A 35 años de la caída del Muro de Berlín: la fuga de cerebros y el abrumador contraste entre ambas Alemanias

El 9 de noviembre de 1989 miles de personas treparon sobre el muro que había dividido a Berlín en dos durante 28 años y lo redujeron a escombros. La euforia y felicidad vivida esa jornada cuyas imágenes dieron vuelta al mundo. El grito de libertad de los habitantes de la zona oriental, que había quedado atrapados dentro de un brutal régimen comunista después de la Segunda Guerra Mundial. Las reformas impulsadas por Mijaíl Gorbachov que hicieron posible la apertura

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Las inolvidables imágenes de la noche del 9 de noviembre de 1989 cuando el pueblo berlinés destruyó la pared infranqueable que los separó durante 28 años

El 9 de noviembre de 1989, una multitud se congregaba junto al Muro de Berlín en una noche cargada de euforia, que sería recordada como el símbolo del fin de una era. Con martillos, cinceles y sus propias manos, los habitantes de Berlín Oriental y Occidental empezaron a derribar la barrera que los había mantenido separados durante casi tres décadas. Las imágenes de personas abrazándose, llorando y pasando hacia el otro lado de la ciudad contagiaron su emoción al mundo. Los habitantes de la zona este recuperaban la libertad después de quedar rehenes de una brutal dictadura. Finalmente, podían volver a pisar la zona prohibida sin perder la vida, volver a caminar por una ciudad que había sido propia y recuperar a sus familiares y amigos. La caída del muro marcaba esa noche un punto de inflexión en la Guerra Fría y anticipaba la reunificación de Alemania. Hoy se cumplen 35 años de aquel día en el que la democracia se impuso por sobre la dictadura.

Este acontecimiento histórico no sucedió de la noche a la mañana. Las reformas impulsadas por Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética, como la “Glasnost” (apertura) y la “Perestroika” (reconstrucción), habían iniciado un movimiento de cambio en el bloque comunista. Ambos conceptos fueron los que removieron los cimientos de la Unión Soviética, que finalmente acabó disuelta el 26 de diciembre de 1991.

El 9 de noviembre de 1989, una multitud se congregaba junto al Muro de Berlín en una noche cargada de euforia, que sería recordada como el símbolo del fin de una era (Crédito: The Grosby Group)
El 9 de noviembre de 1989, una multitud se congregaba junto al Muro de Berlín en una noche cargada de euforia, que sería recordada como el símbolo del fin de una era (Crédito: The Grosby Group)

Esa noche histórica de ciudadanos de Berlín Oriental, que hasta ese entonces vivían bajo el férreo control del gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), tomaron las calles y se dirigieron al Muro de Berlín. El anuncio de un alto funcionario de la RDA, Guenter Schabowski, quien en una conferencia de prensa afirmó que las restricciones de viaje hacia Occidente se levantarían “de inmediato”, fue la chispa que desencadenó la caída. La intención inicial era llevar adelante esos cambios de forma ordenada al día siguiente, pero la errónea interpretación de sus palabras llevó a la multitud a marchar por las calles en busca de libertad.

Poco después del anuncio, la presión se hizo insostenible y los guardias, desbordados y confundidos, abrieron las puertas en los puntos de control. A las 21:20 horas, en el cruce de Bornholmer Strasse, los primeros ciudadanos del este comenzaron a cruzar hacia Berlín Occidental. Las barreras, que durante casi tres décadas simbolizaron la división de dos mundos, finalmente se abrieron ante la oleada de personas que reclamaban su derecho de volver a reunirse con familiares y amigos. A lo largo de esa noche, escenas de euforia y emoción dominaron la ciudad entera ante los ojos del mundo: los berlineses se abrazaban sobre el muro, que fue reducido a escombros esa misma noche, después de casi tres décadas de represión.

 Los guardias, desbordados y confundidos, abrieron las puertas en los puntos de control. A las 21:20 horas, en el cruce de Bornholmer Strasse, los primeros ciudadanos del este comenzaron a cruzar hacia Berlín Occidental (Crédito: The Grosby Group)
Los guardias, desbordados y confundidos, abrieron las puertas en los puntos de control. A las 21:20 horas, en el cruce de Bornholmer Strasse, los primeros ciudadanos del este comenzaron a cruzar hacia Berlín Occidental (Crédito: The Grosby Group)

Los antecedentes históricos

En 1945, tras la derrota de Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial las potencias aliadas —Estados Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido y Francia— dividieron su territorio. Durante las conferencias de Yalta y Potsdam, los líderes aliados delinearon el reparto territorial, pensando que sería una solución temporal hasta que Alemania pudiera tomar las riendas de su destino. Fue en la Conferencia de Potsdam, celebrada entre julio y agosto del mismo año, donde se acordó dividir el territorio alemán en cuatro zonas de ocupación. El este quedó bajo custodia del Ejército Rojo y el oeste se repartió entre las tres potencias occidentales: Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Berlín, situada en el nordeste del país, en la parte soviética, se partió en dos con la misma lógica: el este fue ocupado por las tropas soviéticas y el oeste por los otros tres ejércitos.

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Las tensiones crecientes entre los aliados occidentales y la Unión Soviética llevaron a una división permanente. En 1949, surgieron oficialmente dos Alemanias: la República Federal de Alemania (RFA), bajo influencia occidental y con un sistema capitalista, y la República Democrática Alemana (RDA), con un modelo comunista y de control soviético.

Alemania dividida se convirtió rápidamente en un frente de la Guerra Fría, el conflicto ideológico y político que enfrentó a Estados Unidos y a la Unión Soviética durante gran parte de mitad del siglo XX, sin llegar a una lucha directa. Berlín, dividida en dos, era la representación viva de esta rivalidad y donde creía el marcado contraste entre el capitalismo y el comunismo. Mientras la RFA prosperaba como una economía de mercado impulsada por el Plan Marshall, programa norteamericano creado para ayudar a la reconstrucción de Europa occidental, la RDA enfrentaba las dificultades de una economía planificada y un Estado de partido único. Ambas potencias buscaban exhibir el éxito de su modelo: en Occidente, Berlín occidental era una “isla de libertad” en medio de la zona comunista; en el Este, Berlín oriental debía mostrar las bondades del socialismo.

El Bloqueo de Berlín de 1948

La rivalidad entre ambos bloques se intensificó durante el Bloqueo de Berlín en 1948, un conflicto que marcó el inicio de las tensiones abiertas de la Guerra Fría en la ciudad. La Unión Soviética bloqueó todas las rutas terrestres y fluviales hacia Berlín Occidental en respuesta a la introducción de una nueva moneda por parte de los aliados occidentales. La respuesta de Estados Unidos y sus aliados fue un impresionante puente aéreo que permitió suministrar alimentos y productos básicos a los ciudadanos de Berlín Occidental durante casi un año y evitar su asfixia. Ante el fracaso de su objetivo, la Unión Soviética levantó el bloqueo en mayo de 1949.

El endurecimiento de los controles fronterizos alrededor de Berlín Oeste comenzó a mediados de los años 50. Torres de control, cercos y obstáculos antitanque pasaron a cubrir los bordes de la ciudad para dificultar la salida de alemanes del este. Pero era insuficiente.

Los habitantes de Berlín Occidental a la espera de un avión que traía alimentos y productos básicos (Wikipedia)
Los habitantes de Berlín Occidental a la espera de un avión que traía alimentos y productos básicos (Wikipedia)

A inicios de los años 60, la RDA enfrentaba un problema grave para la viabilidad de su modelo económico. Se calcula que entre 1949 y 1961, más de 2,7 millones de personas huyeron a Berlín Occidental. No solo eran alemanes. También había polacos y checos, siempre bajo un común denominador: eran jóvenes universitarios y profesionales -ingenieros, trabajadores calificados, profesores, directivos y personal médico- cuya educación había sido financiada por el Estado y tenían una mirada negativa sobre el régimen comunista. Tenían sueños. Buscaban nuevas oportunidades. Mejorar su calidad de vida. Ante esta situación adversa, el gobierno de la RDA decidió cerrar la frontera de Berlín.

La tensión entre las superpotencias se había intensificado en los años previos. En 1958, el líder soviético Nikita Kruschev desafió a las potencias occidentales al declarar que la Unión Soviética ya no reconocería sus derechos en Berlín Occidental. No obstante, cuando Estados Unidos dejó claro que resistiría cualquier intento de expulsión, Kruschev optó por no seguir presionando.

El conflicto se agravó en 1960 cuando un avión espía U-2 estadounidense fue derribado en territorio soviético, a más de 1,200 kilómetros de la frontera. El presidente estadounidense de entonces, Dwight D. Eisenhower, se negó a disculparse, defendiendo el derecho de su país a realizar vuelos de reconocimiento. Este incidente llevó a Kruschev a abandonar furioso una cumbre en París, lo que parecía señalar el fin de un breve período de distensión entre las potencias.

Con la llegada de John F. Kennedy a la presidencia de Estados Unidos en 1961, Kruschev renovó su propuesta para que las potencias occidentales abandonaran Berlín. “Cuando Kennedy se negó a retirarse, se construyó el muro de Berlín (agosto de 1961), una monstruosidad de más de 45 kilómetros de largo que atravesaba la ciudad y que efectivamente bloqueaba cualquier vía de escape “, escribió el historiador inglés Norman Lowe.

La construcción del muro

En la madrugada del 13 de agosto de 1961, miles de soldados y policías comenzaron a levantar barreras, que luego se convertirían en una construcción de hormigón y acero. Según el discurso oficial el objetivo era proteger a la República Democrática Alemana de las “influencias capitalistas y fascistas” del Oeste, aunque su propósito real era impedir la salida de sus ciudadanos, quienes quedaron atrapados en la zona llamada “democrática”.

En la madrugada del 13 de agosto de 1961, miles de soldados y policías comenzaron a levantar barreras, que luego se convertirían en una construcción de hormigón y acero (EFE)
En la madrugada del 13 de agosto de 1961, miles de soldados y policías comenzaron a levantar barreras, que luego se convertirían en una construcción de hormigón y acero (EFE)

El muro separó dos realidades diametralmente opuestas. En la República Democrática Alemana (RDA), la vida estaba marcada por una economía planificada, de escasas libertades civiles y la vigilancia permanente de la Stasi, la policía secreta, que controlaba y espiaba a la población. La postal estaba compuesta por edificios semidestruidos por la guerra, donde hacía un frío calamitoso, autos viejos y tecnología vetusta.

Del otro lado, la República Federal de Alemania (RFA) ofrecía una mejor calidad de vida, oportunidades laborales, acceso a bienes de consumo y libertades que resultaban impensables para quienes vivían en el este.

La noche del 9 de noviembre de 1989 los habitantes de Berlín oriental pudieron cruzar al lado occidental y abrazar a su familia y amigos (Crédito: The Grosby Group)
La noche del 9 de noviembre de 1989 los habitantes de Berlín oriental pudieron cruzar al lado occidental y abrazar a su familia y amigos (Crédito: The Grosby Group)

“Una vez que se construyó el Muro, los soviéticos sintieron que habían resuelto el problema de la ciudad y estabilizado a la RDA —dijo en una oportunidad David Clarke, profesor de estudios alemanes modernos de la Universidad de Cardiff—. Aunque siguió llamando la atención la brutalidad del régimen oriental y soviético, especialmente cuando los ciudadanos de la RDA eran asesinados al intentar cruzarlo. Tal vez de manera más infame en el caso de Peter Fechter, que murió por heridas de bala en la ‘franja de la muerte’, a la vista de los medios de comunicación del mundo, en agosto de 1962”.

Intentos de escape y muertes en el muro

A lo largo de los años, miles de personas intentaron huir de la RDA. Para muchos, sortear el muro se convirtió en un objetivo, a pesar del riesgo de perder la vida en el intento. La RDA instaló medidas extremas de seguridad: cercas electrificadas, alambres de púas, alarmas, una barrera de tela metálica de un metro ochenta de altura y un tendido de alambre al ras del suelo, poderosos reflectores, perros de guardianes (más de mil pastores alemanes entrenados) y torres de vigilancia activas noche y día con expertos tiradores con órdenes de matar a quienes intentaran cruzar sin autorización.

Se estima que al menos 140 personas murieron en el desesperado intento, otras estadísticas elevan la cifra a 262. Aún así, más de 5.000 personas lograron su cometido haciendo uso de cualquier recurso ingenioso que pudiera llevarlos del otro lado: túneles, globos de aire caliente, vehículos.

La muerte de Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años que intentó atravesar el muro de la muerte
La muerte de Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años que intentó atravesar el muro de la muerte

El acróbata Horst Klein, de la RDA, logró avanzar con sus manos aferradas a un cable de alta tensión ya sin corriente, en desuso, en un tendido entre dos edificios de cada sector, a 18 metros de altura sobre los guardias, y se lanzó sobre Berlín libre.

El tornero Heinz Meixner le sacó el parabrisas a su convertible, aceleró, y pudo pasar debajo de una de las barreras… con su madre oculta en el baúl.

El maquinista Harry Deterlin, en lugar de frenar en las barreras de control, gritó “¡Este es el tren de la libertad!”, aceleró, y llegó al otro lado con treinta pasajeros.

El simbolismo del Muro en la Guerra Fría

El llamado “Muro de Protección Antifascista” por la RDA y “Muro de la Vergüenza” por el mundo occidental, se convirtió en el símbolo más importante de la Guerra Fría. Durante casi tres décadas fue un símbolo de la privación de la libertad en el este y también, de la incapacidad del sistema socialista para retener a sus ciudadanos por su propia voluntad.

El recuerdo de una noche imborrable para el mundo (Crédito: The Grosby Group)
El recuerdo de una noche imborrable para el mundo (Crédito: The Grosby Group)

Finalmente, el 9 de noviembre de 1989 cayó ante la presión de miles de ciudadanos que reclamaban la apertura de la frontera. Las protestas crecieron en intensidad hasta forzar al gobierno a ceder, poniendo fin a la división.

Los restos del muro, en parte convertidos en monumento, y en trazados de tinta que cruzan avenidas, se mantienen visibles en la ciudad cual cicatriz imposible de olvidar.

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