En 1966, Mary Quant presentó la minifalda, una prenda revolucionaria que se convirtió en símbolo del Swinging London y transformó el mundo de la moda. Con el dobladillo hasta 20 centímetros por encima de la rodilla, la minifalda no solo escandalizó a la sociedad conservadora de la época, sino que también liberó a una generación de mujeres jóvenes deseosas de expresar su individualidad y romper con las restricciones del pasado. Este año se celebra el aniversario de esa creación que sigue siendo un icono de estilo y libertad.
Nacida en Londres en 1934, Quant creció en un hogar de docentes. Aunque sus padres esperaban que siguiera una carrera académica, ella optó por estudiar Bellas Artes en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Fue allí donde conoció a su futuro esposo y socio, Alexander Plunket Greene. Juntos, en 1955, abrieron Bazaar en King’s Road, Chelsea, una boutique que rápidamente se convirtió en el epicentro de la moda juvenil londinense.
La tienda Bazaar, más que un simple establecimiento comercial, representó un cambio cultural. En un contexto de posguerra, donde la austeridad y el conservadurismo dominaban, Quant ofrecía un espacio vibrante y lleno de vida. Sus diseños, inspirados en la ropa infantil y la danza, promovían la libertad de movimiento y contrastaban con los estilos rígidos y formales de la época. Las prendas de Quant eran frescas, modernas y accesibles, dirigidas a una nueva generación que buscaba dejar atrás las sombras de la guerra.
Mary Quant es ampliamente reconocida por la popularización de la minifalda, aunque la autoría de esta prenda también se le atribuye al diseñador francés André Courrèges. Sin embargo, fue Quant quien logró democratizarla y convertirla en un fenómeno global. “Las chicas en el King’s Road inventaron la mini. Yo creaba ropa que te permitía correr y bailar y las hacíamos del largo que quería la clienta”, explicó Quant. Su tienda en King’s Road se convirtió en el epicentro de una revolución en la vestimenta que resonó en todo el mundo.
La minifalda se convirtió en un símbolo de liberación femenina y desafío a las normas sociales establecidas. Su aceptación inmediata entre las jóvenes se debió, en parte, a su capacidad para escandalizar y ofender a las generaciones mayores. La prenda no solo era sexy y divertida, sino que también representaba una ruptura con los estampados florales previsibles y el conservadurismo de la posguerra.
Hamish Bowles, editor internacional de la edición estadounidense de Vogue, comentó sobre el impacto de Quant: “Fue la persona justa con la sensibilidad justa en el lugar justo y en el momento justo. Apareció en escena en el apogeo mismo de los 60″. Esta declaración refleja cómo Quant supo capturar el espíritu de la época y transformarlo en moda.
Además de su talento como diseñadora, Mary Quant fue una hábil empresaria. Comprendió antes que muchos cómo hacer de su firma una fuerza creativa que le permitiría mantener su negocio y expandirse a nuevos campos. En 1966, diversificó su marca con una línea de cosméticos, utilizando una margarita como logo, que se convirtió en un símbolo de la época.
Bazaar en King’s Road, en Chelsea, fue una muestra de la necesidad de cambio de las nuevas generaciones británicas, que ansiaban dejar atrás la guerra y abrazar el color y la vida. Aunque comenzó vendiendo ropa de otros, pronto empezó a diseñar sus propias prendas, adaptando estampados de papel y reinventando el uso de tejidos y colores. Su indumentaria estaba pensada para favorecer la libertad de movimiento y se inspiraban en la ropa infantil y en la danza. Con ellas definió el “look sixties”: vestidos con cuellos o sin mangas de faldas cortas y medias de nylon.
Entre las principales obsesiones de la diseñadora siempre estuvo la de llegar a todos los estratos sociales. Tanto fue así que lanzó una línea de bajo costo llamada Mary Quant for Ginger Group, que se comercializó especialmente en Estados Unidos, país en el que se hizo muy popular y en el que se introdujo de la mano de la firma J. C. Penney. En 1966, la diseñadora obtuvo el título de Oficial de la Orden del Imperio Británico, que recibió luciendo, cómo no, una minifalda.
Quant abandonó el manejo cotidiano de su firma, Mary Quant Ltd., en 2000, después de su adquisición por una compañía japonesa, pero siguió trabajando en ella como consultora. En 1990, el British Fashion Council le otorgó el ‘Premio Salón de la Fama’ por su importante contribución a la moda británica. En 2019, el Museo Victoria & Albert de Londres le dedicó una merecida retrospectiva. La muestra recogía un amplio espectro del trabajo de la británica. “Nos centramos en ese contexto histórico y social (del Londres de postguerra). Cuando ella abrió su tienda hacía solo un año que se había acabado el racionamiento en Londres y sus diseños coloridos y juguetones son una reacción contra esa austeridad”, contaba Stephanie Wood al diario The Guardian. Un año después, en el 2020, recibía la distinción de ‘Amiga de Oro’ de la Asociación Amigos del Museo del Traje.
El impacto de Quant en la moda se compara a menudo con el de Los Beatles en lo musical. Ambos fueron catalizadores del cambio cultural en los años 60, marcando una era de creatividad y revolución juvenil. La capacidad de Quant para anticipar y capitalizar la disconformidad de los 60 fue clave para su éxito. Comprendió que la era de los salones exclusivos de ropa a medida llegaba a su fin y que los mismos diseñadores parisinos seguirían las tendencias del Prêt-à-porter, ropa lista para llevar.
Su espíritu pionero iba más allá de la creación de propuestas rupturistas en cuanto a siluetas; su modelo de producción y de negocio era lo que podrían ser los inicios de la moda rápida. Las ventas diarias de Bazaar eran el motor financiero de las materias primas que serían usadas al día siguiente en la fabricación de nuevas prendas. Con esto, la diseñadora lograba renovar la tienda continuamente con tiradas de gran variedad pero con muy poca cantidad. Una experiencia global de moda era lo que buscaba crear Quant en Bazaar, en la que combinaba elementos como la música, el catering e ingeniosas vidrieras.
La importancia de la boutique en la capital inglesa iba más allá de la escena nacional y lograba que mujeres de otras partes del mundo viajaran para vivir la experiencia de comprar algo diferente en un entorno informal y divertido. Toda la explosión de color era el resultado de la riqueza de la cultura de la época. La forma de vivir de bailarines, músicos y los ‘mods’ eran su principal fuente de inspiración.
En principio, en la nueva boutique Quant se ofrecían prendas del mercado mayorista, bastante comunes para la época, pero con el tiempo empezó a notar la diferencia entre su estilo personal y las propuestas de su tienda, por lo que poco a poco decidió ir incorporando sus diseños. Su primera colección fue sorprendentemente moderna, incluía prendas simples y con un carácter muy casual e informal. Sin formación especializada en moda, sus creaciones eran el resultado de un aprendizaje personal que incluían la experimentación con diferentes materiales.
Hasta el momento, las boutiques de moda habían sido regentadas por gente mayor y tomaban sus diseños de los salones de París. Mary y Alexander trasladaron el foco hacia jóvenes como ellos, cada vez más presentes en la televisión y la movida nocturna. Quant empleó recursos innovadores para satisfacer la demanda. Encargaba accesorios a estudiantes de arte y medias excéntricas a vestuaristas de teatro. A falta de diseñadores que compartieran su visión, y tras el éxito de un pijama que había realizado para la apertura, Mary Quant tomó las riendas de la creación. Por la noche tomaba clases de costura, donde confeccionaba los modelos que vendía al otro día. Todo se renovaba con el dinamismo de sus adeptas, en permanente búsqueda de lo nuevo.
Mary Quant, la visionaria diseñadora, falleció serenamente en su hogar en Surrey, al sur de Inglaterra, a los 93 años. En el aniversario de la presentación de la minifalda, se celebra no solo una prenda icónica, sino también la vida y el legado de una verdadera pionera de la moda.