Desde 2020 a la fecha hay una tendencia mundial en los mercados donde, producto de la pandemia y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, los operadores e inversores buscan refugio en proyectos y desarrollos que tengan menor volatilidad.
De esta manera, capital que antes se destinaba a inversiones financieras cruzaron la frontera hacia sectores emergentes o aquellos con respaldo físico, como por ejemplo, el de los commodities agrícolas.
El rubro tecnológico en su conjunto ha recibido importantes inversiones, dado que el aislamiento y el continuo proceso de globalización generó un mercado propicio para su expansión. Sin embargo, la caída general de las criptomonedas, donde se destaca la baja de casi el 50% del valor del Bitcoin en los últimos seis meses, sembró nuevas dudas.
En este contexto, el mercado inmobiliario sigue resultando atractivo para los inversores, ya que mantiene el respaldo físico de la tierra y la propiedad, disminuyendo así el riesgo de la coyuntura económica.
Pero si bien este mercado ofrece esa estructura más conservadora, tiene la contrapartida de que los retornos anuales en concepto de renta suelen estar en torno al 4%, algo que le quita interés a los inversionistas.
Sin embargo, existe un nuevo modelo de negocio por el cual una persona física jurídica puede ingresar al fondeo de un desarrollo inmobiliario, combinando así el mercado financiero con el inmobiliario.
Fabián Parolari, argentino dedicado al real estate internacional de lujo desde hace 20 años y residente en Dubái, sostiene que estos formatos tienen un retorno anual para el inversor del 12% que se paga trimestralmente y, al cabo de tres años, cobran capital.
El empresario argentino advierte que para comprar una buena propiedad en diferentes ciudades de Estados Unidos, un inversionista tiene que arrancar invirtiendo 500 o 600 mil dólares, mientras que en estos desarrollos, que también son netamente inmobiliarios, se puede arrancar con 100 mil dólares.
“Son formatos que uno puede ingresar con una cantidad mínima de 100 mil dólares y siendo persona física jurídica extranjera no tributa en Estados Unidos por el tipo de inversión, quedan exentos del impuesto a las ganancias en Estados Unidos”, afirma Parolari.
“Estas compañías grandes, cuando compran la tierra, ya tienen atado los metros a construir, qué proyecto van a hacer, el diseño, el préstamo bancario para construir el edificio y todo listo”, explica el asesor de inversiones inmobiliarias y agrega: “Eso minimiza el riesgo porque, cuando se cierra una tierra y el proyecto, ya está todo resuelto y la construcción empieza en forma inmediata”.
Cabe señalar que cada proyecto de estos tiene un cupo determinado de aproximadamente 60/70 días para poder ingresar con la inversión y recién una vez cerrado, se abre otro proyecto.
“Normalmente el inversor nuestro, una vez que sale del proyecto, trata de ingresar en el siguiente. Nosotros tenemos proyectos en este momento en Miami, Tampa, Orlando, Denver y estamos buscando tierras en la costa oeste. O sea que proyectos hay siempre”, indica Fabián Parolari, consultor de inversiones en Estados Unidos, Dubái, París y Barcelona.
“Siempre digo que el inversor argentino, cuando compra una propiedad en el exterior piensa en que va a ir a vivir a esa propiedad, pero la mayoría de las veces eso no ocurre. Uno tiene que pensar que es una inversión y por lo tanto tiene que rendir como tal”, subraya el argentino.
“Después, más allá de todo, uno puede invertir en una propiedad y el día de mañana usarla o rentarla. Pero el tema es que si hacemos cuentas a lo largo del año, la renta va a ser mucho más chica que con este tipo de formatos”, finaliza el consultor.
Para reuniones personales e informes con Fabián Parolari se puede ingresar aquí, contactarse al teléfono +1 786 202 1231 o por mail.