El día que Maradona y Rata Blanca revolucionaron Berazategui: el estudio de TV que los unió y dos arcos aún en pie

La banda de hard rock conoció a Diego en Ritmo de la Noche y lo invitaron al hogar de niños que apadrinaban. El astro dijo que sí y su visita (y sus regalos) son un recuerdo inolvidable hasta hoy

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Diego visitó la Casa del
Diego visitó la Casa del Niño para la celebración de Reyes Magos de 1992. En la foto, junto a Hugo Bistolfi, tecladista de Rata Blanca, en aquella tarde inolvidable

Diego estaba sentado en un banquito, en un rincón del estudio en el que pasaba entre poco y nada. Era el final de 1991, esa semana en la que el tiempo transcurre a la velocidad del letargo y que conecta la Navidad con el Año Nuevo. Era domingo y era Telefé: era Ritmo de la Noche, el programa al que, como conductor y productor, se animó Marcelo Tinelli para ocupar el lugar que había dejado vacante la mudanza de Gerardo Sofovich y su tanque dominical a ATC.

Diego era Maradona. Esa noche había ido a ver más que a participar, aunque la invitación a participar del futsal que se disputaba durante el programa estuviera siempre abierta. La frutilla de esa emisión era musical: Rata Blanca se presentaría una vez más en el programa del que era habitué.

Por esos días Rata Blanca era pura onda expansiva en la escena local, y su éxito internacional empezaba a nacer. Vendió 40.000 entradas para su show en la cancha de Vélez, algo que ninguna otra banda argentina de hard rock y heavy metal había logrado hasta ese momento ni volvería a lograr hasta hoy. Su segundo disco, Magos, espadas y rosas, había sido un cimbronazo histórico a fuerza de dos himnos como “Mujer amante” y “La leyenda del hada y el mago”, y para fines de 1991 ya habían lanzado el tercero, Guerrero del arcoíris. En solo un año, cada uno de sus álbumes vendió 200.000 copias.

Diego atravesaba una pausa forzosa como astro del fútbol. En abril de ese año lo habían sancionado porque una muestra de su orina había resultado positiva a la prueba de cocaína. Los años dorados en el Nápoli, esos que pusieron a la Italia del Norte rendida ante el equipo del sur, habían llegado a su fin.

En 1991, Diego atravesaba una
En 1991, Diego atravesaba una suspensión: habían detectado cocaína en su muestra de orina cuando jugaba en Nápoli (Fuente)

“No conocíamos a Diego. Estaba sentado a un costado del estudio, tranquilo y solo. No era como esa imagen habitual que tenemos de él, que llegaba a cualquier lado rodeado de gente y se armaba un revuelo bárbaro. Entonces fue una decisión natural. Primero nos acercamos a saludarlo y le pedimos una foto… y ahí, bueno, vino el comentario. La semana siguiente se venía Reyes Magos y nosotros ya teníamos previsto ir al hogar que apadrinábamos con Rata en Berazategui, entonces le preguntamos si no quería venir con nosotros. A jugar con los chicos, a pasar un rato con ellos… Diego nos dijo que sí de una, ‘dale, pásenme a buscar’”, cuenta Hugo Bistolfi, tecladista de Rata Blanca durante más de dos décadas.

Ese breve intercambio iba a alcanzar para que, una semana después, Diego Armando Maradona revolucionara la Casa del Niño Rucalhué, que había abierto sus puertas en 1988 por iniciativa de dos docentes que, además, son un matrimonio, y que todavía funciona ahí donde Ranelagh y Plátanos, en Berazategui, se tocan.

“Fue increíble. Me llamaron los chicos de Rata. Me dijeron ‘no digas nada, prepará un partido para mañana, vamos con Diego’. Fue una locura, a medida que se iban enterando de que Diego había venido al hogar venían de a cientos. Tuvimos que suspender el partido en nuestra canchita de la gente que había, en un momento tuvimos que esconder a Diego, y terminamos jugando con Rata en una cancha alejada para que él se pudiera ir”, reconstruye Enrique Spinetta, fundador y presidente de la Casa del Niño, que sigue funcionando hasta hoy.

“Imaginate… este era y sigue siendo un barrio muy humilde. En ese entonces por acá estaba solo la Casa del Niño rodeada de puros descampados. Y de repente aparece Diego junto con Claudia, a pasar una tarde con los pibes, a jugar. Y si hay algo que Diego siempre tuvo fue su conciencia de clase”, reflexiona Spinetta, y enseguida suma: “Él contó que se acordaba de que a Fiorito había ido un jugador profesional de Independiente, el “Ratón” Ayala, y que él no se había olvidado nunca de que eso le había hecho sentir que él también podía convertirse en jugador de fútbol”.

Durante la pandemia, la Casa
Durante la pandemia, la Casa del Niño aprovechó un arbusto para pintar un mural en homenaje a Maradona

Bistolfi, que desde hace años vive cerca del Cerro Uritorco, en Córdoba, y que gira por el mundo presentando su ópera rock Viaje al Cosmos, se acuerda bien. “Pasamos a buscar a Diego por su departamento en Libertador -ese que después usaría Guillermo Cóppola y que estuvo al borde del remate- en un 504 que era del manager de Rata. Se subieron él y Claudia y fuimos charlando hasta Berazategui. Les preguntamos cuál era su gol favorito. Diego eligió uno que había hecho para el Nápoli, no me acuerdo cuál, ¿podés creer?”, cuenta el músico.

“Claudia eligió uno que Diego hizo cuando era un nene, en Argentinos. Fue contra Huracán en cancha del Globo. La agarró en su área, gambeteó a todos e hizo el gol. Yo vi ese gol en la cancha y no me lo olvidé hasta hoy, fue impresionante. Yo soy de San Lorenzo pero con mi viejo estábamos en la cancha porque él era fanático de Maradona y lo íbamos a ver cada vez que podíamos. Yo tenía 11 ó 12 años el día de ese gol. Y de repente estaba en un auto, era una estrella de rock y estaba con Maradona yendo a que los conocieran los chicos de un hogar que apadrinábamos con la banda, no lo podía creer”, describe Bistolfi, que fusiona los géneros musicales a los que se dedicó históricamente con el folklore y la orquesta de cámara.

Rata Blanca visitaba periódicamente la Casa del Niño que Spinetta y Claudia, su esposa, hacían crecer en Berazategui. Donaban carpas para los campamentos, juguetes y también tiempo. Tocaban a beneficio de los chicos, jugaban con ellos al fútbol y alguna vez los invitaron a algunos de sus shows más grandes.

Los chicos parecían alucinados ese día. No podían creer que Diego estaba ahí con ellos y, a la vez, le transmitían mucho respeto. Él les decía ‘yo soy de este barro, nací en un lugar como este’. Peloteamos un rato con él, éramos cuatro los que estábamos ese día: Gustavo (Rowek), Sergio (Berdichevsky) y el ‘Negro’ (Guillermo Sánchez). Walter (Giardino) y Adrián (Barilari) no estaban. Yo ese día conocí el corazón de Maradona. Ese fue un gesto no para la tribuna ni para la TV. Ese fue un gesto para esos chicos con los que pasó un rato y a los que alucinó, y eso es inolvidable”, se conmueve Bistolfi. El 25 de noviembre de 2020, cuando Maradona murió apenas después de cumplir 60 años, el ex tecladista de Rata Blanca lo recordó con una imagen de aquel día compartido.

Enrique Spinetta y Claudia, su
Enrique Spinetta y Claudia, su compañera de vida, fundaron la Casa del Niño en 1988. Ahora mismo acompañan allí a unos 300 chicos de Ranelagh y Plátanos

La Casa del Niño nació casi a fines de los 80. “Con mi señora éramos maestros en un barrio muy humilde de Berazategui. Tras la dictadura la industria había quedado destruida y muchos padres de familia quedaron sin trabajo. Las mamás empezaron a trabajar limpiando casas cama adentro, y los chicos quedaban solos, silvestres, en la calle”, describe Spinetta. “Empezamos a abrir nuestra casa a los chicos del barrio que ya no iban a la escuela a cursar sino solamente a comer, y también a algunos alumnitos que tenían a la familia todo el día fuera de su casa”, agrega.

Lo que él y Claudia impulsaron en su barrio se replicaba en otras localidades del sur y oeste del Conurbano. Hacia 1988 ya vivían 35 chicos en su casa, y ante una demanda que no paraba de aumentar, decidieron abrir la Casa del Niño, un espacio en el que los chicos pueden estar desde la mañana hasta la noche destinado a quienes tienen una casa a la que volver a dormir. “Venían a hacer sus comidas, a obtener ayuda para la tarea, a poder vivir un campamento. A vivir una infancia feliz y no sólo atravesar una edad temprana”, resume Enrique.

En 1987, cuando junto a los adolescentes que vivían en su casa empezaron a construir una panadería para que los más grandes tuvieran un ingreso propio, la banda sonora de sus días empezó a cambiar. Lo que antes era pura cumbia viró hacia el rock y el heavy metal: sonaban Los Redondos, La Renga y también Rata Blanca.

Un día, en pleno ascenso de su épica trayectoria, Rata Blanca se acercó al cuartel de Bomberos de Berazategui para dar un show a beneficio. Spinetta y algunos de los chicos que vivían con él o eran parte de la Casa del Niño fueron a escucharlos, les contaron la historia su proyecto y el padrinazgo se selló enseguida. “Empezaron inmediatamente a darnos una mano”, cuenta el ex docente. Por estos días, unos 300 chicos y chicas pasan sus días en la Casa del Niño.

“El día que vino Diego hizo unos jueguitos, jugó con los chicos, y de repente quedamos solos y me preguntó ‘¿qué necesitás?’. Yo le dije que nada, que su visita ya era algo inolvidable para los pibes de Berazategui, pero insistió. Y nosotros teníamos unos arcos en nuestra canchita que eran cañas atadas con alambres, así que me mandé y le pedí los arcos. A la semana apareció un camión y era un envío a lo Diego: dos arcos profesionales que era imposible que entraran en nuestra canchita, así que los reformamos, los achicamos un poco, y son los arcos que tiene nuestra canchita hasta hoy”, describe Enrique.

Tras su visita, Maradona donó
Tras su visita, Maradona donó dos arcos profesionales a la Casa del Niño

La canchita vivió un cambio rotundo hace algunos años. Era plena pandemia, cuando la Casa no podía recibir a los chicos cada día por las medidas sanitarias implementadas, y entonces la Casa repartía viandas para que nadie pasara hambre. “Teníamos mucho tiempo libre comparado a nuestro día a día habitual, entonces decidimos aprovechar un arbusto que tenemos e hicimos un mural para que ese arbusto quedara como el pelo de Diego, al que en primavera le crecen flores amarillas parecidas a las que Dalma le ponía a Diego en las medias”, cuenta Enrique.

“Queríamos invitar a Diego a que conociera el mural, pero justo cuando lo estábamos terminando tuvo el hematoma subdural. Antes de que muriera pudimos hacerle llegar la foto del mural… se emocionó y nos prometió que iba a venir si mejoraba. La foto del mural se viralizó enseguida: la subió el Nápoli, el Barcelona, la compartió Dalma, fue una locura”, recuerda Enrique. Después de esa viralización, el entonces Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, visitó la canchita de la Casa del Niño.

“Se nos inundaba cada vez que llovía, pero nos pusieron en contacto con el Ministerio de Deportes, presentamos un proyecto en el programa Clubes en Obra, y pudimos acceder a la mitad de la plata para que nuestra canchita tuviera césped sintético. Y después nos ayudó otro montón de gente a conseguir la otra mitad… Para mí ese fue el primer milagro maradoniano. Con la viralización de su mural, Diego nos ayudó a que mejorara la cancha en la que juegan 300 chicos todo el tiempo”, se conmueve Spinetta.

Habla de la cancha a la que Maradona llegó desde Palermo en un Peugeot 504, gracias a la invitación de una banda de hard rock inolvidable para la música argentina y por la casualidad de coincidir en un estudio televisivo. Esa cancha en la que Maradona les recordó a los chicos de la Casa del Niño y a todos los que quisieron acercarse a escucharlo esa tarde que se puede crecer en el barro y conquistar el mundo a puro talento.

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