“Hoy es el día que elegí para irme con dignidad”: a 10 años de una muerte asistida que estremeció al mundo

La californiana Brittany Maynard había cumplido 29 años, estaba recién casada y tenía una vida llena de proyectos. Pero ante el diagnóstico de una enfermedad terminal, de rápido avance y devastadora, eligió un final digno. Los preparativos que enfrentó para transitar sus últimos días de vida. Su conmovedora despedida en las redes y el impacto significativo de su caso en la legislación de varios estados de Estados Unidos

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Brittany Maynard tenía 29 años
Brittany Maynard tenía 29 años cuando decidió morir de forma digna, ante el avance de una enfermedad terminal (AFP)

Cuando llegó el momento, Brittany Maynard se despidió en redes sociales con un mensaje que conmovió a miles de personas en Estados Unidos y el mundo. En su último post, escrito desde la cama de su hogar en Portland, Oregón, expresó: “Adiós a todos mis queridos amigos y familiares que amo. Hoy es el día que elegí para irme con dignidad ante mi enfermedad terminal, este terrible cáncer cerebral que me ha quitado tanto, pero que podría haber tomado mucho más”. Así culminaba la vida de una joven de 29 años, viajera incansable, quien había sido diagnosticada con un cáncer cerebral terminal apenas unos meses antes. Corría el año 2014 cuando la dramática decisión de Maynard reavivó un intenso debate sobre el derecho a una muerte digna en los Estados Unidos y en el mundo.

Mudanza para poder morir

El diagnóstico de glioblastoma multiforme a principios de 2014 cambió el curso de la vida de Brittany y su esposo, Dan Díaz, quienes llevaban poco más de un año de casados. Estaban llenos de vida y de proyectos, pero el pronóstico fue devastador. La expectativa de vida era de apenas seis meses y se avecinaban en cuestión de meses síntomas extremadamente dolorosos. Ante esta dura realidad, Brittany buscó opciones que le permitieran controlar el final de su vida. Como su estado natal, California, no contaba con leyes de suicidio asistido, la mujer y su familia se embarcaron en una complicada misión desde todo punto de vista: mudarse a Oregón, uno de los pocos estados de EE.UU. donde esta práctica era legal y organizarse para el trágico deceso programado.

El video donde Brittany Maynard explica su decisión de morir por padecer un cáncer terminal

El caso de Brittany no era único. Desde la legalización de la prescripción de drogas letales en Oregón en 1997, más de 1.100 personas optaron por acogerse a esta ley, y 750 de ellas la utilizaron para poner fin a sus vidas. Este marco legal pionero permitió a ciertos pacientes con enfermedades terminales tomar decisiones sobre cómo morir, según datos disponibles.

La ley de Oregón, conocida como la Ley de Muerte Digna, fue la primera de su tipo en los Estados Unidos y un precedente para otros estados que consideraron o adoptaron legislaciones similares. La normativa permite a los pacientes terminales, bajo estrictas condiciones, solicitar una receta médica para obtener medicamentos que les permitan morir de manera digna.

Brittany y su esposo tuvieron que establecer su nueva residencia legal en Oregón, buscar nuevos médicos, cambiar registros oficiales y buscar una nueva casa. Dan tuvo que pedir una licencia en su trabajo para acompañar a Brittany en el proceso.

Brittany llevaba con Dan un
Brittany llevaba con Dan un año y medio de casados cuando recibieron el terrible diagnóstico

Derecho a una muerte digna

A medida que avanzaba su enfermedad, Brittany unió fuerzas con la organización Compassion & Choices (Compasión y Opciones), dedicada a apoyar el derecho a una muerte digna, y se convirtió en una de las figuras más visibles de esta causa en Estados Unidos. Compartió su historia en entrevistas y videos que rápidamente se viralizaron, llevando el tema del suicidio asistido al debate nacional. En uno de sus últimos mensajes, Brittany explicaba que además de buscar el fin de su propio sufrimiento, también anhelaba ver un cambio que permitiera a todos los estadounidenses acceder al suicidio asistido si lo deseaban.

Su campaña generó una ola de apoyo, pero también una intensa oposición de grupos contrarios al suicidio asistido. De todas maneras, la historia de Brittany tuvo un impacto significativo y se convirtió en un catalizador para ampliar la discusión sobre el derecho a una muerte digna en EE.UU.

La llegada del diagnóstico de un cáncer terminal

Brittany Maynard nació en California en 1984 y vivió gran parte de su vida disfrutando de una de sus grandes pasiones: viajar. Soñaba con formar una familia junto a su esposo, Dan Díaz, con quien se casó a fines de 2012. Sin embargo, apenas un año después de su boda, Brittany comenzó a sufrir de intensos dolores de cabeza que la llevaron a hacer una consulta al médico. A principios de 2014, los estudios confirmaron lo que sería un golpe devastador: Brittany padecía un glioblastoma multiforme, un tipo de cáncer cerebral agresivo y terminal, con una expectativa de vida de apenas seis meses. La noticia fue demoledora para la joven pareja, no solo por los pocos meses de vida que le quedaban, sino porque le provocaría un dolor progresivo e insoportable.

El diagnóstico de glioblastoma multiforme
El diagnóstico de glioblastoma multiforme llevó a Brittany y su esposo a mudarse a Oregón para acceder a la Ley de Muerte Digna

La pareja buscó varias opciones para frenar el avance de la enfermedad. La joven californiana se sometió a una cirugía de craneotomía parcial y una resección en el lóbulo temporal, pero los resultados no fueron alentadores. El cáncer estaba en una fase avanzada y no se podía detener. A medida que su condición empeoraba, Brittany comprendió que sus opciones para mitigar el sufrimiento eran limitadas, lo que la llevó a investigar sobre la posibilidad de una muerte digna.

La progresión de su enfermedad y los síntomas debilitantes, que incluían episodios de pérdida de memoria y ataques de convulsiones, llevaron a Brittany a tomar la terrible decisión de recurrir al suicidio asistido.

Habiendo desestimado las opciones paliativas que el sistema de salud californiano le había ofrecido, Maynard había tomado la decisión de morir en paz en su hogar, rodeada de sus seres queridos. Según su relato, planeaba estar acompañada por su esposo, su madre, su padrastro y su mejor amiga, quien es médica, en sus últimas horas. Su intención era despedirse en la cama que compartía con su esposo, mientras escuchaba su música favorita.

Cuando obtuvo los medicamentos que pondrían fin a su vida, Maynard los llevaba siempre en la cartera, para que le recordaran constantemente la decisión que había tomado. Tenía un plan detallado y sabía exactamente cómo quería que se desarrollaran sus últimos momentos.

La despedida de este mundo

En 2014, Brittany se dedicó a cumplir su último deseo: visitar el Gran Cañón en Arizona. Acompañada por su esposo y sus padres, disfrutó de aquellos lugares que siempre había querido visitar, según se relata en su blog personal. En sus publicaciones, expresó su gratitud hacia los estadounidenses por el apoyo recibido para hacer realidad su lista de sueños. Durante sus últimos meses, Maynard también viajó a Alaska y al Parque Nacional de Yellowstone. Estos viajes fueron parte de su despedida del mundo, un recorrido por los lugares que más anhelaba conocer. En sus redes sociales, compartió su deseo de disfrutar de los días que le quedaban en la Tierra, rodeada de su familia y la naturaleza.

Maynard, que era una amante de los viajes, en su blog, describió el Gran Cañón como un lugar impresionante y hermoso, escenario que pudo disfrutar con los suyos.

El mundo es un lugar maravilloso, los viajes han sido mi gran maestro, mis amigos íntimos y demás son los más generosos. Incluso tengo un grupo apoyándome mientras escribo. Adiós, mundo. Difundan buena energía. ¡Transmítanla!”, dijo por último.

 Brittany Maynard junto a
Brittany Maynard junto a su marido Dan en el Cañón del Colorado

Reacciones y controversias

El caso de Brittany Maynard no tardó en provocar fuertes reacciones tanto de apoyo como de rechazo. Compassion & Choices, la organización que Brittany apoyó y con la que colaboró, impulsaba la legalización del suicidio asistido en todo el país, señalando que esta decisión debería estar disponible para quienes enfrentan una enfermedad terminal con un pronóstico de intenso sufrimiento. “Liberarse del dolor y del sufrimiento prolongado es un derecho básico del ser humano”, relató Brittany en el video que grabó antes de morir en el 2014. “Espero que por el bien de todas esas personas que nunca conoceré, que se extienda esta opción. Que nos movilicemos y empecemos a hablar de esto”, expresó la joven. Su mensaje ya había llegado a millones de personas.

La historia de Brittany despertó empatía y apoyo en gran parte del público, muchos de los cuales veían en ella un ejemplo de valentía.

 Brittany y su mamá
Brittany y su mamá haciendo realidad un sueño

También expresaron su rechazo organizaciones opositoras, como la National Right to Life (NRL), respecto de esta práctica. Argumentaron que la vida es un valor inviolable y que la elección de Brittany estaba siendo usada para promover cambios legislativos que podrían tener consecuencias imprevistas. La NRL acusó a Compassion & Choices de “explotar” la tragedia de Brittany para fines que consideraban perjudiciales. Las objeciones de estos grupos subrayaban el temor de que, al abrir la puerta a leyes de eutanasia o suicidio asistido, se podría facilitar el acceso a personas en situaciones distintas a enfermedades terminales, diluyendo las restricciones actuales y afectando la ética médica y social.

“Cuando la gente me critica porque no espero más tiempo o porque no sigo lo que ellos han decidido que es mejor para mí, me duele. Porque yo me arriesgo cada día, cada día por la mañana al levantarme”, comentó la mujer californiana en una oportunidad.

A pesar de estas críticas, el caso de Brittany continuó impactando y captando la atención de los medios de prensa, situación que incrementó la presión sobre legisladores y el sistema judicial para examinar y revisar las políticas de muerte asistida en más estados de ese país.

El día después

Tras la muerte de Brittany el 1 de noviembre de 2014, su historia y su mensaje se mantuvieron vivos. Su esposo, Dan Díaz, se unió a Compassion & Choices y comenzó una labor de defensa activa de los derechos de los pacientes terminales, promoviendo la legalización del suicidio asistido en estados donde esta práctica aún no era permitida. Diez años después, la lucha de Brittany y el trabajo de su esposo, junto a otras organizaciones, lograron avances significativos. Desde 2014, varios estados, como California, Colorado, Hawái, Nueva Jersey, Maine, Distrito de Columbia y Nuevo México aprobaron leyes de suicidio asistido, sumándose a los estados pioneros como Oregón, Washington y Vermont.

Dan Díaz compartió en una entrevista televisiva su alivio al saber que su mujer falleció sin sufrir los dolores intensos que suelen acompañar a los tratamientos y la enfermedad. “La experiencia nos muestra que el enfermo, especialmente el enfermo en fase terminal, experimenta, además del dolor físico, un sufrimiento psíquico o moral intenso, provocado por la colisión entre la proximidad de la muerte y la esperanza de seguir viviendo que aún alienta en su interior”.

Su esposo también la recordó con una carta amorosa de despedida que decía: “Ella fue una viajera consumada y aventurera que pasó muchos meses viviendo sola y enseñando en orfanatos en Katmandú, Nepal. Esa sola experiencia cambió para siempre su vida y su perspectiva sobre la infancia, la felicidad, los privilegios y el éxito”.

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