La historia de Brendan Fraser es una de esas raras pero poderosas lecciones de resiliencia, sacrificio y renacimiento. Desde su época dorada en Hollywood, donde era considerado el “niño bonito” de la pantalla, hasta su regreso triunfal en “La Ballena”, el actor canadiense vivió una montaña rusa de transformaciones físicas y emocionales que marcaron su carrera y su vida privada. El artista cumple hoy 56 años, de los cuales pasó varias décadas entre el sube y baja de la fama de la industria del cine estadounidense.
Fraser saltó a la fama a mediados de los 90, con papeles que lo consagraron como una estrella en ascenso: el torpe y carismático George de la selva (1997) o el divertido Encino Man (1992). Pero ese físico esculpido y su capacidad para realizar piruetas lo pusieron en el ojo del huracán de la fama, llevándolo a sufrir un desgaste físico que lo marcaría para siempre. Como reveló en varias entrevistas, su obsesión por cumplir con las expectativas del sistema, que lo veía como un “actor de acción” atractivo y atlético, lo llevó a forzar su cuerpo a límites insostenibles.
Brendan Fraser pone el cuerpo
En declaraciones a la prensa, Fraser compartió que su carrera como “niño bonito” de Hollywood tuvo un precio elevado. “Mi cuerpo se desintegraba”, confesó. Su salud se complicó por acrobacias peligrosas, saltos, peleas físicas y maratones de rodajes. Las lesiones fueron acumulándose con el tiempo: fracturas, cirugías en la columna, reemplazos de rodilla, hasta una operación para reparar sus cuerdas vocales. El actor se comparó con el caballo de Rebelión en la granja de Orwell, que trabajaba en forma incansable hasta casi su destrucción. Su físico ya no era el mismo, y el Hollywood que una vez lo adoró lo dejó de lado. Su cuerpo estaba tan mal que tuvo que construirse “un exoesqueleto” con cinta adhesiva, hielo y “protectores de ciclismo”. Luego pasó siete años entrando y saliendo del hospital para ser operado y reparar los daños.
Debido a su estado físico, los diarios y blogs de chismes se volvieron cada vez más crueles con Fraser. Los críticos se horrorizaron al descubrir que la estrella había sucumbido a los procesos cotidianos del envejecimiento, y había perdido sus característicos abdominales y su larga cabellera. Por ejemplo, Daily Mail publicó una noticia entera sobre la estrella, y se burló de que Fraser pareciera “bastante más grande”. El título fue “¿quién se comió todos los postres?” Fraser se tomó las cosas con calma y en las entrevistas afirmó que aumentó a propósito algunos kilos para la película Peluda Venganza (2010), que le ayudó con la “comedia física” para su personaje, y sugirió que tanto los niños como los adultos se divirtieron con ello.
Fraser nunca dejó de trabajar, pero los papeles que elegía, como las exitosas películas de La momia (1999), no ayudaban a que la industria lo tomara en serio como actor. Aunque tenía carisma y popularidad, los ejecutivos de Hollywood decían que “su nombre en la marquesina es sinónimo de mediocridad”. El público adoraba su presencia en la pantalla, pero la crítica lo consideraba un “producto de taquilla”, un actor que no desafiaba los límites de su oficio. Incluso en Alto impacto (2004), la película ganadora del Oscar en 2004, muchos lo vieron más como una pieza de relleno que como un actor digno de premios.
Un encuentro con el acoso que cambió todo
En el 2003, hubo un incidente que influyó en el declive de la carrera de Fraser. El actor contó que Philip Berk, ex presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA), lo tocó inapropiadamente. El propio Berk lo admitió en sus memorias, pero lo describió como un pellizco en el trasero a modo de “broma”, hasta que el publicista de Fraser amenazó con tomar acciones legales. Brendan lo recordaba de forma diferente, contando que le invadió el pánico y el miedo: “La mano izquierda de Berk se extendió, me agarró la nalga, y uno de sus dedos me tocó. Y empezó a moverlo”. Berk lo desmintió diciendo que era “un invento total”. Aunque Fraser afirma que la versión de Berk hizo que la estrella se sintiera mal y a punto de llorar. Además, alegó que la HFPA prometió que no volvería a permitir que Berk estuviera cerca de Fraser, algo que Berk negó y la HFPA declinó comentar.
El movimiento Me Too emocionó a Fraser. Dijo que ver a sus amigas tener el valor de hablar era algo que él no tenía. Afirmó que sigue teniendo miedo. “Quizá estoy exagerando pero sólo sé cuál es mi verdad”, sostuvo el actor. A la preocupación de Fraser se le sumó el hecho de que el incidente pudo haber provocado que la HFPA lo incluyera en su lista negra. El actor sugirió en una entrevista que rara vez se le invitaba a los Globos de Oro después del 2003. “No sé si esto provocó el descontento del grupo pero el silencio fue ensordecedor”, dijo. Philip Berk negó que haya habido represalias y sugirió que la carrera de Fraser había decaído sin su ayuda.
El 2003 marcó el inicio del declive de la carrera de Brendan, que no dejaba de empeorar, como él mismo declaró: “El teléfono deja de sonar, y empiezas a preguntarte por qué. Hay muchas razones, pero ¿era ésta una de ellas? Creo que sí”, refiriéndose al incidente con Berk. Así, ese acto de agresión, sumado a otros factores personales, como su divorcio y problemas financieros, marcaron el principio de una larga ausencia de los reflectores.
Sus problemas financieros se revelaron en el 2013. Según HuffPost, Fraser estaba en bancarrota y pidió reducir el pago anual, de 900 mil dólares, de la manutención de sus hijos a su ex esposa, que lo acusó de fraude y de ocultar 9 millones de dólares en nuevos contratos. Fraser se mantuvo firme diciendo que el futuro incierto de su carrera, unido a sus problemas médicos, hizo que dejara de ganar dinero.
Sin plata y con dificultades para conseguir un éxito, Fraser cambió su carrera en la pantalla por una en el escenario, y aún así no pudo conseguir una oportunidad. En el 2010, el actor debutó en Broadway en la comedia de Simon Bent, Elling. Protagonizada junto a un fenomenal reparto de distinguidos actores como Denis O’Hare y Jennifer Coolidge, Fraser parecía estar en alza. Pero la producción terminó abruptamente luego de una semana, con sólo 22 preestrenos y nueve funciones. La obra se consideró muy íntima para un gran teatro de Broadway. Las críticas tampoco fueron muy positivas, aunque Brendan fue bien visto por su actuación. Los medios escribieron: “El Fraser panzudo y divertido es agradable, pero la elección de gritar cada línea resulta agotadora”.
Al final hay recompensa
Sin embargo, lo que parecía un final para Brendan Fraser fue en realidad solo el comienzo de su más grande reinvención. En 2022, Fraser regresó al cine con La Ballena, una película dirigida por Darren Aronofsky en la que interpretó a Charlie, un profesor de inglés que sufre de obesidad mórbida. Para este papel, Fraser se sometió a una transformación física que fue aún más radical que las de sus primeros años en Hollywood.
La preparación para el personaje fue agotadora. Las prótesis faciales y corporales, que sumaban más de 90 kilos de peso, fueron colocadas durante extensas jornadasde maquillaje. “Nunca me quejé”, confesó Fraser, a pesar de las torturas físicas y el estrés que soportó. Las prótesis que usaba no solo dificultaban sus movimientos, sino que también requerían un equipo completo para su aplicación y transporte. Incluso su capacidad para moverse por el set estaba limitada, ya que el personaje de Charlie sólo podía desplazarse en silla de ruedas.
Para Fraser, este proceso fue un testimonio de su entrega total al papel, pero también de su lucha por conectarse con un personaje tan profundamente marcado por el sufrimiento físico y emocional. La intensa preparación también incluyó un proceso psicológico, en el que habló con miembros de la Obesity Action Coalition para comprender mejor la experiencia de las personas que viven con obesidad severa.
El sacrificio de Fraser no fue en vano. Su interpretación en La Ballena tuvo el reconocimiento de la crítica. Además, obtuvo el Óscar como Mejor Actor en el 2023. “Nunca imaginé que esta película sería mi regreso”, confesó el actor.
Hoy, más que nunca, el actor se ganó un lugar en la historia de Hollywood y en el corazón de aquellos que lo vieron resurgir del dolor para reclamar su espacio en la pantalla grande.