“Fue la escena más horrenda que jamás había visto. Bajamos las escaleras, cerramos el negocio y condujimos a casa en silencio. Tenía las manos mojadas y lágrimas en los ojos. Todo lo que podía pensar era en ese hombre negro colgando del extremo de una cuerda”. Henry Fonda, que con el tiempo se convertiría en uno de los actores emblemáticos de Hollywood, era un adolescente de 14 años cuando el anochecer del 28 de septiembre de 1919 fue testigo del brutal linchamiento de Will Brown desde una ventana de la imprenta que tenía su padre frente al Palacio de Justicia de Omaha, en Nebraska.
El de Fonda es uno de los pocos testimonios de primera mano sobre uno de los crímenes de odio más brutales y escandalosos de lo que se conoció como el “Verano rojo” de los Estados Unidos, cuando en el lapso de diez meses de 1919 más de 250 afroamericanos fueron asesinados por turbas blancas -cuyos integrantes nunca recibieron castigo- en por lo menos 25 disturbios en diferentes ciudades del país.
Se le llamó así debido por el derramamiento de sangre que representó la peor ola de violencia de blancos sobre negros en la historia estadounidense. Una masacre provocada por intereses políticos y periódicos sensacionalistas que explotaron más allá de todo límite el malestar social de la posguerra, el racismo y el temor de la sociedad blanca a los diferentes.
Se desarrolló en ciudades pequeñas como Elaine, en Arkansas, y Omaha, en Nebraska, poblaciones medianas como Annapolis, Maryland y Syracuse, y en grandes ciudades como Nueva York, Washington y Chicago. Allí decenas de hombres, mujeres y niños afroamericanos fueron quemados vivos, fusilados, linchados o golpeados hasta la muerte por turbas que a veces actuaron espontáneamente y en otras de manera organizada. Miles de personas vieron también cómo el fuego devoraba sus casas y sus negocios antes de ser expulsadas bajo amenazas de muerte.
El derramamiento de sangre fue producto del choque de fuerzas sociales: por un lado, los soldados negros regresaban de la Primera Guerra Mundial esperando los mismos derechos por los que habían luchado y desangrado en Europa, y los afroamericanos se mudaban al norte para escapar de las brutales leyes raciales del sur; por el otro, los blancos veían a los negros como una competencia por empleos, hogares y poder político.
“La limpieza étnica era el objetivo de los manifestantes blancos. Querían matar a la mayor cantidad posible de negros y aterrorizar al resto hasta que estuvieran dispuestos a irse y vivir a otro lugar”, explica William Tuttle, profesor de estudios estadounidenses en la Universidad de Kansas y autor de Race Riot: Chicago in the Red Summer de 1919.
Sin embargo y pese a su violencia y sus sangrientas secuelas, el “Verano Rojo” es uno de los episodios menos conocidos y estudiados de la historia de los Estados Unidos, como si un deliberado manto de olvido pudiera borrar su vergüenza. “No encaja con las historias ingeniosas que nos contamos sobre nosotros mismos y nuestra nación, muestra una cara que no queremos ver”, sostiene el historiados David Kluger en 1919, el año de la violencia racial: cómo los afroamericanos se defendieron, una de las pocas investigaciones sobre esa etapa.
Esa cara siniestra es la que desnuda la historia del linchamiento de Will Brown, un obrero afroamericano lisiado, acusado falsamente de agredir y abusar en la calle de una mujer blanca una noche de fines de septiembre de 1919, detenido sin pruebas y asesinado por una multitud que lo arrancó de los tribunales.
Una “causa armada”
El 26 de septiembre, Agnes Loebeck, de 20 años, denunció que fue agredida por un hombre negro cuando, cerca de la medianoche anterior, volvía a su casa acompañada por su novio, un veterano herido en la guerra llamado Milton John Hoffman. Según la denuncia, ambos fueron atacados al llegar a la esquina de South 5th y Scenic Avenue. Guiada por la descripción de los supuestos agredidos, la policía no demoró en detener a Will Brown, de 41 años, que sufría de reumatismo agudo y trabajaba una empacadora de la ciudad.
La noticia corrió como un reguero de pólvora que no demoraría en encenderse y estallar. El Omaha Bee, un periódico sensacionalista y alineado con la oposición política al alcalde, publicó de inmediato un artículo flamígero: “El ataque más atrevido contra una mujer blanca jamás perpetrado en Omaha, el acto más reciente de una serie de ofensas violentas llevadas a cabo por los negros contra mujeres caucásicas en la ciudad, ocurrió una cuadra al sur de la calle Bancroft cerca de Scenic Avenue en Gibson hace dos noches. La pequeña y bonita Agnes Loebeck fue agredida por un negro al que identificó como William Brown cuando regresaba a casa en compañía de Milton Hoffmann, su prometido, un veterano de guerra lisiado y condecorado”, decía.
Otro periódico de la ciudad, el World-Herald, también contribuyó a provocar la ira popular blanca, aunque sin identificar a Brown como el agresor. “La pequeña Agnes Loebeck fue agredida por un negro no identificado a las doce de la noche anterior, mientras regresaba a su casa en compañía de Millard (sic) Hoffman, un lisiado”, informaba en su artículo.
También trascendió que el sospechoso sería llevado por la policía a la noche hasta la casa de la familia Loebeck para que Agnes y Hoffman lo identificaran. Antes de que la policía pudiera salir de la casa de Loebeck, una turba de unas trescientas personas se reunió afuera y amenazó con apoderarse de Brown. Después de una hora de amenazas y enfrentamientos, la llegada de refuerzos permitió controlar a la multitud y trasladar al acusado al juzgado del condado de Douglas, donde quedó custodiado por 46 policías al mando de un detective.
Agnes Loebeck y Milton Hoffman habían señalado sin dudas a Brown como el agresor nocturno, por lo que quedaría detenido hasta ser sometido a juicio. Pasaría mucho tiempo hasta que se comprobara que la acusación era parte de un montaje ideado por el dirigente político racista Tom Dennison, que había perdido la alcaldía al ser derrotado por el reformista Ed Smith. Con la movida, el derrotado buscaba movilizar a los supremacistas bancos contra el nuevo alcalde, al que acusaba de favorecer a los negros. Hoffman, el novio de la supuesta agredida presentado como testigo del ataque de Smith era, en realidad, uno de los principales laderos de Dennison.
Un alcalde en peligro
Después del intento fracasado de secuestrar y matar a Brown fuera de la casa de Loebeck, comenzaron a correr rumores de que una turba intentaría apoderarse de él en el juzgado. El domingo 28 de septiembre, un grupo de jóvenes blancos se reunió en el sur de Omaha y comenzó a marchar hacia los tribunales. A medida que avanzaban por las calles, otros manifestantes se iban sumando hasta convertirse en una multitud de entre 10.000 y 15.000 personas, que cercó el juzgado y amenazaba con entrar a la fuerza para llevarse al prisionero y escarmentar a los policías y funcionarios que lo protegían.
A las ocho de la noche, algunos hombres armados mezclados entre la turba comenzaron a disparar contra el juzgado, desde donde la policía respondió el fuego. En la refriega murieron un chico de 16 años y un comerciante de 34 que se encontraban entre la multitud.
El intento de copamiento fue rechazado, pero media hora más tarde intentó quemar el edificio arrojando bombas incendiarias e impidió que los bomberos pudieran acercarse para apagar el juego. Adentro, aterrorizado, Will Brown se dio cuenta de que su vida tenía los minutos contados. Según las crónicas de la época, cuando las llamas comenzaron a trepar por las paredes del edificio, le gritó al alguacil Mike Brown, el hombre encargado de protegerlo: “¡Soy inocente, nunca hice lo que dicen! ¡Dios mío, soy inocente!”.
El alcalde Smith, que estaba dentro del edificio, salió a la calle en un vano intento de dialogar con los atacantes. Les rogó que dejaran en paz al prisionero, que sería sometido a un juicio justo y que permitieran que los bomberos apagaran el fuego. “No vamos a entregar a este hombre”, le gritó a la multitud. No alcanzó a decir más: le dieron un golpe en la cabeza, lo tiraron al suelo y lo arrastraron hasta una esquina, donde intentaron ahorcarlo con una cuerda que pendía de un poste de luz.
Entre los manifestantes hubo quienes pensaron que eso era demasiado, lo rescataron de una muerte inminente y lo cargaron inconsciente hasta el hospital más cercano, donde quedó internado varios días para reponerse de las heridas de gravedad que tenía en la cabeza.
El linchamiento de Brown
Mientras tanto, la turba logró entrar al juzgado en llamas y llevarse a Brown ante la mirada impotente de los policías y funcionarios, que eligieron preservar sus propias vidas antes que proteger al hombre negro. Antes de que lo sacaran por las puertas del juzgado, el prisionero había dejado de gritar, desmayado por los golpes. La organización histórica Nebraska Studies reconstruyó así las escenas de terror que se sucedieron a continuación: “Fue golpeado hasta dejarlo inconsciente. Su ropa estaba arrancada cuando llegó a las puertas del edificio. Luego fue arrastrado a un poste de luz cercano en el lado sur del palacio de justicia en 18th y Harney. Eran cerca de las 11 de la noche. La multitud rugió cuando vieron a Brown, y le colocaron una cuerda alrededor del cuello. Brown fue izado en el aire, su cuerpo girando. Fue acribillado a balazos. Luego, bajaron su cuerpo, lo ataron detrás de un automóvil y lo remolcaron hasta la intersección de 17th y Dodge. Allí, el cuerpo fue quemado con combustible. Más tarde, los trozos de la cuerda que se utilizó para linchar a Brown se vendieron a 10 centavos cada uno. Finalmente, el cuerpo carbonizado de Brown fue arrastrado por las calles del centro de la ciudad”.
Will Brown fue enterrado en el cementerio Potter’s Field, cerca de Young Street y Mormon Bridge Road, Omaha, el 2 de octubre de 1919. No hubo servicio fúnebre y nadie acompañó sus restos hasta el lugar donde recibió sepultura. Durante más de 80 años, no hubo una lápida con su nombre en la tumba.
Un crimen impune
Para terminar con los disturbios en Omaha fue necesaria la intervención del ejército, cuando el 1° de octubre las tropas al mando del general de división Leonard Wood prácticamente ocuparon la ciudad y declararon la ley marcial.
Hubo 120 investigados por la muerte de Brown y los desmanes previos y posteriores, pero solo tres personas terminaron acusadas: el novio de Agnes, Milton Hoffman; Claude Nethaway, un agente de bienes raíces conocido por su activismo racista, y un hombre llamado George Davis, de quien se desconocen otros datos. El editor del Omaha Bee, Victor Rosewater, fue acusado por el papel que había cumplido el periódico en la incitación de los disturbios.
Sin embargo, el proceso legal quedó suspendido en 1921, cuando en una nueva elección local fue elegido alcalde Jim Dahlman, un hombre que respondía al racista Tom Dennison. De inmediato se desestimaron todos los cargos relacionados con el linchamiento de Will Brown y se ordenó destruir todas las actas judiciales del proceso. Fue el primer paso para borrar de la historia los sangrientos hechos del “Verano rojo” en Omaha.
Quien no pudo borrarlos de su memoria fue un adolescente de 14 años llamado Henry Fonda, que asistió horrorizado al asesinato de Brown desde la ventana de la imprenta de su padre. Años después, ya convertido en un famoso actor de cine, eligió protagonizar dos películas que tienen a un linchamiento en el centro de la trama, Young Míster Lincoln y The Ox Bow Incident.