La conquista del aire: los pioneros de la aviación que arriesgaron su vida en globos aerostáticos y la primera catástrofe

Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier eran dos hermanos curiosos que jugando con una bolsa de papel invertida sobre el fuego la observaron volar hacia el techo. A partir de esa experiencia, comenzaron a crear globos que iban aumentando su tamaño y fueron probados por ellos a pesar del peligro de un incendio inminente. La locura desatada en cada lanzamiento, de hombres que se subían al canasto para volar a toda costa, incluso bajo la amenaza de pegarse un tiro

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En Versalles despegó el primer
En Versalles despegó el primer vuelo con seres vivos: viajaron en el canasto un gallo, una oveja y un pato y fue todo un éxito

Tomarse un avión hoy puede parecer algo muy natural, pero para los primeros hombres que conquistaron el cielo fue una aventura extraordinaria, llena de emoción y una gran dosis de locura. La historia de la aviación no contó en sus primeros hitos con hombres valientes a bordo de un avión ni planeadores. Tampoco con ingenieros experimentados. El sueño hecho realidad de volar se inició gracias a Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier, los hijos de un fabricante de papel de la ciudad de Annonay, en el sudeste de Francia, quienes crearon el globo aerostático.

Todo comenzó casi como un juego. Podría haber sido en un momento de aburrimiento. Una tarde del invierno boreal de 1782, Étienne observó que una bolsa de papel invertida sostenida sobre el fuego podía volar hacia el techo. Ambos hermanos, obsesionados con los gases y el aire, creyeron que habían descubierto un gas especial, que bautizaron el “gas Montgolfier”, una sustancia que desencadenó una serie de experimentos. De misteriosa no tenía nada. Hoy se sabe que este fenómeno se produce cuando se calienta el aire, que lo hace más liviano frente al aire más frío del exterior, lo que hace que se eleve. Por esa simple prueba, nació el primer vehículo que pudo transportarse en el aire, y se dio por inaugurada la historia de la aviación.

Antes de que cualquiera se animara a colgarse de ellos, los hermanos Montgolfier hicieron montones de pruebas y experimentos para perfeccionar su invento. Debían controlar los efectos del calor. Los globos que hacían volar iban aumentando de tamaño, cambiando de formas y materiales. El 14 de diciembre consiguieron elevar al aire libre una bolsa de seda de 18 metros que alcanzó una altitud de 250 metros. El 4 de junio de 1783, se animaron a mucho más frente a un público estupefacto. Lanzaron una bolsa esférica de lino forrada en papel, que medía 11 metros de diámetro. El vehículo no tripulado y controlado, recorrió 2 kilómetros en un viaje de 10 minutos. Quienes presenciaron el espectáculo vieron el globo desaparecer ante sus ojos.

Jacques-Étienne y Joseph-Michel Montgolfier, los
Jacques-Étienne y Joseph-Michel Montgolfier, los padres de la aviación

Cuando se sintieron seguros, y ya contaban con respaldo en esta aventura, en agosto de 1783 ampliaron el recorrido y se extendieron a 20 kilómetros. En septiembre de ese mismo año los hermanos Montgolfier se atrevieron a subir un escalón. En Versalles, frente al rey Luis XVI, su esposa María Antonieta (faltaban 10 años para que ambos fueran condenados a la guillotina) miembros de la Real Academia de Ciencias y ante miles de personas lanzaron el globo más grande hasta ese momento. En una cesta enganchada al globo fueron introducidos tres seres vivos, un gallo, una oveja y un pato, que probablemente por su tamaño no se enteraron que se alejaron de la Tierra. Los tres corrieron mejor fortuna que la pobre perra cosmonauta Laika porque regresaron a salvo.

Los tres animales viajaron a una altitud de 457 metros y recorrieron 3 kilómetros. El resultado de este experimento fue crucial para contar con la aprobación del rey y continuar con el siguiente paso, realizar el primer vuelo humano. Si bien realizaron nuevas pruebas con seres humanos con el globo atado, hacía falta alguien con coraje de verdad para subirse al canasto en un vuelo libre, sin ningún lazo que los anclara a la tierra.

Quien se ofreció como voluntario fue un profesor de física y química llamado Jean-François Pilâtre de Rozier, que había colaborado con los hermanos Montgolfier en el vuelo del pato, el gallo y la oveja. El intrépido profesor, viajó acompañado por un noble, el marqués d’ Arlandes, deseoso de dejar su nombre ligado a un gran acontecimiento histórico.

Retrato de Jean-François Pilâtre de
Retrato de Jean-François Pilâtre de Rozier (1754-1785), profesor francés de química y física y uno de los primeros pioneros de la aviación. En la imagen sopla hidrógeno a la llama. Fechado en 1820 (Grosby)

Nuevamente el espectáculo fue visto por miles de personas, que presenciaron el despegue lento del globo gigante, que se convirtió en el primero en volar de forma relativamente controlada. Estos primeros tripulantes fueron llamados “aeronautas”, por la conjunción de dos palabras de origen griego, “aero” (aire) y “naut”(marinero), es decir, marineros del aire. Eran los nuevos navegantes del cielo. En homenaje a Pilâtre, los nuevos conductores de los aviones que continuaron, recibieron en homenaje una adaptación de su nombre, piloto.

El primer viaje tripulado

Los primeros aeronautas vieron por primera vez París desde el cielo, sus techos grises y el trazado del río Sena. El paseo, que partió desde el Chateau de la Muette, duró 25 minutos, en un recorrido de 13 kilómetros. La experiencia fue espectacular, aunque no relajada, ya que la llama abierta y las brasas del brasero constituían una amenaza de incendio constante. En esas condiciones, treparon hasta los 914 metros de altura. Mientras contemplaban un paisaje jamás soñado, se habían asegurado de llevar un tacho de agua y una esponja para combatir el fuego si era necesario. Podría decirse que fueron los primeros hombres en “aterrizar”, verbo que hasta ese entonces solo podía aplicarse a las aves. Los aeronautas ya eran héroes de su época. Bajaron del canasto enteros y extasiados en las afueras de París y fueron ovacionados por una multitud. Así se dio inicio a la aeronavegación en globos aerostáticos, que fueron evolucionando con el paso del tiempo. Mientras que los Montgolfier empleaban aire caliente, otros inventores contemporáneos probaron otros métodos, como el gas hidrógeno, de Jacques Charles.

“Ascensión de un globo Montgolfier
“Ascensión de un globo Montgolfier en Aranjuez” (1784) de Antonio Carnicero

Los ensayos atraían muchos espectadores, que estaban desesperados por probar el nuevo aparato y volar por encima de las cabezas de los otros. El público se implicaba en los avances de los inventores Montgolfier.

Según consigna un artículo del Mercurio de España de febrero de 1784, medio fundado en 1738 por el escritor y periodista Salvador José Mañer, cuenta sobre el día en que varios hombres se subieron al aparato cuando habían superado la capacidad máxima de 3 personas. “Este esforzado capitán, hace presente el peligro; pero todo es en vano: los viajeros habían tomado sus lugares en la galería, y armados con pistolas amenazaban quitarse la vida, antes de consentir salir de ella. MM. du Rozier y Montgolfier le pidieron ayuda al Intendente de la ciudad, para que impusiese su autoridad, pero nadie lo escuchaba: “todos tienen adquirido derecho de hacer aquel viaje famoso y ninguno quiere dejarle el arbitrio de la suerte”. Como no había más remedio debieron continuar y cortaron las cuerdas. Un mancebo burló a las autoridades y se colgó a último momento cuando el vehículo ya estaba volando. “La máquina se eleva a una mediana altura: sigue por algunos instantes en una dirección horizontal y pasa por encima de nosotros atravesando el recinto. No hay voces bastantes enérgicas para pintar aquella escena: las mujeres vierten lágrimas de asombro y de temor; todo el pueblo levantaba las manos al cielo y guarda un silencio profundo, y los viajeros acercándose lo más fuera posible de la galería, saludan al concurso y prorrumpen en gritos de alegría. Mudóse el viento”, narra el periodista. Cuando llegaron a los 750 metros de altitud el globo comenzó a descender solo, por un desperfecto y a los 150 metros, comenzó a caer de forma precipitada. “En un instante llegó a tierra, cayó de lado, y creímos hechos pedazos a los viajeros. ¡Imagínese el dolor y espanto de los espectadores! Sesenta mil personas vuelan a socorrer a los que , por lo menos, se creyó moribundos”. La caballería salió en busca de los viajeros, cortaron las cuerdas y se desprendieron la galería y de ella salieron los viajeros “sin haber experimentado el más leve daño, a excepción de Mr. de Montgolfier, que se hizo un araño ligero”.

Viajes accidentados y la primera tragedia aérea

A partir de esta experiencia, comenzaron a multiplicarse los aeronautas en el mundo. En 1785, dos años después del primer vuelo tripulado, otro francés, Jean-Pierre Blanchard y el médico estadounidense John Jeffries se convirtieron en los primeros en cruzar el Canal de la Mancha, a duras penas, porque el globo lleno de hidrógeno empezó a perder altitud. Habían despegado de Dover y en momentos decisivos, debieron desprenderse de sus pertenencias para aligerar el peso. Finalmente llegaron íntegros a la otra orilla. Ellos se adelantaron al plan de Pilâtre de Rozier, a bordo de su globo Montgolfier. Se cree que no fue capaz de embarcarse en la travesía, porque no había forma de alojar tanto combustible para cubrir esa distancia. Por lo que finalmente optó por una combinación de aire caliente e hidrógeno.

El primer vuelo exitoso en
El primer vuelo exitoso en globo de Jean-Pierre François Blanchard (1753 – 1809) el 2 de marzo de 1784, en un globo de gas hidrógeno lanzado desde el Campo de Marte, París, Francia (Grosby)

Pilâtre de Rozier y su acompañante Pierre Romain lograron despegar de Boulogne-sur-Mer el 15 de junio de 1785. En un principio todo parecía funcionar según lo esperado, sin embargo, un cambio en la dirección del viento produjo el primer accidente aéreo de la historia. El globo se desinfló rápidamente y se estrellaron en el Paso de Calais. Ambos aeronautas perdieron la vida. El profesor tenía solo 31 años. Hoy un cráter en la Luna lleva su nombre, Pilâtre.

Cada 9 de enero los estadounidenses celebra el Día del Ascenso en Globo, como recuerdo de aquel día en que se inauguró la historia de la aviación en su país. Fue el francés Jean Paul Blanchard quien llevó su globo, 10 años después de su invención, en 1793. El vehículo volador despegó de la Plaza Independencia en presencia de multitudes, y del primer presidente de Estados Unidos George Washington, quien se cuenta que quería acompañar al aeronauta en su demostración. Blanchard tocó el cielo con su globo a una altura de 364 metros. Lo suficiente como para dejar a todos atónitos.

El vuelo temerario de Anchorena y Jorge Newbery en la Argentina

La llegada del globo aerostático a la Argentina se hizo esperar. El sueño de volar hecho realidad fue cumplido por Aarón de Anchorena y el padre de la aviación argentina Jorge Newbery, quienes como regalo de Navidad, un 25 de diciembre de 1907 cruzaron el Río de la Plata y se bajaron enteros del canasto. Pero el viaje no fue precisamente un placer. Casi se matan.

El proyecto nació del entusiasmo de Aarón, un miembro de la élite porteña que había desarrollado una fascinación por el vuelo durante su estadía en Francia como secretario honorario de la embajada argentina. En su estadía había aprendido a volar globos aerostáticos en el Aero Club francés, donde recibió instrucción del reconocido aeronauta Paul Tissandier, discípulo de Wilbur Wright. Antes de regresar a Argentina en 1907, Anchorena adquirió un globo de tela amarilla al que bautizó Pampero, en honor a los vientos característicos de la región.

Newbery y Anchorena a bordo
Newbery y Anchorena a bordo del Pampero, la mayor aventura en el aire en la Argentina a principios del siglo XX (Fotografía Revista Caras y Caretas).

El día del vuelo, el globo fue inflado en el campo de la Sociedad Sportiva Argentina, ubicado en el terreno donde hoy se encuentra el Campo Argentino de Polo. El periplo estuvo marcado por tensiones desde un principio. Un técnico francés contratado para supervisar el vuelo advirtió que el gas utilizado para inflar el globo, destinado originalmente al alumbrado público, no era adecuado para la operación. Según explicó, la fuerza de elevación del gas era significativamente menor que la del hidrógeno, lo que comprometía la seguridad del viaje. Ante esta situación, el técnico se bajó de la expedición.

Lejos de abandonar su plan, Anchorena encontró un nuevo compañero de aventura. Jorge Newbery, un ingeniero electricista de 32 años y destacado deportista, aceptó el desafío. La participación de Newbery, una figura conocida en Buenos Aires, generó entusiasmo entre los espectadores reunidos para presenciar el despegue. A las 12:45, ambos hombres subieron a la canasta del globo y dieron la orden de soltar las sogas, iniciando así su histórica travesía.

El Pampero ascendió hasta los 3.000 metros mientras avanzaba hacia Uruguay impulsado por un viento de 20 kilómetros por hora. A mitad del río, los tripulantes notaron que el globo comenzaba a perder altura. Para aligerar la carga, arrojaron al agua bolsas de lastre, pertenencias, las anclas y hasta una cámara fotográfica con la que Newbery había capturado imágenes aéreas de Buenos Aires. A pesar de estos esfuerzos, la situación no mejoró, lo que los llevó a tomar una decisión extrema: desprenderse de la canasta y colgarse directamente de la red del globo.

Aarón de Anchorena y Jorge
Aarón de Anchorena y Jorge Newbery cruzaron el Río de la Plata en un vuelo que marcó el inicio de la aviación argentina (Fotografía Revista Caras y Caretas).

Finalmente, lograron llegar a Uruguay, donde realizaron un aterrizaje forzoso pero exitoso. Tras el aterrizaje, regresaron a Buenos Aires a bordo del yate de Anchorena, llevando consigo el globo, que más tarde sería donado al Aero Club Argentino, una institución que ambos ayudaron a fundar.

Para Aarón de Anchorena, este vuelo representó el final de su carrera como aeronauta, no porque no le gustara: se lo había prometido a su madre, quien había intentado disuadirlo de su pasión por volar. En cambio, para Jorge Newbery, el cruce del Río de la Plata fue solo el comienzo de una destacada trayectoria en la aviación. En 1911, estableció un récord sudamericano de duración y distancia al recorrer 550 kilómetros en 13 horas con el globo Huracán, volando sobre Argentina, Uruguay y Brasil.

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