La noche anterior Patrick Nogueira Gouveia (20) había vomitado tres veces. Quizá, pensó, fueran los nervios. Esa adrenalina venenosa que recorría sus venas. Fue algo pasajero, porque la mañana del miércoles 17 de agosto de 2016, el joven brasileño, ya se siente maravillosamente bien y va al gimnasio. A eso de la una de la tarde sale del departamento que comparte con dos amigas en Alcalá de Henares, en las afueras de Madrid, y toma el ómnibus 271 hacia la localidad de Pioz.
Al llegar a destino, continúa a pié. Unos veinte minutos más bajo un sol de fuego hasta llegar a la casa con pileta que acaban de alquilar sus tíos en la urbanización La Arboleda de Pioz, a unos 65 kilómetros de la capital española. El verano con sus días eternos y ese típico calor abrasador promete una buena tarde para nadar. Pero Patrick no piensa en nada de eso. Va abrazado a dos pizzas que compró especialmente para ese almuerzo inesperado y, en su mochila, carga varias toallas, numerosas bolsas verdes de basura, cinta adhesiva y una navaja.
Sin previo aviso
Janaína Santos Américo (39) abre la puerta de su chalet a Patrick, el sobrino de su marido. No lo esperaba, es toda una sorpresa su visita, pero lo hace pasar. El joven viene con el almuerzo. Pone las pizzas en el horno y, un rato después, se sientan a comer tranquilos en la terraza con los hijos pequeños de Janaína: María Carolina (3) y David (1). Patrick se ubica en la cabecera. Marcos Campos Nogueira (40), el tío de Patrick, está en su trabajo en un restaurante en el centro comercial Plenilunio. Janaína le anticipa a Patrick que su esposo llegará bastante más tarde, como para la cena.
Cuando terminan de almorzar, Janaína se dispone a lavar los platos. Patrick toma un repasador para secar. En un momento, ella le da la espalda. Él sin previo aviso, aprovecha para clavarle un afilado cuchillo en el cuello y degollarla. Lo hace en un santiamén, con solamente dos navajazos. Janaína cae al piso envuelta en gorgoteos y la sangre que emerge a borbotones de la abertura de su cuerpo. Queda boca arriba y con los ojos abiertos. Sus hijos se asoman a la puerta de la cocina y quedan petrificados con lo que ven. Se abrazan y chillan. Patrick no duda. Se acerca a la mayor y, sin esfuerzo, le asesta dos cuchilladas y le rebana el cuello. Listo. Enseguida se ocupa del pequeño con tres puñaladas más.
Ha sido demasiado sencillo. A los chicos ni siquiera tendrá que trozarlos porque caben perfectamente dentro de las bolsas de consorcio que ha llevado. Los introduce y las cierra con el precinto plástico. A Janaína tiene que mutilarla para hacerla entrar en dos de ellas.
Con el celular en mano Patrick se saca varias selfies con los cuerpos ensangrentados. Está sucio, pegoteado.
A las 19.06 llama por WhatsApp a su mejor amigo en Brasil, Marvin Henriques (18), y le cuenta lo que ha hecho. Marvin no se espanta. Le sigue el juego macabro durante horas y hasta le da consejos para huir cuando termine con su plan. Patrick todavía tiene un desafío: matar a su tío cuando llegue de trabajar.
La conversación
La cocina ha quedado encharcada de rojo. Limpia casi todo e incluso repasa con un trapo los azulejos salpicados. Se saca la ropa ensangrentada, se mete en la ducha y saca del ropero de su tío una muda limpia para ponerse.
Sigue la conversación con su amigo del alma. Patrick está verborrágico y escribe sin detenerse.
Patrick: Mi tío no llegó aún. Lo que pasa es que no voy a tener dónde enterrar a tanta gente. Jajajajajaja. Hay sitio aquí en la finca, pero las paredes tienen una red de metal. Y hay un terreno baldío aquí al lado.
(…)
Patrick: He dudado de mí mismo, pensé que me daría asco. Pero me convencí de una cosa. Yo soy un enfermo de verdad.
Marvin: No sé qué opinar acerca de lo que deberías hacer.
Patrick: Creo que es arriesgado enterrar ahora. Porque de madrugada a la gente le va a resultar raro ver a alguien cavando.
Marvin: Jajajaja
Patrick: Hermano, tendrías que haberlo visto. Yo arrancando los órganos para meterlos en otra bolsa.
Marvin: Has llegado a matarlo a él, ¿pero cómo?
Patrick: Hermano, él es el único que no está..
Marvin: ¿Fue duro?
Patrick: Metí en una bolsa a la mujer y a los dos niños. Ya están guardadas y la casa limpia.
Marvin: Ah, los has matado a todos menos a él.
Patrick: Me he lavado (....) Solo estoy esperando al cuarto integrante
(...)
Patrick: No he sentido nada. Pero él llega a las 21. El último bus es a las 20. Ella dijo que él tomaba el de las 20, así que llegaba aquí a las 21
Marvin: Tú te pasas de psicópata
Patrick: Ya me estoy enfadando
Marvin: Jajajajaja
Patrick: No sabes lo difícil que es limpiar
(...)
Patrick: Voy a abrir a alguien por la mitad, da demasiado trabajo. Columna vertebral.
Marvin: Lo imagino, debe ser duro.
Patrick: Le dí una cuchillada. He usado esas tijeras gigantes de partir las ramas y aun así no lo conseguí. Tuve que usar las manos.
Marvin: ¿Pero cómo lo has hecho?
Patrick: Empujar el cuerpo hacia arriba.
Marvin: Me quería imaginar la escena, tú llegando para matar. Jajajaja
Patrick: Me vine con las dos pizzas (...) ella se fue a lavar los platos
(...)
Marvin: ¿Qué dijo ella? Has matado a los niños en ese momento…
Patrick: Nada, mi cuchillo le estaba cortando toda la garganta a ella, tío. No te jode, los niños empiezan a gritar. Divertido porque los niños ni corren. Solo se quedan agarrados
Marvin: ¿A quién has acuchillado primero? ¿A la mujer?
Patrick: A la mujer. Después a la mayor de tres años. La niña se ha cagado después de muerta. Después al enano de un año
Marvin: Ah yo no sabía que eran tan pequeños
Patrick: El niño de un año habla algunas palabras. Pero ahora no habla nada
(...)
Patrick: Yo estoy entre… Sin que nadie me vea y dejo los cuerpos ahí o intento enterrarlos. Si intento enterrarlos podría ser descubierto por la hora, saliendo y entrando con los cuerpos
Marvin: Piensa en quién va a notar la desaparición. Los cuerpos empiezan a oler después de un par de días
Patrick: Solo viene el dueño de la casa el mes que viene el día 10
(...)
Patrick: No hay donde enterrarlos. Lo he investigado en las casas de aquí, todas tenían jardín (...) pero ésta, aquí, tiene jardín de cemento
Marvin: Es muy arriesgado llevarlos lejos
Patrick: Por lo menos hice todo con guantes. No hay huellas. Ahora espero no fallar matando a este mierdas. He envuelto cada cuerpo con cuatro bolsas y les he pasado cinta americana para que la bolsa no se rompa
(...)
Patrick: Me voy a quedar en la casa hasta las 6.20 porque a las 6.55 pasa el autobús
Marvin: ¿Has dejado alguna cosa tuya por ahí?
Patrick: No. Ninguna
(...)
Marvin: ¿El guardia de seguridad te conoce?
Patrick: No. Ni a mi tío. Aquí viven más de mil personas.
Marvin: ¿Pero él te vio alguna vez?
Patrick: Es una urbanización cerrada y hay unas diez casas por calle
(...)
Marvin: Sal entonces por delante. Por la mañana, como si fueses a caminar o algo así. De madrugada puede levantar sospechas
(...)
Patrick: Tengo hambre y ese desviado no llega. Está todo seco. Y tener que ensuciar todo de nuevo, volver a partir el cuerpo por la mitad otra vez (...) Cuando dieron las 18.45 estaba aún enjuagando el suelo. Estoy feliz de que no te importe. Tenía miedo de que me dijeras ´hoy se acabó´. Temo perderte. Pero no podía dejar de compartirlo contigo
Marvin: Jajajaj Patrick, el asesino
Patrick: Pensé que iba a cambiar algo en mi vida
Marvin: Ya viejo, voy a hacer lo mismo que tú, eres un enfermo de verdad jajajajaja (...) no importa
Patrick: Pensé que me iba a sentir más vivo
Marvin: Lo único que no quiero es que te jodas.
Patrick: Me resulta divertido. Con lo que sufro es con la ansiedad y no con el hecho. Ayer cuando preparaba todo, no era capaz ni de beber agua de tanta adrenalina. Me hizo vomitar hasta lo que respiraba. En el momento en que subí al bus me convertí en una ameba. Lo único que sentía era sueño. Es una ansiedad demoníaca, nunca había sentido esto antes. También porque esta es la primera vez que yo hago alguna cosa violenta sin tener ninguna enfermedad previa. Generalmente, antes de hacer estas mierdas tengo visiones. Loco. Me entran ganas de gritar
(...)
Patrick: (...) Comeré después de derribarlo a él. Lo dejó desangrándose aquí y hago un atún. Con pan. Porque me lo merezco después de este día de retardados (...)
No veo la hora de terminar con esta mierda e ir para mi casa. Dormir en mi camita, darme una ducha de aquellas, ordenar la casa. Porque Pilar llega a las 19.
Marvin: ¿Pilar?
Patrick: La mujer que está conmigo en casa. Se fue a Tailandia. (...) El 9 de septiembre vienen las italianas. No sé si irme de viaje en esa época. Paso unos días en Italia… sería libertar la cabeza. (...) Solo huelo a sangre y eso que me he duchado
(...)
Patrick: (...) ahí me violarían treinta veces y después me apagarían una vela en el culo (...) Si me detuvieran aquí no me importaría (...) quedaría en una celda solo para mí, viendo la TV hasta los 80 años. Al menos mi tío es más ligero que su mujer. Mujer gorda de la porra. (...) Me agobiaba mirarle la cara de muerta (...) tenía aquella mirada de pez moro muerto (...) su boca espumaba sangre
(...)
Patrick: (...) He tenido que usar guantes porque yo metía la mano. Hedor de mierda. La barriga de ella estaba llena de heces, un pan todo disuelto. Un mal olor de la porra. (...) Psicópata no. Yo creo que lo que me pasa es que no conecto con las cosas
(...)
Patrick: Te amo de verdad. Yo quería enviarle las fotos a Hanna (se refiere a su propia hermana) para decirle “¿Me llamas foca?” Pero a Hanna le iba a dar un infarto y nunca me dejaría ver a mis sobrinas de nuevo.
Marvin: Te amo Pati. Jajajaja. Mejor tú no se lo digas a nadie
(...)
Patrick: Son las 20.28 ahora, sobre las 20.40 dejo el teléfono en la cocina y a esperar por él. Aaaaaa qué rabia.
(....)
Cerca de las 21 Patrick escucha a su tío en el porche y sale a recibirlo. Hablan algo en la entrada y, rápidamente, apenas le da la espalda, Patrick le clava el afilado cuchillo. La sorpresa es mucha y la batalla corta.
Esta vez son catorce puñaladas en el cuello y tres más en la mano de Marcos. Le secciona una falange y la víctima cae de cara al piso.
Luego, Patrick procede a desmembrarlo, cortándolo por la mitad e introduciendo los trozos en las bolsas.
Otra vez tiene que limpiar todo y lavarse.
Piensa en esconder esas bolsas, pero le da fiaca.
Pasa el resto de la madrugada durmiendo bajo el aire de un ventilador y acompañado por su propia masacre. A las 6 se levanta. Deja las seis bolsas apiladas en un rincón, cierra con llave y se va. Sale de la urbanización intentando no ser visto y camina hacia el bus 271 para volver a Alcalá de Henares.
Llega justo para jugar un partido de fútbol.
En los días siguientes se la pasa googleando en su computadora algunas palabras clave: “cadáveres”, “Pioz” y “brasileños muertos”.
Nada. Parece que nadie se ha enterado de la matanza que ha perpetrado.
Un mes después
Nadie reclamó por ellos. Ni en el trabajo de Marcos, ni sus familiares de Brasil, ni los vecinos. Nadie.
Verano, vacaciones, problemas con el wifi… Nadie reparó en sus ausencias. El tiempo pasó. Voló.
Recién cuatro semanas después se conoció el horror. Un empleado de mantenimiento de la urbanización alertó a los vecinos por el mal olor que salía de la casa de los Nogueira, los nuevos inquilinos de origen brasileño a quienes hacía semanas que no veían. Creyeron que podían estar de vacaciones. La pestilencia era tal que decidieron llamar a la guardia del barrio. Dos de ellos fueron con linternas y entraron por un costado de la casa. El hedor era nauseabundo y a medida que se acercaban se volvía más intenso. Por una ventana entornada lograron alumbrar dentro. Vieron varias bolsas de residuos de las que parecía haberse derramado líquido. Y muchos, pero muchos, insectos. Llamaron al dueño de la propiedad quien les dijo que hicieran la denuncia, él también quería saber qué ocurría en su casa porque sus inquilinos ni siquiera le habían pagado el alquiler.
Llamaron a la Guardia Civil y esa misma noche, entrado ya el 17 de septiembre a un mes de los crímenes, las autoridades ingresaron al chalet de Pioz. Hallaron restos humanos en descomposición, suponían que de la familia, repartidos en distintas bolsas de basura.
El forense que llegó a la escena entró con mucho cuidado, preservando pruebas. La primera que abrió contenía una cadera de un adulto. Las bolsas eran seis en total y, efectivamente, contenían a dos adultos desmembrados y a dos pequeños. Los Nogueira.
En poco tiempo, la cantidad de peritos concentrados en el terreno era enorme.
Dos días después del descubrimiento, el 20 de septiembre y con las noticias resonando en los titulares de todos los medios de Europa y Sudamérica, Patrick Nogueira se subió a un avión con rumbo a Brasil.
Sus padres ya estaban enterados de los asesinatos y de la desgracia familiar, pero desconocían quiénes habían sido los responsables. Patrick volvía porque decía tener mucho miedo de convertirse en la próxima víctima de esos sicarios que podrían haberlos matado. La familia en Brasil se había enterado por la prensa. El hermano mayor de Soraya y Marcos, Walfran Campos, quien también estaba por irse a vivir a España se enteró por un amigo que lo llamó a las 7 de la mañana para mostrarle el diario local que titulaba: “Familia brasileña asesinada en Madrid”. El artículo no decía los nombres. Walfran se dirigió a la casa de su madre y al llegar, antes de despertarla, abrió una computadora en el escritorio y buscó el caso en Internet. Cuando vio las fotos enseguida reconoció la casa de su hermano. Marcos le había mandado muchas imágenes por WhatsApp. Hacía días que llamaban a la familia, pero nadie atendía los celulares. No había dudas, eran ellos. Las edades coincidían. Lloró desconsoladamente y luego intentó calmarse: tenía que hablar con su madre y su hermana menor que vivía ahí. Les contó la mala noticia y lloraron abrazados. Por su lado, la familia de Janaína también había leído la prensa y se comunicó con ellos.
Con todo esto todavía sin digerir fue que Patrick llegó desde España luego de rogarle a su padre que lo sacara de Europa. La familia primero cerró filas detrás de él y lo protegieron de los rumores que llegaban sobre el caso y de la persecución de los medios. Todos los integrantes de la familia decidieron cerrar sus cuentas en redes sociales y no responder a la prensa.
Malcriado y perturbado
Antes de continuar con esta historia debemos conocer un poco sobre Francois Patrick Nogueira Gouveia quien nació el 6 de noviembre de 1996 en Altamira, Brasil. Fue el menor de los tres hijos de Soraya Nogueira (profesora) y Francois de Melo Gouveia (médico). Sus hermanas mayores eran Hannah y Caroli. Sus padres tenían un muy buen pasar económico: eran dueños de una exitosa clínica de radiología llamada Unimage y de una academia de enseñanza.
Patrick fue el mimado de todos y hasta hizo varias veces de monaguillo en la iglesia durante la escuela primaria. Pero su personalidad agresiva y turbulenta comenzó a manifestarse mientras crecía en peleas con compañeros y maestros. Al punto que fue expulsado de una de las instituciones privadas a la que asistió y sus padres debieron matricularlo en otro colegio. No se supo el motivo.
No había denuncias formales en su contra, pero todos hablaban de sus arranques violentos de ira. El alcohol había empezado también a hacer estragos en su vida.
Fue durante el secundario que protagonizó un episodio de extrema violencia y muy preocupante. El 12 de junio de 2013, Patrick tenía 16 años, discutió con su profesor de biología, Carlos Alberto Conceicäo (23), por una mala nota que le había puesto. No pudo tolerarlo. Patrick se levantó de su silla y, sin mediar palabra, en frente de todos sus compañeros, lo apuñaló por la espalda en el cuello y en el abdomen. Se quedó parado al lado del caído, mirándolo. La víctima sangraba en el suelo. Todo el ataque quedó grabado en las cámaras del colegio.
Fue acusado de tentativa de homicidio e internado en un centro para menores por 45 días. Cuando salió, su familia hizo como si todo estuviera bien y para sacarlo de su entorno la madre lo llevó a vivir a lo de su abuela materna en Joäo Pessoa, Paraíba. Sus padres dijeron que el joven había hecho terapia y trabajo socioeducativo y que el problema ya había sido superado. Negación de lo evidente. O, en todo caso, una creencia mágica sobre el poder veloz de la sanación para la reinserción social.
Lo cierto es que las ganas de matar de Patrick ya están instaladas en el abismo de su mente. Blandir el cuchillo, es su caño de escape para la ira irrefrenable que lo embarga ante cualquier frustración.
España como destino
Marcos Campos, hermano menor de la madre de Patrick, se casó con Janaína Santos Américo en agosto de 2013 luego de tener a su primera hija María Carolina. Poco tiempo después decidieron ir a probar suerte a España. A Marcos le habían ofrecido la gerencia de un restaurante argentino en La Coruña. Partieron felices y en Europa, en 2015, nació el segundo hijo de la pareja: David. Luego se mudaron a las afueras de Madrid donde él consiguió trabajo en un restaurante brasileño.
Patrick, en su país natal, seguía siendo una bomba de tiempo oculta para muchos. Mientras sus dos hermanas mayores estudiaban para recibirse de médica y de abogada respectivamente, él soñaba con ser futbolista profesional. Fue la excusa para que en marzo de 2016 Patrick viajara a España donde residía su tío Marcos Campos Nogueira. Quería jugar en algún club español.
Sus padres fantaseaban que, con otros aires, su hijo se calmaría.
A pesar de que Marcos y Janaína sabían de aquel episodio de apuñalamiento de su sobrino al profesor del colegio, aceptaron que viviera con ellos. Lo recibieron en el departamento que alquilaban en Torrejón de Ardoz, en las afueras de Madrid. Y el joven comenzó a jugar en el equipo de fútbol Juventud de Torrejón.
No demoraron en surgir los problemas. El joven de 20 años no colaboraba con nada en la casa. No trabajaba, no estudiaba y tampoco le dedicaba tanto al deporte. Sus padres le mandaban mensualmente 5000 euros, mucho más de lo necesario, y él empezó a vivir de fiesta en fiesta. Patrick era desafiante y, en contra de las reglas de la casa familiar, se paseaba por el departamento con el torso desnudo. Cuando los chicos lloraban y gritaban, protestaba mucho. Un día lo escucharon decir, ante los lloriqueos de María Carolina: “¡Tira la niña a la basura!”.
Sus comentarios y actitudes repetidas preocuparon lo suficiente a Marcos y a su mujer, al punto que él resolvió llamarle la atención para que respetara las normas de su casa. También le contó a su hermana las desavenencias con su sobrino, quien a su vez le recriminó a Patrick su comportamiento. Soraya incluso viajó una vez a buscarlo a Madrid, pero Patrick se negó a volver a Brasil con ella.
Carta jugada. El odio de Patrick por su tío y su familia se volvió incombustible. Intenso. Pero no era algo que él expresara ante ellos.
Un tiempo después Marcos decidió que ese departamento era demasiado pequeño para la familia y esa conflictiva convivencia. Decidió alquilar una casa en otra localidad cercana. Eligieron un chalet en la calle de los Sauces 594, en una urbanización con seguridad llamada La Arboleda de Pioz. Le ofreció a Patrick mudarse con ellos, pero para su alivio el joven les dijo que lo haría más adelante porque le quedaba muy lejos para sus entrenamientos de fútbol y, que por el momento prefería alquilar un piso con dos amigas de su edad en Alcalá de Henares. El dinero no era un problema para él. Las jóvenes compañeras de piso de Patrick notaron enseguida que ese joven simpático y divertido cambiaba drásticamente su tono de voz cuando hablaba de su tío: destilaba veneno con solo pensar en Marcos.
La mañana del 17 de agosto de 2016, Patrick fue a entrenar al gimnasio cerca de su nuevo domicilio. Luego compró dos pizzas para llevar a la casa de su tío a dónde iría a almorzar y a la pileta. También portaba su mochila cargada cuando se subió al autobús a la una de la tarde con destino a Pioz. Tenían un plan siniestro desde hacía algún tiempo.
El cómplice virtual
Volvamos a la investigación sobre la familia asesinada. Si bien lo primero que se pensó fue en un ajuste de cuentas o en crímenes por encargo, lo cierto es que la policía no encontró ni puertas ni ventanas forzadas en la escena del crimen. Además, ni los sicarios matan a cuchilladas a menores indefensos. Por otro lado, el asesino parecía conocer muy bien a las víctimas. Ello sumado al hecho de que el sobrino de las víctimas, Patrick Nogueira, se había subido a un vuelo con destino a Brasil dos días después del hallazgo de los cuerpos hizo sonar todas las alarmas. Un ADN en la escena del crimen, en la breve lucha que tuvo Marcos con Patrick por su vida, le pertenecía. Registraron el departamento en Alcalá de Henares y encontraron la navaja también con su ADN. Los compañeros de trabajo de Marcos contaron que habían conocido a Patrick y que Marcos les había mencionado que su sobrino tenía una supuesta obsesión con Janaína.
Cada camino que cruzaban conducía a él.
El 22 de septiembre las autoridades emitieron una orden de detención contra Patrick Nogueira, pero chocaron con la imposibilidad de la extradición a España desde Brasil.
El 14 de octubre se supo algo más que ratificó la sospecha: la geolocalización del celular de Patrick coincidía perfectamente, había estado en la casa de Pioz.
Con la publicación de los datos y los informes de la Guardia Civil, la familia de Patrick empezó a comprender la verdadera naturaleza de los hechos. La hermana abogada de Patrick, Hanna Nogueira, viajó a España para entrevistarse con el juez y las autoridades. Fue ella quien convenció al acusado que lo mejor era entregarse y quedar preso en España. Había más garantías de que lo pasara bien en la cárcel.
Finalmente Patrick aterrizó en Barajas el 19 de octubre. Quedó preso de inmediato por el cuádruple crimen.
En su declaración sostuvo no estar loco, pero terminó confesando y dijo haberlo hecho por sus “irrefrenables ganas de matarlos”. Se negó a dar detalles sobre los asesinatos, sobre todo de los pequeños. Adujo para esto tener lagunas mentales.
El 26 de ese mismo mes se llevó a cabo la reconstrucción en el chalet de Pioz. Recordó poco, paseó por la casa como si nada respondiendo preguntas sin especificar demasiado. No dio detalles. ¿Qué habrá sentido? Lo más probable es que nada. Gracias al chat del horror con su amigo es como, en realidad, se pudieron reconstruir los hechos.
Dos días después de esto detuvieron en Brasil al amigo de Patrick: Marvin Henriques. Sospechaban de su colaboración. Además no había denunciado inmediatamente lo que su amigo le contaba. Eso al menos podría haber salvado la vida de Marcos.
Sus consejos en tiempo real para esconder los cadáveres lo señalaban. Se dijo que ambos estaban inspirados en un libro sobre crímenes de la autora Elisabeth Roudinesco, llamado Nuestro lado oscuro. Marvin le mostró a sus amigos días más tarde el larguísimo chat. Curiosamente solo una de ellas no pudo resistirlo y fue a la policía brasileña para denunciarlo.
El arrestado de 20 años había estado conversando con su amigo en tiempo real durante unas quince horas y había visto las ocho fotos del horror que Patrick había hecho.
Marvin no estuvo demasiado tiempo preso y estuvo en libertad mientras siguió el proceso en su contra. En julio de 2021 fue absuelto porque su conducta no fue tipificada como un delito en el código penal brasileño. Un vacío legal para mentes enfermas.
El 9 de enero de 2017 las cenizas de la familia asesinada fueron trasladadas a Brasil para su funeral.
La novia osada
Patrick, al momento de entregarse a las autoridades, tenía una novia llamada Ester a la que le escribió por WhatsApp. Esta fue parte de la conversación del día anterior.
Ester: Eres una gran parte de mí
Patrick: Sí… pero no creo que sea algo para llevar para siempre. Porque otra parte de mí es la violencia. Tú estás allí, compitiendo con ella.
Ester: Pero mi fe es más grande. No eres malo mi amor.
Patrick: (...)
Ester: Me prometes…
Patrick: ¿Qué?
Ester: Que cuando salgas vas a venir a buscarme.
Patrick: Hahaha. ¿Tú no piensas en casarte? ¿Tener hijos? Voy a intentar salir cuanto antes. Pero no sé cuánto tiempo estaré.
Ester: Creo que no vas a pasar 25 años.
Patrick: Yo también creo que no. Aún no sé qué va a pasar. Puede que salga dentro de cinco años. Pero también puedo pasar quince. Va a depender de lo que dicte el Tribunal (...)
Patrick: Yo nací para eso. Es un camino sin retorno. Mi tumba está cavada desde niño. Soy así desde pequeño. Ya no me importa nada de eso. Yo nací para la violencia (...) Sigo mis instintos. Hago lo que mi cuerpo me pide.
Luego confiesa a su novia que los asesinatos no le dieron el placer que esperaba y ella le pregunta, entonces, por qué lo hizo:
Patrick: Eso se llama expectativa sobre la fantasía. Si el resultado no te da placer, ese es otro problema (...) ¿Crees que yo podría hacerte daño?
Ester: Nunca. ¿Ya tuviste ganas de matarme? ¿De verme llena de sangre?
Patrick: Aunque parezca, no. Lo que tengo, a veces, es un poco rabia de tí. No es rabia. Me irrito un poco, pero luego se pasa. Cosa de cinco minutos.
Da escalofríos ver por escrito la osadía de Ester. Que Patrick sienta rabia, aunque sea por unos pocos segundos, sabemos que puede alcanzar para que sea un problema mortal.
Cero arrepentimiento
El tío de Patrick y hermano de Soraya, Walfran recuerda que apenas se enteró de los crímenes lo primero que le vino a la cabeza fue la imagen de su sobrino. Nada de casualidad, siempre había sobrevolado la idea “negada” de que ese chico podría ser peligroso.
El hermano gemelo de Janaína Santos América reveló que su hermana le había contado que Patrick tenía actitudes anormales. Le dijo que, cuando María Carolina lloraba mucho, él le había aconsejado “sacarla fuera para que se helara”. Además se sabía que alguna vez el joven había tenido alucinaciones.
Nadie va preso antes de matar, pero a las intuiciones y señales habría que prestarles más atención.
El juicio se celebró en España entre el 24 y el 30 de octubre de 2018. La defensa pretendió sostener que Patrick tenía daño cerebral y para ello presentaron una imagen neurológica. No sirvió de nada la maniobra.
La familia de Patrick pidió que las fotografías no fueran difundidas por la crudeza que mostraban. Eran traumáticas.
Los psicólogos forenses del Instituto de Medicina Legal de Guadalajara, sostuvieron en el estrado que el asesino “tuvo plena capacidad y plena conciencia”. Dijeron que era narcisista y egocéntrico. En resumen, un psicópata que ni siquiera precisaba de un móvil para sus planeados crímenes. Y que carecía de la más mínima empatía.
Walfran, su tío mayor, está convencido de que Marcos antes de morir en manos de Patrick, llegó a ver los cuerpos de Janaina y de los niños. Pero eso es algo que nadie puede saberlo con certeza. Walfran lamentó que su sobrino no se arrepintiera de lo que hizo: “No sufre por el daño que ha causado a toda la familia, es muy vanidoso. Sabe que pasará toda su vida en la cárcel, pero no piensa en nosotros. Para hacer esto tiene que tener mucha maldad en su corazón. No sé qué pasaba por su mente para planear la muerte de cuatro personas… Dos niños inocentes, que no tenían culpa de nada. Hay que tener mucha sangre fría y los nervios a flor de piel”.
Solo el jurado vio las imágenes horripilantes tomadas por el asesino. Ese mismo jurado popular que lo encontró culpable.
Patrick Nogueira fue condenado a tres cadenas perpetuas revisables más a una pena de 25 años de cárcel por asesinato con alevosía.
Durante 2019 sus padres Soraya y Francois viajaron desde Brasil cuatro veces para visitarlo en la prisión. Desde que pasó todo esto, Soraya ha tenido una sola buena noticia: ha sido abuela, su hija Caroli tuvo un bebé.
¿La maldición del número 594?
La propiedad donde ocurrieron los salvajes asesinatos de la familia brasileña tiene 500 metros cuadrados sobre los que se construyó la casa de 147 metros cubiertos, en dos plantas, con pileta, parrilla y garaje. Su dueño la había renovado entera antes de alquilarla. Se supo que el último mensaje recibido de su inquilino Marcos decía que se iba a retrasar con el pago del alquiler de agosto, pero en realidad se comprobó luego que ese mensaje lo había escrito el asesino Patrick desde el móvil de su tío.
Luego de los crímenes el propietario tuvo “que tirar todos los muebles de cocina al contenedor”, explicó, y reveló que después de los hechos había “setecientos millones de moscas, el suelo estaba negro de sangre y las huellas de un niño en la escalera”. Los arreglos le habrían costado unos 40 mil euros. La finalidad era ponerla en venta y sacarse la casa de encima: pidió 180 mil euros. Pero nadie se animó a comprar semejante escenario. La terminó alquilando muy barato, por 400 euros al mes. Fue la única salida. Sus nuevos inquilinos, Melina (30, madrileña y enfermera en un geriátrico de Barajas y cuyos padres ya viven en la misma urbanización ) y José (39, guardia del metro), dijeron sin mucho prejuicio: “Hay que aprovechar las oportunidades que se te presentan en la vida. Además, hay muchos okupas en estos tiempos así que los vecinos están muy contentos con que la alquiláramos nosotros. El chalet es precioso y no somos supersticiosos. Siempre digo que en la vida los que nos han hecho algo han sido los vivos, no los muertos. Ni el dueño ni nosotros tenemos la culpa de nada”, explicaron.
En 2020 salió publicado un libro de la editorial Alrevés, titulado Olor a muerte en Pioz, escrito por la periodista Beatriz Osa.
Varias veces Patrick fue agredido en la prisión. Es sabido que los delitos contra menores se pagan caro dentro de la cárcel entre los mismos reclusos. Ni ellos toleran tanta saña con chicos indefensos. En 2021 recibió tal paliza que al salir del hospital consideraron que era mejor trasladarlo al centro penitenciario de Soto del Real, en Madrid.
En 2023 se estrenó la docuserie sobre el caso que se llamó No se lo digas a nadie.
El viernes 16 de agosto se cumplen ocho años de estos homicidios. El asesino Patrick ya tiene 27. En 2038 podría revisarse su condena. Lo cierto es que aquel anhelo suyo de mirar TV para siempre en una cárcel española, expresado en aquella larga conversación con Marvin por WhatsApp y escrito con sus dedos pringosos de sangre, se está cumpliendo.
Da que pensar. A veces, los malos tienen mucha más suerte a la hora de cumplir sus deseos que los buenos.