“No hace falta que molesten a la tripulación. Nos damos por detenidos”, dijo Juan Domingo Perón apenas descendió por la escalerilla del avión en el aeropuerto de El Galeao, en Rio de Janeiro. Era casi el mediodía del miércoles 2 de diciembre de 1964 y el Vuelo 991 de Iberia, que debía continuar hacia Montevideo, llevaba dos horas detenido en la pista desde que había aterrizado puntualmente a las 9:45. Durante ese tiempo, las negociaciones entre las autoridades brasileñas y el líder justicialista se habían puesto tensas. Perón sostenía que el avión era territorio español, por la bandera de la compañía aérea, pero la dictadura brasileña, encabezada por el general Humberto Castelo Branco, le impedía continuar viaje.
Era un vuelo regular, con pasajeros que eran ciudadanos comunes que comenzaban a manifestar su descontento por la demora. Sin saberlo se habían convertido en involuntarios protagonistas del “Operativo Retorno” con la que Perón pretendía volver a la Argentina después de poco más de nueve años de exilio, desde que la autodenominada “Revolución Libertadora” lo había derrocado en septiembre de 1955.
La noche anterior, el expresidente había abordado casi de incognito el avión que partió de Madrid. Lo sacaron desde su residencia de Puerta de Hierro en el baúl de un auto que lo llevó hasta el aeropuerto de Barajas. No le sirvió de nada, porque alguien le filtró a la embajada argentina el dato del retorno, que debía ser sorpresivo. Con esa información, el gobierno argentino del radical Arturo Illia actuó rápido e hizo gestiones diplomáticas ante la Cancillería brasileña para que le cortaran en paso y lo devolvieran a España.
Por eso el avión estaba detenido en El Galeao, rodeado por 37 militares para garantizar que no se moviera de ahí. Cuando finalmente se convenció de que las autoridades brasileñas no darían el brazo a torcer, Perón tomó su portafolios y bajo a tierra, acompañado por el sindicalista Augusto Timoteo Vandor, el dirigente Andrés Framini y la representante de la Rama Femenina del Movimiento, Delia Parodi, entre otros referentes peronistas.
Casi a medianoche, todos fueron embarcados de vuelta a España en el mismo avión. Una vez en Madrid, Perón se instaló nuevamente en su casa de Puerta de Hierro. Poco después, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil dio a conocer un comunicado donde explicaba todo: “Atendiendo a la solicitud efectuada por el gobierno argentino y dentro del más elevado espíritu de colaboración existente entre ambos países, el gobierno brasileño estuvo de acuerdo en interrumpir en Río de Janeiro el viaje que el señor Juan Perón realizaba en avión de Iberia. El señor Perón regresó a Madrid el mismo día de su arribo y en el mismo avión que le condujera a este país”.
Casi al mismo tiempo, el canciller argentino Miguel Zavala Ortiz dio las razones de su gestión para detener al general exiliado: “El viaje de Perón respondió a un propósito netamente subversivo”, dijo sin eufemismos en una conferencia de prensa. Entonces, las razones del gobierno de Arturo Illia para frustrar el “Operativo Retorno” quedaron a la vista de todos.
Una vuelta anunciada
Lo único “secreto” del intento de Perón para regresar a la Argentina eran el día, la hora y el vuelo, porque desde principios de 1964 el líder justicialista venía anunciando su vuelta. De hecho, la noche del 31 de diciembre de 1963, durante la celebración del año nuevo en Puerta de Hierro, al sonar las 12 de la noche, el general levantó su copa y dijo para que lo escucharan todos los presentes: “Este es el último advenimiento de un Año Nuevo que celebro fuera de mi Patria”.
Reiteró sus intenciones en una grabación que envió al país para que fuera difundida durante los actos del 17 de octubre, el Día de la Lealtad peronista: “Espero que sea el último 17 de octubre que pase alejado de ustedes, porque mi decisión de retorno es irrevocable, no solo porque lo anhelo, sino también porque el destino del país impone la necesidad de terminar con la ignominia del odio, para dedicarnos a su pacificación, punto de partida imprescindible para su reconstrucción (…). Así regresaré, agotando las instancias para que sea con tranquilidad. Pido a la Providencia que no sea necesario hacerlo en otra forma, aunque ya no será ni mi culpa ni la del pueblo”, decía en el mensaje grabado.
Para entonces ya estaba funcionando la comisión encargada de organizar el viaje para traerlo desde Madrid, integrada por Vandor, Parodi, Framini, el abogado Carlos Lascano, el exgobernador de Jujuy Alberto Iturbe y el financista Jorge Antonio. Sin embargo, nada se sabía de la fecha ni de los detalles. Entre los peronistas -y entre quienes no lo eran también- comenzaron a correr todo tipo de rumores, revitalizando el mito del misterioso “avión negro” en el que se decía que Perón regresaría a la Argentina. La más difundida afirmaba que el líder aterrizaría en el norte del país para ponerse a la cabeza de una marcha hasta la Capital Federal para recuperar el poder que le habían arrebatado.
En medio de esos rumores, la noche del 1° de diciembre de 1964 el verdadero “Operativo Retorno” se puso sigilosamente en marcha. Jorge Antonio llegó a Puerta de Hierro supuestamente para buscar a Isabel y llevarla, según el plan, a una recepción. El financista y la esposa de general engañaron a los guardias que custodiaban la residencia asegurando que Perón no participaría porque estaba indispuesto. Cuando Antonio intentó poner en marcha su auto para llevar a Isabelita, el vehículo no arrancó. Isabel, entonces, ofrece el Mercedes Benz de Perón, que estaba en el garaje con el General escondido en el baúl. Así salieron burlando a los guardias y se dirigieron a Barajas, donde abordaron el avión con pasaportes falsos.
Todo pareció marchar según lo planificado hasta que el Vuelo 991 de Iberia tocó tierra en el aeropuerto del Galeao y fue rodeado por fuerzas especiales del ejército brasileño.
Razones para un retorno
En 1964, Perón no intentó regresar a la Argentina por simple nostalgia de su tierra, sino por una urgente necesidad política. Los diferentes sectores internos del peronismo estaban en puja y algunos acunaban el sueño de encarnar un peronismo sin Perón. Es decir, seguir invocando al líder en el exilio como bandera, pero quitarle protagonismo y dejarlo fuera de las decisiones. Además, el resultado de las elecciones de 1963, que con el peronismo proscripto había llevado a Illia a la Casa Rosada también hizo sonar las alarmas.
“Un detalle que se recuerda muy poco es que en las elecciones del ‘63, si bien Arturo Illia sacó solamente el 25% de los votos, el voto en blanco sacó menos, un 19%. A diferencia de lo que había ocurrido en el ‘57, que fue la gran epopeya del voto en blanco para elegir constituyentes, esta vez la estrategia de Perón no había funcionado. En esas elecciones del ‘63 Perón se encuentra por primera vez con una derrota categórica. Porque Illia saca más votos que el voto en blanco. Si bien el peronismo tenía todas las excusas imaginables, los números son los números. Si Perón quería seguir siendo la figura prominente en la política argentina debía volver”, explica Ariel Hendler, autor de 1964. Historia secreta de la frustrada vuelta de Perón.
Otro motivo para intentar el retorno era que Perón también veía que estaba perdiendo protagonismo dentro de su propio movimiento. Los dos hechos políticos más notables de 1964 lo habían tenido como un personaje marginal: la reforma del Estatuto de los Partidos Políticos, que había establecido que ningún partido podía llevar un nombre propio (por lo tanto, no podía haber un “Partido Peronista”, y el plan de lucha de la CGT, para el cual ni siquiera había sido consultado. “Durante 1964, las negociaciones que hubo entre el peronismo y el radicalismo en el gobierno fueron por el plan de lucha y por el estatuto de los partidos políticos, pero Perón no participó directamente en ninguno de los dos. De hecho, se hicieron prácticamente sin consultarlo. El Plan de Lucha de la CGT fue algo que prescindió totalmente de Perón en su concepción y en su planificación, y no existió tampoco una cocina del retorno de Perón en el Plan de Lucha de la CGT”, dice Hendler.
El plan de lucha también había llevado al primer plano a un dirigente sindical muy poco conocido hasta entonces, Augusto Vandor, “El Lobo”, líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) un hombre que por entonces empezaba a acunar el sueño de liderar un peronismo sin Perón.
Frente a ese panorama es que Perón decide reflotar la idea de su retorno para encolumnar a todo el movimiento detrás de su figura y en ese sentido, su mensaje para el acto del 17 de octubre resulta decisivo. Ese día se anunció públicamente la creación de la Comisión Nacional Pro-Retorno, en la que Vandor se ve prácticamente obligado a participar contra sus deseos y su proyecto político personal. “De los integrantes de la Comisión, el único que realmente no debía estar totalmente convencido era Vandor, pero por otra parte no podía permitirse que a Perón lo trajera otro. Ya estaba armando el peronismo sin Perón y seguía firme en su proyecto, pero si Perón volvía tenía que traerlo él”, explica Hendler.
De regreso en Madrid
Todo eso tenía en la cabeza Juan Domingo Perón la noche del 1° al 2 de diciembre de 1964 cuando el Vuelo 991 de Iberia atravesaba el Atlántico hacia el continente americano. Su plan no era retornar de inmediato a la Argentina, sino establecerse en Montevideo para estudiar de cerca el panorama. Una suerte de “desensillar hasta que aclare”, como le gustaba decir en su estilo castrense.
El acuerdo entre los gobiernos argentino y brasileño frustró ese plan y la misma noche del miércoles 2, Perón debió abordar el mismo avión de Iberia que lo había llevado hasta Rio de Janeiro para desandar el camino. Apenas desembarcado en Madrid, consultado por un periodista de AFP, lanzó duras acusaciones contra quienes le habían impedido retornar a la Argentina, pero también calificó a su frustrado viaje como un éxito. “No hemos fracasado. Al contrario. La operación ha constituido un triunfo. Hemos demostrado nuestra decisión de volver a la Argentina por la vía más pacífica. La actitud inaudita del gobierno brasileño ha impedido que llegáramos, pero puedo asegurarle que el peronismo triunfará. El gobierno de Brasil, presionado quizás por grandes potencias que no desean mi retorno, concretamente por Estados Unidos e Inglaterra, ha contribuido a frustrar mi intento. Lo que han hecho es un acto de piratería”, le dijo.
Poco después difundió otra grabación para referirse al asunto: “Mi imposibilidad de regresar se debe a la conspiración internacional, dirigida y orquestada por los imperialismos dominantes, con el concurso de los países en manos de usurpadores entregados y entregadores de sus pueblos”, decía allí.
El impacto de un viaje fallido
Fallido o no, el “Operativo Retorno” tuvo amplia repercusión en la prensa internacional. “El frustrado viaje del señor Perón a través del Atlántico no parece convincente como una seria tentativa para tomar el poder. Si hubiese llegado a la Argentina podría haber causado alguna agitación y con toda seguridad habría sido detenido. Por lo tanto, o el ha sido increíblemente inepto o sólo hizo el viaje con fines efectistas. La segunda explicación parece la más probable, aunque la ineptitud y el exceso de confianza no pueden descartarse. Aún no puede juzgarse si la travesura fortalecerá la demanda popular a favor de su regreso, pero el peronismo continúa siendo una fuerza, aun sin él”, publicó, por ejemplo, el Times de Londres.
En la Argentina, la mayoría de los medios nacionales celebró el fracaso de la vuelta de Perón. La Nación no dudó en manifestar “nuestra íntima satisfacción” por la maniobra que abortó el regreso, mientras que La Prensa se refirió al “final de una parodia de heroísmo”.
Crónica, en cambio, publicó días más tarde en su portada una pequeña noticia que el resto de los medios prefirió ignorar. Se titulaba “Un avión negro” y decía con humor: “un avión pintado de negro de un metro y medio de largo ‘aterrizó’ al mediodía de hoy en la Plaza de Mayo, al pie de la Pirámide. Inmediatamente, personal de la Policía Federal procedió a retirar el humorístico aparato, destrozándolo y llevando ‘presos’ a sus restos. El ‘avión negro’ había sido hecho con madera terciada y tenía varias inscripciones alusivas al retorno de Perón. Una de ellas señalaba que ‘Hay que luchar, porque sin lucha no hay retorno’”. Obra del director del diario, Héctor Ricardo García, un periodista que cuando se trataba de “armar” la tapa no dejaba ningún detalle librado al azar, la noticia estaba ubicada exactamente debajo de la declaración de principios de Crónica, esa que decía: “Firme junto al Pueblo”.
Juan Domingo Perón volvió a pisar suelo argentino el 17 de noviembre de 1972, después de 18 años de exilio. No solo retornó al país, sino que fue elegido por tercera vez presidente, cargo que ocupaba cuando murió el 1° de julio de 1974. Es decir, “murió con las botas puestas”, como reza otro de los dichos castrenses que solía utilizar.