“Mi transformación o transición comenzó cuando era muy chiquita, tenía cuatro años, estaba en jardín de infantes y me sentía incómoda usando ropa de nenes y haciendo cosas de nenes. El cambio fue paulatino pero seguro. Diría que cuando terminé la secundaria decidí empezar de a poco”, cuenta Sofía Monserrat Gastiarena, profesora de inglés tanto en escuelas primarias como secundarias de General Madariaga, ciudad donde reside desde que nació, quien en diálogo con Infobae continúa con su presentación: “Tengo treinta años, soy trans, ¿qué le diría a las infancias y a las adolescencias LGBT? -sigla compuesta por las iniciales de las palabras Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans que contiene a personas con orientaciones sexuales e identidades de género relativas a esas cuatro palabras, así como las comunidades formadas por ella-. Que busquen gente que los apoye, es esencial”.
La decisión y la elección de vida de Sofía estaba tomada y siguió adelante con lo que sentía: “Primero varié mi fisonomía, mi imagen para que condiga con lo que yo era, mi ropa, luego me dejé el pelo largo, comencé a maquillarme. Y en los últimos años la verdad es que nunca padecí bullying, al principio sí, más en la primaria. Así, más o menos a los 18, decidí ser Sofía”, le confió a los colegas de Madamax, Canal 12, en una charla tan íntima como sincera.
El cambio de identidad lo resolvió de manera práctica y sencilla. Le consultó a su mamá qué nombre había pensado si hubiese nacido con el género que de verdad sentía. Sofía fue la respuesta, al que ella eligió agregarle Monserrat para sumarle un detalle especial, fuera de lo común.
Con el tiempo, mientras estaba estudiando el profesorado de inglés obtuvo su nuevo documento y así pudo cerrar otra parte importante de su interesante historia: “No me siento discriminada para nada, soy una más. En el momento que recibí el DNI mis compañeras profesoras del Instituto 59 de Madariaga me aplaudieron, recibí cariño. Me resultó liberador, sentí como un peso menos, más que simbólico, parece una pavada, pero para la comunidad LGBT es muy significativo. Yo tengo suerte porque no mucha gente trans es acompañada como lo hizo mi familia y amigas y amigos. Mi mamá fue fundamental, me acompañó en los tratamientos hormonales, pese a formar parte de una generación distinta, quizá con menos información. Triunfó el amor que nos tenemos. Pero soy consciente de que a mucha gente su propia familia no la acepta y es forzada a tener que sobrevivir en la calle porque se van o la echan de sus propias casas”.
-¿Tu madre siempre te apoyo o le costó?
-Al principio sentí cierta resistencia de su parte, no de mi padre. Por ese entonces vivíamos con papá y era bastante difícil la relación. Pero después me di cuenta de que ella lo hacía por miedo a que alguien me pudiera hacer mal o dañarme por mi decisión. Creía que lo que yo sentía se podía llegar a modificar. Pero después se convenció de que no, paró la resistencia, tuvo que hacerse a la idea y todo cambió.
-¿Sentiste miedos durante la transformación?
-Claro. Dejé de lado mi sexualidad, hasta que terminé el secundario no me sentía atractiva para mí misma y mucho menos para el mundo exterior. Empecé a darme cuenta de que mi cuerpo cambiaba y no era de la forma que yo deseaba. Tenía miedo de los cambios lógicos de una persona masculina. No quería que me saliera pelo ni crecer de manera muscular, mi voz me sonaba extraña. Ahora se llama disforia de género, pero en aquel entonces no tenía ni siquiera un nombre en particular. Eran todos temores, sumale a eso el miedo a la estigmatización social porque ésta es una ciudad bastante chica. No teníamos tampoco leyes como la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) que ayuda un poco a normalizar, entre comillas. Ahora los chicos van sabiendo que existe la diversidad de género, muchas sexualidades, pero en aquel entonces no se hablaba y menos en el colegio. Nos dividían en grupos por género, por ejemplo en Educación Física o en las propias filas que hacíamos, era muy muy binario todo. Hoy por suerte cambió todo absolutamente. De hecho, en mi último año ya no concurrí a las clases de gimnasia porque no me sentía cómoda estando con varones. Mi madre fue a hablar y se planteó la idea de rendir libre la materia.
-Pero pese a todo nunca paraste con los cambios que tenías decididos, ¿verdad?
-No, siempre fui muy femenina, me pintaba las uñas, los ojos, claro. Iba probando de a poquito. Y si no te dicen nada o rechazan, probás un poco más. En mi casa ya sabían todos, pero bueno, el desafío era demostrarle al resto. Lo hice con tenacidad, sintiéndome segura. Eso me llevó a lograr lo que soy. Hoy me siento agradecida en muchos aspectos, porque logré ser docente, trabajo de lo que me gusta, me formé. No hubiera podido llegar a ser lo que soy sin el apoyo de mi familia. Además me gusta mucho estudiar, tuve facilidad, me encanta el idioma inglés y otros también. Estudié en la Escuela 59 donde hoy enseño, es un orgullo.
-¿Cuando cursabas el profesorado cómo te sentiste, porque ya habías logrado muchos cambios?
-Ya iba vestida como mujer, tenía el pelo largo, apariencia femenina, pero no había hecho el cambio de nombre en el DNI. De hecho, a mitad de año de la cursada, creo que fue en segundo o tercero de la carrera, mis compañeras, hoy profesoras, vinieron a felicitarme porque justo había recibido el DNI. No recuerdo bien, pero creo que fue en 2017 ó 2018. Hasta ahí figuraba con mi nombre anterior con el que nací. Profes y compañeros me aceptaron siempre.
-Me decías previo a la nota que la comunidad también se portó muy bien con vos.
-Me siento totalmente querida y respetada por mis pares, por mis alumnos y alumnas, trabajo tanto en primaria como en secundaria. Cuando empecé a trabajar mis grandes miedos estaban en cómo me iba a ir en la secundaria, porque era un colegio que yo caminé cuando era chica. Así que en algún punto me retrotrajo a esa época, pero resultó otra gran experiencia.
-¿Pese a todo sentís que la discriminación y falta de oportunidades están siempre presentes en la sociedad en la que vivimos?
-A las personas trans nos cuesta muchísimo insertarnos en la vida laboral, es una realidad. Yo pude hacerlo en el Estado. Lamentablemente en el sector privado todavía existe discriminación y estigmatización.
-¿Dónde comenzaste a ejercer?
-En la Escuela 2 donde hoy soy titular de primaria y secundaria y trabajo feliz. Nunca tuve que enfrentar ningún tipo de destrato, ni ningún comentario fuera de lugar. Padres y alumnos fueron y son muy respetuosos conmigo.
-Me insistieron con que sos muy querida y respetada en la sociedad pero también en la comunidad LGTB.
-Es verdad, lo siento así y estoy muy agradecida por el afecto y la contención que recibo. Trato de hacer todo lo que puedo por mis compañeras y compañeros. Me preocupa que para el colectivo la esperanza de vida no sea muy alta. Además soy consciente de que es muy difícil conseguir trabajo y que nos acepten y respeten la ley de cupo laboral trans, más allá de que fue un gran avance en la sociedad argentina ya que nos permite acceder a trabajos que quizás antes no hubiésemos podido por nuestra condición de género. Hay un gran cambio, pero aún falta muchísimo. No quiero que dejemos de preguntarnos dónde está Tehuel de la Torre (N de la R: un joven transgénero de 21 años, desapareció el 11 de marzo de 2021 en Alejandro Korn, Buenos Aires, mientras buscaba trabajo). Me preocupa sobremanera su ausencia.
-¿Tenés pareja?
-Ese tema en la comunidad trans usualmente es un poco difícil, no siempre se da. No por nosotras, sino por los hombres que pueden resultar estigmatizados. Porque claramente aún sigue ese fantasma de que nos relacionan con la prostitución y con lo prohibido. Y a aquel que se sienta atraído le van a cuestionar su sexualidad. Existe un común imaginario, digamos negativo. Las relaciones románticas para nosotras son complicadas, más ocultas y esporádicas. No nos llevan a tomar un helado a la tarde en un parque o una plaza.