“No me gusto. Nunca me gusté, ni tampoco físicamente. No me gusto cuando me observo en el espejo: esta naricita corta, la boca carnosa. A mi me gustan las bocas sin labios y las narices largas, aguileñas. Yo soy lindo y un hombre no debe ser lindo. Más lo pienso, y más me pregunto cómo es posible que una cara así me dé de comer”. Marcello Mastroianni, uno de los actores italianos más amados en todo el mundo, protagonista de clásicos del celuloide, que nunca se tomó en serio que lo catalogaran de sex symbol, latin lover y otras definiciones. Fuera del set no estaba en pose, era espontáneo y se reía cuando los periodistas le pedían que hablara sobre su relación con las mujeres. “¡Qué destino!”, se lamentó en una entrevista con Letterman en 1987. “Tengo 63 años. ¿Debería tener una novia? Siguen con esta historia del latin lover”, decía mientras se tomaba de la cabeza.
El actor que protagonizó 146 películas, recibió tres nominaciones al Oscar como mejor actor por Divorcio a la Italiana, Un día particular y Ojos Negros sabía que las preguntas sobre su vida amorosa siempre llegaban en algún momento de la entrevista y estaba habituado a responder. Es que además de haber sido dirigido por los cineastas más prestigiosos e intelectuales de la época, Mastroianni hizo películas con las actrices más hermosas del mundo, donde nunca faltaban los besos y el romanticismo. Si no existía el romance, se especulaba con ello, como en el caso de Sophia Loren. Sí tuvo una relación con Jeanne Moreau, su coprotagonista de La noche (1961), con la norteamericana Faye Dunaway, con quien compartió set en Amantes (1968). También vivió un romance con Anouk Aimée, de La Dolce Vita y el resonante amorío con Catherine Deneuve, cuando ambos estaban casados. La había conocido en una cena en la casa del director Roman Polanski para más tarde filmar Liza (1971). Tuvieron una hija, Chiara.
Deneuve recordó al galán italiano como el gran amor de su vida: “Éramos tan diferentes… pero teníamos en común un profundo sentido de la libertad y un enorme amor por la vida. Él estaba casado, y solía llamarse a sí mismo ‘cobarde’ por no animarse a dejar a su mujer”.
En las entrevistas, Marcello no siempre respondía seriamente. Hacía gala de su sentido del humor, era divertido, a veces provocador. Antes de morir por cáncer de páncreas el 19 de diciembre de 1996, le dio una entrevista al fundador del diario La Repubblica, Eugenio Scalfari a quien le confesó haber sufrido por amor. “Si quiere saber qué pienso del amor, se llevará una desilusión. No lo conozco bien. A veces creí sentirlo, pero quizás era mi sufrimiento al sentirme rechazado”, confesó.
Tras su muerte, su hija Chiara recordó a su famoso padre como una persona fantasiosa, alegre pero que al mismo tiempo cargaba con una enorme melancolía. Entre otros aspectos de su personalidad, destacó su humanidad, la ausencia de egocentrismo. No presumía.
En una entrevista que le hizo Raffaella Carra en su programa Pronto, Raffaela?, sentados muy cerca en el sillón de un living dio una muestra de esa humildad. Mirándolo a los ojos, después de llenarlo de elogios, la diva le dijo: “sos un actor famoso en el mundo, amado sobre todo, tuviste grandes éxitos, mucho dinero, pero esto cuesta. ¿Cuál fue el precio que tuviste que pagar?”. Y él apenas tuvo que pensar la respuesta: “No creo haber pagado un precio. De todo lo mencionado, te faltó un elemento: grandes éxitos, mucho dinero y una gran suerte. No lo digo por falsa modestia. Nuestra profesión no está hecha solo de calidad intrínseca, también está hecha de encuentros afortunados con personas en el momento justo”.
Si bien el listado de romances del protagonista de 8 y medio fue extenso y su vida estuvo marcada por grandes pasiones, solo llevó al altar a una sola mujer. Su primera y única esposa: la actriz Flora Carabella, con quien tuvo a Barbara, su primogénita (1951-2018). A Flora nunca le pidió el divorcio, por un tema religioso, situación que afectó a las siguientes relaciones. Muchas mujeres no se lo perdonaron. Una fue la estadounidense Faye Dunaway, por quien el galán italiano dijo alguna vez haber perdido la cabeza. La actriz contó en su documental Faye que hizo locuras durante dos años por él mientras estaba casado. Llegaba al aeropuerto Fiumicino con una peluca castaña y mirando hacia abajo. Creyó que alguna vez se decidiría por ella y se mantuvo en un estado “delirante” durante ese tiempo. Pero finalmente decidió dejarlo y concentrarse en su carrera. Cuando cortó con Dunaway cayó en los brazos de la francesa Deneuve. Pero al hablar de sufrimiento, Marcello seguramente se refirió a un amor imposible, que no sucumbió a sus encantos. Fue Claudia Cardinale, su coprotagonista en 8 y medio, otra de sus grandes películas rodadas con Fellini.
Cinco meses antes de morir le reprochó en la cara a Cardinale: “Sos una tonta, yo estaba enamorado de verdad y nunca me tomaste en serio. Sufrí durante años”. El encuentro se produjo por el documental que filmó su última pareja Anna María Tatò durante su enfermedad, llamado “Sí, yo me acuerdo”, registro que no cayó bien a sus hijas ni a las ex de la estrella romana, que vivía en su casa de París. La acusaron de beneficiarse con la situación.
A Claudia Cardinale la había conocido en 1959 mientras grababa el filme El bello Antonio. La actriz reconoció que amó a Marcello toda la vida, pero que lo había rechazado porque nunca creyó en su amor. En el documental filmado mientras llevaba un bastón, el actor citó a Proust para hablar de los paraísos paraísos perdidos y él agregaba que existe algo más atractivo que esos paraísos perdidos, los paraísos que nunca vivimos y soñamos con alcanzar. Tal vez su paraíso haya sido Cardinale.
Su vida como un gris empleado
Marcello Mastroianni nació hace exactamente 100 años, un 28 de septiembre de 1924, en un lugar llamado Fontana Liri, provincia de Frosinone, a una hora y media en auto al sur de Roma, en la región de Lazio. Tenía 9 años cuando se mudó con su familia a Roma.
Antes de dedicarse a la actuación fue un empleado contable de una empresa. En una entrevista que él y su gran dupla Sophia Loren dieron en inglés en el programa de Dick Cavet relató cómo fue el momento en que su vida dio un inesperado giro hacia la industria cinematográfica. “Me despidieron por una fuerte reacción frente al jefe de esta oficina. Sentí que inmediatamente me pasaría algo en el buen sentido. Era un triste destino la idea de continuar trabajando en esa oficina toda la vida. Quizás nunca hubiese tenido el coraje de irme solo pero ese día me echaron. Y empecé a trabajar en teatro, en pequeños roles”.
Su formación teatral en el Centro Universitario de Teatro estuvo ligada a su primer gran amor. La actriz Silvana Mangano, quien además era su vecina del barrio, con quien se besaba en bancos de plazas muy enamorados. Ella tenía 16 y él 22 cuando se enfrentó a un voyeur que empezó a molestarlos. Le lanzó un puñetazo, que al ser esquivado, terminó de lleno contra un árbol. La relación con Mangano no funcionó. Sin embargo, el actor de Matrimonio a la Italiana dijo eran el uno para el otro, pero como ella era ambiciosa y él todavía no era nadie se casó por conveniencia con el productor Dino De Laurentiis. Que ella nunca fue feliz. Y él tampoco, según relatos del libro Personas especiales, de Masolino de Amico.
A su única esposa la conoció mientras ella se presentaba en Seis personajes en busca de un autor en 1949. “Marcello me impactó rápido: además de muy lindo era simpático y fascinante. Si bien había comenzado a trabajar con Visconti no tenía plata en el bolsillo y la pizza la ofrecía yo”, contó la única viuda oficial. Se casaron en la iglesia San Gioacchino el 12 de agosto de 1950. Al año siguiente, nació Bárbara. Cuando la carrera de Marcello comenzó a dar frutos y a ser convocado por los grandes directores italianos, también se iniciaron sus infidelidades. Después del amor quedó un lazo de amistad entre ellos indestructible.
El gran despegue de su carrera comenzó con Fellini y su Dolce Vita. Corría 1960 y el productor de esa película estaba interesado en convocar a Paul Newman para el rol del periodista. Fue la mujer de Fellini, la actriz Giulietta Masina quien intervino en la decisión, apostando por el actor italiano, a quien había conocido en el mundo del teatro. “Marcello come here. Hurry up! llamaba la voluptuosa escandinava dentro de un vestido escotado en monumental fuente romana, mientras que Marcello (el personaje llevaba su nombre) aceptaba la propuesta con un “Sí, vengo”, entrando a la fuente con traje y corbata. Ella lo unge con agua de la fuente y sellan la sensual escena con un beso.
Anita Ekberg (1931-2015) reveló secretos de esa escena tan célebre del cine 50 años más tarde al diario La Reppublica. “No me lo voy a olvidar hasta que me muera”, expresó antes de contar en detalle esa parte del rodaje hecho en el invierno europeo. “Era enero y el agua de la Fontana de Trevi estaba congelada. La escena era nocturna y yo me congelaba metida en el agua esperando a Marcello Mastroianni. No se debe hablar así de alguien que está muerto - bromeó- pero él no quería venir porque estaba aterrorizado por aquel frío. Finalmente se presentó, con pantalones de goma de pescador, debajo del traje, tropezó y cayó de cara al agua helada. Lo llevaron de nuevo al remolque y cambiado, seco y planchado volvió, siempre con los pantalones de goma debajo del traje, y cae otra vez. Como podría olvidar aquel frío”, contó la sueca.
Pero la “coppia de oro” (pareja de oro) la conformó con otra actriz, Sophia Loren, con quien se convirtió en los reyes del cine italiano. Eran jóvenes, carismáticos y bellos. Trabajaron juntos a lo largo de 14 películas. Hicieron tanto comedias como dramas. La química entre ellos era muy fuerte y como sucedía siempre, el público imaginaba un romance entre los protagonistas. Ambos negaban que existiera algo más entre ellos y siempre se vanagloriaban de la gran amistad que los unía. Filmaron títulos que son clásicos del cine: Ayer, hoy y mañana, dirigida por Vittorio De Sica (1963), ganadora del Oscar a la mejor película extranjera; Matrimonio a la Italiana (1964), también de De Sica, en el que interpreta a un hombre de alta sociedad que se enamora de una prostituta a quien saca de la profesión.
Homenaje en Buenos Aires
Los homenajes para honrar el centenario del actor son numerosos y en Italia no hay ciudad que no le haya dedicado exposiciones, programaciones especiales, charlas o proyecciones de sus mejores trabajos. Su hija Chiara Mastroianni le dedicó una película “Marcello mio”, recientemente estrenada en Cannes, en la que ella se mete en la piel de su padre, imitándolo y recorriendo sus lugares en el mundo.
En Buenos Aires también se lo recuerda. El Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires en colaboración con la Società Italia Argentina (SIA) presentó la exposición fotográfica curada por Néstor Saied y Adriano Bruzzese en el Centro Cultural San Martín (Paraná 310). Hasta el 30 de septiembre, de 15 a 21 horas, se podrán ver las fotos y carteles cinematográficos de 26 películas del actor italiano, junto con fotogramas y fotografías de sus rodajes, acompañada de fragmentos de entrevistas concedidas por el artista a distintos medios. La entrada es gratuita.