Desde la leyenda del Holandés Errante hasta el enigma del Mary Celeste, los barcos fantasmas han dado lugar a innumerables historias, algunas míticas, otras ciertas, pero todas envueltas -siempre- en un halo de misterio.
Las versiones sobre lo que supuestamente le ocurrió al Holandés Errante son innumerables, pero la original, que data del siglo XVII, cuenta que un capitán llamado Villem van der Decken hizo un pacto con el diablo para poder surcar los mares sin que ninguna tormenta o cualquier otro fenómeno lo hiciera naufragar y que, al enterarse, Dios condenó al capitán y a su barco a navegar eternamente a la deriva, sin poder llegar a ningún puerto. A lo largo de los siglos hubo quienes aseguraron haberlo vista, a veces rodeado por una luz fantasmal, pero siempre se han cuidado de acercarse y mucho más de saludarlo, porque quien lo haga también será condenado a vagar por los mares sin llegar nunca a destino.
La historia del Mary Celeste está, en cambio, documentada, aunque lo que le ocurrió a su tripulación sigue siendo un misterio. Era un bergantín estadounidense que fue encontrado navegando a la deriva por el Atlántico, frente a las islas Azores, en 5 de diciembre de 1872. Lo avistaron desde el bergantín canadiense Dei Gratia, cuyo capitán, al no obtener respuesta a sus señales, ordenó abordarlo. Aunque el barco estaba en buenas condiciones de navegación e incluso tenía algunas velas desplegadas, no había nadie a bordo. La carga de alcohol que transportaba estaba intacta, en la bodega había muchas provisiones y las pertenencias del capitán y la tripulación seguían en los camarotes, pero la última anotación en el cuaderno de bitácora databa del 25 de noviembre. El barco fue rescatado y llevado a puerto, pero nunca se supo por qué la tripulación completa lo había abandonado ni que había ocurrido con ella.
Mucho menos legendaria que la del Holandés Errante y tampoco envuelta en misterio como la del Mary Celeste, la historia del SS Baychimo supera en un punto a la de cualquier otro barco fantasma: la de ser el más avistado, e incluso abordado, durante los 38 años que navegó a la deriva hasta que desapareció, quizás para siempre.
Un simple barco mercante
El SS Baychimo fue botado en 1914 y bautizado originalmente con el nombre de Ångermanelfven. Fue diseñado y construido por la empresa naval sueca Lindholmens para una compañía alemana con sede en Hamburgo. El buque tenía un casco de acero de 70,1 metros de eslora y estaba propulsado por una máquina de vapor de triple expansión que le permitía alcanzar 10 nudos de velocidad. También estaba equipado con aparejos de goleta.
En un principio fue utilizado como buque mercante por sus propietarios alemanes en el Mar Báltico, donde hacía la ruta entre Hamburgo y Suecia, hasta que comenzó la Primera Guerra Mundial. Al terminar el conflicto fue entregado al gobierno británico como parte de las reparaciones de guerra de Alemania y fue adquirido por la Compañía de la Bahía de Hudson en 1921, después de lo cual pasó a llamarse Baychimo. Con base en Ardrossan, Escocia, realizó entonces viajes de rutina a través del Atlántico Norte entre su puerto de origen y Canadá, desde donde transportaba pieles que luego eran vendidas en Europa.
En 1923 comenzó a navegar por Ártico occidental, haciendo las rutas entre Vancouver y los puertos de la Compañía de la Bahía de Hudson a lo largo de la costa norte de Yukón y los territorios del noroeste norteamericano. Seguía transportando carga y también pasajeros, pero de una manera muy peculiar: como por sus características de carguero tenía vedado llevar viajeros, se los hacía pasar como parte de la tripulación.
Para 1931 había completado nueve viajes a lo largo de la costa canadiense y solo había sufrido un accidente al encallar, el 21 de julio de 1928, frente a Pole Island cerca de la costa norte de Alaska. Fue un inconveniente menor, ya que fue reflotado sin mayores daños al día siguiente. En otras palabras, era una embarcación comercial del montón hasta que se convirtió en el barco fantasma más avistado de la historia.
Atrapado en el hielo
El 1° de octubre de 1931, después de ser sorprendido por una ventisca tan inesperada como helada, el Baychimo quedó aprisionado en el hielo muy cerca de la costa de Alaska. La tripulación al mando del capitán Cornwell decidió abandonar el barco para no congelarse por la noche y se dirigió al puerto de Barrow, situado a apenas un kilómetro del lugar donde estaba encallado. Por la época del año, había pocas posibilidades de liberar la embarcación, por lo que en los dos días siguientes un grupo fue al barco para hacer tareas de mantenimiento – más que nada quitarle el hielo al timón y a otras piezas claves - y volver a la ciudad a pasar la noche. Cuando al tercer día los marineros quisieron regresar al Baychimo no lo encontraron. Ni siquiera se lo veía en el horizonte.
Recién volvieron a avistarlo el 8 de octubre, nuevamente atrapado por el hielo, pero a mayor distancia. Al volver a bordo, el capitán llegó a la conclusión de que el barco encallado ya no se movería hasta que pasara el invierno y tomó una decisión: mientras el 15 de ese mes la mayor parte de la tripulación fue rescatada por la Compañía de la Bahía de Hudson, un equipo de quince personas se quedó en un refugio de madera construido cerca del Baychimo para cuidar la carga y hacerle tareas periódicas de mantenimiento.
Así estuvieron hasta el 24 de noviembre, cuando se desató una fuerte tormenta de nieve que duró casi un día. Cuando finalmente amainó, al amanecer, el Baychimo había desaparecido nuevamente. El capitán supuso que se había hundido durante la tormenta, pero pocos días después un cazador esquimal informó haberlo visto, otra vez atrapado en el hielo, a unos 70 kilómetros de distancia. De inmediato se organizó una misión para llegar hasta él en trineo y recuperar las pieles más valiosas de la carga para llevarlas a tierra y transportarlas a su destino en avión.
Después de hacerlo, el capitán Cornwell y el resto de la tripulación volaron de regreso a Vancouver y la compañía dio por perdidos el barco y el resto de la carga que contenía. El Baychimo quedó abandonado con la seguridad de que el hielo apretado alrededor del casco haría que se hundiera al descongelarse.
El barco fantasma más visitado
Pero contra todas las previsiones, el Baychimo no se hundió y al quedar liberado del hielo comenzó a navegar a la deriva durante casi cuatro décadas. Durante parte del año flotaba sin rumbo por las aguas de los fríos mares del norte y al llegar el invierno volvía a encallar. Así comenzó a ser avistado en diferentes lugares, incluso a varios cientos de kilómetros de donde había quedado atrapado la primera vez.
En 1932, fue avistado por un hombre llamado Leslie Melvin que viajaba en trineo desde la isla de Herschel, en los territorios del Yukón, a la ciudad de Nome. Se acercó al barco, lo abordó y se llevó algunas de las pieles que quedaban de la carga, una prueba material confirmó su relato.
En marzo de 1933, lo encontró un grupo de esquimales que también lo abordó. En ese caso fue una suerte para ellos, porque el Baychimo les sirvió de improvisado refugio cuando se desató una fuerte tormenta de nieve que duró diez días. En agosto de ese mismo año fue avistado nuevamente, en esa ocasión flotando a la deriva, a gran distancia de la costa.
Fue avistado y abordado de nuevo en 1934, esta vez por la tripulación de un buque mercante mucho más pequeño, la goleta Trader, que viajaba regularmente por la costa noroeste entre Nome y Barrow durante los veranos de Alaska. Los hombres de la goleta rescataron las pocas pieles que quedaban en la bodega y algunas sillas sin pernos y colchones rotos.
A partir de entonces, el Baychimo volvió a aparecer aquí y allá en varias ocasiones, y fue avistado desde la costa de Alaska o por barcos a los que se les cruzó en el camino. En septiembre de 1935, lo vieron frente a la costa noroccidental del continente y en noviembre de 1939 fue abordado por una goleta al mando del capitán Hugh Polson. Intentó remolcarlo hasta el puerto más cercano, pero tuvo que abandonarlo porque los témpanos ponían en riesgo a su propio barco. Ese mismo año fue avistado tres veces más en apenas dos meses, pero sin que pudieran abordarlo.
Después de esos últimos avistamientos se lo creyó hundido, porque no volvió a aparecer durante más de dos décadas. Sin embargo, en 1962 un grupo de esquimales lo detectó a la deriva cerca de la costa en el mar de Beaufort.
El último avistamiento del Baychimo se produjo en 1969, cuando fue divisado desde el rompehielos Manhattan, que viajaba por el Paso del Noroeste en un intento por examinar la viabilidad de llegar a los remotos -y entonces recién descubiertos- campos petrolíferos de la vertiente norte de Alaska. Según los informes, estaba navegando en alta mar entre Icy Cape y Point Barrow.
Llevaba casi cuatro décadas a la deriva, navegando sin tripulación en los meses cálidos y atrapado por los hielos cada invierno. Desde entonces no se lo volvió a ver, por lo que se supone inevitable deterioro causado por el mar, el clima y el paso de los años terminó hundiéndolo.
Aún así, se lo siguió buscando. En 2006, el gobierno de Alaska informó que estaba financiando un proyecto para localizar al Baychimo a lo largo de la costa ártica, como parte de la iniciativa de mapear el fondo marino. Un grupo de investigadores marítimos lo buscó durante seis años sin obtener resultados.
En 2012, al anunciar que se daba por terminada la búsqueda, el científico marino John Kelley, pronunció una frase que bien puede considerarse un epitafio para el barco fantasma más avistado de la historia: “Es historia antigua”, dijo.