Los hinchas argentinos todavía no habían terminado de superar la tristeza de la temprana eliminación de la Selección Argentina en el Mundial de 1994, donde Brasil se consagró campeón por penales después de una deslucida final sin goles contra Italia, cuando el 24 de agosto – un mes y una semana después de terminado el torneo – la FIFA anunció la sanción que su tribunal de disciplina decidió aplicarle a Diego Armando Maradona por el resultado positivo en el examen antidoping al que debió someterse después del partido de la primera ronda donde la Selección Argentina le ganó 2 a 1 a Nigeria: quince meses de suspensión nacional e internacional y una multa de 20.000 francos suizos.
Ese resultado positivo por rastros de efedrina en la orina – conocido el 30 de junio, cinco días después de aquel partido – no solo resultó en la separación obligada de Maradona del equipo, sino que también había significado un duro golpe anímico y futbolístico del que la selección albiceleste no pudo reponerse. El equipo dirigido por Alfio Basile había llegado a los Estados Unidos como candidato al título, pero después del “positivo” de Diego el sueño se desmoronó.
“No me drogué, me cortaron las piernas”, había dicho “el 10″ cuando supo el resultado del análisis y de inmediato se disparó una ola de versiones conspirativas que apuntaban tanto al presidente de la FIFA, el brasileño João Havelange, como al de la AFA, Julio Grondona. Motivos para creerlas parecían sobrar, porque Maradona venía molestando sobre todo al brasileño con más de una declaración fuerte contra él y el resto de las principales autoridades de la máxima organización del fútbol mundial.
Los rumores sobre un presunto complot contra el mejor jugador argentino también tenían matices políticos, porque no había caído bien en los Estados Unidos que en plena competencia Diego hiciera declaraciones expresando su simpatía por El “Che” Guevara, Fidel Castro y Cuba.
Además, cuando se hizo público el resultado del antidoping de Diego, el propio Havelange había tenido un gesto inequívoco hacia el país anfitrión de la copa. “Este país gasta miles de millones de dólares en combatir las drogas, cómo vamos a dejar pasar este caso”, se había apresurado a decir.
Tampoco ayudaba a clarificar las cosas que en el reglamento no figuraran, cuáles podían ser los castigos por doping y que el tribunal disciplinario de la FIFA se tomara más de un mes en decidir la sanción que le aplicaría a Diego. “Es llamativo lo elástico de las reglas de la FIFA: tenía cuáles eran las sustancias prohibidas, pero no especificaba la sanción, que podía ir de un partido a de por vida. Ahí es donde se juega la figura de Diego, la FIFA primero le vio la cara y luego tomó una determinación”, sostuvo más de una vez Alejandro Wall, coautor junto a Andrés Burgo de “El último Maradona: cuando a Diego le cortaron las piernas”.
En la Argentina, mientras tanto, los hinchas se dividían entre quienes culpaban a Maradona de drogadicto e irresponsable y aquellos que lo veían como víctima de una conspiración. Porque Diego había llegado a la Selección como un salvador pero había terminado por transformar en una pesadilla el sueño de millones de argentinos.
De la ilusión a la frustración
La Selección Argentina, sin Maradona, había entrado en el Mundial casi por la ventana, luego de quedar segundo en las eliminatorias tras una estrepitosa derrota por 5 a 0 contra Colombia en el estadio Monumental. Tuvo que jugarse la clasificación en un repechaje de dos partidos con Australia, para los cuales – escuchando el clamor popular – el director técnico Alfio Basile había convocado a Diego.
Para junio de 1994, esa angustia había quedado atrás y el seleccionado albiceleste comenzó el Mundial con dos victorias y mostrando un muy buen juego que lo posicionó entre los favoritos para el título. En el primer partido, venció de manera contundente a Grecia por 4 a 0 y uno de los goles fue obra de Diego, que lo festejó gritando frente a una cámara de televisión.
En el segundo partido, derrotó 2 a 1 a Nigeria con goles de Claudio Caniggia y prácticamente se aseguró la clasificación. “Diego llegó en perfecto estado físico al Mundial. Se lo vio muy bien en el triunfo 4 a 0 ante Grecia, y el 25 de junio contra Nigeria en el Foxboro Stadium de Boston, corrió como pocas veces en su carrera”, recordó el periodista Hugo Lencina, que cubría el Mundial.
Pero esa tarde, después del partido, el sueño comenzó a convertirse en pesadilla. Ninguno de los argentinos que vieron ese partido olvidará la imagen de Maradona saliendo del campo de juego de la mano de una enfermera para someterse al control antidoping. “Hay una historia detrás de la enfermera que retiró a Maradona. Esa señora, llamada Su Carpenter, no era enfermera sino empleada circunstancial de la organización y aquel día se vistió de blanco, como enfermera. Durante el partido ella estuvo junto al doctor Oscar Peidró, miembro del cuerpo médico de AFA. Se pusieron a conversar en la boca del túnel y ella le dijo que su exmarido era argentino. Cuando a falta de pocos minutos avisaron que Vázquez y Maradona habían sido sorteados para el control antidoping, Peidró le propuso a la señora que fuera a buscar a Diego así su marido la reconocería por televisión”, contó Lencina.
La muestra de Maradona viajó de Boston a California, identificada con un número de código, donde fue examinada y dio positivo de pseudoefedrina, un producto de venta libre en los Estados Unidos pero que figuraba entre las sustancias prohibidas por la FIFA. Lencina siguió muy de cerca todo el proceso y relató después que la Argentina estuvo a un paso de perder los puntos que había ganado en la cancha contra Nigeria y de ser excluida por decreto del Mundial ‘98. “Fue Joseph Blatter, en esos días secretario general de FIFA, quien le avisó a Julio Grondona del positivo de Maradona. Después se comunica João Havelange y la situación se tensó. El presidente FIFA le dijo a Grondona que Maradona sería suspendido, Argentina perdería el partido ante Nigeria y la AFA quedaría excluida del próximo mundial. Havelange puso como ejemplo la suspensión del velocista canadiense Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. Grondona se paró de manos a Havelange y luego de una agria discusión ambos llegaron a un acuerdo: sancionar a Diego Maradona y retirarlo de la concentración”, reconstruyó.
Sin Maradona y con el plantel muy golpeado en lo anímico, la selección perdió el último partido de la fase de grupos por 2 a 0 contra Bulgaria y se clasificó arañando, como uno de los mejores terceros, a los cuartos de final, donde finalmente quedó fuera de la Copa al perder 3 a 2 contra Rumania. “No sé quién le erró con la efedrina, si yo tengo que declarar en un juicio te puedo decir que comía 200 gramos de arroz y entrenaba tres veces por día. Por ahí fueron a buscar más de lo que se busca en un análisis normal, no lo sé. Lo cierto es que anímicamente nos destruyó”, contaría años más tarde Sergio Goycochea, el arquero titular de aquella selección.
Signorini, 30 años después
El profesor Fernando Signorini era el preparador físico de aquella selección del ‘94 y testigo directo de toda la trama que terminó con la suspensión de Maradona. El año pasado, casi tres décadas después de los hechos, relató su visión en el documental “La hija de Dios”, dirigido por Dalma, una de las hijas de Diego.
Allí, Signorini contó la preocupación que le producían los medicamentos que le daba a Diego su personal trainer, Daniel Cerrini. También recordó que le propuso al doctor Ernesto Ugalde, jefe del cuerpo médico del plantel, someter a todos los jugadores a un control completo para sacarse las dudas antes de la competencia.
“A ocho días del comienzo del Mundial, el doctor Ugalde, que era el médico de la Selección, venía siempre y decía junto al representante Marcos Franchi: ‘Tantas pastillas que le dan a Diego… Yo tengo miedo’. Entonces le digo a Ugalde: ‘Escuchá, ¿por qué no le decís a Grondona que baje una orden de FIFA para hacer un control antidopaje a todo el equipo?’. Tomo unos mates y veo que sale Grondona. Voy otra vez a la habitación de Ugalde y le digo: ‘¿Y?’. ‘Dijo que no’, me dice. ‘¿Cómo que dijo que no? ¡Podemos tener una bomba atómica abajo de la mesa!’ Eso me quedó”, reconstruye Signorini en el documental.
También tiene un recuerdo imborrable del día del partido con Nigeria. “Cuando se produce lo que se produce después del partido, yo estoy en mi habitación y a los 5 minutos, golpean. Abro la puerta y Daniel Cerrini estaba llorando. Me dice que Marcos Franchi le había confirmado que el doping positivo era de Diego. No pasó ni un minuto y escuchamos un grito desgarrador”, cuenta.
Como muchos otros integrantes de la delegación argentina, el preparador físico sospechó que había algo raro en el proceso del análisis de la prueba de Maradona. El médico Peidró, que viajó a California para seguir el procedimiento de la contraprueba, no tuvo dudas de que las cosas se estaban haciendo mal. “Cuando se produce la contraprueba del doping, va Roberto Peidró, uno de los jefes médicos de Argentina, y ve que en los tubitos con la muestra decían la sustancia que se tenía que buscar. Él, inmediatamente, les dice a los tipos: ‘Esto viola el protocolo. La contraprueba no tiene valor y, por lo tanto, Diego está adentro del Mundial”, relata Signorini.
Cuando Peidró volvió de California al lugar donde concentraba el plantel se reunió de inmediato con Julio Grondona para pedirle que discutiera el tema de la contraprueba con Havelange, pero el presidente de la AFA no quiso hacerlo.
— Don Julio se acabó. Diego está adentro porque el protocolo… - empezó a decirle Peidró a Grondona.
— No, no hables con nadie de esto. Ya lo saqué del Mundial.
— ¡Cómo que lo sacó del Mundial! – quiso insistir Peidró, pero Grondona lo paró en seco.
— No hables de esto – le volvió a decir y dio por terminada la conversación. Ya había acordado con Havelange la salida de Diego a cambio de que la Selección no perdiera los puntos frente a Nigeria y pudiera participar del próximo Mundial.
El 24 de agosto, cuando finalmente la FIFA dio a conocer la sanción impuesta a Maradona, la AFA tampoco apeló. Para Grondona era asunto terminado.