El 31 de octubre de 1929 nacía en Nápoles uno de los personajes más amados por el público italiano y los amantes del spaghetti western en todo el mundo. Su nombre artístico era Bud Spencer y es probable que solo unos pocos lo recuerden por su nombre verdadero, Carlo Pedersoli. Junto a Terence Hill (85), que es Mario Girotti, conformó una de las duplas más queridas del siglo XX, como lo hicieron El gordo y el flaco y más tarde Abbot y Costello. Pero lo de estos actores era la comedia a las piñas y se les daban bien, hasta el punto de transformarse en un fenómeno cultural, especialmente en Europa y América Latina.
Terence y Bud o Carlo y Mario, filmaron juntos 18 películas catalogadas como spaghetti western, un subgénero del western nacido en Italia en la década de 1960, que se caracterizó por la ambientación en el lejano oeste norteamericano con sus típicas tabernas, pistoleros, una estética cruda, polvorienta, personajes tramposos, cínicos y una trama en la que se desencadenan sucesivas escenas a golpe de puño coreografiadas.
Famosos eran los puños de acero de Bud, que resolvían cualquier diferencia y tenían el poder de hacer volar por los aires a sus contrincantes. Con su altura (1,92 mts) y su corpulencia, se imponía como un muro infranqueable cuando algo no era de su agrado. No lucía una musculatura esculpida en un gimnasio. Era un hombre rudo común y corriente. Bien nutrido. En cambio, Terence, era delgado y atlético, y sus ojos azules, que contrastaban con un bronceado exagerado, encandilaba a la platea femenina. Toda la familia se sentaba a ver sus películas, que podían verse en un canal de aire un sábado o domingo por la tarde. La huella de Bud es imborrable, un recuerdo de la infancia, de padres divirtiéndose frente al televisor. Aunque ya nadie hable de él.
Cuando Carlo Pedersoli murió en Roma el 27 de junio de 2016, a los 86 años Italia fue despedido por multitudes con aplausos y música en la Basilica di Santa Maria in Montesanto en la Piazza del Popolo, más conocida como la “Iglesia de los artistas”. El triste anuncio lo hizo su hijo Giuseppe: “Papá se fue volando con serenidad a las 18.15. No sufrió, nos tenía a todos nosotros a su alrededor y su última palabra fue “gracias”.
La vida de Carlo Pedersoli fue apasionante de principio a fin. Fue un hombre que no conoció la rutina y se embarcó en todo tipo de aventuras. Mientras iba a la escuela primaria se destacó en la natación, donde obtuvo sus primeros premios. Tenía 10 años cuando se desató la Segunda Guerra Mundial y sufrió en carne propia los bombardeos a Nápoles. “¿Qué recuerdo de Nápoles? Las bombas. Sabés, había un poco de guerra… Era grandecito y me la recuerdo bien”, contó en una oportunidad.
Récord de 100 metros libres
En 1940 se mudaron a Roma por motivos laborales de su padre Alessandro. Allí cursó la escuela secundaria y luego empezar la carrera de Química, en enero de 1947 se vio obligado a abandonarla para continuar de viaje con sus padres. Esta vez se iban bien lejos, a un mundo desconocido, Sudamérica. En ese período de postguerra los barcos se llenaban de italianos en busca de oportunidades.
Primero hizo pie en Brasil donde trabajó en el Consulado Italiano de Recife y en una cadena de montaje y como químico. Luego viajó a Buenos Aires donde a lo largo de un año trabajó como bibliotecario. Viajero incansable, hasta fines de la década del 40 vivió entre ambos países.
El reconocido productor y escritor argentino Dany Mañas tuvo la oportunidad de conocer personalmente a Carlo y a su mujer, María, en Los Ángeles, acompañarlo incluso a un festival de cine en España y escuchar de primera mano sus relatos de esos años entre Argentina y Brasil. “Me contó acerca de su juventud en la piscina de River. Había emigrado de Italia toda la familia, alentada por una amiga de la madre que vivía en Brasil que le contaba por carta que se había hecho millonaria,’que se vengan a Brasil’. Al llegar, los padres se dieron cuenta que la mujer mentía y era pobre, por lo que Carlo y su papá se tomaron un barco a Buenos Aires y la mamá se quedó con la amiga en Brasil”, recuerda y precisa: “Allí en Buenos Aires, él fue feliz trabajando en la pileta de River, así que cuando el padre quiso buscar a la madre en Brasil para retornar a Italia, él decidió quedarse en Buenos Aires, ciudad a la que amaba. Allí vive un sobrino que es actor y muy bueno, Javier Pedersoli”.
Cuando regresó a Italia volvió a la natación al inscribirse en la Società Sportiva Lazio Nuoto done se transformó en poco tiempo en un destacado atleta olímpico. Otro aspecto desconocido de Bud, pero particularmente en éste lo dio todo: se consagró en los campeonatos italianos de natación en estilo libre y relevos mixtos. Fue el primer italiano en nadar los 100 metros libres en menos de un minuto y representó a Italia en dos Juegos Olímpicos, el de Helsinki en 1952 y el de Melbourne en 1956.
Su faceta como actor
El entonces nadador tenía más de 30 años cuando se presentó como extra en varias producciones italianas donde siempre hacía falta un forzudo. “Tenía que pagar unas facturas y me presenté. Me preguntaron si sabía montar a caballo, hablar inglés con fluidez y si me había dejado alguna vez barba. Les dije que no a las tres cosas, pero les dio igual porque necesitaban a alguien con mi físico”, contó el actor se aprendía con desgano los guiones de las películas.
«Solo lo hice para pagar la universidad y odiando ese mundo. Me ponía nervioso. Yo decía: miren todos estos cabrones, le meten un siglo para hacer una escena”, dijo Bud Spencer al Corriere della Sera en 2015 sobre sus inicios en el cine que atravesaba su época dorada en Roma. A su regreso a Italia, se inscribió en las facultades de Derecho y Sociología, aunque no llegó a recibirse en ninguna.
En 1950, Carlo Pedersoli hizo su primera aparición en el cine con un papel de nadador en la película “Ese fantasma de mi marido”, en el que tenía que salvar a una joven en una piscina. Su cuerpo imponente no pasó inadvertido en la pantalla. Al año siguiente, fue parte de la producción Quo vadis, donde se puso en la piel de un guardia del Imperio Romano. Una aparición modesta que le abrió las puertas del cine.
La elección del nombre artístico de Pedersoli, Bud Spencer, fue una combinación de su bebida favorita, la cerveza Budweiser, y su actor preferido, Spencer Tracy. Esta decisión fue parte de una estrategia para hacer su nombre más internacional para el público fuera de Italia. A pesar de su cambio de carrera, su pasado como atleta olímpico siempre fue un aspecto fascinante de su biografía, aunque poco conocido por el público general.
A lo largo del tiempo, Bud continuó trabajando en películas, aunque de manera ocasional. Uno de sus papeles más destacados fue en el filme “Un héroe de nuestro tiempo”, dirigido por Mario Monicelli. Allí compartió escena con Alberto Sordi, en el rol de Fernando, el musculoso y violento novio de Marcella.
Mario y Carlo se convirtieron en una de las duplas más queridas del cine italiano tras su participación en la película “Tú perdonas... yo no” en 1967. Este encuentro marcó un antes y un después en la carrera del actor, que a partir de entonces logró salir de los papeles secundarios y se consagró como estrella internacional. La barba fue su marca personal ya que no se rasuraba nunca, excepto una película,”Al di là della legge”.
Le llamaban Trinidad, una película de 1971, marcó el inicio del éxito para la pareja protagonista de los spaghetti westerns. Aunque ambientada en el salvaje Oeste, esta película ya mostraba la senda que seguirían sus protagonistas: un cine de humor con finales catárticos llenos de acción, donde los roles estaban bien definidos. Bud Spencer representaba la fuerza expeditiva y la acción directa, mientras que Terence Hill encarnaba al personaje audaz y manipulador.
El éxito de esta película llevó a la creación de una secuela, Le seguían llamando Trinidad, en 1972. Esta segunda entrega continuó explorando la dinámica entre los dos personajes principales, donde consolidaron su fórmula de humor y acción que había conquistado al público.
El estilo de estas películas, que combinaba el humor con escenas de acción, se convirtió en una marca registrada de la pareja. La química entre Bud Spencer y Terence Hill fue clave para el éxito de estas producciones, que lograron captar la atención de un público amplio y diverso a nivel mundial. Sus películas se mantuvieron como referentes del género, por su enfoque original y divertido.
A lo largo de su carrera, el actor tuvo muchos más intereses que el cine. Se aventuró en el diseño de ropa infantil. Aprendió a pilotear aviones y helicópteros. En la película “Piu forte ragazzi” pilotea él mismo. Tenía licencia. Con la fortuna que fue amasando con sus películas taquilleras a nivel mundial llegó a fundar una línea aérea especializada en viajes a santuarios católicos. Pedersoli también incursionó en la música y la escritura, donde logró mostrar que su talento podía manifestarse en múltiples disciplinas. Aunque en la política le fue bastante mal.
En 2005 hizo su paso por la política italiana. Se postuló como candidato en el partido Forza Italia, de Silvio Berlusconi. Sin embargo, su incursión en la política no tuvo el éxito esperado, y su candidatura no logró captar el apoyo necesario. “Estoy de acuerdo en todo lo que hizo Berlusconi -declaró una vez el actor- lo conozco hace mucho tiempo, lo respeto desde antes de hacer política. Y cuando estimas primero al hombre y luego lo ves en la política lo aceptas y lo amas”.
Su amor de toda la vida
María Amato y Bud Spencer compartieron una vida juntos que comenzó con su matrimonio el 25 de febrero de 1960 en la iglesia de San Giovanni a Porta Latina. Aunque su historia de amor se remonta a quince años antes de ese día especial. En una entrevista con el Corriere en 2015, María habló sobre su relación, que no se trataba solo de cenas románticas o regalos de rosas.
La pareja tuvo tres hijos: Giuseppe, nacido en 1961, Cristiana, en 1962, y Diamante, también conocida como Diamy Spencer, en 1972. El matrimonio de Bud y María fue un ejemplo de una relación sólida en el mundo del espectáculo. Con María construyó una familia que fue el sostén de su vida.
En 2014, el actor fue llevado al límite de su resistencia física al perder más de tres litros de sangre en apenas 15 minutos, un episodio que afectó su movilidad y habla. En una entrevista contó que fue su esposa quien detectó que algo no estaba bien y lo instó a buscar atención médica. Aunque el incidente dejó secuelas, él reconoce que su recuperación fue posible posible gracias a la rápida reacción de María, quien, sin preverlo, se convirtió en su salvadora.