Ya nadie tiene dudas: la tecnología de ADN, cada vez más perfeccionada, ha revolucionado al mundo de la ciencia forense y la criminología. Casos que durante décadas habían quedado sepultados bajo el polvo del olvido y condenados a los archivos policiales, ahora pueden ser resueltos. Las pruebas antiguas salen del frío en el que fueron conservadas para señalar con precisión a los impunes asesinos y, por fin, para muchas familias llega algo de paz.
El caso de JonBenét Ramsey, abusada y asesinada dentro de su propia casa la noche de Navidad, es uno de esos que la gente sigue recordando con espanto. Tan niña, tan bella, tan rica, tan expuesta…
Parece que ahora, 28 años más tarde, podría saberse quién fue su victimario si se analizaran nuevamente algunas de las pruebas de ADN recolectadas que señalan desde siempre a un hombre blanco desconocido. Eso, al menos, es lo que sostiene su anciano padre John Bennett Ramsey (81) en un nuevo documental que se estrenó en Netflix el pasado mes de noviembre: Caso cerrado: quién asesinó a JonBenét Ramsey.
Tacones precoces
John Bennett Ramsey y Patricia “Patsy” Ann Paugh, se conocieron por amigos en común cuando él tenía 35 años y ella 23. John venía de un divorcio y ya tenía tres hijos con Lucinda Pasch. Se casaron y tuvieron a su hijo mayor Burke en 1987. Tres años después, el 6 de agosto de 1990, en Georgia, Atlanta, llegó la menor, JonBenét. El nombre elegido fue en homenaje a su padre.
Pronto la familia se mudó al estado de Colorado donde John ocupaba un importante puesto ejecutivo: era presidente de Access Graphics, una compañía de servicios informáticos. Le iba muy, pero muy bien: habían llegado a facturar mil millones de dólares. John ganaba cada vez más dinero, pero muy pronto la felicidad le sería eternamente esquiva.
Cuando JonBenét tenía un año y medio John enfrentó su primera gran pérdida existencial: su hija mayor, Elizabeth de 22 años, murió en un accidente de tránsito en Chicago. El año 1992 fue devastador. En 1993 el destino volvió a golpear a la familia: a Patsy le diagnosticaron un cáncer avanzado de ovarios. La operaron y comenzó con una rabiosa quimioterapia. El tratamiento pareció funcionar al punto que el cáncer se volvió indetectable.
Patsy -que de joven había sido Miss Virginia Occidental 1977- al ver el encanto con el que crecía su hija menor pensó que podría hacerla participar en certámenes de belleza. Con total normalidad comenzó a inscribirla en concursos a lo largo del país. Treparla a tacos altos, vestirla con brillos de manera sexy y maquillarla como a una adulta era parte del juego que ambas empezaron a compartir. JonBenét era carismática y una verdadera mini beauty: una cascada ondulada de pelo dorado, sus ojos turquesas, el cuerpo estilizado. A los seis años ya posaba como una actriz de verdad y caminaba como una pequeña modelo por los escenarios. Labios rojos, uñas al tono, máscara de pestañas y cola de plumas acompañaban sus taconeos demasiado precoces. Patsy la anotaba y su hija ganaba. Era una perfecta muñeca de carne y hueso que arrasaba con los trofeos: America’s Royal Miss, Colorado State All-Star Kids Cover Girl, Little Miss Charlevoix Michigan, Little Miss Colorado, Little Miss Merry Christmas, Little Miss Sunburst, National Tiny Miss Beauty…
Eran otros tiempos aquellos y hoy podría ser muy mal visto, pero ¿pudo tanta exposición atraer a algún pedófilo?, ¿no eran sus looks sexualizados inconvenientes para tan corta edad? Con los titulares de lo que pasó a continuación nadie dudaría en decir que sí.
Desayuno con el horror
La mansión de la opulenta familia Ramsey quedaba en el número 749 de la calle 15 en Boulder, Colorado. Construida en 1927, con techos alpinos y ladrillo a vista, tenía más de 600 metros cuadrados cubiertos repartidos en cuatro plantas y estaba circundada por un impecable jardín. En el último piso estaba ubicado el gran cuarto de los padres. En el nivel siguiente, los dormitorios de los chicos: debajo del de la pareja estaba el de Burke y, en la otra punta de ese tercer piso, el de JonBenét. En el nivel inferior se ubicaban la cocina y los espacios comunes y, por último, en el sótano había habitaciones de guardado.
El miércoles 25 de diciembre de 1996 la familia Ramsey tuvo su comida navideña temprano, como es costumbre en Estados Unidos. Cenaron con un matrimonio amigo, Fleet y Priscila White, alrededor de las seis y media de la tarde.
A las nueve y media de la noche ya habían regresado a su casona para descansar. Fue Patsy quien se ocupó de acostar a JonBenét. Al día siguiente, tenían que madrugar: volarían a Michigan donde celebrarían las fiestas con el resto de los hijos de John.
Alrededor de las 5:30 del jueves 26 de diciembre el matrimonio se levanta. Está totalmente oscuro. Mientras John se afeita en el baño, Patsy se viste y baja a la cocina para preparar café antes de despertar a los chicos. Cuando desciende las escaleras en espiral, al llegar a los últimos escalones, observa tres hojas de papel tiradas. Las recoge. Eran dos carillas y media manuscritas. Lee mientras el miedo se cuela por sus huesos: es un pedido de rescate por JonBenét donde exigen 118.000 dólares para devolverla. Grita y corre hacia al dormitorio de JonBenét. La cama está revuelta y vacía. Regresa a su cuarto frenética y le cuenta a su marido. Desobedeciendo las instrucciones de los captores John le dice que llame ya a la policía. Patsy está parada al lado del teléfono y marca al 911. Son las 5:52. Casi sin poder respirar les implora que vayan, que su hija ha sido secuestrada. “¡Oh, mi dios!”, se la escucha gritar en la grabación.
En tres minutos dos agentes policiales llegan a la casona de los Ramsey. Mientras los policías revisan la propiedad. Burke ya se ha despertado. Su madre, alterada y llorando, había entrado a su habitación y prendido la luz buscando a JonBenét.
Patsy está desesperada. Llama al matrimonio White, a otra pareja de apellido Fernies y a su pastor, el reverendo Hoverstock. Rápidamente están todos ahí, dispuestos a ayudar. John les pide un favor: que se lleven a Burke a otro lado porque la casa es un caos.
No hay ninguna entrada que parezca forzada. Un oficial, Rick French, llega hasta una puerta del sótano que encuentra cerrada. No le da importancia, está buscando por dónde puede haber escapado el captor con la menor. La única habitación que los primeros policías acordonan con cinta es la de JonBenét. Están convencidos de que la menor ha sido víctima de un rapto. Esperan el llamado del secuestrador de un momento a otro, pero el teléfono sigue callado. John ya tiene disponible el dinero que le piden.
Errores poco profesionales
Los amigos y familiares que han ido llegando esa mañana lo tocan todo: mesadas, objetos, puertas, vajilla. Pretenden ayudar sin darse cuenta de que están arruinando el escenario de un crimen que todavía desconocen.
Los padres se desesperan, los secuestradores no llaman. Cerca de las 8, arriba a la escena Linda Arndt, detective de la policía de Boulder. Ella es quien le pide a John Ramsey (53 años por ese entonces) que vuelva a registrar la casa con mucha atención en busca de “algo inusual”. John recomienza la búsqueda acompañado por su amigo Fleet White. Ocho horas después de haber encontrado la nota, en una habitación del sótano de la mansión, detrás de aquella puerta que no había abierto el primer oficial, John halla a JonBenét. Grita apenas prende la luz. El pequeño cuerpo está envuelto en una manta blanca. Tiene los brazos hacia arriba y atados por las muñecas. Una cinta adhesiva le cubre la boca. John quita esa cinta e intenta desatar la cuerda que ata sus manos, pero el nudo es demasiado firme. Ella tiene también una cuerda incrustada en el cuello que fue atada de una manera sofisticada. Su hija está azulada, rígida. John no puede evitarlo, la levanta en sus brazos y la lleva al piso de arriba. La coloca a los pies del árbol de Navidad. Los agentes se apresuran a tomarle el pulso para confirmar lo obvio. Patsy escucha los gritos de su marido y, venciendo la resistencia de sus amigos, ingresa al living y se arroja sobre su hija a los alaridos. Son evidentes las connotaciones sexuales de los hechos.
En la palma de la mano izquierda de JonBenét se puede ver el dibujo de un corazón hecho con tinta roja; en la mano derecha, lleva un anillo en el dedo medio. Ingenuas cosas de niña que ya no tienen ningún sentido.
El escenario es enorme. La casa tiene 9 puertas que dan al exterior y 104 ventanas, de las cuales 100 también dan al jardín. Una sola de las puertas de la casa estaba abierta esa noche y una de las altas ventanas del sótano también se encontraba completamente abierta y tenía roto uno de sus vidrios. El mismo John explica que unos meses antes lo había quebrado para entrar porque había olvidado las llaves. Por otro lado, es raro porque esa ventana tiene una telaraña intacta. ¿Podría haber pasado alguien sin romperla?
La policía, que venía cometiendo serios errores al dejar que la escena fuera contaminada, pisada y toqueteada por muchos, insistió en ese fatídico derrotero: esa misma noche permitió que la familia sacara el cuerpo del lugar y no se les ocurrió interrogar por separado al matrimonio Ramsey.
Esos primeros movimientos tan poco profesionales de la fuerza policial generaron controversia y tuvieron graves consecuencias hasta el día de hoy.
Torturada antes de morir
La autopsia preliminar de JonBenét se realizó al día siguiente. Los peritos forenses sostuvieron que había muerto por estrangulamiento asociado a un trauma en la cabeza que le provocó hundimiento de cráneo. No establecieron qué sucedió primero. Le habían atado las manos con la cuerda y luego se la habían pasado por el cuello. El ahorcamiento se había realizado con un “garrote” confeccionado con esa misma correa de nailon blanca y el mango de una brocha de pintura artística de Patsy quebrada en tres pedazos. Era una ligadura compleja, confeccionada por alguien que sabía cómo hacerla. Producto de la estrangulación la pequeña tenía sangrado en sus ojos y dentro de su cuello y cerebro. El cráneo presentó, además, una fractura de casi 22 centímetros de largo. El garrote había quedado clavado en el cuello con una profundidad mortal. Tenía lastimaduras e inflamación en la zona vaginal, varias raspaduras detrás del hombro derecho, en la parte baja de su espalda y en su pierna izquierda. La presencia de varias marcas oscuras, equidistantes y redondas, para algunos sugerían que podría haber sido inmovilizada con una pistola paralizante. Fibras microscópicas de la pintura de la brocha de madera fueron encontradas en el cadáver lo que parecía indicar que había sido penetrada con la misma. Sheila Rappaport, fiscal de Denver especializada en abusos y crímenes contra menores, sostuvo que el patrón de heridas era compatible con un ataque sexual.
La policía creyó que las armas usadas para golpearla podrían haber sido un bate de béisbol de la familia que fue hallado fuera de la casa y una linterna que también era de ellos y que apareció en la cocina. No pudieron probarlo.
JonBenét había sido torturada mientras estaba con vida. Eso podían asegurarlo.
El 31 de diciembre de 1996 se realizó el funeral de JonBenét. Fue enterrada al lado de su hermana mayor.
Las pistas concretas eran la soga blanca sintética; la brocha de madera rota de diez centímetros que tenía la palabra “Korea” impresa con tinta dorada; la cinta adhesiva; su camiseta blanca de mangas largas sin cuello con una estrella plateada al centro y su ropa interior. En su bombacha y entrepierna, además de manchas de orina y sangre (provocada por la penetración de la brocha rota), hallaron mezclado una buena cantidad de un ADN de un masculino desconocido. No era semen, podían ser más bien células de la piel y saliva. Además, estaba esa extraña carta de rescate.
El 15 de enero de 1997 el equipo de investigaciones de Colorado recibió las muestras de ADN recolectadas de debajo de las uñas y la bombacha de la menor. Era de un hombre blanco. Se comparó con el ADN de los miembros de su familia y de otros conocidos y posibles sospechosos. No coincidió con nadie.
¿De quién era ese rastro biológico de un hombre desconocido? Pero esto no trascendió de manera inmediata. Ni la prensa ni la familia lo supieron enseguida.
Familia bajo sospecha
Desde el principio, el equipo de investigación miró hacia dentro de la familia. Percibían que Patsy lloraba demasiado y que John se mostraba bajo un excesivo autocontrol. Además, esos padres no se abrazaban como hubieran esperado. A la detective Linda Arndt no le gustó nada que fuera John el que encontrara el cuerpo. Cuestionó que, cuando ella le pidió que revisara la casa, él fue directo al sótano. ¿Sabía dónde estaba su hija desde antes?
El agente Steve Thomas, el detective a cargo, era voluntarioso, pero venía del área de narcóticos y no tenía ninguna experiencia en homicidios. Apuntó sin dudar contra los Ramsey. Una de las primeras teorías de Thomas fue que la asesina era su madre Patsy: en un ataque de furia porque su hija se había hecho pis en la cama una vez más, la había golpeado mortalmente en el baño contra algo y, luego, había simulado un secuestro para tapar la muerte. Pero Jonbenét, según los forenses, estuvo viva mientras era torturada momentos antes de morir, eso lo prueban las hemorragias en sus ojos y su corazón. Patsy no podría haber estado armando el escenario al mismo tiempo. Además, la sábana de su cama no estaba mojada y no parecía razonable semejante salvajismo contra su hija por haberse hecho encima.
Thomas insistió con su hipótesis y llegó a escribir un libro donde señaló a Patsy. Para él que fueran ricos y poderosos había sido el principal escollo de la investigación: les habían permitido cosas que a gente de clase media o baja no se lo hubieran dejado hacer. Años después Thomas fue demandado por John Ramsey por 80 millones de dólares y todo terminó en un acuerdo no revelado.
Lo cierto es que durante meses los resultados de las muestras de ADN no se hicieron públicos y la familia quedó bajo la presión de la lupa de los medios y de la sociedad. Thomas terminó admitiendo que, de acuerdo con el FBI, habían demorado la publicación de la información sobre el ADN para poder así presionar a la familia y obtener una posible confesión.
Los investigadores filtraban la información que deseaban. La prensa, con los pocos datos que tenían, armaba historias de alto voltaje mediático. Las hipótesis iban y venían, muchas montadas sobre datos falsos o interpretaciones personales. La sociedad, los detectives y los periodistas estaban divididos en dos bandos: la mayoría apuntaba directo a la familia; algunos pocos creían que había existido un intruso.
Cada cosa que hacía el millonario John Ramsey molestaba. Por ejemplo que, al ver que se sospechaba de toda la familia, contratara caros abogados para defenderse. Si bien los Ramsey entregaron lo que se les pidió (muestras de sangre, cabellos y de escritura) por consejo de sus letrados dejaron de hablar con la policía. John tomó también a una empresa de relaciones públicas para dar algunas entrevistas e intentar cambiar el curso negativo que había tomado la opinión pública sobre ellos.
El pediatra de la víctima, Francesco Beuf, declaró que él nunca había visto algo que sugiriera que la pequeña pudiera haber experimentado algún abuso: “No vi ni el más mínimo síntoma de que hubiera abuso emocional o físico. Era una chica muy querida por su familia al igual que su hermano”.
La controvertida nota de secuestro
John y Patsy entregaron agendas, blocks y escritos para que fueran analizados por peritos calígrafos.
La carta de rescate concentraba la atención de todos por dos motivos relevantes. Uno: la suma exigida (118.000 dólares) no era una cifra redonda y era similar al bono recibido poco antes por John Ramsey en su compañía (118.700 dólares). Dos: parecía haber sido escrita en el anotador de Patsy. El experto Jeff Kithcart, quien lo analizó, dijo haber encontrado en una hoja lo que creía era el primer párrafo de un posible borrador de dicha nota.
En esas dos carillas y media halladas en la escalera se podía leer: “Señor Ramsey, escuche cuidadosamente. Somos un grupo de individuos que representamos una pequeña facción extranjera. Nosotros respetamos sus negocios pero no al país al que sirven. En este momento tenemos a su hija en nuestro poder. Está a salvo y no fue lastimada y, si quieren volverla a ver en 1997, deben seguir las instrucciones de esta carta. Tienen que sacar 118.000 dólares de su cuenta: 100.000 en billetes de 100 y el resto 18.000 en billetes de 20. Asegúrense de llevar un portafolio de tamaño adecuado al banco. Cuando vuelvan a casa deberán poner el dinero en una bolsa de papel madera. Yo los llamaré entre las 8 y las 10 de la mañana de mañana para decirles cómo se entregará. La entrega será agotadora así que les aviso que descansen. Si vemos que han tenido el dinero antes, podríamos llamarlo para arreglar una entrega anticipada del dinero y tendrían antes a su hija. Cualquier desvío de mis instrucciones puede resultar en la inmediata ejecución de su hija. Y también se les denegaría el acceso a sus restos para un entierro apropiado. Los dos hombres que vigilan a su hija no lo aprecian a usted especialmente así que le prevengo que no los provoque. Hablar con cualquiera sobre la situación, como la policía, el FBI, etc, podría resultar en que su hija fuera decapitada. Si lo encontramos hablando con un informante, ella muere. Si alerta a las autoridades del banco, ella muere. Si el dinero es de cualquier manera marcado o falsificado, ella muere. Usted será escaneado para hallar artefactos electrónicos, si encontramos alguno, ella muere. Puede intentar engañarnos, pero le advertimos que estamos familiarizados con las fuerzas de la ley y sus tácticas. Tiene un 99 por ciento de posibilidades de matar a su hija si intenta ser más astuto que nosotros. Siga nuestras instrucciones y tendrá un cien por ciento de posibilidades de volver a verla. Usted y su familia están bajo constante vigilancia al igual que las autoridades. No intente pasarse de vivo John. No es usted el único poderoso por acá, así que no piense que el crimen sería algo difícil. No nos subestime John. Use ese buen sentido común de los sureños. Ahora todo depende de usted John. ¡Victoria! S.B.T.C.”.
La carta era entre ingenua y absurda para un secuestro real. ¿Qué intruso se tomaría tanto tiempo para escribir antes o después de haber cometido semejante crimen? ¿Nota y cuerpo en la misma locación? Resultaba extraño.
Durante la investigación se determinó que la letra no era de John, pero el resultado caligráfico de Patsy no fue concluyente. Sostuvieron que la letra se parecía demasiado a la de la madre de la víctima. La experta en caligrafía Cina Wong encontró más de doscientas similitudes con la letra de Patsy. Wong nunca se desdijo a lo largo de los años.
Más adelante en el tiempo, en 2006, el agente del FBI Ron Walker, volvió a decir que la carta era inusualmente larga para un rapto y que el pedido no era nada habitual porque la cifra era baja y mencionaba un número específico que no era cerrado. Otro experto del FBI, Roger Depue, ese mismo año, concluyó que el perfil del autor de la carta con el pedido de rescate encajaba perfectamente con el de Patsy y dijo creer que había sido escrita para confundir las verdaderas razones por las cuales murió la menor.
Patsy no se enteró jamás de esto. Poco antes el cáncer de ovarios, contra el que batallaba desde hacía trece años, la había vencido.
Rumores y acusaciones ¿infundados?
En septiembre de 1998, un gran jurado fue convocado para estudiar el caso. Los Ramsey no fueron llamados a testificar frente al mismo. El equipo de fiscales llamó a los mayores expertos del país para analizar letras. Uno fue el profesor Donald Foster, famoso por haber conectado a Ted Kaczynski con el manifiesto de Unabomber. Foster dijo, en 1999, que pensaba que había sido escrita por Patsy. Pero hubo controversia al respecto porque resulta que seis meses antes le había dicho por carta a la mismísima Patsy que creía en su inocencia de manera “inequívoca”. Todos dudaban y nada cerraba. No podían afirmar que Patsy hubiera escrito la nota de rescate luego de que la examinaran seis expertos en caligrafía (dos eran parte del servicio secreto).
Un año después, en octubre de 1999, si bien trascendió que el gran jurado habría pensado en imputarlos por poner en riesgo mortal a su hija, lo cierto es que el fiscal Alex Hunter anunció que no tenían suficiente prueba para acusarlos por homicidio.
¿Sabían los padres qué había pasado esa noche? ¿De quién era el ADN de la escena? ¿Quién era ese hombre blanco dueño del rastro siniestro?
En todo ese tiempo transcurrido desde el crimen existieron rumores de todo tipo que ponían en la mira a la familia. Algunos sostenían que, luego de la llamada al 911, Patsy había colgado mal el teléfono permitiendo que se escucharan otras voces. Según los trascendidos, la voz de un hombre (que podría ser John) decía: “No vamos a hablar más contigo”; luego otra voz decía: “Ayúdame Jesús” ó “¿Qué hiciste? Ayúdame Jesús”; y, luego, una voz suave como de un niño (que podría ser Burke) agregaba: “¿Qué encontraron?”. La grabación fue analizada en nueve oportunidades por el FBI y por el Servicio Secreto: no encontraron ninguna otra voz más que la de la operadora y la de Patsy.
Los medios sugerían que el padre la abusaba; que la madre la explotaba con los concursos de belleza y que le tenía celos; que su hermano la podría haber asesinado harto de que ella fuera el centro de la familia. Esta teoría sobre Burke se apoyaba en el hecho de que, en el verano de 1994, había golpeado a JonBenét con un palo de golf en el rostro. Un accidente infantil que terminó con un cirujano estético reconstruyendo la mejilla de JonBenét. Durante otra pelea, Burke habría arrojado materia fecal sobre la cama de su hermana. Para rematar estas sospechas decían que trece días después del crimen, le habría dicho a su psicóloga Suzanne Bernhard: “Ahora estoy recuperando mi vida”. ¿Podrían sus padres haber mentido para protegerlo? ¿Podría Patsy haber escrito esa nota para desviar la atención? Una fuente razonó con bastante lógica que Burke “tenía 9 años. No podría nunca haber hecho algo tan sofisticado y no tenía ni las habilidades ni la fuerza. Además, no era un niño muy coordinado. El garrote fue hecho mientras la pequeña estaba viva. Nadie que tuvo conocimiento del caso pensó seriamente que Burke podría haberlo hecho”. En 2016 un documental de CBS apuntó otra vez contra Burke. Él, con 29 años, los demandó por 750 millones de dólares. Otra vez se llegó a un acuerdo extrajudicial.
La revista Vanity Fair llegó a publicar la versión de que la menor había fallecido mientras sus padres practicaban con ella un juego sexual. Hubo tabloides amarillistas que titularon que había peligro de que la madre asesinara a su otro hijo y que John Ramsey había abusado también de su hija mayor Elizabeth. Melinda, la única mujer que queda viva de los cinco hijos de John Ramsey, aseveró no poder creer las cosas horrendas que se dijeron de su padre y de la familia. John Ramsey, en el nuevo documental de Netflix, sostiene: “Fuimos juzgados en el tribunal de la opinión pública y, para ese momento, estábamos casi condenados”.
La teoría del intruso
Regresemos a las pruebas. Lo cierto es que también había evidencia de que esa noche navideña pudo haber existido un intruso. La mansión no era un castillo inexpugnable. Se habían encontrado dos ventanas levemente abiertas para que pasaran los cables de las luces de navidad del interior al jardín; una ventana alta y rota en el sótano y una puerta sin llave. La perfecta telaraña de la ventana rota parecía anular la posibilidad de ese ingreso. Aunque llamó la atención encontrar debajo de ella una valija que podría haberse usado para pararse y alcanzarla. El atacante podría haber entrado por otro lado y haber utilizado una pistola paralizante para obligar a bajar a JonBenét en silencio hacia el sótano. Ese sujeto ¿conocía bien la casa y las rutinas familiares? ¿Por qué sabía el monto del bonus de John?
Si bien el atacante dejó sus rastros de saliva o células en la ropa interior de JonBenét y un pelo púbico, ninguno de los testeados dio positivo.
Hubo otros sospechosos que fueron surgiendo:
-Gary Howard Oliva era un pedófilo que vivía cerca de los Ramsey. En 1991 había abusado de la hija de 7 años de una vecina. Sus propios amigos dijeron que él les había admitido haber “lastimado a una pequeña”. Reconoció estar obsesionado con el caso. El ADN dio negativo. En 2016 fue detenido por abuso a menores y fue liberado este año.
-John Mark Karr, un profesor de primaria que estaba en Tailandia. Desde 2002 a 2006 se contactó regularmente por mail con un periodista a quién le aseguró ser el asesino de JonBenét: la había abusado, drogado y asesinado accidentalmente. En el mail se hacía llamar Daxis y conocía un detalle familiar de un sobrenombre que no había sido jamás publicado. El periodista recurrió a la policía y le tendieron una trampa: le enviaría el original de la última foto de JonBenét con vida por UPS. Daxis aceptó y le dió un buzón de correo en Bangkok. Lograron arrestarlo en agosto de 2006 cuando la fue a retirar. Así supieron su nombre. En 2001 Karr había sido arrestado por posesión de pornografía infantil en California, pero había logrado escapar del país antes de ser enjuiciado. El esfuerzo fue inútil: su ADN tampoco coincidió.
-Bill McReynolds era un profesor y periodista jubilado y un gran amigo de la familia. Le gustaban los niños y vestirse de Papá Noel para las fiestas. Lo hizo en numerosas ocasiones en la misma casa de los Ramsey. Después de que sospecharan de él decidió mudarse a otro estado. Murió de un ataque al corazón en septiembre de 2002.
-Michael Helgoth vivía en la zona y contaba con antecedentes por agresión sexual. Murió en 1997, poco después del crimen de JonBenét, en un aparente suicidio. Se dijo que su familia tenía una grabación con su confesión; que tenía un par de botas que coincidían con una huella hallada en la escena y que era dueño de una pistola paralizante. El análisis de su ADN dijo “no”.
-Chris Wolf, un reportero de Colorado cuya novia lo denunció como posible sospechoso luego de que él se ausentara súbitamente esa Navidad. Ella recordó que él solía hablar de manera hostil sobre John Ramsey y su compañía y que sus críticas remitían a la nota de rescate. John y Patsy Ramsey también sospecharon de él. La policía dijo haberlo descartado luego de que fuera investigado.
-John Brewer Eustace, un hombre que había secuestrado y violado a un bebé de 2 años en Charlotte. En su casa hallaron un santuario dedicado a JonBenét. Tenía una coartada sólida de la fábrica donde trabajaba.
-Randy Simons, un fotógrafo de 66 años que fue detenido en 2019 acusado de 15 cargos de pornografía infantil y condenado a diez años de cárcel. Simons había sido interrogado en 1997 porque era quien había hecho, seis meses antes del homicidio, el portfolio de fotos de JonBenét. Según su ex amiga Pamela Griffin, “después de la muerte de JonBenét comenzó a actuar de forma extraña. Me decía: ‘Tengo la corazonada de que el Departamento de Policía de Boulder piensa que fui responsable de la muerte de JonBenét, y no puedo probar que no lo hice. No tengo una coartada para el día de Navidad de 1996″. Contó, además, que Simons tenía un barrilete con el mismo tipo de cuerda que la que había usado el asesino. La había visto cuando llevó a su propia hija para una sesión de fotos y él usó el barrilete. El examen de ADN de Simons dio negativo.
Perturbados y locos había muchos, pero ninguno parecía ser el asesino que buscaban. Salvo que las pruebas estuvieran mal hechas o muy contaminadas. Quién sabe.
La vida que siguió al crimen
Patsy murió una década después del asesinato de su hija con 49 años. John Ramsey se había volcado a la política un par de años antes de quedar viudo. Luego de la muerte de Patsy, salió un tiempo con Beth Holloway, la madre de Natalee, una joven de 18 años desaparecida en Aruba en 2005. Unidos por el espanto no llegaron a nada. En 2011 John volvió a casarse con Jan Rousseaux, y se mudó a Michigan.
La casona del horror se vendió y los nuevos dueños debieron enrejar la propiedad para evitar el turismo del morbo.
En 2008, hubo nuevos testeos de ADN sobre el vello púbico hallado en la escena. Una vez más los Ramsey quedaron excluidos. Fue entonces que la fiscal de Boulder, Mary Lacy, decidió exonerarlos públicamente.
Pero en el colectivo imaginario de la gente quedaron dudas sobre el papel de la familia. Incluso aquellos que los defendían pensaban que quizá, con tanto certamen de belleza y vestimenta sexy, habían contribuido a colocarla en la mira de un depredador sexual.
En los tiempos previos al homicidio habían ocurrido, en los barrios cercanos, más de cien robos. Y, en esa Navidad del ‘96, habitaban en el radio de tres kilómetros de los Ramsey, nada menos que 38 abusadores sexuales registrados.
Burke cumplirá 38 años el próximo 27 de enero. La primera y única vez que habló con la prensa del crimen fue en 2016, en una entrevista en el programa Dr. Phil. Algunas de sus frases fueron: “Recuerdo a mi madre revisando mi habitación esa noche, diciendo “¿dónde está mi bebé, dónde está mi bebé?”; “Mi papá me dijo que JonBenét estaba ahora en el cielo y comenzó a llorar”; “Sé que piensan que yo lo hice, que mis padres lo hicieron”.
Burke no volvió a hablar, pero un familiar cercano, reveló: “La familia intentó protegerlo, pero no puedes proteger a un niño del hecho de que su hermana fue asesinada y que todos piensen que su familia lo hizo o él mismo lo hizo”.
Hoy es siempre
En los últimos meses el caso volvió a cobrar fuerza. Según John Ramsey hay siete piezas clave de evidencia que deberían ser testeadas por otros laboratorios. Entre otras, el garrote utilizado para estrangular a su hija, una soga hallada en el cuarto de invitados que los Ramsey dijeron que no les pertenecía y una manta.
El departamento de policía de Boulder, el pasado mes de noviembre, sostuvo que no hay nada para testear nuevamente: “La afirmación de que hay evidencia viable y pistas que no estamos siguiendo, incluidas pruebas de ADN que no hicimos, es falsa”. A pesar de eso el nuevo jefe de la policía de Boulder, Stephen Redfearn, admitió que “hay cosas que podrían haberse hecho mejor”. Se reunió con John Ramsey para escucharlo y le aseguró: “Estamos comprometidos en seguir cada pista y vamos a seguir trabajando con los expertos en ADN y nuestros asociados en todo el país hasta que este caso sea resuelto”.
Todavía la grieta entre la familia y la policía parece abierta.
John, quien ya cumplió 81 años en noviembre y lleva 28 viviendo bajo la sospecha generalizada, dice que solo busca paz para los tres hijos que le quedan y sus nietos. Para él hay laboratorios sofisticados que podrían ayudar y que serían capaces de analizar las muestras sin consumirlas: “Creo que podría resolverse si la policía aceptara ayuda desde fuera del sistema”.
Los que creen en su inocencia están convencidos de que el ADN ha sido un problema desde el inicio del caso por la contaminación que hubo en la escena. Si esto fuera así, todos los sospechosos seguirían siéndolo. John Ramsey menciona que el asesino podría ser el mismo que seis meses después, en la misma ciudad y en un barrio cercano, se introdujo en una vivienda e intentó violar a una menor de 14 años mientras la familia dormía. Insiste: “Por la salud de mis hijos y de mis nietos, esta nube oscura que pesa sobre el nombre de mi familia necesita ser disipada. Ellos tienen que poder seguir adelante con sus vidas y cerrar este capítulo”. Espera que el documental Cold Case: who killed JonBenét Ramsey (Casó no resuelto: quién mató a JonBenét Ramsey) de tres capítulos que estrenó Netflix a fines de noviembre de 2024, donde la teoría del intruso cobra fuerza, ayude al esclarecimiento definitivo del homicidio de su hija.
Si viviera, JonBenét tendría 34 años. La realidad es decepcionante, desde hace 10.231 días no se sabe quién fue su asesino.