Cathy es una de esas madres forjadas con el material incombustible del coraje. Fue ella quien, desde el año 2010, luchó para reencontrarse con aquella hija que había dado en adopción en su adolescencia con la generosa idea de brindarle un futuro mejor. Esta es la historia de cómo, cuarenta y cinco años después de haberla parido, Cathy logró dar con su hija.
Aunque el reencuentro no fue el abrazo idílico esperado.
(Alerta spoilers: si es que tenés pensado ver su historia en Netflix no sigas leyendo)
Demasiado joven
Alexis Miranda Badger nació el 23 de junio de 1974 en Nueva Orleans, Louisiana, Estados Unidos. Era una beba de enormes y expresivos ojos azules, regordeta y de sonrisa fácil. Su madre Cathy tenía apenas 16 años cuando la tuvo y su vida se convirtió en un caos. Era demasiado joven para hacerse cargo de una bebé y no tenía el sostén familiar necesario. A los 14 años Cathy había huído de su propia casa. Fue su madre, abuela de Alexis, quien la terminó convenciendo de que lo mejor que podía pasarle a esa bebé era encontrar una familia que le diera amor, un techo, seguridad y estudios. Le costó mucho aceptar la idea, pero finalmente Cathy se dio cuenta de que la adopción era la salida. Alexis tendría padres, una casa, valores, formación, una buena vida. La llevó a un centro de adopción y firmó los papeles. De lo que siguió, Cathy no supo nada por años.
Alexis pasó por un hogar de acogida hasta que, a los 21 meses, fue adoptada por una pareja que no podía tener hijos: los Bowman. Brenda y Dennis Bowman estaban juntos desde la secundaria, en West Michigan. Habían crecido juntos y así siguieron. Se casaron en 1971. Vivieron, primero, en San Diego, California, antes de mudarse a Norfolk, Virginia, donde Dennis era reservista de la marina norteamericana. Brenda tenía una malformación que se llama útero didelfo, una especie de doble útero que dificulta la concepción. Como los bebés no llegaban decidieron adoptar y, en 1975, llegó Alexis a sus vidas.
De feliz, nada
Dennis y Brenda Bowman la llamaron Aundria Michelle Bowman y, al poco tiempo de adoptarla, se mudaron a Hamilton, en el estado de Michigan. La primera parte de la vida de Aundria discurrió con bastante tranquilidad. Terminada la primaria, las cosas empezaron a complicarse. Nada era lo que parecía en esa familia. El carácter de Aundria cambió de manera abrupta, pero lo cierto es que había motivos de sobra para eso.
En 1988 Aundria tenía 14 años, desde los 13 venía padeciendo golpes y abusos sexuales por parte de su padre. Intentó decírselo a Brenda, pero ella no le creyó. Después de hablarlo con varias de sus mejores compañeras del colegio se animó a decírselo a las autoridades escolares. Les contó que no quería volver a su casa porque su padre adoptivo abusaba de ella. Ante las graves acusaciones el colegio llamó a la policía quien mandó a la vivienda de los Bowman a un trabajador social. Delante de sus padres, Aundria no pudo sostener las acusaciones. Intimidada y acorralada por ellos terminó “aceptando” que había mentido.
Brenda, quien estaba por primera vez en su vida embarazada, la etiquetó ante todos como una adolescente rebelde. Los Bowman explicaron que esa rebeldía provenía del hecho de que hacía poco tiempo le habían revelado que era adoptada. A fines de 1988, nació Vanessa, la hija biológica de los Bowman. Eso alegró un poco la vida de Aundria. Estaba feliz con su hermana. Un tiempo después volvieron a mudarse a una zona rural en Allegan, dentro de Michigan.
El 11 de marzo de 1989 no sería un día más para la familia Bowman. Esa tarde Aundria desapareció de su casa para siempre. La denuncia fue a hacerla el mismo Dennis Bowman. Declaró que su hija se había fugado, les había robado dinero y que desde hacía más de un año la adolescente estaba experimentando bruscos cambios de comportamiento. Según su relato, esa tarde cuando volvió a su casa con Vanessa, Aundria ya no estaba. Dijo haber encontrado la cerradura del dormitorio matrimonial rota y había notado que faltaban los ahorros familiares. Siguió contando que la joven se drogaba desde hacía tiempo, que mentía y que se llevaba dinero. Las autoridades policiales no dudaron de la versión del señor Bowman. Las peleas de los padres con los hijos adolescentes eran un clásico.
Brenda comenzó a llamar con cierta frecuencia a los investigadores policiales para saber si tenían datos sobre Aundria y, también, les proporcionaba información. Decía que creía haberla observado rondando cerca de su casa. Hubo muchos reportes, por esos tiempos, de gente que aseguraba haberla visto en una verdulería de un pueblo cercano o haciendo dedo para luego subirse a un camión. En fin, nada que los uniformados pudieran corroborar.
Un fantasma
Pasaron días, meses, años y décadas sin tener noticias de Aundria. La vida de Cathy desde la entrega en adopción había seguido adelante con frecuentes depresiones. Se arrepentía de haber entregado a su hija, pero se consolaba pensando que ella estaría creciendo feliz.
Cathy trabajó de enfermera (hoy está jubilada), se casó con Edward Terkenian y empezó a soñar con que algún día su hija la buscaría, se verían las caras y se contarían sus respectivas vidas. Por eso, cuando en abril de 2010 le llegó una carta de la agencia de adopción, se ilusionó mucho. Su hija tendría ahora 36 años. “Pensé que me encontraría con ella”, recuerda. Pero no, no eran buenas noticias. La habían contactado por otra cosa. Le informaron que su hija había desaparecido en 1989, veintiún años antes, y que lo que necesitaban era una muestra de sangre suya para comparar ese ADN con el de un cuerpo hallado en Wisconsin. Querían ver si los restos pertenecían a su hija biológica. Cathy quedó en completo estado de shock. Accedió, pero ya no pudo volver a su vida normal.
Los resultados demorarían un buen tiempo y ella no estaba dispuesta a esperar sentada. Quería saber qué había pasado. ¿Cómo buscar a Alexis? Los servicios sociales no podían darle el nombre de los padres que la habían adoptado, solo le dijeron que al momento de desaparecer la menor estaba viviendo en Michigan. Tenía ese dato y la fecha exacta de su nacimiento, nada más. Fue suficiente para empezar.
Su marido Edward la apoyó desde el principio, investigarían juntos. Bucearon en los perfiles de menores desaparecidas en 1989 en el estado de Michigan. Mirando fotos y más fotos llegaron a esos ojos claros, a esa mirada profunda, a esa cara tan parecida a la de Cathy. La menor se llamaba Aundria Michelle Bowman y había desaparecido con 14 años. Era ella. Cathy estaba segura. Los padres adoptivos se llamaban Dennis y Brenda Bowman. Cathy sabía, por experiencia propia que, a las adolescentes que se fugan de su casa, nadie las busca. Por eso la buscaría ella misma.
El segundo paso que dio fue armar una página en Facebook a la que llamó Find Aundria Bowman. Le empezaron a aparecer decenas de mensajes. Muchos de compañeras de colegio de Aundria, quienes le contaban cosas inquietantes ocurridas antes de la supuesta fuga del hogar. Algunas dijeron haber presenciado que Dennis la golpeara, incluso una vez con una cachetada la había tirado de una silla. La misma Aundria, además, les había contado sobre los abusos sexuales de su padre. Jennifer Jones le reveló que Aundria decía que algún día iba a huir para buscar a su verdadera madre, pero que tenía que esperar a que Vanessa fuese más grande, no quería abandonar a su pequeña hermana.
Cathy no daba abasto con las novedades que le iban llegando y sumó al detective Carl Koppelman quien buscaba gente desaparecida en su tiempo libre. Él se comprometió a ayudarla. En 2013 llegó el resultado de ADN del cuerpo de Wisconsin. El cadáver no era el de Alexis. No era su hija. Para este entonces Cathy ya sabía mucho sobre Dennis Bowman. Era un tipo perverso. En 1981 había estado cinco años preso por un asalto sexual. Nada menos. Su hija había caído en malas manos.
Poco después una persona clave se puso en contacto con Cathy por las redes sociales: Meta McLeod. La joven le contó que, en 1989, cuando tenía 6 años, había sido secuestrada en una estación de servicio en Windmill. A ella le llamaba la atención que había ocurrido en el mismo año de la desaparición de Aundria. El secuestrador le había prometido mostrarle unos cachorritos y la había subido a su camioneta para llevarla a un sitio en el bosque donde la violó. Luego, al escuchar gente y perros acercándose, huyó dejándola tirada. Meta tenía algo más que sorprendente para decirle a Cathy: cuando leyó sobre el caso de Aundria y vio la foto del padre adoptivo en las redes inmediatamente se había dado cuenta de que era el mismo hombre que la había atacado.
Cathy le creyó. Se encontraron y fueron juntas, con Koppelman, al lugar del secuestro en Windmill. Comprobaron que la ruta donde habían raptado a Meta era el mismo camino que Dennis Bowman tenía que tomar para ir de su casa al trabajo. La camioneta que tenía por ese entonces Bowman era roja, igual que la del atacante de Meta McLeod. Las piezas del rompecabezas encajaban con demasiada precisión. Meta y Cathy unieron fuerzas y se volvieron inseparables en la batalla por atrapar a Bowman.
Cathy recurrió a la herramienta llamada Google Earth y consiguió un dron para espiar las distintas propiedades que habían tenido los Bowman. Había un lugar de ese gran terreno donde vivían que particularmente le llamaba la atención. Era como un óvalo de tierra removida, distinta. Si Aundria se hubiera fugado… ¿Dónde estaba después de tanto tiempo? Cathy estaba convencida de que su hija estaba muerta, que su asesino era ese hombre que la había adoptado y que la tenía enterrada en su patio trasero.
Otro crimen
Fue el detective Joe Smith, de un equipo de casos estancados, quien terminó asociando una violación y asesinato ocurridos en 1980 en un área cercana al personaje Dennis Bowman. El caso reabierto era por el crimen de Kathleen Doyle, una joven de 25 años, casada con un piloto de la marina estadounidense. Una noche, en ausencia de su esposo, un hombre ingresó por la ventana a la casa, la violó salvajemente, la apuñaló y la estranguló hasta matarla. Aunque tenían restos de semen y huellas del atacante, los policías científicos no tenían con quién compararlas.
Así fue pasando el tiempo hasta que en una reunión de detectives en 2019, dos de ellos descubrieron por mera casualidad, que tenían un sospechoso, con varias denuncias por delitos sexuales, en la misma zona: Dennis Bowman. Casualmente este hombre había estado destinado brevemente en la marina de Norfolk, en las mismas semanas del crimen de Kathleen Doyle. Decidieron comparar su ADN con el guardado de la escena desde hacía años. Para eso un agente fue a entrevistar a Bowman y, sin su permiso, se quedó con la taza donde él había bebido café. Listo: el ADN coincidió ciento por ciento.
Dennis Bowman fue detenido en noviembre de 2019 por el crimen de Kathleen Doyle ocurrido en Virginia el 11 de septiembre de 1980. Habían pasado 39 años. El detenido confesó. Por supuesto, manipuló a su mujer Brenda a quien le dijo que esa noche estaba muy borracho, que no se acordaba de haberle hecho nada a la mujer, que había entrado solo para robar… Le pidió perdón y Brenda no solo se lo otorgó, le juró que a pesar de todo lo seguía amando.
Entre pañales
El 9 de febrero de 2020 Bowman fue extraditado al estado de Virginia para enfrentar sus cargos por el homicidio de Kathleen Doyle. Le dieron dos sentencias perpetuas. La cárcel y las presiones policiales ejercidas a través de su esposa Brenda lograron que reconociera, ese mismo año 2020, que su hija Aundria estaba muerta. Sostuvo que había sido un accidente por una discusión: ella pretendió huir y lo amenazó con volver a contar de los abusos a la policía. Él le respondió: “No, no lo harás” y la golpeó. Aundria cayó hacía atrás por la escalera y se rompió el cuello. Dennis Bowman contó que se dio cuenta de que estaba muerta porque miró sus ojos azules y estos miraban el vacío como los ojos de vidrio de las muñecas. Una imagen espeluznante para describir la pérdida de una hija. Luego, siguió, llevó el cuerpo hasta el granero, quemó su ropa y su mochila. Unos días después intentó introducirla dentro de un barril. Como no entraba le cortó las piernas con un hacha. Hizo rodar el barril hasta colocarlo al lado de los tachos de basura de los vecinos para que se lo llevaran.
Esa fue una de sus tantas versiones, no la única. En otra más amable dijo que la había envuelto en una sábana blanca y le había tirado flores antes de enterrarla en un cementerio local. Más tarde confesó que, en realidad, había cambiado de idea y había enterrado el cuerpo en el patio trasero de su propia casa y había mudado el barril cuando se trasladaron de casa.
A todo esto, ¿Dónde estaba Brenda mientras el padre ponía tanta dedicación a desmembrar a su hija, quemar sus restos, enterrarla, desenterrarla y volverla a enterrar? Vivía bajo el mismo techo, pero parecía no enterarse de nada.
Cathy estaba cada vez más convencida de que Bowman la había enterrado en el jardín donde vivían al momento de su arresto. La policía no creía que esto fuera posible porque los Bowman se habían mudado luego de la desaparición.
Mientras todo esto pasaba, más casos salían a la luz y él iba reconociendo hechos. En 1980 había sido arrestado por la denuncia de una joven que lo acusó de intentar llevarla a una zona de bosques en Michigan y agredirla a tiros. Se salvó porque justo pasó un auto y ella se subió y logró escapar. Él, manipulador como siempre, llegó a un acuerdo con los fiscales y se declaró culpable. Mientras estuvo enrolado en las fuerzas armadas en San Diego también había atacado a una mujer en un campamento. Después del asesinato de su hija tampoco se había detenido. En 1998 había sido arrestado por ingresar por la fuerza en la vivienda de una compañera de trabajo. Cuando allanaron la casa de Bowman encontraron una bolsa con lencería femenina, una máscara y un arma ilegal. ¿Y Brenda? Bien gracias. No veía, ni miraba, no quería saber qué había escondido bajo su propio techo.
Después de mucho tiempo, en 2022, Dennis Bowman reveló desde la cárcel, por conveniencia (quería cumplir su reclusión en Michigan) e insistencia de Brenda, dónde estaba el cuerpo de Aundria. Admitió que estaba en el jardín de su última casa en Allegan, debajo de una capa de cemento. En ese mismo lugar que Cathy venía señalando con obsesión a partir de las imágenes de Google Earth.
Una excavadora comenzó la tarea donde se veía un círculo de tierra. No demoraron en encontrar el barril con los restos junto con decenas de pañales de Vanessa, que Bowman había colocado para disimular los malos olores que despiden los cadáveres, y un envoltorio de pastillas de menta donde se podía leer el año: 1989. El ADN certificó que era todo lo que quedaba de Aundria. Ya no quedaban dudas. Había sido asesinada por Dennis Bowman el mismo día en que desapareció. El asesino había ido mudando sus restos -supuestamente sin el conocimiento de Brenda- a dónde iban a vivir.
Cathy había tenido razón, siempre. Su instinto había sido certero: “Es como si ella me hubiera estado gritando desde ese patio trasero durante años” dijo. Cathy llegó a confrontar a Brenda, pero ella le respondió: “No olvidó lo que hizo, pero lo perdono. Tomo mis votos matrimoniales muy seriamente”. La maldad es claramente contagiosa.
Acorralar al culpable
En el documental de Netflix Entre las llamas: la hija perdida, Cathy Terkanian cuenta su periplo por resolver el caso de Alexis y conseguir justicia. Por decisión propia y sin miedos, se convirtió en la acosadora impiadosa del asesino. Acorraló sin tregua a aquel padre que había adoptado a su hija y que la terminó abusando, asesinando y descuartizando con la silenciosa complicidad de Brenda, la esposa.
Los dos capítulos de Netflix quitan el aire y duelen. Ella le promete a la cámara: “Cada momento pienso en ella, estoy en el punto en el que tengo que encontrarla con vida. No me importa si tengo que recorrer todo el planeta para conseguirlo (…) Yo misma voy a encontrarla”. Y lo hizo.
Cathy empujó la investigación convencida de que ese sujeto había asesinado y enterrado a su hija en su jardín. Pasaba por la puerta de su casa, le dejaba mensajes telefónicos, merodeaba la zona, le enviaba cartas, lo señalaba por sus delitos. Los Bowman se quejaban de ella con frecuencia ante la policía. Cathy iba al límite, pero nada la detenía. No iba a dejarlo escapar bajo ningún concepto. Cuando en noviembre de 2019 Bowman fue detenido por el crimen de Kathleen Doyle, Cathy lo supo enseguida. Su instinto no le mentía: él había asesinado a Aundria.
Dos veces mutilada
Brenda Bowman tuvo que testificar en el juicio por el homicidio de Kathleen Doyle el 22 de febrero de 2021. En su declaración reconoció que Aundria le había advertido de los abusos por parte de su marido Dennis, pero aseguró haber pensado que eran cosas de la rebeldía adolescente: “Ella me dijo una mañana que su papá abusaba de ella y yo le respondí: ‘Eso es mentira y tú lo sabes’”.
Quien no quiere ver, no ve. La ceguera por elección debería convertirte en cómplice.
Dennis Bowman (75) cumplía dos cadenas perpetuas más veinte años extra por haber asesinado a Kathleen Doyle cuando, el 7 de febrero de 2022, la jueza Margaret Zurich Bakker lo condenó a otra pena de 35 a 50 años de prisión por asesinato, en segundo grado, de su hija adoptiva Aundria. “No es seguro que el señor Bowman esté en nuestra comunidad. Sus numerosas agresiones, su comportamiento en este caso y otras condenas indican que es un hombre seriamente peligroso que ha hecho daño a muchas comunidades y familias. Es imposible articular las palabras para describir lo que ha hecho. Leerlo solamente ya es repugnante”, dijo Bakker.
Después de la condena, la fiscal del condado de Allegan, dio la orden de que Bowman regresara a Virginia para cumplir las condenas. Esto contrarió la voluntad del convicto que quería quedarse en Michigan. La justicia decidió no dejarse manipular por él y lo envió al Centro Correccional de River North.
Cathy dice con nostalgia que nunca pudo escuchar la voz de su hija, pero afirma que seguirá luchando por ella. Vive en Massachusetts con su marido y ahora tiene en mente lograr la anulación de la adopción para devolverle su nombre original: Alexis Badger. “Quiero que el nombre de ese monstruo salga del certificado de nacimiento de mi hija”, afirma.
También, exige la custodia total de sus restos. Esa es su nueva batalla desde que Brenda tomó la decisión de incinerar los restos de su hija adoptiva hallada en su propio jardín y le ofreció la mitad de esas cenizas. Brenda creía estar siendo magnánima. Cathy aceptó, cómo no hacerlo, pero no puede creer lo que esta siniestra mujer volvió a hacer. Brenda Bowman, la impresentable, la sumisa, la cómplice, la ciega Brenda, cometió otro ultraje con los restos de su hija. Porque Aundria, que había sido desmembrada por Dennis, fue nuevamente descuartizada por su madre adoptiva que separó sus cenizas. Hay personas que no aprenden jamás a ser personas.