Catamarca es, sin dudas, tierra de viñas y olivos. Por eso, no sorprende que los modelos de bienes raíces productivos -real estate productivo en la jerga profesional- estén creciendo en esta región del país. Entre ellos se encuentra Altos de Tinogasta, un proyecto que reúne inversores de todos los bolsillos que deseen convertirse en dueños de vinos o aceites de oliva y recibir una renta fruto de su comercialización.
El emprendimiento se basa en la compra de parcelas en un predio de 400 hectáreas en la “franja de oro” del Valle de Tinogasta, para la producción de vinos y aceites. Los terrenos se escrituran a nombre del socio como cualquier otro inmueble, pero de la producción se encarga un equipo de profesionales, entre los que hay un enólogo y un oleólogo.
“El público que se interesa por el proyecto es mayormente inversores que buscan diversificar su portfolio pero con buenas garantías y rindes, y/o amantes del buen vivir que disfrutan de formar parte del mundo productivo gourmet, aunque los precios de las parcelas hacen que incluso los medianos y pequeños inversores puedan acceder y formar parte”, explica Diego Torrea, director comercial del emprendimiento.
Con más de 300 socios y 10 años de experiencia, Altos de Tinogasta fue reconocido por la Academia Internacional de Casos de Estudio de New Orleans con el premio “Distinguished Research Award”, por su modelo de negocio. Aseguran que permite obtener rendimientos de hasta un 10 por ciento anual frente al capital invertido.
El complejo cuenta con una bodega con capacidad para 300 mil litros de vino de alta calidad, tanques de acero inoxidable refrigerados, sala de barricas y hasta un parque solar para la generación de energía renovable que abastece, en parte, la demanda energética.
“El objetivo es sustituir la energía convencional, altamente costosa, con energía renovable, que disminuirá los costos operativos; convirtiéndonos en el primer emprendimiento de real estate productivo verde autosustentable”, señala Torrea sobre la decisión que podría bajar cerca de un 25 por ciento los gastos operativos.
En cuanto a los vinos, la altitud de la zona y la gran amplitud térmica, favorecen la madurez y concentración de las uvas. La bodega del grupo es Veralma, y cuenta con tres líneas comerciales: Seismiles, de vinos jóvenes; Entretantos, de estructura media, y La Gesta, elaborado en barricas de roble francés durante doce meses. Los viñedos están plantados a 1.300 metros sobre el nivel del mar, en el extremo sur de los Valles Calchaquíes.
La ambición es que cada autor cree un vino único, de acuerdo a sus gustos, y participe en cada decisión del proceso; como la parcela, el corte, el nombre y hasta la etiqueta. Pero no están solos, el enólogo Santiago Palero es quien los guía de principio a fin.
Por su parte, la fábrica de aceite de oliva tiene una capacidad de molienda de 80 toneladas por día y un almacenamiento de 440 mil litros, y provee un aceite virgen extra premium, con menos del 0,3 por ciento de acidez. “Invertir en commodities como el aceite de oliva es un excelente resguardo de valor con rentas que escalan del 5% al 7% anual en dólares”, explica Torrea.
La comercialización de parcelas se divide en cuatro etapas. Los terrenos de las dos primeras etapas se encuentran totalmente plantados y en producción, mientras que los de la tercera etapa tienen más de un año de plantación. La cuarta fase, de olivares superintensivos, tendrá más de 1.800 plantas por hectárea y comenzará su plantación a principios del año próximo.
Se trata de parcelas de 2.500 metros cuadrados con un valor de 14.600 dólares que pueden abonarse en pesos al tipo de cambio oficial. Quienes participen de esta fase no abonarán costos operativos hasta mayo de 2025 y recibirán una renta asegurada por contrato del 5 por ciento neto en dólares para el último trimestre del 2022 y anual para el 2023.
Como proyecto a mediano plazo, la finca anhela la construcción de un hotel boutique y una bodega propia para sus socios.
Para conocer más sobre el proyecto, se puede ingresar aquí.