El Gráfico cumpliría 105 años: un recorrido personal por la gran revista deportiva argentina que marcó generaciones

El Gráfico fue una de las revistas más importantes e influyentes de la historia por su enorme calidad de imágenes y tratamiento de la información. Su fórmula y estilo único, las grandes tapas, los secretos de las fotos y las firmas más notables. Qué hizo que esta publicación, creada por Constancio Vigil, fuera incomparable y que los chicos aprendieran a leer con ella

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El Gráfico fue la biblia del deporte argentino. Uno de las revistas más importantes e influyentes de la historia
El Gráfico fue la biblia del deporte argentino. Uno de las revistas más importantes e influyentes de la historia

Nació el 30 de mayo de 1919 como una revista visual, de interés general, con grandes fotos. El primer número traía en tapa una gran imagen y un epígrafe: “Los alumnos de las escuelas públicas de la capital desfilan ante el Presidente de la República”. Era enorme, tamaño sábana, 58x40, para que fuera bien visible en los kioscos. Era la segunda publicación que sacaba Constancio Vigil con su reciente Editorial Atlántida. Después de crear la revista Atlántida se dio cuenta de que necesitaba sus propios talleres para ahorrar costos y no depender de nadie: cuando los tuvo en menos de un año fundó tres revistas que harían historia: El Gráfico, Billiken y Para Ti.

Durante sus primeros tiempos, la revista no tenía una temática definida. El olfato de Vigil hizo que, de a poco, se fuera inclinando hacia el deporte, al percibir el creciente interés popular y la falta de publicaciones dedicadas al tema. A partir de 1925, El Gráfico se convirtió en una revista exclusivamente deportiva.

A lo largo de más de seis décadas fue la revista deportiva más importante de América Latina y una de las tres más importantes del mundo. Y en esa frase la palabra deportiva podría estar sobrando.

Cuando un lector de El Gráfico viajaba al exterior corría ávido a los frondosos kioscos de revistas de ese tiempo. Al lector argentino hojear Guerin Sportivo, Don Balón, Onze o Sports Illustrated le producía una sensación incómoda, una mezcla extraña de desilusión y orgullo. Por un lado, esas revistas no eran lo que uno se había imaginado. No tenían el despliegue de actualidad, la calidad de imágenes, la vitalidad que tenía El Gráfico; esa ilusión que uno había forjado de encontrarse con productos de enorme calidad (y nadie puede dudar que Sport Illustrated la tenía) se esfumaba sólo porque El Gráfico lo tenía mal acostumbrado. Era incomparable. Había encontrado una fórmula única y la había perfeccionado con el correr de los años. Una personalidad propia, imposible de replicar. Con grandes profesionales detrás y un nervio único. Era una revista viva.

Es muy usual escuchar a varias generaciones de varones argentinos afirmar que aprendieron a leer con El Gráfico. Por supuesto que es verdad. En sus páginas había hazañas y héroes reales; se corporizaban los gigantes que hacían emocionar a millones el sábado por la noche o en cualquier momento del domingo. Esos que la gente escuchaba por la radio boxear, agarrar las curvas polvorientas a toda velocidad o hacer goles. ¡Qué mejor aliciente para la lectura que leer ese tipo de aventuras!

El número más vendido de la historia con una tirada de 850.000 ejemplares
El número más vendido de la historia con una tirada de 850.000 ejemplares

Un domingo de marzo de 1978, poco antes de empezar primer grado, mi papá nos levantó temprano. Fuimos en el auto a La Plata. Una visita al Museo de Ciencias Naturales, un almuerzo en un buen restaurante y la advertencia de mi mamá: “Si Racing hace un gol, por favor, no lo grites”. Mi hermano era más grande y a él no había que hacerle ese tipo de aclaraciones.

Fuimos hasta la cancha de Estudiantes y sacamos cuatro plateas. Me acuerdo del temor a caerme entre los tablones mientras llegábamos a nuestros asientos en el medio de la platea local (en esos años era habitual conseguir ubicación en cualquier lugar de un estadio pocas horas antes del partido). El partido fue trabado, sin demasiadas emociones. Yo estuve rígido, casi sin hacer gestos, haciéndole caso a la advertencia de mi madre; a los sumo le decía algo al oído a mi hermano. Hasta que faltando poco para el final, un centro al área de Estudiantes y Horacio Cordero, el volante central de Racing, saltó entre varios y de cabeza la puso contra un palo. 1 a 0 para Racing. En la platea local hubo rezongos y lamentos. Ninguno de los cuatro nos movimos. El señor que estaba sentado en la incómoda platea de abajo se giró hacia mi mamá y le dijo: “Señora, deje que el nene grite el gol”. Nuestra estrategia de camuflaje –ahora se los llama infiltrados y si son descubiertos corren riesgo de ser linchados-, parece, no había sido demasiado efectiva. Al día siguiente, un lunes, mi papá llegó tarde del consultorio. Ya había anochecido. Mi mamá tenía la comida preparada pero antes de sentarnos a cenar, papá sacó de su espalda el número de El Gráfico que acababa de llegar al kiosco. Nunca voy a olvidar mi emoción, cuando al hojear, encontré una doble página con el comentario del partido y una enorme y perfecta foto del salto de Cordero y de la pelota entrando al arco. Pero ya no me alcanzaba con ver las fotos. Quería, necesitaba, saber qué decían esas letritas. A partir de ese momento y durante varias semanas martiricé a mi mamá y a mis tres tías (todas docentes) para que me enseñaran a leer. Recuerdo con precisión el día que pude leer por primera vez sin ayuda la reseña del partido de Racing en la sección La Fecha Está Aquí. Fue un día muy feliz.

Si muchos aprendieron a leer con El Gráfico, yo aprendí a leer para poder leer El Gráfico.

Hay algo que no suele remarcarse lo suficiente: ¡Qué bien escrito estaba El Gráfico!

Por sus páginas pasaron las firmas legendarias del periodismo argentino: Chantecler, Borocotó, Frascara, Panzeri, Ardizzone. Ese quinteto hizo grande El Gráfico y El Gráfico hizo grande a ese quinteto.

El anuario de 1948 reflejando el triunfo consagratorio de Delfo Cabrera en la Maratón olímpica de Londres
El anuario de 1948 reflejando el triunfo consagratorio de Delfo Cabrera en la Maratón olímpica de Londres

Esos son los que desde fines de la década del 30 hasta entrados los años 60 consolidaron la revista y le dieron su fisonomía definitiva, el prestigio indeleble. Pero claramente no fueron los únicos. Last Reason (Máximo Sáenz, especialista en turf, fútbol y costumbres ciudadanas) fue uno de los pases del año en 1932 cuando se integró a la redacción: tanto fue así que los domingos en las canchas se publicitaba su ingreso a la revista.

Tras la polémica salida de Dante Panzeri, la revista ingresó en la era de la modernidad de la mano de Carlos Fontanarrosa. La redacción de la segunda mitad de la década del setenta es una especie de Dream Team: las crónicas boxísticas perfectas y llenas de brillo de Ernesto Cherquis Bialo que al principio firmaba como Robinson (recomiendo al azar 3: la consagración de Locche; la muerte de Romero, el boxeador de los ochenta que una semana después de haber peleado en Europa por el título fue abatido por la policía en un robo; el encuentro con Bobby Fischer), Juvenal y sus análisis tácticos, los Ferreyra (el repaso de Carlos de la noche del partido por el descenso entre Lanús y Platense bajo un diluvio es inolvidable), Guillermo Blanco, Carlos Ares, Juan José Panno, Orcasitas, Villita, Vega Onesime y varios más. Más acá en el tiempo se destacaron Daniel Arcucci, Diego Borinsky y Andrés Burgo.

Había estilo, una mirada, información exclusiva y acceso directo a los protagonistas.

Pero El Gráfico era mucho más que grandes textos, información confidencial, entrevistas, alguna operación política (o empresarial) o el relato de la trastienda de los grandes eventos a los que de otro modo generaciones no hubiéramos accedido. Sus fotos se convirtieron en legendarias. La calidad de las imágenes sigue apabullando al que repase su colección. Los grandes nombres fueron el japonés Kikuchi, Ricardo Alfieri y Alfredo Legarreta. Pero esos sólo son una tríada de la decenas de artistas que captaron los grandes momentos del deporte y a sus protagonistas.

Ante cada gran logro editaba números especiales. también lo hacía en Uruguay o en las provincias argentinas para los equipos locales
Ante cada gran logro editaba números especiales. también lo hacía en Uruguay o en las provincias argentinas para los equipos locales

En épocas en las que se jugaba toda la fecha los domingos a la misma hora y sólo se televisaba un anticipado los viernes a la noche y, en diferido. el partido más importante el domingo a la noche, la gente esperaba hasta el lunes a la noche o, a más tardar, el martes a la mañana, para saber si esa jugada polémica había sido penal o el delantero había empujado la pelota en off-side. Las secuencias de fotos de El Gráfico le mostraron a varias generaciones goles míticos. Vimos goles y jugadas históricas gracias a la revista: las imágenes que tenemos en nuestros recuerdos son las de El Gráfico. Un gol de Diego en Argentinos a San Lorenzo de Mar del Plata, el día que Alonso le hizo a Santoro el gol que Pelé falló, el paso a paso –esa imagen de Suñé con el pómulo sangrando- de la batalla de la Copa Libertadores entre Boca y Sporting Cristal, o el cuadro a cuadro de Monzón groggy, mirando el reloj del Luna Park, después de la piña de Briscoe que casi lo pone knock out.

La foto ideal de un gol para El Gráfico: que se viera la pelota, un palo, el arquero y el que había pateado. Lo increíble es que la mayoría de las veces lo conseguían.

Pero no siempre había fotos para mostrar un momento histórico o extraordinario. Entonces se echaba mano a un dispositivo fenomenal y entrañable: los dibujos de las jugadas, con flechitas y líneas punteadas para mostrar trayectorias, hechos por el hijo de Juvenal con su verdadero apellido, Pasquato. Así vimos el célebre gol de Capote de La Mata, el de Bochini a Peñarol, alguno con pisada legendaria de Puskas o el de Pelé a Suecia en la final del 58.

Alguna vez Alfredo Di Stéfano dijo: “Todo chico que empieza a jugar al fútbol tiene tres sueños. Jugar en la primera del club del que es hincha, llegar a la Selección y, por supuesto, salir en la tapa de El Gráfico”.

El Gráfico siguió la carrera de Vilas, Reutemann, Monzón, Galíndez y los otros grandes deportistas individuales de los setenta
El Gráfico siguió la carrera de Vilas, Reutemann, Monzón, Galíndez y los otros grandes deportistas individuales de los setenta

La tapa de El Gráfico. Un hecho que no admitía prueba en contrario de la consagración de un deportista. Durante décadas hombres y mujeres de las más variadas disciplinas ocuparon su portada. Remeros, pesistas, polistas, atletas, tenistas, nadadores. El fútbol era uno de los deportes que aparecía entre ellos. Alguna vez pasó más de medio año sin una portada con un jugador de fútbol. En la tapa salía el que lo merecía.

A partir de la década del 30 las tapas eran en color. Fotos pintadas y posadas que se enviaban al taller 45 días antes de la salida de la revista. No corrían detrás de la novedad. Las tapas de actualidad llegaron en agosto de 1962, con un River- Boca. La leyenda Zapatazo y Artime haciendo un gol en el súper clásico. Fue el penúltimo número que dirigió Dante Panzeri, que cerrando esa edición se peleó con Vigil que quería incluir en medio del comentario del partido, firmado por Panzeri, un recuadro del entonces ministro de economía Álvaro Alsogaray. Panzeri tomó el saco del respaldo de su silla y dejó la redacción. Entre las condiciones de su salida de la revista, puso la de decidir la tapa del siguiente número: puso a Antonio Báez, un crack (defensor de Platense y River) que hacía más de una década había dejado el fútbol y nunca había sido tapa. Un último acto de justicia.

Muchos lunes de mi infancia y adolescencia fui al kiosco de la esquina de Avenida Santa Fe y Larrea a esperar que llegara El Gráfico. Solían ser los que seguían a un buen triunfo de Racing el domingo. Parado en la esquina, miraba ansioso hacia Santa Fe, esperando que se asomara el camión que repartía las revistas. A veces sentía desilusión cuando en la tapa no estaba quién yo anhelaba.

El Gráfico llegaba los jueves a los kioscos (y al Interior el fin de semana o tal vez cuando ya se había jugado la siguiente fecha). Recién a partir de 1965, apareció los lunes por la noche.

A partir de los años 80 la lógica cambió y River y Boca monopolizaron, por una cuestión comercial, las portadas. Aseguraban más ventas. Pero ese recurso que funcionó por un tiempo puede haber sido una de las causales de la caída en el interés y prestigio de la publicación (naturalmente que los grandes causantes fueron el cambio de época y los avances tecnológicos).

Los números aniversario siempre fueron ediciones especiales que recorrían la historia del deporte
Los números aniversario siempre fueron ediciones especiales que recorrían la historia del deporte

El que más veces apareció en su historia fue Diego Maradona. Un innegable acto de justicia. Otros con muchísimas pariciones: Passarella, Alonso, Fangio, los Gálvez, Firpo, Monzón.

Los números más vendidos de la historia fueron los de los títulos del mundo del 78 y del 86. La edición que tenía a Diego alzando la copa tuvo una tirada de 850.000 ejemplares. La del 78 vendió 650.000 sólo porque no pudieron imprimir más. En sus talleres debían dejar espacio para las otras revistas de Editorial Atlántida y para los dos especiales de El Gráfico: el libro de Menotti Cómo Ganamos la Copa del Mundo y las 100 Mejores Fotos del Mundial.

Hoy sigue habiendo un gran mercado para los ejemplares usados; son muchos los que quieren completar sus colecciones. Ahí, en esas páginas, no sólo está la historia del deporte argentino y mundial sino la infancia de varias generaciones.

Cuando tenía 12 años, un día a la semana, iba a una librería de viejo que quedaba en la calle Paraná casi llegando a Paraguay. Fui comprando los números de los años que Racing había salido campeón. 58, 61, 66 y el gran clímax del Equipo de José en el 67. El dueño, un hombre mayor que se enternecía con un chico que buceaba entre revistas viejas, me las dejaba muy baratas. Las últimas me las terminó regalando.

Tuvo muchos competidores: Mundo Deportivo, La Cancha, Estadio, Sólo Fútbol. El más pertinaz enemigo fue Goles, que más popular y barata en algún momento le peleó una buena cuota de mercado. Pero El Gráfico siempre se terminó imponiendo.

La revista, sus dueños y sus directivos tuvieron un enorme poder. Constancio Vigil, el hombre que estuvo al frente durante varias décadas, fue un constante oficialista.

Grandes eventos deportivos contaron con el apoyo y hasta la organización de la revista. En el número posterior al Mundial 78, Vigil y el director de la publicación publicaron una entrevista con el presidente de facto Videla y le entregaron la colección con los 7 números que habían sacado a lo largo del torneo.

En 1998 Editorial Atlántida vendió El Gráfico a Torneos y Competencias. Hubo un intento fallido de sacar un diario deportivo.

Diego Maradona fue quien más veces apareció en la tapa de El Gráfico. Luego lo siguen Passarella y el Beto Alonso
Diego Maradona fue quien más veces apareció en la tapa de El Gráfico. Luego lo siguen Passarella y el Beto Alonso

En 2002 dejó de salir cada semana y pasó a ser mensual. Nunca pareció encontrarle la vuelta al nuevo formato ni a los nuevos tiempos. La televisión, los goles reproducidos en todos lados, internet, los nuevos hábitos la hirieron de muerte. La revista agonizó varios años hasta que en enero de 2018 anunció su cierre. Las redes sociales se inundaron de mensajes consternados de antiguos lectores, de personas que habían sido educados por la revista.

Hoy cumpliría 105 años. Las revistas se extinguen en el mundo entero. Unas pocas sobreviven. Son otros tiempos.

El Gráfico no sale más en papel. Pero es imposible que muera. Sus 99 años siguen ahí, casi invictos. Y podemos seguir hojeándolos.

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