener un canal de cobro y con ellos hemos encontrado una facilidad al momento de poder comercializar los productos en estos eventos”, agrega el emprendedor.
En cuanto a los consejos vitales para ser emprendedor en la Argentina, Estévez responde: “Las tres cosas que uno tiene que tener en Argentina como emprendedor, creo yo, es primero, aprender a levantarse cuando uno se cae, amar por sobre todas las cosas el oficio de uno y poder reinventarse todo el tiempo, porque no es fácil, no es algo estático. Hay que modificar medios de venta, productos, hay que saber lo que la gente quiere. Eso es fundamental para tener éxito en Argentina”.