El explosivo amor entre Frank Sinatra y Ava Gardner: buen sexo, infidelidades, intentos de suicidio y platos rotos

Los dos marcaron una época dorada de la música y el cine. Pero juntos fueron como acercar un fósforo a la dinamita. Un romance entre dos personalidades que, al decir de quienes los conocieron de cerca, eran demasiado parecidos como para funcionar como pareja. Los detalles tumultuosos de la relación y la reconciliación como amigos al final de sus vidas

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 Frank Sinatra y Ava
Frank Sinatra y Ava Gardner, una de las más apasionadas historias de amor de Hollywood AFP

Y un día de julio de 1957, hace ya sesenta y siete años, la justicia les dijo ya está bien, están divorciados, no sigan así porque se van a matar. No lo hizo con esas exactas palabras, recurrió en cambio a la explícita sencillez y concedió el divorcio a Frank Sinatra y a Ava Gardner, dos volcanes tumultuosos, incendiarios, protagonistas de una historia de amor pasión, desenfreno y peligro que había durado menos de una década.

Se conocieron en 1949, se casaron en 1951, se separaron en 1953 y se divorciaron en 1957. Y siguieron unidos de alguna manera hasta la muerte. En el medio, protagonizaron una historia que reunió en una sola a todas las parejas felices y desdichadas de la historia: fueron Romeo y Julieta en el amor incandescente de la juventud, Tristán e Isolda en el que me importa de las normas morales de la época, Otelo y Desdémona en la locura ciega de los celos enfermizos, aunque si había algo que sobraba entre ellos eran motivos para recelar.

Cuando se conocieron, Frank ya era Frank Sinatra. Y Ava empezaba a ser Ava Gardner. Él había nacido en 1915 en Hoboken, New Jersey, un barrio difícil poblado de inmigrantes italianos y policías irlandeses. Su infancia fue típica: poca escuela, mucha esquina y pandilla, mucha pelea diaria que Frank fomentaba y aguantaba con un cuerpo espigado que crecía moreno y fibroso. Siempre supo que quería cantar. Casi lo echan de casa por eso. Aprendió rápido los códigos de la calle y los de la mafia, que siempre sobrevoló su vida. Sinatra lo negó siempre porque tenía metido en la piel el lema que rigió su vida, un lema de la mafia: “Que sea, pero que parezca que no es”.

Siempre negó su sangre siciliana, pero en 1987, cuando cantó por fin por primera vez en Sicilia, admitió que su familia era de Catania, al este de la isla. No era verdad. El historiador Anthony Summers rastreó los orígenes de los Sinatra y descubrió que el abuelo de Frank, que se llamaba Francesco, había nacido en Lercara Friddi, el pueblo que más mafiosos dio al mundo, a treinta kilómetros de Corleone, no sé si les suena el nombre. Allí nació también Salvatore Lucania, que pasaría a la fama como Lucky Luciano, un mafioso que se ganó la gloria al facilitar la invasión aliada a Sicilia en 1943. Los Sinatra y los Lucania se conocían y vivían en la misma calle del pueblo, la calle Margherita di Savoia. Que sea, pero que no parezca.

Sinatra en una fotografía promocional
Sinatra en una fotografía promocional de 1943 (Photo by Donaldson Collection/Getty Images) /Getty Images)

Ava, en cambio, había nacido en 1922, siete años después que Frank, en un pueblito rural de Carolina del Norte, en una familia pobre de cultivadores de tabaco y algodón, que se mudaron de estado en estado en busca de un destino mejor para sus siete hijos. A los dieciocho años, en 1940, era una belleza impresionante: un rostro perfecto para los cánones de la época, que siempre cambian, ojos verdes, melena castaña y una mirada un tanto desafiante. La leyenda dice lo de siempre: unas fotos tomadas por casualidad, que van a parar a un estudio donde las descubre Barnard “Barney” Duhan, un cazatalentos de la Metro Goldwyn Mayer. En 1941 Ava dejó sus estudios y firmó un contrato de siete años con la MGM y estudió arte dramático y dicción, para quitarse un poco el acento de Carolina del Norte.

Filmó un par de películas en papeles secundarios y en 1946 tuvo su oportunidad con “The Killers” – “Los asesinos” o “Forajidos”, según sus títulos en español, junto a Burt Lancaster y a Edmond O’Brien. Y después, en 1949, brilló en “The Hucksters – Mercaderes de ilusiones” junto a Clark Gable y en “Soborno” junto a Robert Taylor. Con todas sus parejas de cine mantuvo, según la leyenda, relaciones que o bien no pasaron de un chispazo o adquirieron el fuego breve e intenso de una hoguera pequeña. Era una seductora y Hollywood estaba a sus pies. Dicho sea de paso, a Hollywood siempre le costó muy poco echarse a los pies de alguien. En 1942 Ava ya había probado las mieles del matrimonio, mieles amargas en su caso. En 1942 se había casado con una celebridad del cine, Mickey Rooney, que la engañó cuantas veces pudo: en un año estaban divorciados. En 1945, reincidió con el célebre músico Artie Shaw, con igual resultado: infidelidad y separación al año de casados.

Ava Gardner, explosiva en una
Ava Gardner, explosiva en una imagen de 1952 EFE/Archivo.

También había conocido ya a Sinatra. Una noche de 1942, mientras cenaba con su todavía marido Mickey Rooney, Frank se acercó a la mesa de la pareja y, en son de broma, le dijo: “Hey, ¿por qué no te conocí antes que él? Yo hubiera podido ser tu esposo”. Esas cosas nunca se dicen en broma y si Ava no lo sabía, lo intuyó. No dijo nada porque la muchacha que rompía corazones era una chica tímida y un tanto inexperta o ingenua, si es que esas dos palabras pueden ser sinónimos. “Por aquella primera época yo siempre me sentía desplazada” confió en un libro de memorias “Con su propia voz”, que se publicó un año después de su muerte.

Para cuando Frank conoció a Ava en aquel restaurante, él ya era un ídolo. Cantaba como nadie, justo es decirlo, y tenía cierta idea de qué debía hacer con su voz de barítono y su arte: quería cantar como Bing Crosby. Evitó ser reclutado para ir a la guerra porque, según las malas lenguas, la mafia pagó cuarenta mil dólares para que no lo hicieran soldado. Otras malas lenguas, las del FBI, dicen que fue rechazado por problemas de audición, nada menos, en un tipo que podía distinguir una nota desafinada a diez cuadras de distancia. Si la mafia pagó para que no le enviaran a la guerra, fue porque Frank contribuía, digamos que aportaba de modo generoso parte del dinero de sus contratos que le conseguía la mafia, se entiende. En el medio de ese entuerto, hay un tal Willie Moretti, más conocido como Willie Moore, miembro de una de las cinco familias mafiosas de New York, los Genovese. En su momento, Sinatra admitirá ante el Panel de Control de Juego del estado de Nevada: “Bueno, sí, Moretti le consiguió algunas fechas a mi banda en los comienzos de mi carrera…” ¿Está claro? Lo que sea, pero que parezca que no es. Frank también sabía ser sencillo y explicito cuando era necesario y un día resumió su vida en una frase: “Si no hubiese tenido una buena voz de barítono y unos enormes deseos de emular a Bing Crosby, me habría convertido en un matón”.

La noche que comenzaron a
La noche que comenzaron a salir él la llevó hasta su departamento: hubo hasta disparos de armas de fuego

Frank y Ava no estuvieron muy alejados después de su primer encuentro. Él tenía un piso de soltero en un edificio histórico de Los Ángeles, el Sunset Towers. No era soltero. Estaba casado con Nancy Barbato y tenía una hija, Nancy. Después llegarían otros dos: Frank Jr., en 1944 y Tina en 1948. Pero debajo de aquel piso de “soltero”, vivía Ava con su fiel criada Reenie, lo que son las casualidades: “Frank sabía que yo vivía allí –diría Ava en sus memorias– y de vez en cuando él y sus compañeros tomaban unas copas. Entonces oíamos sus voces medio borrachas gritando ‘Ava, ¿me oyes, Ava? Sabemos que estás ahí abajo”.

Total, que una noche de 1949 se reencontraron en Palm Springs, en una fiesta que daba el productor Darryl Zanuck. Charlaron y coquetearon un rato, los dos conscientes de su atractivo, y Frank se ofreció para llevarla a su casa en el Cadillac descapotable que fue escenario del primer desborde de pasión. Entonces Frank sacó de la guantera del auto dos pistolas, no pregunten por qué Sinatra llevaba dos pistolas en la guantera de su Cadillac si no quieren toparse con una mentira, y disparó un par de veces, o más de un par, al aire, o tal vez también a algún farol público de alumbrado; y quizás a la vidriera de una ferretería también. Lo cierto es que, ya bien entrada la madrugada, Frank llamó por teléfono a su agente, Jack Keller, para decirle: “Estoy con Ava. Estuvimos recorriendo la ciudad en el Cadillac disparándole con una pistola 38 a los vidrios de algunos comercios y a algunos semáforos. Fue una pequeña diversión. Le pegamos levemente a un tipo que pasaba por la calle, pero no pasó nada. La gente de acá es amable. Voy a casarme con esta chica, Jack”.

Keller frenó el escándalo y calmó a la policía un poco inquieta por el extraño hobby de Sinatra y todo quedó en nada. Ava, en sus memorias, dice de aquella noche: “Se han escrito muchas tonterías sobre lo que ocurrió entre nosotros en Palm Springs, pero la verdad es más emocionante, y a la vez menos. Bebimos, nos reímos, hablamos y nos enamoramos”. Lo que sea, pero que parezca que no es.

Frank Sinatra estaba casado con
Frank Sinatra estaba casado con Nancy Barbato cuando conoció a Ava Gardner. Aquí con ella y sus hijos Nancy, Tina y Frank Jr. (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

Ava se sintió, o dijo sentirse, aterrada por su relación con un hombre casado porque todavía perduraban en ella las llagas dejadas por Mickey Rooney y por Artie Shaw. Pero el amor fue más fuerte. Los dos se enamoraron como dos chiquillos, sin que les importara nada, ni siquiera sus propias debilidades. Ava podía ser cruel aún con ella misma. Vinicius de Moraes gustaba contar que él había enmudecido ante la enorme y sobrecogedora belleza de la Gardner. Y que ella se le había acercado para susurrarle: “¿Te gusta lo que ves? Por dentro no soy tan bella…” Eso es sencillez explícita. Y sobre su relación con Frank, después de aquella noche de los disparos y de hacer el amor en casa de ella, en Nichols Canyon, Ava recordó: “Fue mágico. Nos convertimos en amantes para siempre, eternamente. Son palabras mayores, ya lo sé. Pero es que en verdad, sentía que pasase lo que pasase siempre estaríamos enamorados. Y sabe Dios que pasaron cosas”.

Pasaron muchas cosas. El romance entre ambos fue un escándalo. Las primeras fotos de la pareja que publicaron los medios despertaron una reacción fanática en sus seguidores, envueltos en una pétrea moral conservadora que ya había descalificado el romance entre Ingrid Bergman y Roberto Rossellini. Ahora, miles de cartas llegan a la Metro, dirigidas a Ava Gardner. Muchas empezaban: “Querida puta…” También llegaban mensajes similares a las casas de la estrella y del cantante. La Legión de la Decencia la amenazó con prohibir a sus seguidores que vieran sus películas; la mujer de Sinatra eligió el 14 de febrero de 1950, Día de San Valentín, para anunciar su separación de Frank, aunque, fiel a su religión católica, eso no implicaba el divorcio. Ava dirá en sus memorias: “Me sentí profundamente herida y disgustada. Lo único que había hecho era enamorarme. Pero desgraciadamente, me había enamorado de un católico casado”.

El romance de Ava y Frank siguió ya no viento en popa, para usar un lugar común, sino con tempestades por los cuatro costados de la nave. Los dos eran almas gemelas: extravagantes, independientes, mezquinos, posesivos, celosos, envidiosos, generosos, violentos, contradictorios, tiernos y volubles, inseguros y confiados en sí mismos por partes iguales. Si cada uno hubiese marchado por caminos diferentes… Pero juntos eran dinamita. Hubo peleas a gritos en privado, que se conocieron poco, y en público, que trascendieron a fuerza de reproches y de insultos. Hubo también infidelidades, celos fundados e infundados, que son los peores y si no que lo diga Otelo. Hubo de todo.

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La imagen muestra a la pareja en su primera aparición pública luego del divorcio de Sinatra con su primera esposa

El año bisagra fue 1950. El 26 de abril la vida que llevaba Frank, un tanto disipada, tal vez más ateniense que espartana, le pasó factura. Esa noche, Frank cantaba en el Copacabana el legendario cabaret neoyorquino del 10 Este de la calle 60, entre paréntesis, Barry Manilov se inspiró en ese antro del jazz y la música para su tema “Copacabana”. Al encarar la segunda canción, “It all Depends on You”, la voz de Sinatra se partió. Hallaron sangre en su saliva y los médicos diagnosticaron hemorragia en la submucosa causada por el alcohol y también por la droga, según sostiene en “A su manera” Randy Tarraborrelli, biógrafo de Sinatra, En poco tiempo, su carrera se vino abajo y su economía también, acuciada por la falta de contratos y por el dinero que debía aportar para mantener a sus tres hijos, luego de que Nancy Barbato aceptara por fin divorciarse.

Sinatra se quedó sin voz un mes después de que Ava decidiera escapar a España: huía de aquella relación tortuosa, dramática y un poco insensata. Viajó el 25 de marzo de 1950 junto a su hermana, pasó por Londres y viajó a Barcelona para rodar en escenarios naturales “Pandora y el holandés errante”. ¿Qué dijo Ava de aquella película y de aquel viaje? “De todas las condenadas películas que filmé, “Pandora…” es tal vez la menos conocida. Y la que más influyó en mí: cambió mi vida. Y no es una exageración. Me sacó de los Estados Unidos por primera vez y me puso ante los dos países, Inglaterra y España, donde iba a pasar gran parte del resto de mi vida. Un viaje al extranjero, cariño, y nunca más volví la vista atrás”.

España enloqueció a Ava Gardner; se enamoró, como todo el mundo, del sol español, de su gente, de su estilo de vida, de sus fiestas regionales y de sus juergas nocturnas; se enamoró del flamenco, de sus “bailaoras” y de sus guitarristas, de sus palmas y de sus coplas; también se enamoró de las corridas de toros, de los toros, fiel a su religión católica, y de los toreros. Luego evocó en sus memorias: “Después de una de aquellas noches españolas románticas, llenas de estrellas, de baile y de copas, me desperté y me encontré en la cama con Mario Cabré”. Cabré era un célebre matador de toros de la época. Sobre el romance hay más de una versión, ya saben: que parezca que no es. Según Ava, fue una sola noche, diría Antonio Machado: “Fue una alegría de una sola vez”. La otra mitad de la biblioteca dice que fue un romance apasionado que se prolongó bastante. Ava fue discreta, Cabré se ufanó de su conquista y le compuso un par de poemas, horribles, que recitaba cuando tenía la oportunidad de hacerlo para turbación de Ava. Es más, el insuflado Cabré le dijo a la prensa: “He recibido muchas cornadas, pero Ava me ha golpeado más fuerte que el asta de un toro”.

Cansada de las infidelidades de
Cansada de las infidelidades de Sinatra, Ava Gardner viajó a España. Cuando volvió, el cantante supo que ella le había sido infiel con un torero. No lo soportó Fotos: @tonilonestar/ Twitter

El que estaba herido por una cornada era Sinatra que, o sospechó, o intuyó, o lo enteraron del romance de espada y muleta de su novia. En 1950 Frank tenía treinta y cinco años y Ava veintiocho. Sin voz, herido en el alma y en el orgullo, igual que un perrito lastimado, Sinatra llegó a Barcelona el 11 de mayo y fue cuando ardió Troya: el equipo de filmación hizo todo lo que pudo, que no era mucho, para ocultar lo inocultable: a un maestro del que parezca que no es, no lo engañás con facilidad. Ava le mintió. Le dijo que el supuesto romance no era otra cosa que un truco publicitario para promocionar la película. Hubo peleas, gritos, portazos y rencores expuestos ante decenas de personas.

Por fin, ya terminado el rodaje, Frank y Ava se fueron a pasar una especie de luna de miel de reconciliación a la Costa Brava, porque razón lleva Joan Manuel Serrat: si te toca llorar, es mejor frente al mar. No lloraron: se pelearon, se amaron, discutieron, comieron y bebieron mucho, y se prometieron amor eterno: lo normal en aquellos dos truenos.

Al regresar a Estados Unidos, Frank seguía con la sangre en el ojo: quería confirmar lo del romance con el torero Cabré. Ambos habían viajado a Lake Tahoe, en la frontera entre California y Nevada, donde Sinatra compraría años más tarde el célebre casino “Cal-Nevada”. En sus memorias, Ava confesó cuál había sido el truco de viejo seductor que usó Frank para salir de dudas: “Me dijo: ‘Ava, cariño, a mí esas cosas no me importan. En algún momento, todos nos metemos en alguna cama equivocada. Decíme la verdad y luego nos olvidaremos de todo’. Le dije la verdad y nunca me lo perdonó. Nunca”.

Luego de una pelea monumental
Luego de una pelea monumental en la que Ava Gardner se marchó, Sinatra se quiso suicidar. Lo salvó su valet Fotos: @jorg3leiner / Twitter

Otro paréntesis, anoten esa frase que resume siglos de filosofía e historia de la humanidad: en algún momento, todos nos metemos en alguna cama equivocada. Lo que siguió a la confesión de Ava fue la mayor pelea de la pareja que incluyó daños severos a uno de los barcos anclados a orillas del lago. Fue tal la trifulca, que en mitad de la noche Ava y su fiel Reenie huyeron a Los Ángeles: ella temió por su vida y dio la relación por terminada. Cuando llegó a su casa, recibió una llamada del círculo íntimo de Frank: había tomado una dosis excesiva de barbitúricos mezclados con alcohol, su valet, George Jacobs, lo había encontrado casi moribundo. Ella volvió veloz a su lado y se reconciliaron en el mismo hospital. Días después Frank desmintió con fiereza que todo aquello tuviese que ver con un intento de suicidio: que no parezca que es.

Se casaron el 7 de noviembre de 1951. No fue fácil. El día antes, Ava recibió una carta de una prostituta que decía haber tenido un largo romance con Frank. Estaba tan plagada de datos realistas que ella se convenció de que era verdad y estuvo a punto de cancelar la boda. Le atribuyeron el texto y la aviesa intención al millonario Howard Hughes, que había pretendido conquistar a la Gardner varias veces, sin éxito. Los casó en Filadelfia un juez de apellido Sloane y ambos se juraron amor eterno porque estaban convencidos de que el matrimonio iba a salvar lo insalvable.

El matrimonio fue un desastre. Las discusiones, las peleas, los celos, las sospechas y los temores siguieron como cuando eran novios; hubo muebles destrozados, vajilla que volaba por los aires de aquel nido de amor tan enrevesado y policías que, alertados por los vecinos, llegaban para intentar calmar los ánimos. Ella lo explicó con candor y picardía: “Los dos somos muy pasionales y explotamos rápido. Y, cariño, cuando yo pierdo los estribos no los puedo encontrar por ningún lado…”

Según le confesó Ava Gardner
Según le confesó Ava Gardner al director John Ford, lo que sostenía a la pareja era el sexo Fotos: @HistoryPhotosUy

También ambos hicieron un gran esfuerzo por formar una familia normal si es que eso existe. Pero aquella violencia, aquel caos y aquel desconcierto era la normalidad. En 1952 Frank le regaló un perrito corgi, de esos que tanto quería la difunta reina Isabel II de Inglaterra, y Ava adoró a aquel animalito. Se propuso enderezar la carrera artística de Frank, agonizante como cantante y habló con Joan Cohn, la esposa del millonario Harry Cohn, para que le tomaran a Sinatra una prueba como actor en una película que estaba por filmarse y que se llamaría “De aquí a la eternidad”. Había un papel para él, el del soldado Ángelo Maggio, y Sinatra se había obsesionado con conseguirlo.

Lo consiguió por influencias de la mafia, según escribió Mario Puzzo en su novela “El Padrino” y según filmó con maestría Francis Ford Coppola en su película del mismo nombre. Pero Ava dio otra versión a la revista “Vanity Fair”: “Frank estaba completamente quebrado cuando nos casamos. No sé de dónde vienen todas esas historias de que la Mafia se encargaba de él. Debió haber sido así, pero la “familia” no estaba en ningún lado cuando él los necesitaba”, dijo en entrevista con la revista “Vanity Fair”. Después de dejar a Frank a las órdenes del director Fred Zinnemann y junto al elenco de “De aquí…”, anoten: Montgomery Clift, Burt Lancaster, Deborah Kerr, Dona Reed entre otros, Ava se fue a África a filmar “Mogambo” junto a Clark Gable y a Grace Kelly, todos dirigidos por John Ford.

Chismecito del ambiente: conocedor de las constantes crisis matrimoniales entre Sinatra y su estrella, Ford fue sencillo y explícito para salir de dudas. Le preguntó a Ava: “¿Qué es lo que le ves a ese renacuajo de cincuenta kilos con el que te casaste?” Y Ava, que también sabía ser sencilla y explícita cuando quería, contestó: “Vea, señor Ford, hay tres kilos de Frank y cuarenta kilos de sus genitales”. Donde dice “genitales”, el lector será tan amable de colocar la palabra, muy chunga, que eligió Ava para su descripción y que estas líneas no van a reproducir más por sentido común que por tonto recato.

La foto de la boda
La foto de la boda entre Sinatra y Gardner, el 7 de noviembre de 1951. El matrimonio fue un fracaso Fotos: @VogueSpain

En África ella descubrió que estaba embarazada. Años después, recordaría: “Me senté en mi tienda a pensar de modo racional. Fue muy duro. Sentía que, a menos que estuvieses dispuesta a dedicar todo tu tiempo a tu hijo en sus primeros años, no tenías derecho a tenerlo. Si un niño no es deseado, y de algún modo ellos lo saben, viven en desventaja desde que nacen”. Había otras razones que lo complicaban todo. La Metro, por contrato, penalizaba a sus estrellas si tenían un hijo y, en este caso, el rodaje de “Mogambo”, se iba a ver interrumpido por el embarazo de Ava Gardner. De modo que, después de hablar con John Ford, la actriz viajó a Londres para abortar. “Y luego –narró Gardner en sus memorias– sucedió la cosa más natural y estúpida: volví a quedar embarazada”. Ava volvió a decidir abortar por los mismos motivos y esta vez lo decidió sola. Al contrario de la primera vez, Sinatra supo lo del embarazo y estaba feliz con la noticia. “Pero alguien debió de avisarle lo que yo iba a hacer porque jamás olvidaré que cuando desperté después de la operación, Frank estaba sentado a mi lado, con los ojos llenos de lágrimas. Pero creo que hice bien. Todavía creo que hice bien”.

El matrimonio de Frank y Ava se hunde. El naufragio coincide con el éxito: la voz de Frank vuelve, distinta, pero regresa. Está tal vez más “amarronada”, más áspera; tal vez necesite administrar mejor el aire, frasear más, interpretar, tiene que modificar en parte su estilo, soplan vientos nuevos. Como fuere, La Voz vuelve a ser La Voz. El estreno de “De aquí a la eternidad” es un éxito y coincide con un contrato con Capitol Records, un sello que revoluciona un poco la técnica de grabación y sus resultados. Sus discos vuelven a ser un éxito de ventas. Ava Gardner también tiene un éxito fantástico cuando el estreno de “Mogambo”, su carrera se consolida aunque su mente está puesta todavía en España y en Inglaterra. Un optimista podría arriesgar que la caótica vida de la pareja, que siempre mostró un rictus de angustia, amaga ahora con una sonrisa. Entonces ambos toman la decisión que se les ocurre más sabia: se separan antes de que el naufragio los arrastre. Nunca más volverán a verse. Nunca más.

En octubre de 1953 se
En octubre de 1953 se anunció la separacion de la pareja. Nuevamente, Sinatra se quiso suicidar, esta vez cortándose las venas Fotos: @tonilonestar/ Twitter

El 29 de octubre de 1953 la Metro Goldwyn-Mayer anuncia en un comunicado la separación de la pareja. Ava huye y se encierra en Palm Springs durante dos semanas. Después viaja a Italia. Sinatra también se encierra en el piso de su amigo Van Heusen en la calle 57 de Manhattan. De vez en vez lo visitan sus amigos, el embrión del que será el legendario “Rat Pack”, el grupo que Sinatra lideró y que reunía a Sammy Davis Jr., Dean Martin, Peter Lawford y Joey Bishop, y que integraron en forma ocasional Shirley MacLaine, Lauren Bacall, Angie Dickinson, Marilyn Monroe, Don Rickles y Judy Garland. ¿Qué hizo Sinatra en el departamento de la calle 57? Escuchó una y otra vez “Lush Life”, algo así como vida exuberante o lujuriosa, que era la canción de él con Ava. El 18 de noviembre de 1953, después de haber bebido mucho y de zamparse vaya a saber cuáles químicos, fue a la cocina y se cortó las venas. Lo salvaron un par de amigos, tan ebrios como él. Días después, en una conferencia de prensa, dijo que las vendas en sus muñecas eran producto de un accidente: con una copa rota. Lo que sea, pero que parezca que no es.

Frank y Ava siguieron sus caminos, ya separados para siempre. Él ganó el Oscar por “De aquí a la eternidad”: fue a la ceremonia de entrega junto a sus dos hijos mayores; ella estuvo nominada por “Mogambo”, pero lo ganó Audrey Hepburn por “La princesa que quería vivir”. Frank se hizo un hombre de negocios en Las Vegas y en el “Cal-Neva” de Lake Tahoe, un empresario exitoso y un cantante excepcional. En 1954 Ava Gardner se fue a vivir a Madrid, a la fiesta, el sol, a los toros y a los toreros; mantuvo un apasionado romane con Luis Miguel Dominguín, que terminó casado con Lucía Bosé; vivió de noche y de fiesta en fiesta porque se sintió, y lo estaba, fuera del rígido control de la Metro. Abundan las historias de romances apasionados, borracheras míticas, juergas sin horario y bochinches magníficos; uno de ellos, dice la leyenda, provocó la queja de un general latinoamericano en el exilio que quería algo de paz: Juan Perón.

En esos años hasta ya entrados los 60, Frank Sinatra grabó lo más serio y mejor cantado de su vida. Y lo mejor arreglado también. Entre quienes le adaptaron grandes temas a su estilo, a su ritmo y a su voz, figuran Nelson Riddle, Billy May, Quincy Jones y Don Costa, pueden aplaudir si quieren. Cuando el rock y Los Beatles se le vinieron encima, Frank, que decía que el rock era la música más espantosa que había escuchado, los enfrentó con un tema de leyenda que compitió en venta con los chicos de Liverpool: “Extraños en la noche”. Dijo, furioso: “Si me van a matar, que sea cantando” y luego Paul Anka le compuso un himno que sintetizaba su vida: “My Way - A mi manera”. Y así fue como se convirtió en un emblema americano.

Luego de la tormenta, aunque
Luego de la tormenta, aunque no volvieron a ser pareja, se llamaban por teléfono todos los días a las ocho de la noche de Londres, donde ella residía Fotos: @virutl38 / Twitter

Ava vivió en España romances intensos, uno de ellos con el actor italiano Walter Chiari, que había sido pareja de Lucía Bosé que se casó con Dominguín que había sido novio de Ava. Todo era muy dinámico, parece. También amó al actor español Carlos Larrañaga que supo enseguida que era un segundo en discordia cuando fue testigo de las largas charlas telefónicas de Ava con Frank. Una vez Larrañaga confesó: “No tardé en darme cuenta de que Ava y Sinatra eran muy parecidos. Tenían los mismos altibajos, la misma furia de vivir, esa mezcla salvaje de generosidad y posesión. Y entendí por qué su relación había fracasado. Era imposible que saliera bien. Se querían, se necesitaban, pero la química era imposible”.

En los años de regreso al éxito de Frank, Ava desechó papeles principales en algunas películas que la hubieran devuelto al estrellato como “Dulce pájaro de juventud”, “La Pantera Rosa” o “El Graduado”, que protagonizó en lugar de ella Anne Bancroft. Sí filmó tres películas inolvidables: “55 días en Pekín”, donde encarnó a una condesa arruinada en medio de una revolución anticolonial, “Siete días de mayo”, de John Frankenheimer, junto a Burt Lancaster y Kirk Douglas y “La noche de la iguana”, la obra de Tennessee Williams, dirigida por John Huston junto a Richard Burton y Deborah Kerr.

Las andanzas sentimentales de Frank fueron igual de intensas que las de Ava en España: Marilyn Monroe, Lauren Bacall, Natalie Wood entre sus aventuras. En 1966 se casó con Mia Farrow, treinta años más joven que él, cuando ella filmaba “El bebé de Rosemary”, de Roman Polanski. Desde España, Ava, que cuando quería podía tener la mente de un reptil y la boca que hacía juego, dijo: “Siempre supe que Frank acabaría yéndose a la cama con un muchachito”. El matrimonio Farrow-Sinatra duró dos años.

Más o menos para esa fecha, 1968, también terminó el romance de Ava con España: el fisco le exigía el pago de una deuda millonaria y optó por irse a vivir a Londres, donde fue amiga de Tennessee Williams, de Richard Burton y de Elizabeth Taylor. Pero había perdido ya el interés en su carrera cinematográfica. Definió aquello en sus memorias y a su manera: “¿Por qué seguí haciendo películas? Por el dinero, cariño. Por el dinero. Nunca fui una actriz, sino una de las caras bonitas de la Metro. La verdad es que los únicos momentos en los que soy feliz es cuando no hago nada en absoluto. No entiendo a la gente a la que le gusta trabajar y te lo dicen como si eso fuese un puto deber”.

Casi al final de sus
Casi al final de sus vidas, estuvieron el uno para el otro. Cuando Gardner sufrió un ACV, Sinatra se hizo cargo de su traslado y su tratamiento en los Estados Unidos

Frank, que no paró nunca de trabajar, shows en Las Vegas, giras mundiales y discos constantes, se casó en 1976 con su última esposa, Bárbara Marx, la ex de Zeppo Marx, uno de los miembros del grupo cómico “Hermanos Marx”. Todos los días, a las ocho de la noche, hora de Londres, Frank llamaba a Ava Gardner. Y todos los días, a las ocho de la noche, Ava Gardner esperaba en Londres el llamado de Frank. En 1986, ella sufrió un ACV, el primero de varios, que le dejó un brazo paralizado. Frank pagó los gastos de su traslado y de su tratamiento en Estados Unidos y también su pasaje de regreso a Londres. Ava pasó los últimos años de su vida recluida en su casa de Westminster, escuchando discos de María Callas y de Frank Sinatra. Su vecino, el artista plástico Michael Garady contó: “Una vez me dijo que esperaba irse de este mundo con una copa de champán y un cigarrillo en la mano. ‘Así quiero despedirme’, me dijo”. Ava Gardner murió el 20 de enero de 1990, a los sesenta y siete años cumplidos el mes anterior.

Frank Sinatra siguió con sus conciertos, sus viajes y sus discos hasta el final de su vida. Murió el 14 de mayo de 1998, a los ochenta y dos años. La lápida de su tumba tiene una leyenda: “Lo mejor está por venir”. Y algún visitante deja en ella de vez en vez una botella miniatura de Jack Daniels, el bourbon que Sinatra bebía a destajo.

Último chismecito del ambiente. De la misma forma que Frank cantó su vida en “A mi manera”, Ava dejó la suya sintetizada en el final de sus memorias. Terminan así, en un diálogo casi íntimo con el lector: “¿Sabes? Si tuviese que volver a vivir mi vida, la viviría exactamente igual. Tal vez un par de cambios por aquí o por allá, pero nada en especial. Porque la verdad, cariño, es que he disfrutado de mi vida. Me lo he pasado en grande”.

Señora, qué duda cabe.

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