Si bien sus series son populares en todo el planeta, nadie conoce los datos concretos de audiencia ya que Netflix no tiene la obligación de revelarlos dado que sus ingresos no provienen de la publicidad, sino del dinero que pagan mensualmente sus suscriptores. Estos últimos días, se vio envuelta en una trama absurda donde la facción trotskista del peronismo hizo sentir su furia en las redes sociales mediante el hashtag #ChauNetflix, invitando a todos sus contactos a cancelar la suscripción de la plataforma online por un supuesto documental de Jorge Lanata que desenmascararía los negocios turbios de Néstor y Cristina Kirchner.
"Me sorprenden dos cosas", comenta Mariano Amartino, una eminencia en el campo de la psicología 4.0. "La primera, es la absurda obsesión por manipular lo que la gente debe ver. Y la segunda, que se den el lujo de pagar Netflix ante la crisis terminal de nuestro país".
Luego de innumerables llamados al cuartel general de Netflix en Los Gatos (no es joda), pudimos dar con la CCM (Chief Crisis Manager) de la compañía estadounidense, quien fue contundente: "Agradecemos al ejército de militantes por la rapidez con la que llevaron a nuestra marca al Trending Topic en Argentina, lo que nos permitió crecer un 20% las suscripciones en un día y la posibilidad de aclarar que lo del documental de Lanata es falso. Sí es cierto que estamos encarando una producción titulada No Vuelven Más".
Por razones obvias, deslizamos que puede ser visto como una provocación aún mayor el título de la serie a lo que sucedió con Lanata. "De ninguna manera. NVM es una comedia cuya trama gira en torno al nido vacío, a esos matrimonios que no pueden superar la ida de sus hijos que no vuelven más, salvo a lavar la ropa, llevarse la comida que sobró en un tupper o a bañarse en la pileta con el calor sofocante del verano". Una trama extraña, casi tan extraña como la explicación, sobre todo en un momento donde no hay margen para la ironía. Igualmente hablamos con la productora que lleva adelante la serie y confirmaron que están en pleno rodaje, desde hace 4 meses.
Tampoco sorprende tanto. El año pasado, Buenos Aires fue elegida por unanimidad como "La Capital Mundial del Rumor" por un jurado reunido en Copenhague. Según la academia danesa, "obtuvo la más alta calificación por ser una ciudad donde todos están enfrentados entre sí, tratando de que sólo le vaya bien a ellos mismos". Somos el país que le dedica semanas de discusión al kilo de lechuga a $180. El país dónde un pobre joven que llegó a ser visto con binoculares, terminó ahogado en un río por no saber nadar. El país del fiscal que horas antes de atestiguar contra la ex presidente, apareció sin vida en su departamento y -en lugar de esclarecer el terrible episodio- hubo un sinfín de fotos y videos que lo pintaban como un adicto a la noche, al alcohol, a las sustancias prohibidas y a las mujeres ligeras. El país al que se le ocurre sacar conjeturas acerca de un Presidente que se quiebra cuando habla del estado terminal de su papá, dando paso a expertos en conflictos familiares, relaciones tortuosas entre padres e hijos y cuentas off shore que ahora quedarían a nombre suyo. Dejamos de ser complicados. Somos patológicos.
"Argentina es un país maravilloso que tiene todo dado para ser un jugador clave del mundo moderno y, de esa manera, generar riqueza para su gente", vuelve a la carga Mariano Amartino. "Argentina hoy sería Canadá, Singapur o Australia, si no fuera por ese mix de miseria humana más egoísmo crónico, sumado a esas ganas de que al otro le vaya mal, más el deseo irrefrenable de crear rumores en cuanta red social esté a su alcance, con tal de generar un malestar permanente en la sociedad".
Cuesta aceptar lo que narra Amartino -incluso uno se enoja con este gurú del cambio de época- pero hay que rendirse ante la evidencia. "Somos un país que no tiene paz. Es más, a esta altura me animo a decir que tal vez no queramos tenerla nunca, puesto que nuestra zona de confort es el caos. ¿Donde se vio que un país que posee la mayor cantidad de psicólogos y de peronistas por metro cuadrado al mismo tiempo, le vaya bien? Somos una pizza de Dulce de Leche".
Lo que está en juego en las elecciones presidenciales de este año no es la suerte de un partido llamado Cambiemos, sino la del país maravilloso que podemos ser. Es eso o el triunfo de la nueva camada de peronistas que no piensa cambiar nada. Por una simple razón: no conocen otra cosa ni les interesa innovar, por las dudas a que salga bien y tengan que adaptarse a una Argentina normal, que le diga que no al atajo, que deje de firmar DNU como el de la Ley de Extinción de Dominio porque de otra manera no vería la luz nunca en su historia. Lo que está en juego es la eliminación de los intermediarios que lo enturbian todo. De los supermercadistas que remarcan precios que nadie puede pagar. De los que siguen dando cátedra desde las celdas, de los ex presidentes que se esconden detrás de sus fueros en el Senado y tienen el descaro de intentar remover del poder judicial a quien los tiene acorralados.
"Pero Cristina mide bien y lo va a sacar al gato", dice Kevin arriba de su Motomel. A lo que Amartino contesta: "Y sí…el morbo vende, forma parte de nuestro ADN. Les aconsejo que se compren un container de pochoclo porque esto recién empieza".
El kirchnerismo está dispuesto a todo. Y en su afán por recuperar el control de la caja del Estado para llevarse lo poco que dejaron, son capaces de cualquier cosa. Incluso de elevar la palabra ridículo al infinito. Por el simple hecho de confrontar, desearían que Netflix esté produciendo "No vuelven más", una serie de 12 capítulos que narre la caída en picada de un movimiento nacional y popular que vino a revolucionar la Argentina y terminó militando contra la suscripción de una plataforma de streaming. El absurdo hashtag #ChauNetflix del que habló un país entero, es la síntesis de un fracaso político y la mejor promoción que le pudieran haber hecho al periodista que detestan con todo su ser. Así de básicos son.