Bruce Springsteen cumple 75: la depresión, el temor al padre y la búsqueda constante de nuevos caminos

Desde los 7 años, cuando vio a Elvis Presley en la TV, soñaba con llegar a los escenarios. Sus mejores discos y todo lo que genera cuando toca en vivo. Además, el Jefe tendrá una película. Su papel lo interpretará Jeremy Allen White, el actor de la premiada serie El Oso

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El Jefe meets El Oso. Bruce Springsteen va a tener los rasgos de Jeremy Allen White. El actor de la premiada serie El Oso, encarnará a Bruce en el cine. Está en pleno rodaje de Deliver Me Fron Nowhere, una especie de biopic que cuenta la historia detrás de la grabación de Nebraska, el disco que Springsteen hizo solo, artesanalmente, con una grabadora de 10 canales. La obra (maestra) que él considera su punto artístico más alto. Ya circularon algunas fotos de Jeremy Allen White caracterizado, en jeans y camiseta, y, al menos, el parecido está bastante logrado. Un aspecto que será fundamental para la verosimilitud, para que funcione la mímesis será el de la voz. El actor reconoció que esa fue la cuestión que más trabajo le dio.

Esta película llega en un momento especial de su vida porque hoy El Jefe Bruce Springsteen cumple setenta y cinco años.

El largo camino de Bruce Springsteen

Ha escrito sus memorias, ha hecho un musical retrospectivo en Broadway y ahora la película. También se editó un nuevo grandes éxitos y aparecieron, en los últimos años, varias cajas recopilatorias de actuaciones en vivo y de outakes de las sesiones de sus grandes discos. En unas semanas más se estrenará en plataformas de streaming un documental sobre la vida en la ruta del Jefe y la E Street Band.

Pero su actualidad no se trata nada más que de exprimir sus antiguos logros. A diferencia de otros rockeros septuagenarios, él procura que no todo sea nostalgia. Intenta seguir grabando temas nuevos, buceando en territorios no transitados hasta el momento, siempre parece tener un proyecto entre manos. Por supuesto que en sus shows relucen los grandes éxitos, esas canciones que los fans quieren (necesitan) escuchar. Pero su propuesta no es sólo –como en tantos casos- regodeo melancólico.

Y, por supuesto, sigue siendo, uno de los mejores artistas para ver en vivo.

Cuando se habla de la vitalidad de alguien en el mundo de la música, se suele aludir, no sin razón, a la capacidad para correr y saltar durante un par de horas en el escenario a la edad en que otros apenas pueden llegar al bar de la esquina para tomar un café. Springsteen tiene esa energía de sobra (sus recitales siguen durando no menos tres horas: maratones de guitarras, interpretaciones musculosas y hits invencibles). Pero él le agrega algo, su vitalidad es de un signo superior. Él busca nuevos caminos, nuevas formas de expresarse; lo hace con constancia y disciplina. No sólo se sienta (podría hacerlo tranquilamente) sobre su gran catálogo de viejas canciones.

A los siete años, frente a la televisión, rodeado por sus padres y su hermana, supo qué quería ser cuando fuera grande: del aparato salía un joven revestido en cuero que cantaba y se contoneaba como nadie antes, provocando el escándalo en sus mayores y una fascinación inefable en él. Elvis Presley en el show de Ed Sullivan iniciaba una nueva era y Bruce Springsteen supo, atravesado por una revelación catódica, que allí estaba su camino. Cegado por la luz del Rey. Cientos, miles, tal vez millones, de niños, esa noche, fueron atravesados por Elvis, por su novedad y osadía. Pero muy pocos fueron capaces de seguir sus pasos. Bruce fue uno de ellos.

Bruce Springsteen sigue tocando sus
Bruce Springsteen sigue tocando sus grandes éxitos pero siempre parece tener nuevos proyectos entre manos (Reuters/Mark Blinch)

La canción de Springsteen para Elvis Presley

(Muchos años después, ya consagrado, Springsteen quiso devolver el favor a Elvis. En 1977, Bruce le dijo a su manager que ya era hora de que Elvis tuviera un nuevo hit, que no podía seguir cantando sólo sus viejos caballitos de batalla. Y en unas horas compuso, a medida, Fire. Elvis murió al poco tiempo sin llegar a grabar la canción. Tiempo después, las Pointer Sisters con su versión del sensual tema consiguieron un Top 10).

En la vida de Bruce hay un personaje clave y conflictivo. Doug Springsteen, el padre, cuya sombra, su impronta oscura perseguirá y atormentará a Bruce toda su vida. Hosco, huraño, reconcentrado en sí mismo, inexpresivo e impiadoso, el padre fue una figura a la que su hijo temió y de la que siempre trató de huir. La relación la regía el sagrado Six-Pack, las seis cervezas consecutivas que cada noche Doug se tomaba antes de abrir su coraza para comunicarse con su hijo.

“Cuando mi padre se fijaba en mí, no veía lo que quería ver”, escribió Bruce. Un episodio revela que algo cambió cuando el padre transitaba sus últimos años. Debió rendirse ante las evidencias. Luego de ganar el Oscar por Streets of Philadelfia, Bruce se cruzó todo el país para llevarle la estatuilla a sus progenitores. Cuando ingresó al hogar paterno, dejó el premio sobre una mesa. Mientras su madre lo abrazaba, el padre, sentado frente al televisor, sin sacar la vista de él, con una extraña combinación de derrota y orgullo, farfulló: “Nunca más le diré a nadie lo que tiene que hacer”.

La madre de Bruce fue uno de sus puntales. Adele Springsteen murió a fines de enero de 2024. La mujer tenía 98 años y hacía 10 que padecía de Alzheimer.

La historia de Springsteen, en los comienzos, se parece a la de tantos otros sólo que se le debe adosar las particularidades de Nueva Jersey. Sus inicios musicales, los escarceos con las canciones ajenas y propias, la recorrida por los bares, los primeros grupos, el encuentro con Steve Van Zandt, Southside Johnny, los locales del Asbury Park, los intentos por encontrar su voz, los fracasos, la experiencia ganada en escenarios de bares raleados de parroquianos.

En ese devenir se va construyendo el artista mientras se pregunta cómo logrará dar el salto, conseguir su primer contrato, llamar la atención del público y de los ejecutivos de las discográficas. Cree -sabe- que su camino es el de la música pero por momentos queda sepultado bajo la inseguridad y la desesperación de quien no ve las cosas fáciles, del que sabe que el que está intentando puede ser el último tiro, sin red de contención, el solitario que no puede dimensionar su arte, que no sabe cómo será recibida su obra. A su alrededor son muchos los que intentan y la mayoría fracasa. Él tiene fe en que será la excepción. Al menos lo va a intentar y va a dejar todo en el camino. Entre otras cosas tiene más determinación que el resto.

Hasta que una reunión con John Hammond -descubridor de Dylan, Aretha Franklin y Billie Holiday- es la puerta por la que ingresa su futuro. De ahí en adelante, el talento, la capacidad de trabajo y las buenas canciones harán el resto.

Bruce Springsteen - Spirit In the Night (Live at the Ahmanson Theater, Los Angeles, 1973)

El debut discográfico fue con Greetings from Asbury Park N.J.. A los pocos meses apareció el segundo álbum, The Wild, The Inocent and The E Street Shuffle. Dos discos promisorios pero que no explotaron comercialmente. Tenía una base pequeña de fans y el respeto de varios colegas. La gran diferencia se daba cuando alguien lo veía tocar en vivo. Él y su banda, la E Street Band, eran una máquina infernal, aplastante, llena de vigor y precisión, sin la afectación ni la grandilocuencia que estaba congelando a buena parte del rock de principios de los setenta. Uno de los que quedó deslumbrado con su potencia, sinceridad y frescura fue un periodista que trabajaba para las revistas Crawdaddy y Rolling Stone; en una publicación independiente de Boston, Jon Landau escribió: “He visto el futuro del rock & roll y se llama Bruce Springsteen”. Bruce llamó a Landau a trabajar a su lado. Se convirtió en el productor del siguiente disco y en su manager.

Bruce Springsteen llega a la cima

La consagración artística y comercial llegó con Born to run. Un disco perfecto en el que cada canción es un clásico y cada interpretación conmueve. El trabajo fue obsesivo, maníaco. Springsteen buscaba una voz (su voz adulta), una historia, un sonido. Escribir la canción que da título al álbum le llevó seis meses. Esquivó las frases hechas, batalló contra los lugares comunes hasta que encontró el modo de contar lo que quería. La consagración fue inmediata.

En la misma semana de 1975 Newsweek y Time lo pusieron en tapa, en una época en la que los fenómenos del rock y del pop todavía no ocupaban lugares centrales en la prensa considerada seria. Las excepciones eran escasas y Bruce fue una de ellas. Se había cumplido el vaticinio de Jon Landau.

Un juego que casi todos alguna vez han jugado: elegir un top 5 de canciones favoritas. Es natural que ese ranking personal se modifique constantemente. Las canciones entran y salen constantemente de ese listado caprichoso. Sin embargo, Thunder Road, el tema que abre el tercer disco de Springsteen, podría figurar en cada ranking. El comienzo con la armónica y el piano, las imágenes de los primeros versos.

“The screen door slams, Mary’s dress waves/ Like a vision she dances across the porch as the radio plays/ Roy Orbison sing for the lonely…” (La puerta se cierra de golpe/ el vestido de Mary flamea/ Como una visión ella baila en la galería mientras la radio suena/ Roy Orbison canta para los solitarios).

Dos o tres líneas después llegan los versos, que aúnan la derrota y la esperanza, que emocionan siempre, invariable e inexplicablemente. Esos que a partir de fines de los 70, Springsteen, en sus actuaciones en vivo, dejó de cantar para que lo haga el público:

“Show a little faith, there’s magic in the night/ You ain’t a beauty, but hey you’re alright/ Oh, and that’s alright with me” (Muestra un poco de fe/ la noche está llena de magia/ vos no sos una belleza pero no estás nada mal/ Y eso está muy bien para mí).

Bruce Springsteen - Born In The U.s.a.

Es un buen ejemplo de la lírica, de las letras de Springsteen. Son trabajadas, sinceras, contundentes, ambiciosas, pero pocas veces cae en lo pretencioso, rozan la grandilocuencia. La dureza de la vida, de la postergación suele estar atravesada por una mirada tierna. Las canciones de El Jefe juegan en la frontera de lo presuntuoso, miran ese abismo, el peligroso coqueteo con la solemnidad, pero logran sortearlo. El límite entre la épica y el ridículo es breve. Sus temas son tradicionales; utiliza elementos arquetípicos. Tal vez allí resida su arte: en el modo único de combinarlos. Nueva Jersey, las chicas, los autos, las autopistas, los desclasados, las fábricas, la derrota, las ilusiones ajadas, el sexo y, por supuesto, la redención.

Springsteen grabó, al menos, tres discos que pueden ser considerados obras maestras: Born to run, Nebraska y Born in the Usa. Otros cinco de sus álbumes son excelentes (firmados por otro hubieran sido rotulados como obras maestras: Darkness on The Edge of Town, The River, Tom Joad y algunos más). Y en vivo es una fuerza de la naturaleza, uno de los actos que merece la pena ser vistos y escuchados.

Aquí entra a jugar el complemento perfecto de El Jefe, la E Street Band, una topadora de rock y soul con una base rítmica invencible y algunos talentos que se destacan en lo musical y escénico como Steve Van Zandt, el fallecido Clarence Clemons y Nils Lofgren. Sus conciertos, aún con los 75 años encima, son veladas de tres horas de las que todos salen satisfechos y agotados.

Bruce Springsteen sigue desplegando una
Bruce Springsteen sigue desplegando una energía descomunal en sus recitales de más de tres horas (Magnus Lejhall/TT News Agency/via Reuters)

Sus grabaciones alternan lo enorme con la pequeñez. La oscilación se repitió: luego de un gran suceso bajaba los decibeles con un disco acústico, en solitario, sin la E Street Band. Sus movimientos no siempre fueron previsibles pero nunca traicionó su instinto ni sus inquietudes. No subestimó a su público. Y puede editar en la cumbre de su éxito álbumes áridos, nobles y profundos como Nebraska o The Ghost of Tom Joad.

En los 80 tuvo otro éxito monumental. En el momento en que el pop se metió en todos los hogares, Springsteen con su crudeza, la bandana, la musculosa, los jeans y un par de videos le disputó el trono a Michael Jackson, Prince y a Madonna.

Los hits de Bruce

Se convirtió en una estrella global. Born in the USA significó la explosión. Se extrajeron siete singles y vendió casi 20 millones de copias.

Dancing in the dark (impulsada por el video de Brian de Palma con la participación de Courteney Cox) fue su mayor hit. Al día de hoy, por ejemplo, superó los 800 millones de reproducciones en Spotify.

El éxito desbordado de los 80 fue, casi, un malentendido. El tema que nombra al disco fue malinterpretado no sólo en el extranjero sino en países no angloparlantes. Ronald Reagan pretendió utilizarlo en su campaña de reelección. Es como si ninguno de sus asesores se hubiera sentado a escuchar la letra; una canción de protesta, amarga, antibélica, inspirada por la lectura de la autobiografía de Ron Kovic que luego daría lugar a la película Nacido el 4 de julio de Oliver Stone.

Springsteen, una mega estrella en Estados Unidos y Europa no tiene esa estatura en Latinoamérica. En esta parte del continente le jugó en contra, por un progresismo sobreactuado siempre presente, su identificación con Estados Unidos, como si fuera un representante y vocero del imperialismo, un colonizador con guitarra. Este rechazo (o al menos indiferencia) al artista es un reflejo antinorteamericano, una oposición instintiva pero boba. Nada de eso hay en Bruce. La falsa figura patriotera le valió varias críticas, también ayudó a eso el éxito desbocado, inmanejable de los 80. La desmesura nunca colabora en la comunicación.

Es oportuno recordar lo que escribió Nick Hornby sobre Springsteen y esta cuestión: “A veces es difícil recordar que si lo que haces le gusta a un montón de gente eso no significa necesariamente que lo que haces no tenga ningún valor. Es más, en ocasiones puede incluso indicar lo contrario”.

Hace más de tres décadas que está casado con Patti Scialfa, la cantante que integra su banda. A fines del año pasado, Patti Scialfa y Bruce dieron a conocer que ella sufría de un raro tipo de cáncer de sangre, una especie de leucemia llamada mieloma múltiple. El primer diagnóstico lo recibió en 2018 y desde entonces ha combatido la enfermedad. Unos días atrás, luego de difundirse la noticia, la pareja cantó a dúo una conmovedora versión de Tougher Than The Rest.

En sus memorias tituladas también Born To Run, Springsteen habla por primera vez, con precisión y en detalle, de sus estados depresivos. En un libro que esquiva los chismes, las confesiones escandalosas, los desbordes y la tentación de lanzar nombres famosos al aire, esa es la única gran revelación, ya que pocos pueden imaginar a ese aluvión que es el Springsteen público hundido en su cama, llorando por cualquier motivo o recurriendo al psiquiatra para que lo saque del pozo anímico.

Bruce Springsteen y Patti Scialfa
Bruce Springsteen y Patti Scialfa están casados desde hace más de 30 años. Se supo hace poco que ella padece un extraño tipo de cáncer de sangre desde 2018 (Evan Agostini/Invision/AP)

“La depresión no es un terreno donde los inseguros deban buscar absolutos, y no hay victorias permanentes. Se trata del caos de nuestras personalidades, y siempre es un paso adelante, dos para atrás”, escribió.

Otros de los hitos en su carrera son la vertiginosa actuación en el entretiempo Super Bowl en el 2009, el ingreso al Rock & Roll Hall of Fame, la gira de Amnesty, su reacción ante el ataque a las Torres Gemelas, el Oscar por Streets of Philadelphia, los Grammys, el Tony por el espectáculo en Broadway, ser uno de los 15 en conseguir el EGOT, ese Grand Slam de los premios: Bruce junto a Audrey Hepburn, Andrew Lloyd Webber, Tim Rice, Mel Brooks y una decena más son los únicos en haber ganado un Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony. Sin olvidar sus giras constantes: a la de Wrecking Ball, una de las últimas, la revista Rolling Stone la llamó “el mejor show en vivo que se puede ver en la actualidad”.

Su último disco es Only The Strong Survive, 15 covers de R&B y Soul, la música que lo formó. Antes había triunfado en Broadway con un unipersonal, sacado un disco nuevo y, por supuesto, siguió tocando por todo el mundo. En 2023 volvió a girar con la E Street Band. Debió suspender y reprogramar varios shows por problemas en su garganta. Pero a principios de 2024 logró regresar.

Desde hace años, apoya abiertamente a los candidatos demócratas. No sólo se opuso a que Reagan usara sus canciones, sino que se mostró junto a Clinton, Obama y Biden. Sin embargo, uno de sus voceros debió salir a aclarar un malentendido. Por las redes se viralizó una imagen de Bruce en escena con una remera que decía “Keep America Trumpless” (Mantengamos América sin Trump o algo así). La remera que había usado en escena era negra, sin inscripciones. El resto lo hizo la IA.

Bruce Springsteen ostenta un carisma invencible, pero tiene mucho más que carisma y obstinación. Mucho más. Cada canción suya es una gran historia. Llena de imágenes, alguna metáfora acertada, empatía y una triste ternura. La derrota y la desolación conviven con la esperanza; pero nunca milita un optimismo bobo. Y tienen, al mismo tiempo, energía. Una enorme energía, aún en la balada más quieta.

Son canciones sobre la búsqueda infatigable de la redención, sobre encontrar caminos de salida en ciudades repletas de perdedores.

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