Hay una pregunta que aqueja al sector del agro: ¿Por qué no se pueden resolver los problemas de malezas, de los cuales cada vez hay más? Son 39 los biotipos de malezas rebeldes, con alrededor de 21 o 22 especies resistentes a cuatro mecanismos de acción distintos. Incluso, hay resistencias múltiples. Desde 2010, el crecimiento de las mismas se incrementa a una tasa de dos especies por año. A este ritmo, en poco tiempo no habrá herbicidas realmente viables. Esta problemática tuvo un punto de inflexión en la década del 80, cuando se pasó de un modelo de control de malezas basado en tecnología de procesos a uno sustentado en tecnología de insumos.
El ingeniero agrónomo, Juan Carlos Papa, del INTA Oliveros, explicó que son varios los errores cometidos, pero que todo nace en el desconocimiento de las malezas como entidades biológicas, como adversidad biótica. Esto quiere decir que tienen la capacidad de adaptarse y lo hacen a cualquier cosa que se implemente para combatirla. “Hay una tendencia importante a subestimar a la maleza como entidad. Si esta práctica es suficientemente intensa y frecuente, tanto más rápido aparecerá su resistencia, lo que afecta la actividad práctica y económica de la herramienta que utilizamos”, advirtió el especialista, durante una Jornada virtual que organizó la empresa Tecnomyl.
El desencadenante de ello es el escaso conocimiento de los herbicidas. En general, el usuario los observa como si fueran capaces de solucionar cualquier situación, con el convencimiento de que hay una alternativa química para cualquier combinación de malezas que se presente. “A esto hay que sumarle desinterés, en muchos casos. También la sumatoria de improvisación, urgencia y rutinas, lo que nos impide planificar, algo clave para combatir las malezas. Este conjunto de aspectos es uno de los principales factores”, afirmó Papa.
Para realizar una correcta aplicación, hay que comprender de qué maleza se trata y así abordar el problema puntual, focalizando el esfuerzo en una sola variedad relacionada a un único cultivo, con medidas a corto plazo. Además de ello, el representante del INTA Oliveros profundizó en el abordaje tardío, dado que la maleza se expande y ocupa todo el lote, pero eso no se da de un día para el otro: “A esto le llamo tratamiento inoportuno crónico. El cortocircuito se genera cuando no encontramos herbicidas eficientes ante la maleza avanzada”, señaló.
Sin embargo, no son las únicas prácticas naturalizadas que terminan siendo dañinas en el proceso. Muchas veces, el productor prioriza la siembra sobre maleza viva, aunque ello no es controlable ni recomendable. Según Juan Carlos Papa, otro eslabón débil de la cadena es la tecnología de aplicación incorrecta, a lo que se suma la no consideración del tipo de herbicida ni los factores ambientales: “Los tratamientos debemos decidirlos con el pronóstico en la mano”, comentó el especialista, quien también hizo hincapié en el modo de realización de las mixturas. “Es frecuente hacerlas, pero hay que saber seleccionar los herbicidas, deben ser fitosanitarios compatibles, probados previamente a pequeña escala, simulando el escenario real”, agregó.
Finalmente, Papa señaló que no hay recetas ni mezclas mágicas, pero tampoco segundas oportunidades, por lo que se debe estar atentos de manera constante. “Debemos conocer el lote, ser proactivos, planificar correctamente las prácticas a ejecutar, capacitarnos sobre herbicidas reconociéndolos como herramientas, partir de cultivos antecesores y evitar sembrar sobre malezas. Así, empezaríamos a avanzar”, concluyó el Ingeniero Agrónomo.
Mercado
El otro aspecto que se abordó en la charla de Tecnomyl estuvo relacionado con el mercado internacional de granos, mediante un profundo análisis acerca de los factores en juego a la hora de programar una estrategia para la actual campaña agrícola. Fue el licenciado Enrique Erize, presidente de la consultora Nóvitas, quien aportó datos sobre los volúmenes de producción, la demanda del sudeste asiático y el cotejo del promedio de precios de los últimos 20 años en el mercado de Chicago, considerando entre febrero y junio, hasta que quedan definidas la siembra y la proyección de cosecha de los Estados Unidos.
Erize acentuó su preocupación por el panorama presentado con la soja. “No recuerdo una estimación de reservas tan baja como la que dio el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) para dentro de un año, de un 7,8%”. A ello agregó que Estados Unidos exportará 55,8 millones de toneladas cuando en la campaña pasada ese número era de 61,6 millones de toneladas y ya tiene vendido el 62% de aquella previsión en sólo tres meses. Así, el cierre del ciclo comercial 2021-22 de la soja en los Estados Unidos podría ser casi explosivo, porque cada vez que los stocks caen debajo del 10%, estallan los precios. Y fundamentó esta aseveración con los antecedentes de 1996, 2004, 2009, 2013 y 2020.
En relación al precio de la soja en el mercado de Chicago, Enrique Erize dijo que: “Estamos en 470 dólares. Creo y me arriesgo a decir que la soja va a superar los 500 dólares”. Al respecto aconsejó “estar atentos para manejar los tiempos del mercado” y fijarse en cuáles son los meses en los que sube y cuándo los precios acusan el impacto de la entrada de la cosecha norteamericana.
El análisis de Erize encendió alarmas cuando aseguró que el USDA “viene subestimando la demanda asiática desde hace una década”. Sentenció que un factor bajista lo sugiere el hecho de que en China los números de la economía no son tan buenos y eso puede deprimir la demanda, aunque luego marcó un contrapunto: “Las reservas mundiales de soja están cayendo, a pesar de las buenas cosechas, lo que quiere decir que el consumo crece más que la producción. Es un dato alcista porque esa crecida tiene que ver con los requerimientos de casi todo el sudeste asiático”, afirmó.
“Ahora aparece la India. Es importador neto de aceite vegetal. Se rumorea que empieza a importar harina de soja. Es un gigante que de golpe se despierta y debemos estar atentos”, avisó Erize con optimismo.
La Argentina es el principal exportador de harina y de aceite de soja, aunque los volúmenes que puedan alcanzarse en un año Niña que sigue a otro año Niña no marcarían un buen panorama. Según el presidente de Nóvitas, no hay un futuro auspicioso: “En estas condiciones climáticas, caen los rindes de la oleaginosa. Ya se vio en 2018, cuando la producción cayó a 36,5 millones de toneladas, perdiendo en doce meses 17 millones de toneladas”. En un buen escenario, se podría llegar a 38,7 millones de toneladas. La probabilidad de que la cosecha caiga por lo menos siete u ocho millones de toneladas es muy alta, finalizó su análisis Enrique Erize.