Eduardo Sacheri: “La pasión es bella, pero también nos enceguece, nos violenta, nos distancia y nos animaliza”

En un nuevo episodio de “Vení que te leo”, Alejandro Finocchiaro dialogó con el escritor argentino, uno de los “best sellers” locales de la actualidad

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Eduardo Sacheri con Alejandro Finocchiaro - Vení que te leo - #Podcast

“La literatura está cargada de fatalidad y de tristeza… ¿por qué? La vida no es siempre fea, lo que pasa es que, en el fondo, la literatura es un conjuro contra la infelicidad y la desdicha. La gente quiere ser feliz, pero a la felicidad no hay que escribirla: hay que vivirla. Por eso es tan difícil escribir una buena historia feliz”, reflexionaba el célebre Abelardo Castillo acerca del arte de la escritura literaria.

Esta cita fue traída a colación por Alejandro Finocchiaro para motivar la conversación de este episodio de “Vení que te leo”, con el escritor Eduardo Sacheri.

Desde su primera obra (“Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol”) hasta la última, la narrativa de Sacheri está atravesada por las pasiones y las idas y vueltas de las vidas cotidianas. Pero más allá de los personajes, en su literatura también toman gran importancia los contextos en los que estas vidas transcurren. Ahí es donde se filtra el Sacheri historiador, dado que es licenciado en Historia.

La pregunta de sus ojos” es probablemente su novela más conocida, popularidad que ganó gracias a su adaptación al cine: “El secreto de sus ojos”, protagonizada por Ricardo Darín y Soledad Villamil, y dirigida por Juan José Campanella, obtuvo el Oscar a Mejor Película Extranjera, en 2010.

Esta quinta entrega de “Vení que te leo” llega después de los episodios con Mark Kent, Mateo Salvatto, Federico Andahazi y María Julia Oliván. Todos personajes disímiles, entregados a una conversación reflexiva y profunda con Finocchiaro.

Algunos de los pasajes salientes de la conversación con Sacheri:

“Me da la sensación de que la gran dificultad es sostener una historia de la felicidad, más allá del desenlace, que puede ser trágico o feliz. Una novela de 300 páginas donde se pasan siendo felices o más o menos felices, la verdad que me parece muy difícil. Coincido con que la literatura y el arte en sí es un conjuro contra la infelicidad y la desdicha. Hacemos arte para escapar de ese destino trágico que intuimos, que gobierna nuestra vida y la de los demás”.

Sobre su proceso creativo: “Probablemente arranca por alguna idea, alguna pregunta que me está rondando en mi propia vida. Alguna duda, algún dolor, alguna angustia o inquietud, algún deseo. Pero como tiendo a pensar que son muy poco interesantes mis angustias, mis deseos o preocupaciones, inventar una historia o una ficción es una manera de solucionar dos problemas: por un lado, poder volcarlo, poder hablar de eso, poder enfrentar a mis personajes con esas situaciones sin enfrentarme yo directamente. Y por otro, ofrecer a quien me lea, la posibilidad de tomar una historia, seguirla y llevarsela a su propia vida. Cuando esa etapa la tengo clara -y puede pasar un año o más de un año-, recién en ese momento empiezo concretamente a escribir. Y ahí pasamos a esas otras ansiedades, vinculadas con lo estrictamente literario: qué persona gramatical vamos a usar, qué tiempo verbal, qué nivel de discurso, qué peso tendrán los diálogos. Pero no soy capaz de abarcar todos los problemas juntos. Dividirlos así, me ayuda bastante”.

Influencias: “A lo mejor el modo de no angustiarme excesivamente con las influencias es interpretarlas de esta manera: me encanta leer desde que soy muy chiquito, me apasiona todavía más que escribir. Y para mí, escribir es casi un intento de reproducir fugazmente el placer que siento leyendo. Lo que puedo individualizar son algunos autores que me han hecho particularmente feliz a lo largo de la vida. Siento que su talento está tan lejos del mío, que ni siquiera me animo a establecer una influencia. Porque de esa influencia, puedo pensar que se disolvió en el cosmos, mucho antes de llegar a lo que yo escribo. El espíritu de aventura de Alejandro Dumas, Emilio Salgari o de Julio Verne -por citar mis lecturas de infancia- o la maravilla de trastocar lo cotidiano en algo literario eventualmente fantástico, eventualmente terrible y monstruoso de Cortázar. Los diálogos exquisitos de las novelas de Osvaldo Soriano. La adjetivación mínima pero exquisita de los cuentos de Borges. Esas cosas me han hecho tan feliz como lector, que me encantaría pensar que me alientan esas cosas y esos autores al momento de escribir. Pero a una distancia intergaláctica (se ríe)”.

La pasión: “Yo creo que la pasión es buena y es mala. Como tantas cosas de la vida, la necesitamos pero necesitamos también domesticarla. Es ese fuego primitivo que tenemos adentro. Pero como todo fuego, es peligroso, porque nos excede. Me suele pasar con esa escena de ‘El secreto de los ojos’, que la suelo ver festejada por todos lados. En general, quien la recuerda o la recrea, la celebra como si la pasión fuera solo algo bello, algo que nos enaltece, nos moviliza, algo que nos empuja. Pero creo que también es algo que nos enceguece, que nos violenta, que nos distancia, que nos animaliza, en algún punto. Somos pasión pero también somos cabeza para gobernar esa pasión, A mí me genera un enorme desconsuelo el fanatismo. Pero el fanático es un apasionado. ¿Qué cosa más apasionada que un fanático? Pero también, ¿qué cosa más agresiva, intolerante, poco constructiva que un fanático? Por eso digo, necesitamos la pasión? Yo creo que sí. ¿Necesitamos dominar y trascender nuestra pasión? Creo que también”.

“Me da la sensación de que la pasión tiene demasiada buena prensa. En los mundiales, te encontrás con que 11 de cada 10 publicidades tienen que ver con la pasión (se ríe). En nombre de la pasión se pueden hacer cosas bestiales, como romperle la cabeza de un piedrazo a otro. Serás muy apasionado, pero sos un animal si hacés eso. No tengo nada que compartir con vos si esa es tu manera de vivir tu amor. Hablamos de las pasiones futboleras enfermizas, pasiones amorosas también pueden ser absolutamente enfermizas. ¿Cuánto daño le podemos hacer a otro en nombre de una supuesta pasión amorosa?”.

Fantasías y realidades: “Hay toda una literatura autobiografía, una literatura del yo que a mí me deja bastante indiferente. Siento que la vida de la mayoría de nosotros, o casi todos los momentos de las vidas de casi todos nosotros, son bastante anodinos, son bastante poco literarios. Lo que creo que está bueno tener es una combinación de imaginación y escucha. Cuando hablo de escucha, pienso en la observación empática de la vida de los demás. Entonces, entre lo que no viviste y deseás haber vivido, lo que no viviste y querés vivir alguna vez, lo que viviste y te querés olvidar, y lo que otros vivieron e iluminan de alguna manera tu propia vida, yo creo que tenés ahí un montón de material literario para construir vidas. Y lo maravilloso de escribirlas, es que mientras las escribís, las vivís. Así como mientras leés, vivís vidas ajenas -y eso es lo maravilloso de leer literatura- cuando las escribís también. Es más laborioso, porque el libro no está, la historia no existe y la tenés que edificar. Pero una vez que lo conseguiste, es enormemente placentero. Esa última etapa de un libro es como cuando vos te levantás a la mañana y te metés a vivir otra vida: es como si tuvieras 7 años y te pusieras a jugar en el piso de tu habitación con jugadores, rastis, soldaditos, cochecitos de colección o lo que quisieras. Y el mundo pasa a ser eso con lo que vos estás jugando”.

Autores favoritos: “Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte son los dos escritores de ficción que más me gustan. En esta época de correcciones políticas sobreabundantes, no está mal que haya gente dispuesta al sutil ejercicio de la ironía y de la incorrección para sacudirnos un poquito la sesera, que nunca viene mal”.

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