Iris Apfel tenía 102 años cuando murió en marzo de este año en su casa de Palm Beach, Estados Unidos. Fue una triste noticia para quienes la admiraban, ya que era la influencer más longeva del mundo, descollaba con su estilo bohemio y chic y acababa de escribir su libro Colourful que el 18 de septiembre será publicado por Cúspide.
A esta neoyorquina la fama internacional le llegó a los 84 años. “Accidentalmente”, como ella solía decir. La mujer de la alta sociedad neoyorquina, que se dedicaba al diseño de interiores, se hizo mundialmente conocida en 2005 cuando el Metropolitan Museum le dedicó una exposición. Curiosamente, no estuvo enfocada en mobiliarios, ni las telas antiguas que reproducía junto a su esposo Carl desde 1950 en su empresa Old World Weavers, sino a su excéntrico guardarropas.”Esta no es una colección”, dijo Apfel. “Es un asalto a mi armario. Siempre pensé que para exponer en el Met tenías que estar muerta”, le dijo al New York Times. El Met había presentado piezas de diseñadores, a lo sumo el vestuario de algún famoso, pero por primera vez montaba una exhibición con el placard de alguien. El nombre que le dio el Traje del Museo del Met a esa audaz muestra fue Rara Avis: The Irreverent Iris Apfel.
Iris que había restaurado telas y muebles junto a Carl en la Casa Blanca durante 9 administraciones, y tenía entre sus clientes a Greta Garbo y Estée Lauder, cultivaba un estilo extravagante, en el que combinaba piezas de alta costura con hallazgos de ferias americanas. Por su originalidad y forma de combinar prendas, este “ícono accidental de la moda” concentró toda la atención. Me convertí en algo sexy, cool, como quieras llamarlo”, declaró Apfel a The Times en 2019. “Siempre he vestido de forma diferente, y nada en mi estilo había cambiado respecto a hace 50 años, pero de repente me convertí en una atracción para el público. Las revistas querían entrevistarme, me llovían ofertas para diseñar moda, joyas, accesorios”. Al mismo tiempo, su cara se reproducía en las revistas más importantes de moda, como Vogue, Vanity Fair, Elle. “Ni en mis sueños más locos pensé que sería una chica de portada a mis noventa años”, declaró a The Times of London.
Iris era alta, delgada, llevaba el pelo plateado y la boca rojo rubí. Habitualmente sus ojos se veían enmarcados con grandes gafas. Podían ser enormes, descomunales, de colores, con incrustaciones de cristales. Se animaba a todo. Su cuello se adornaba con collares de gran tamaño, superpuestas. Era conocido que era dueña de una de las colecciones de joyas más sofisticadas de Estados Unidos y del mundo. En sus viajes por el mundo como decoradora de interiores adquirió piezas únicas de montones de objetos.
Con su estilo ecléctico y desprejuiciado era una de las caras conocidas entre las asistentes a los grandes desfiles de moda. Ella amaba el mundo de la moda y el mundo de la moda la amaba a ella. Acudía a la primera fila con boas de pluma turquesa, trajes verdes, abrigos color frambuesa y su infaltable bastón. La influencer decía que no tenía reglas para vestirse porque las rompería y sería una pérdida de tiempo. Le gustaba improvisar. Y lo comparó con tocar jazz en el documental que le dedicó Prime Video en 2015.
El libro que escribió a los 102 bajo el título de Colourful incluye lecciones de vida. Sobre el color escribió: “el color importa. Estimula algo en nuestro interior. Tiene un cierto efecto en cómo pensamos, sentimos o vemos el mundo. Afecta a nuestra personalidad. Los colores que nos atraen son una representación visual de nuestra manera de ser”. Y agregó: “Necesitamos color porque la vida puede ser muy aburrida, incluso desoladora en los peores días. El color aporta… vitalidad. El color añade dignidad”.
Iris dejó en claro en su obra que no pretende que los lectores se vistan como ella, ni tampoco piensen como ella. No era su objetivo. “Quiero que pienses por vos mismo, que encuentres los colores, la confianza y la inspiración creativa que te caractericen. Explora tu imaginación. Cree en tus instintos. Yo me guío por ellos y los pongo por delante. Vestite con lo que te gusta. Viví como quieras. ¡Avanzá con confianza y autenticidad! Mi vida ha estado llena de amor, asombro y una curiosidad muy profunda e incorregible. Este es el tesoro oculto de mi inspiración, mis influencias y mis ideas. Mis fuentes”, contó.
Vivir en el ahora
Iris aprendió a vivir ligero. No fue una drama queen. “A medida que te haces mayor, las preocupaciones cambian. Cuando tengo muchas tareas, a veces me preocupa si voy a terminar todo a tiempo. Y es natural pensar en cuestiones de salud. Pero tiendo a olvidar las cosas desagradables o tristes. Me arrepiento de algunas cosas, pero no tiene sentido obsesionarse con ello. He trabajado mucho y me he esforzado al máximo. No lo he hecho todo perfectamente y no me creo que lo sepa todo. Si cometo algún error, intento arreglarlo y paso página. Vivo en el ahora. Si lo conviertes todo en una penitencia, acabarás hecho polvo”.
Sobre su edad dijo “No me preocupo demasiado. La edad es un número. Que salga tu número no significa que tengas que parar. Es cuestión de la manera de ver las cosas. Conozco a personas de treinta años que parecen viejas y a personas de noventa que son jóvenes. Yo solo hago lo que quiero, con la esperanza de poder seguir levantándome por las mañanas e ir de aquí para allá. Como me gusta decir: «¡Vivo en vertical!». Eso siempre da buena suerte. La buena salud es lo más importante, porque sin ella no puedes hacer nada. Envejecer no es para cobardes, es cierto. Los años pasan, y siento que tengo suerte de estar aquí para vivirlos. Deberías dar gracias por cada año que cumples. Puede que empieces a decaer, pero tienes que seguir adelante, seguir recomponiéndote. Parafraseando a un viejo amigo de la familia: «Si tienes dos de algo, lo más probable es que uno de ellos te duela cuando te levantes por la mañana». Me han operado dos veces de la cadera”, escribió.
Y también, situada en el ahora, expresó: “No puedes vivir en el pasado, porque ya no existe y no puedes recuperarlo. Ya pasó, ahora toca cometer el siguiente error. Así soy yo”.