Todo acerca de Costa del Este está embebido en la naturaleza. Desde el ingreso a la localidad a través de la Avenida 4, paralela a calles como Los Lirios, Las Gardenias, Los Cedros y Los Nogales, hasta las reglas estrictas que permiten conservarla como una aldea verde en pleno partido de La Costa.
Si alguien compra un terreno con árboles y quiere sacar uno, debe plantar dos en su lugar. Y es que el apodo de “playa del millón de pinos” no es arbitrario: estos árboles son tantos que por momentos la señal se esfuma en todos los celulares.
Otra particularidad es que no existen las medianeras, en su lugar los llamados “cercos verdes” -delimitaciones compuestas solo por plantas- se encargan de separar las casas entre sí.
La gran mayoría de las calles de la ciudad -salvo las “arterias”- no están asfaltadas, tampoco las veredas. “Esto es a propósito, para cuidar a la localidad de futuras inundaciones. El médano tiene una característica muy particular que es que funciona como una esponja. Cuando llueve absorbe el agua y la almacena para que nosotros después la utilicemos”, explica María Sol Rosarno, una de las guías locales.
Además de sus playas, angostas y de arena fina, uno de los atractivos principales de Costa del Este es la arquitectura particular de sus grandes cabañas; muchas de ellas de estilo alpino y rodeadas de álamos, acacias, aromos, eucaliptos, laureles y pinos.
Ese es el caso de la Capilla Sagrado Corazón de Jesús, una construcción rústica con ladrillos a la vista relativamente reciente. “Hasta el año 2000, Costa del Este no tenía capilla. Entonces la comunidad, muy creyente, había puesto una cruz en este terreno y daba las misas al aire libre, tomaban la comunión, se bautizaban”, aclara Rosarno.
Los mismos vecinos crearon un fondo y comenzaron a construir la capilla por su cuenta, por lo que en los bancos de madera se pueden encontrar placas con los nombres de todas las familias que aportaron para ponerla en pie.
Como localidad joven, la historia de Costa del Este se remonta al año 1966 y a la visión de Emilio Doura, un emprendedor que encontró en la zona de médanos la posibilidad de construir un club de campo tomando inspiración de sus viajes por el mundo.
“A Costa del Este había que entrar por la playa con la tabla de mareas, con camiones 4x4 ‘guerreros’ que había en esa época. Cuando nosotros veníamos acá era toda una aventura, y a veces no estaba buena porque te morías de frío. Era realmente una odisea”, explica Daniel Doura, hijo del fundador.
Tiene 65 años, es compositor de música clásica y director de una productora audiovisual en Madrid. Creció en un hogar que funcionaba como sede de conciertos con cientos de personas y junto a un padre que oficiaba de mecenas de músicos de la época.
Cuando su padre -que él describe como un “creativo total”- comenzó el proyecto, él tenía apenas ocho años, pero recuerda que hasta ese momento en las 520 hectáreas de arena no había nada: el viaje desde Buenos Aires era una odisea de 15 horas en ruta de tierra.
La primera gran innovación fue el sistema de riego por goteo de Israel, que permitió un uso eficiente del agua al llegar directamente a las raíces de las plantas. “Acá está papá con el almácigo, plantó un millón cien mil árboles. Todos los pinos que ves en Costa del Este los puso él”, desarrolla mientras indica una foto de su padre.
“Mi padre consultó diferentes especialistas en el mundo, especialmente en Australia, donde después le dieron un premio por la defensa marítima. Él creó la barrera que vos ves en el médano, esa barrera es importantísima porque sino está eso se generan arenas que llegan hasta hasta la cordillera, por así decirlo”, explica Doura.
El objetivo de Emilio no era crear un barrio privado, pero sí un balneario de excelencia en La Costa. “Lo que hemos hablado siempre con mi padre es que siempre quisimos que este lugar fuese un centro de Artes y Ciencias”, agrega.
Su inspiración provino de viajes y vacaciones en Punta del Este, Bariloche, Brasil y particularmente, España; en donde observó la construcción de destinos turísticos con “distancia de fin de semana” de las grandes ciudades.
Por ejemplo, la ciudad de Valencia, se encuentra a cerca de 350 kilómetros de Madrid: prácticamente la misma distancia entre Costa del Este con la Ciudad de Buenos Aires.
Ya en 1978, con la creación del Partido de La Costa, la localidad se municipalizó, pero mantiene sus dos lemas iniciales: conocé a tu vecino y cuidá tu jardín. “Costa del Este es una ciudad del boca a boca, es una ciudad que se recomienda y donde lo más importante es la seguridad familiar. Lo más importante que hemos logrado acá es conocer a tu vecino. Nos cuidamos entre todos”, asegura Doura.
“Tengo buenos recuerdos de todo porque me parece que la intención de mi padre fue nivelar para arriba en este país, siempre. Coste del Este funcionó para darle ideas a otra gente de que esto es posible. Eso nos pone muy contentos, por lo pronto por mi padre porque creo que su sueño se cumplió”, concluye el compositor.