La imagen de la tapa del semanario satírico Charlie Hebdo que llegó la mañana de este martes a los kioscos de diarios y revistas franceses muestra a un lector sentado sobre un rifle de asalto, sonriendo y leyendo la publicación. “La sátira posee una virtud que nos ha ayudado a atravesar estos años trágicos: el optimismo. Si uno tiene ganas de reír, es porque tiene ganas de vivir. La risa, la ironía y la caricatura son manifestaciones de optimismo. Pase lo que pase, sea dramático o feliz, las ganas de reír no desaparecerán jamás”, dice en el editorial del actual director de la revista y autor de la caricatura de la tapa, Laurent Sourisseau, mucho más conocido como Riss, el seudónimo con que firma sus trabajos.
Se trata de un número especial por el décimo aniversario del ataque armado a la redacción de la revista perpetrado el miércoles 7 de enero de 2015 por dos terroristas de la red Al-Qaeda, en el que murieron 12 personas y otras 11 resultaron heridas. Ese día, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi, franceses de origen argelino, irrumpieron en la oficina de la revista al grito de “Al·lahu-àkbar” (“Dios es el más grande”) y dispararon más de cincuenta balas contra los periodistas que estaban allí, “como venganza por el honor” del profeta Mahoma, por las publicaciones satíricas del semanario sobre el islam.
Los agresores pudieron huir y se produjo una persecución de dos días hasta que, finalmente, el 9 de enero, fueron acorralados en una imprenta del noreste de Paris y murieron en el enfrentamiento con la policía. El sangriento ataque marcó además el inicio de una serie de ataques yihadistas que se prolongó por más de un año y culminó con los atentados del 13 de noviembre de 2015 en Paris y Saint Denis, donde hubo 130 muertos y más de 400 heridos, y los de Niza del 14 de julio de 2016, con un saldo de 86 muertos y más de 450 heridos.
El ataque contra la redacción de Charlie Hebdo inició una ola de solidaridad con la revista que atravesó las fronteras de Francia y se extendió por casi todo el mundo occidental bajo el lema “Je suis Charlie” (“Yo soy Charlie”). Así, la revista fundada en 1970 con espíritu irreverente y cuestionador, que hasta entonces tenía un núcleo reducido pero fiel de lectores, se convirtió en un símbolo mundial de la libertad de expresión. Cuatro días después del atentado, unos dos millones de personas, entre ellas más de cuarenta líderes mundiales, participaron en París en una marcha de unidad nacional. A ellos se sumaron 3.700.000 personas que fueron a las manifestaciones realizadas en toda Francia. De una tirada de 60.000 ejemplares, Charlie Hebdo saltó en el número siguiente a los siete millones de copias en seis idiomas.
El atentado también dio lugar a una fuerte polémica -que aún continúa- sobre los límites del humor cuando toma como objeto a las creencias religiosas. Diez años después, el editorial de Riss de este martes lo reconoce así, pero reafirma sus principios: “Hoy en día, los valores de Charlie Hebdo, como el humor, la sátira, la libertad de expresión, la ecología, la laicidad y el feminismo, por mencionar solo algunos, nunca habían sido tan cuestionados. Tal vez porque es la democracia misma la que se encuentra amenazada por fuerzas oscurantistas renovadas”, dice.
La revista también publica en este número una encuesta con datos que sostienen su línea editorial, donde muestra que el 76% de los franceses cree que “la libertad de expresión es un derecho fundamental y que la libertad de caricaturizar forma parte de ello”, y un 62% está a favor del “derecho a criticar de manera provocadora una creencia, un símbolo o un dogma religioso”.
Para principios de 2015, Charlie Hebdo llevaba casi diez años recibiendo ataques de todo tipo por sus sátiras sobre las religiones, fundamentalmente del islam. En noviembre de 2011 la redacción había sido blanco de un atentado con bombas molotov, luego de la publicación de un número que en lugar de llevar Charlie Hebdo como título, mostraba el nombre de Charia Hebdo, y el nombre del editor habitual fue reemplazado por el de “Muhammad”. En la portada llevaba un dibujo de Renald Luzier en el que aparecía un hombre que llevaba un turbante, el profeta Mahoma, diciendo: “100 latigazos si no te morís de risa”. En aquella ocasión el ataque no causó víctimas, pero obligó a mudar la oficina y a aumentar su seguridad, una medida que resultó inútil a la hora de impedir el sangriento atentado del 7 de enero.
Muerte en la redacción
La mañana del miércoles 7 de enero de 2015 la redacción de la revista, en el segundo piso de la calle Nicolas-Appert número 10, tenía una numerosa concurrencia, porque a los periodistas y caricaturistas habituales se sumaban algunos invitados para una reunión. Poco después de las 10, dos hombres entraron al edificio disparando con fusiles Kalashnikov contra los empleados de mantenimiento y mataron a uno de ellos.
Allí también estaba la dibujante “Coco” (Corinne Rey), a la que tomaron como rehén para que les abriera la puerta blindada de la redacción, a la que solo se podía acceder marcando un código. Una vez adentro, se dirigieron a la sala de reuniones, donde preguntaron a los gritos por “Charb”, como se conocía por firmar sus trabajos al director, Stéphane Charbonnier, al que le dispararon en primer lugar. Luego de matarlo, siguieron disparando sus armas contra el resto de los presentes, con ráfagas que mataron a otros ocho integrantes de la redacción, un policía encargado de la custodia y a uno de los invitados.
Sobre el piso ensangrentado de la redacción quedaron once muertos, a los que se sumó un policía al que balearon en el exterior. Entre los que formaban parte del staff de Charlie Hebdo perdieron la vida los dibujantes “Cabu”, “Charb”, “Tignous”, Georges Wolinski y Honoré, el economista Bernard Maris -quien firmaba con el seudónimo “Oncle Bernard”-, el corrector Mustapha Ourad y la columnista y psicoanalista Elsa Cayat. Los otros muertos eran Frédéric Boisseau, conserje del edificio, y Michel Renaud, fundador del festival Rendez-vous du carnet de Voyage, uno de los invitados a la reunión, y los policías Franck Brinsolaro, custodio de “Charb”, y Ahmed Merabet, que fue asesinado asesinado en la acera por los atacantes. Quedaron heridos los periodistas Philippe Lançon y Fabrice Nicolino, el encargado del sitio web y de las redes sociales del semanario Simon Fieschi, el dibujante Laurent Sourisseau y un empleado de mantenimiento en la entrada del edificio.
Huida a los tiros
Después de perpetrar la masacre, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi se subieron a un Citroën C3 color negro que tenían estacionado en la calle y se alejaron a toda velocidad. En su huida se toparon con varias patrullas policiales, con las que se enfrentaron a tiros. Tres veces pudieron romper el cerco a balazos y sumaron otro muerto a su raid criminal, un policía que recibió un tiro en el abdomen. Con el Citroën a toda velocidad, chocaron a otro auto en la plaza Colonel-Fabien, a unos 4 kilómetros del lugar del atentado, lo que los obligó a robar a punta de pistola un Renault Clio, con el que salieron de París por la Puerta de Pantin. Allí se les perdió momentáneamente el rastro.
La mañana del 8 de enero, el Clio robado fue visto a unos 65 kilómetros al norte de la capital, cuando sus dos tripulantes asaltaron una estación de servicio en la región de Picardía, lo que provocó un fuerte despliegue de fuerzas antiterroristas en la zona, aunque nuevamente lograron eludir el cerco. Los descubrieron una vez más la mañana del día siguiente en Montagny-Sainte-Félicité (en la región de Picardía, a 45 kilómetros al norte de París, donde volvieron a enfrentarse a los tiros con las fuerzas de seguridad y escaparon por la Ruta Nacional 2, un eje norte-sur que une París con la frontera belga. Se refugiaron finalmente en una imprenta, donde quedaron cercados y mantuvieron un nuevo enfrentamiento con policías y fuerzas antiterroristas que rodearon el edificio. En ningún momento aceptaron entregarse y cayeron muertos alrededor de las 5 de la tarde.
Más atentados
El mismo día del ataque, el gobierno francés elevó al máximo el nivel de alerta, “Alerte attentat”. A partir de entonces hubo un refuerzo de los servicios de emergencia y de las fuerzas del orden. Aumentaron los operativos de control de personas. Se intensificaron los controles por explosivos, y creció la participación de las fuerzas armadas en las tareas de vigilancia. Se estableció la prohibición de estacionar cerca de centros educativos y se activaron comités de crisis en ministerios y administraciones públicas.
A pesar de estas medidas de prevención, mientras los autores de la masacre de la redacción de Charlie Hebdo seguían escapando de la policía, se desató una ola de atentados. La mañana del 8 de enero, Amedy Coulibaly, también integrante de la red Al-Qaeda, mató a una policía e hirió gravemente a otro en Montrouge, una comuna situada al sur de París y limítrofe con la capital. Pudo escapar y, al día siguiente, irrumpió en un supermercado de la marca Hypercacher situado en Porte de Vincennes, en el XX Distrito de París, donde tomó como rehenes a varios empleados y clientes. La situación se prolongó varias horas hasta que, cerca de las 17, la policía entró al local y lo abatió. Además del terrorista, murieron cuatro rehenes y otros cuatro quedaron heridos.
En paralelo, se produjo una serie de atentados contra lugares de culto de la comunidad musulmana en distintos puntos de Francia. La mayor parte ocurrió la noche del 7 de enero, cuando una mezquita en Le Mans fue atacada con granadas, mientras que otra ubicada en Port-la-Nouvelle fue tiroteada por un comando, y en una tercera, en Villefranche-sur-Saône, estalló una bomba de escaso poder. En ninguno de los casos hubo víctimas, pero sí daños materiales.
Al mismo tiempo, la sociedad francesa reaccionó de manera masiva, con multitudinarias manifestaciones en Paris y otras ciudades del país, mientras comenzaban a llegar mensajes de solidaridad con las víctimas y de repudio a los atentados de gobiernos y medios de Europa y de todo el mundo. Para entonces ya se conocía un comunicado de Al-Qaeda reconociendo su responsabilidad en el ataque contra la revista, “como venganza por el honor del profeta”.
Un juicio demorado
Con el correr de los días, la investigación del ataque contra la redacción de Charlie Hebdo y el resto de los atentados permitió a las autoridades francesas identificar a los cómplices de los autores materiales de los asesinatos y a capturar a varios de ellos. Además de los tres atacantes muertos – los hermanos Kouachi en el caso de la revista y Coulibaly en los otros dos atentados – descubrió la participación, en diferentes grados, de otras 14 personas, de las cuales pudo detener a 11.
El juicio se iba a realizar en 2019, pero la pandemia de Covid-19 postergó su inicio hasta septiembre de 2020, con 14 acusados -tres en ausencia- de ser responsables de brindar apoyo logístico, medios de financiación, material operacional, armas y un domicilio, indispensables para las acciones terroristas. La sentencia se dictó el 17 de diciembre de ese año, con la condena de todos los implicados en la causa.
Hayat Boumeddiene, la pareja de Amedy Coulibaly, el atacante que murió en el asalto a un supermercado judío, fue juzgada en ausencia porque alcanzó a huir a Siria y recibió una condena de 30 años por financiar el terrorismo y pertenecer a una red criminal con fines terroristas. El principal acusado ante el tribunal, Ali Riza Polat, fue declarado culpable de complicidad en un delito de terrorismo y también fue condenado a 30 años de cárcel. A otros seis de los once imputados presentes les fueron retirados los cargos de terrorismo, pero fueron culpados de delitos menores.
Diez años después
A diez años del atentado, la redacción de se encuentra en un lugar secreto y custodiado por la Policía. En la edición especial de 300.000 ejemplares que llegó esta mañana a los kioscos, sigue mostrando que su línea editorial no ha cambiado. En sus páginas se pueden ver las caricaturas seleccionadas de un concurso lanzado en noviembre pasado, donde la convocatoria apuntaba a realizar las representaciones “más graciosas y crueles” de Dios.
El concurso convocaba a caricaturistas de todo el mundo, a “todos aquellos que están hartos de vivir en una sociedad dirigida por Dios y la religión. Todos aquellos que están hartos del llamado bien y del mal. Todos aquellos que están hartos de que los líderes religiosos dicten nuestras vidas”. Entre los trabajos seleccionados, se pueden ver una caricatura de Jesucristo crucificado haciéndose una selfie, y otra con hombres barbudos y con turbante con un cartel en el que se puede leer “la teocracia es cool”, entre muchas otras.
Al anticipar la edición en una entrevista para la agencia de noticias AFP, Gerard Biard, el redactor en jefe de la revista proclamó: “No mataron a Charlie Hebdo. Queremos que dure mil años”.