El suelo es el reservorio de carbono orgánico más grande del planeta, en tanto que el equilibrio del flujo entre el que se encuentra en el mismo y la atmósfera es de gran importancia para combatir el cambio climático.
“Este intercambio puede ser positivo (captura) o negativo (emisión de CO2) y los suelos argentinos se encuentran a sólo el 46% de su capacidad de secuestro de carbono orgánico del suelo (COS), lo cual constituye una importante oportunidad para la actividad agrícola sustentable del país”, explicó Marcos Bradley, director general de Protección de Cultivos de Syngenta para Latinoamérica Sur. Lo hizo tras la presentación en Rosario del primer Mapa de Brechas de Carbono que la compañía llevó adelante en conjunto con la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid).
El estudio muestra la brecha que hay entre los niveles actuales de carbono orgánico que secuestran los suelos agrícolas y los potenciales alcanzables para cada zona del país. Para comprender el contexto es necesario abordar otros dos conceptos: el COS alcanzable es el que se podría lograr si se implementan prácticas de secuestro de carbono; y el COS potencial, que es invariable y representa el nivel máximo de COS que puede almacenar el suelo. Este último depende del tipo de suelo, textura y profundidad, entre otros factores.
“La adopción masiva de prácticas como siembra directa continua, rotaciones con gramíneas, cultivos de servicios y manejo balanceado de nutrientes ayudarían a cerrar la brecha entre lo actual y lo alcanzable. Esto representaría un incremento de 15-20% de los niveles de COS actuales, y permitirá mitigar más de la mitad de las emisiones ligadas a la agricultura”, explicó Bradley.
Entre los resultados más relevantes, los mapas muestran que, para el promedio de las tierras agrícolas del país, los suelos se encuentran a sólo el 46% de su capacidad de secuestro de carbono orgánico del suelo. Llevar las reservas de COS de un 46% a un 56% de su máxima capacidad de almacenamiento supondría mitigar entre un 50 y un 64% de las emisiones ligadas a la actividad.
Este potencial, sin embargo, plantea al productor la dicotomía del corto y el largo plazo. “El corto plazo del productor es muy apremiante en Argentina, necesita estar encima de todos los detalles porque la rentabilidad es fina y la volatilidad es grande. Nosotros trabajamos con productores argentinos que miden huella, que certifican y que tienen escala desde mil hasta cien mil hectáreas, pero también trabajamos con productores de cincuenta hectáreas, con contratistas, con productores que alquilan”, dijo el director general de la compañía en la región.
“En un universo tan disímil, desde Syngenta los acompañamos para que todos puedan ser parte de la solución al cambio climático mientras producen alimentos y los ayudamos para que dejen el sistema mejor que el que había. Y lo que estamos midiendo es la forma de hacer eso”, agregó.
Este cambio de paradigma que pone foco en la tarea del productor agropecuario, en el cuidado del ambiente y en el cambio climático también implica cambios en el negocio en general.
“Syngenta está en cien países y tiene una apuesta global a mejorar la salud de los suelos agrícolas. Argentina es el tercer país más importante para nosotros, después de Estados Unidos y Brasil, y tecnologías que aquí se usan hace 20 años -como la siembra directa- son clave para trabajar regenerativamente. La oportunidad es para empresas como las nuestras, que dejaron de ser sólo proveedoras de insumos para ofrecer servicios que los ayudan a solucionar problemas. Ahí deben estar presentes compañías como Syngenta”, enfatizó Bradley.
“Para el año próximo trabajaremos junto a Aapresid para digitalizar este mapa, porque es la herramienta que nos permite hacer trazable y escalable la sustentabilidad”, concluyó Bradley. Este mapa necesita seguir nutriéndose de datos e información para robustecerse cada vez más y, para eso, es necesario que más productores se sumen.