Más allá de sus grandes ciudades, bien conocidas por los argentinos, España esconde una infinidad de pueblos con particular encanto que no están tan lejos de esas urbes. Lugares de gran belleza que destilan historia y cultura, en los que la tradición envuelve al viajero mezclándolo con los lugareños y formando parte de este marco único.
Con una enorme diversidad de estilos que van de las villas marineras de la costa cantábrica, aldeas rurales de montaña del Pirineo en el norte, pueblos blancos de Andalucía en el sur, pasando por los poblados amurallados que rodean los castillos medievales del interior del país. Ésta es una selección de algunos de los lugares que forman parte de una cara menos conocida de España, pero más auténtica e inagotable.
Cudillero (Asturias)
La costa de Asturias y Galicia tiene un sinfín de bellos poblados, pero Cudillero destaca por ser uno de los más pintorescos.
La disposición de casas a distintas alturas formando un semicírculo con vistas a la Plaza de la Marina, lo convierten en una especie de anfiteatro abierto al mar, con balcones, fachadas coloridas, terrazas, bares y restaurantes dónde se pueden degustar excelentes mariscos de la costa cantábrica y exquisitos productos locales.
Visitar su faro, hacer la ruta de los miradores y terminar bañándose en la Playa del Silencio es una manera de llevarse parte de la esencia de tan bello enclave.
Santillana del Mar (Cantabria)
Calles empedradas, casas señoriales y su arquitectura medieval histórica, hacen que cada rincón de Santillana del Mar tenga una magia especial. En torno a la Colegiata de Santa Juliana -un monasterio del siglo XII con construcciones románicas, renacentistas y barrocas- se fundó el casco histórico, rodeado de balcones llenos de flores que son otra seña de identidad.
Detenida en el tiempo, aún se pueden ver pastores pasando con su rebaño por las callejuelas en la llamada “ciudad de las tres mentiras” -porque no es ni santa, ni llana, ni tiene mar-, pero es de verdad bellísima.
Se recorre fácilmente e invita a pasar al menos un día, aprovechando la cercanía con otros municipios como San Vicente de la Barquera, Comillas o la ciudad de Santander.
La Cueva de Altamira es sin duda el icono de Santillana, considerada como la “Capilla Sixtina del paleolítico”. Alojarse en su parador hace de la estancia en este pueblo una experiencia aún más atractiva.
Elciego (País Vasco)
Ideal para amantes de las bodegas, en el corazón de la Rioja Alavesa, una región caracterizada por la excelencia y culto al vino.
Poblado de casas blasonadas, el aire señorial de Elciego contrasta con los tonos naturales de viñedos y con la vanguardista obra del Nobel de Arquitectura Frank O. Gehry; el Hotel Marqués de Riscal, una visita memorable.
Albarracín (Aragón)
Visitar Albarracín es sumergirse de lleno en el medievo, rodeado de casas y construcciones de colores ocre y rojizo, que generan un entorno armonioso, lleno de sosiego.
Las murallas y construcciones fortificadas de Albarracín, están llenas de leyendas que envuelven al paseo por el casco histórico -visitas a la Catedral, la Torre de Doña Blanca y las calles serpenteantes- de un particular halo de misterio. Para los amantes del trekking basta alejarse un poco para encontrar senderos con increíbles panorámicas.
Zahara de los Atunes (Andalucía)
Resulta mágico el acceso a Zahara de los Atunes, en Cádiz, a través de rutas rebosantes de campos de girasoles. Este pequeño pueblo de pescadores, rodeado de playas kilométricas, brilla por su exquisita gastronomía: su materia prima estrella es el atún rojo.
Su nombre proviene de la pesca del atún, que se realizaba mediante la técnica de la almadraba que todavía se mantiene y puede contemplarse en temporada. Más allá de sus atractivos patrimoniales -como el palacio de los Duques de Medina Sidonia, las murallas del siglo XV y la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen-, el pueblo conquista por su animada y pintoresca vitalidad (especialmente en verano), con sus mercados de artesanías y restaurantes y bares de tapeo donde se pueden disfrutar las maravillas de la gastronomía local.
Peñíscola (Comunidad Valenciana)
Bañada por las aguas del Mediterráneo, Peñíscola se erige sobre una roca a orillas del mar coronada por el gran castillo templario del Papa Luna. Sus magníficas puestas de sol desde el paseo marítimo son inolvidables para el viajero.
Además del vibrante ambiente de su casco antiguo, con restaurantes y tiendas de artesanía, la cercana Sierra de Irta invita a realizar rutas de senderismo para conocer el lado más abrupto y virgen de la Costa del Azahar. Allí se pueden descubrir castillos, ermitas, restos de poblados moriscos, acantilados y pequeñas calas de aguas cristalinas en un entorno natural de gran belleza.
Cadaqués (Cataluña)
Es la joya de la Costa Brava. Se trata de un lugar reservado, agazapado entre las montañas y rodeado de calas de aguas transparentes del Mediterráneo, que enamoró no sólo a Salvador Dalí y Gala, sino también a otros muchos artistas como Matisse, Miró, Picasso o Duchamp.
Tal vez porque sigue siendo algo difícil llegar -es necesario atravesar 15 kilómetros de carretera zigzagueante-, Cadaqués se mantiene como un rincón de paz y belleza durante todo el año. A dos horas de Barcelona, es un oasis en el que además del sol, playa y delicias marinas a las brasas, se puede descubrir el casco antiguo, la Iglesia de Santa María, el Paseo Marítimo y la Casa Museo Dalí y sumergirse por unas horas dentro del particular mundo onírico que el artista creó.
Para seguir descubriendo, hay una asociación que invita a disfrutar de los pueblos con más encanto de España.