“Viajaba con pasaportes falsos desde hacía diez años. Tenía un récord de supervivencia en la clandestinidad. Vivió la historia latinoamericana de aquella época en carne propia, en cuerpo y alma a la vez. La ideología era para él como una nave para viajar a la acción. El protagonismo, al estilo de Malraux o Lawrence de Arabia, era su arma de combate”, describió alguna vez al personaje el dirigente socialista suizo-uruguayo Alberto Pérez Iriarte. Se refería a Joe Baxter.
Enigmático, controvertido, audaz, si algo le había faltado en vida a Baxter para convertirse en una suerte de leyenda dentro de los movimientos revolucionarios latinoamericanos de los ‘60 y los ‘70 en América latina, su propia muerte se lo otorgó. Durante años corrió la versión -nunca probada- de que el vuelo que lo llevaba desde Río de Janeiro a París en julio de 1973, el 820 de la compañía Varig, no había sufrido un accidente cuando se estrelló poco antes de llegar al aeropuerto de Orly sino que fue derribado por un atentado destinado exclusivamente a matarlo a él. Como viajaba con documentos falsos, pasaron días hasta que, gracias a un militante de la IV Internacional que reconoció el cuerpo, se pudo establecer su verdadera identidad.
La versión encajaba perfectamente con la sinuosa trayectoria de Baxter, siempre oscurecida por un velo de misterio donde las fábulas se mezclaban con la verdad de tal manera que era casi imposible diferenciarlas. Surgido a la vida política en la Argentina desde una militancia filonazi, se incorporó a la Resistencia Peronista, fue recibido y elogiado por Juan Domingo Perón en Puerta de Hierro, se relacionó con los movimientos de liberación africanos y viajó a la China de Mao para recibir entrenamiento y después combatir en Vietnam.
De regreso en Europa, se incorporó a la Cuarta Internacional en París y allí conoció a Mario Roberto Santucho, que le ofreció volver a la Argentina para sumarse a uno de los niveles más altos de la conducción del PRT-ERP, desde donde Baxter fogoneó una de las rupturas internas más grandes de la organización antes de ser expulsado. La Cuarta Internacional lo envió entonces a Chile en las postrimerías del gobierno de Salvador Allende, su último destino antes de morir cuando viajaba a una reunión en París.
Cuando el 11 de julio de 1973 el vuelo 820 de Varig se incendió en el aire y se estrelló sin dejar sobrevivientes en suelo francés, Joe Baxter acababa de cumplir 33 años, pero ya era casi un mito dentro de los movimientos revolucionarios de la época.
De la ultraderecha a la izquierda
José Luis Baxter nació en Lomas de Zamora el 24 de mayo de 1940. Fue el hijo mayor del matrimonio del veterinario irlandés Joe Baxter y la argentina María Luisa Denaro. Estudió en el colegio inglés San Albano, en su ciudad natal, donde sus compañeros de estudios lo apodaron “Joe”, como se lo conocería desde entonces. A los 15 años fue reclutado por el cura ultraderechista Alberto Ezcurra Uriburu para la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), de la que pronto se convirtió en uno de sus dirigentes. En 1957, representando a la UNES, participó en la fundación de Tacuara, un grupo de choque que se hizo conocido por sus acciones violentas durante el debate de 1958 sobre la formación de universidades católicas, conocido como “Laica o Libre”.
Baxter y su grupo “rompían” las asambleas estudiantiles y dispersaban a sus participantes a los golpes repitiendo siempre la misma consigna: “¡Viva Cristo Rey, viva Rosas, viva Franco, abajo los bolches, mueran los judíos!”.
En una de esas trifulcas fue detenido por la policía en 1959 y pasó varios meses preso durante el gobierno de Arturo Frondizi. Quizás por las relaciones que estableció con otros presos políticos durante su paso por la cárcel, salió en libertad con una nueva mirada sobre la realidad política argentina.
Con ese nuevo enfoque, entre 1961 y 1962, Baxter comenzó a liderar un ala izquierda dentro de Tacuara, que se opuso, entre otras cosas, a los contratos petroleros de Frondizi con empresas extranjeras, y propuso la nacionalización de los bancos y los frigoríficos.
En un acto realizado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA se dirigió a sus antiguos enemigos de la izquierda universitaria planteando: “Recorrimos siempre un camino paralelo en muchas cosas y no nos habíamos dado cuenta”.
Los panfletos impresos por el ala de Tacuara liderada por Baxter tenían dos consignas: “Guerra al imperialismo” y “En marcha hacia la liberación nacional”. A la vez, daba una fuerte lucha interna dentro de la organización, atacando una de sus consignas más conspicuas, la del nacionalismo. “No sólo hay liberalismo cipayo e izquierdismo cipayo; hay también nacionalismo cipayo. Los nacionalistas cipayos son quienes creen que la batalla por la soberanía argentina se jugó en la Cancillería de Berlín en 1945. ¡Cómo no se van a considerar derrotados, si fueron derrotados en Berlín!”, sostenía en las reuniones, rompiendo con la posición filonazi que había sido hasta entonces una marca de fábrica de Tacuara.
El próximo paso sería la ruptura con la agrupación original, la creación del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) y el asalto, en 1963, al Policlínico Bancario -la primera gran operación de la guerrilla urbana en la Argentina- para obtener fondos destinados a la nueva organización.
Los encuentros con Perón
Aunque Baxter no participó personalmente del asalto al Policlínico Bancario, de dónde a fines de agosto de 1963 el comando del MNRT se llevó unos cien mil dólares de la época, la Policía Federal comenzó a buscar a Baxter para interrogarlo. Entonces se refugió clandestinamente en Uruguay, donde lo albergó en su casa Alberto Pérez Iriarte.
“Joe Baxter llega a mi casa y eso lo recuerdo como si fuera hoy. Los muchachos nos presentan a ‘Salvador Ballesteros’. Pero el ambiente está muy tenso. Yo intuyo que se trata del jefe del grupo. Tiempo más tarde supe que había estado escondido en las islas del Paraná o del Río Uruguay. Es un tipo grande, con un gran bigote, pecoso. Tiene una conversación rápida, graciosa, con ironías porteñas. Es amable y muy respetuoso. Nada se escapa a su mirada. Yo quedo muy impresionado con ese personaje que tiene bajo el brazo Times y Le Monde Diplomatique”, recordaría años después el dirigente socialista uruguayo.
Desde Uruguay, a través de Héctor Villalón, consiguió que Perón lo recibiera en su residencia de Puerta de Hierro. El General se mostró interesado en conocer a uno de los jefes de la organización que había asaltado el Policlínico Bancario.
Los dos encuentros de Baxter con Perón fueron cuidadosamente reconstruidos en su libro Joe Baxter, Del nazismo a la extrema izquierda. La historia secreta de un guerrillero por las periodistas Alejandra Dandán y Silvina Heguy. Cuentan que en el primero, quizás mal informado, el General citó elogiosamente un documento de Tacuara que había llegado a sus manos, donde se elogiaba al Estado Fascista de Benito Mussolini, sin percatarse de que se trataba de una producción de ala opuesta a la que pertenecía su visitante. Al terminar la reunión con Baxter, uno de los colaboradores le advirtió sobre su error: “Disculpe, General, pero estos muchachos leen más a Mao que al Duce”, le dijo.
Rápido de reflejos, Perón montó una escena completamente diferente para el encuentro del día siguiente: “Al otro día, Baxter se encontró en el escritorio de Perón algo diferente. Entre las carpetas y papeles había un nuevo retrato: el del líder chino. Baxter no dijo nada sobre el retrato de Mao. Pero cuando volvió a Buenos Aires se cansó de contar la anécdota y casi siempre la terminaba de la misma manera, con una gran carcajada”, relatan Dandán y Heguy.
Nasser, Mao y Vietnam
Gracias a los oficios del propio Perón, Baxter viajó a Egipto y a Argelia donde -relataba, aunque nunca fue confirmado- que fue recibido por Nasser y por Ben Bella. Luego volvió brevemente a Montevideo, pero ya tenía decidido su próximo paso: recibir entrenamiento guerrillero en China para ir a combatir en la guerra de Vietnam contra la intervención norteamericana.
Esa experiencia tuvo como consecuencia un nuevo giro ideológico en su vida, del peronismo al socialismo revolucionario: “La rutina en la academia era dura. El día comenzaba a las cinco y media de la mañana. El grupo estaba fuera de forma y en los primeros días les costaba seguir el entrenamiento. Al principio, el instructor los hacía correr poco: unos dos kilómetros por día. Pero sobre el final llegaron a trotar en buen ritmo casi doce kilómetros diarios. En cada salida al exterior quedaban sorprendidos de la cantidad de pequeñas brigadas extranjeras con las que se cruzaban. (…) Más allá del entrenamiento físico, de aquella experiencia Baxter se llevó uno de los conceptos claves para su vida política: el de guerra revolucionaria que, a la manera china, significaba la lucha popular y prolongada contra el régimen. Después de sus días en China, Baxter se transformó en uno de los personajes que se dedicaron a expandir esta técnica en América latina”, cuentan Dandán y Heguy.
Después de ese entrenamiento, presumiblemente Baxter viajó a Vietnam para colaborar con el Vietcong. Según le dijo a Pérez Iriarte no solo combatió contra las fuerzas norteamericanas y de Vietnam del Sur sino que participó de una riesgosa operación de inteligencia. “Un día, me trae un regalo: es la cápsula vacía de un proyectil de mortero chino disparado en Vietnam. Años más tarde, en Cuba, me enteraré de que estuvo en Vietnam, que entró disfrazado de militar al Club de Oficiales del ejército norteamericano en Saigón, que participó del copamiento de ese lugar durante la ofensiva del Thet y que Ho Chi Minh le entregó una medalla por su valor”, contó años después el dirigente socialista uruguayo.
Tras ese paso por Vietnam, Baxter reapareció en Paris, incorporado a la Cuarta Internacional. Allí, según varios testimonios, conoció a Mario Roberto Santucho, líder del PRT argentino. Ese encuentro habría sido decisivo para su retorno a la Argentina.
Un paracaidista en el PRT-ERP
En su biografía de Baxter, Dandán y Heguy reconstruyeron la llegada de Joe al PRT, donde por iniciativa de Santucho apareció desde la nada en una importante reunión de dirección realizada en un departamento del Barrio Norte porteño.
“Entró con Mario Roberto Santucho, aunque nadie lo reconoció porque también estaba cubierto con un pasamontañas. Del plenario clandestino participaba un grupo muy reducido de delegados del PRT. Habían llegado de toda la provincia de Buenos Aires para preparar un documento clave para el V Congreso del Partido que iba a realizarse veinte días más adelante, entre el 28 y 30 de julio de 1970. Baxter no pronunció palabra. Al presentarlo, Santucho lo describió como un integrante del Comité Central y lo llamó por su nombre de guerra, Rafael Barletta. ¿Quién era?, se preguntaron en la sala”, relatan.
Y agregan: “La fama de Baxter había crecido repleta de fábulas, leyendas pero también con fragmentos de sus historias verdaderas. En el PRT habían escuchado de su estadía entre los revolucionarios de Vietnam, de la condecoración de Ho Chi Minh y de su entrenamiento en China. Santucho lo recibió como un revolucionario de fuste especialmente porque, como decían entonces, llegaba con las ‘chapas de Vietnam’. En esas condiciones lo sumó como un cuadro político mayor”.
Más de medio siglo después de su ingreso al PRT, la figura de Joe Baxter es un mal recuerdo para muchos viejos militantes de esa organización. “Fue presentado al Partido por el secretariado de la IV Internacional, venía precedido de haber estado con Tupamaros en Uruguay, que después supimos que no había hecho nada con ellos, y también de haber estado en Vietnam. Por eso termina elegido para el Comité Central y el Comité Ejecutivo del PRT en 1970, pero pronto se vio claramente que no era lo que su presunta historia decía”, le relató al autor de esta nota Daniel De Santis, antiguo integrante del Comité Central del PRT.
En pocos meses, Baxter fue desplazado de sus cargos en el Comité Ejecutivo y el Comité Central y terminó siendo expulsado del PRT en 1972. No sólo por su “inoperancia”, sino por su trabajo divisionista que terminaría con la fractura de la llamada Fracción Roja.
En un “Informe y balance interno” se señala: “Se siguen marcando las deficiencias y fallas morales en Rafael (nombre de guerra de Joe Baxter) quién es separado del CE permaneciendo en el CC. Preocupa a la dirección del Partido las deficiencias y serias desviaciones en la Regional Buenos Aires (en cuya dirección estaba), la influencia de los sectores pequeño-burgueses en la dirección”. También se marcan sus “posiciones vacilantes, timoratas”.
El final y una anécdota
Finalmente, Baxter fue expulsado de la organización dirigida por Mario Roberto Santucho y a fines de 1972 la Cuarta Internacional lo destinó en Chile, donde desde la presidencia Salvador Allende intentaba llevar al país al socialismo “por la vía pacífica”.
A mediados de 1973 la organización lo convocó a para participar de una reunión de dirigentes de esa internacional socialista en París. Baxter salió de Santiago de Chile con un pasaporte falso con destino a Río de Janeiro y allí, el 11 de julio, abordó el vuelo 820 de Varig hacia la capital francesa, a la que nunca llegó.
Más de cincuenta años después de su muerte, la figura de Joe Baxter sigue provocando controversias entre quienes revisan la historia de los movimientos revolucionarios latinoamericanos de las décadas de los ‘60 y los ‘70. Para algunos fue un revolucionario sin tacha; para otros, un provocador y un impostor.
En cuanto a la opinión que Juan Domingo Perón se formó sobre él, queda el relato de Héctor Villalón, testigo de esos dos encuentros en Puerta de Hierro. El colaborador del General contó que, después de la segunda reunión, el líder exiliado acompañó a Baxter hasta la entrada de la quinta y, mientras lo veía alejarse, comentó: “Un muchacho fantástico. Parece capaz de hacer él solo la revolución”.
Claro que, tratándose del Perón de esos años, es imposible saber si se trataba de la verdadera impresión que Baxter le había dejado al General o de una de sus incontables y agudas ironías.