Mark Zuckerberg cumple 40 años. Es el mayor accionista, director ejecutivo y presidente de Meta, la compañía que contiene a Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger; el mayor conglomerado de redes sociales del mundo. Zuckerberg creó, compró y controla los mayores canales de comunicación del mundo y también los mayores sitios de acopios de datos personales e imágenes. Es uno de los hombres con mayor fortuna del mundo. Y es, por supuesto, uno de los más poderosos.
En su historia hay precocidad, genio, audacia, intrigas palaciegas, demandas millonarias, plagios, uso y abuso de datos privados, sospechas de espionaje, influencia en elecciones políticas, y la creación y el manejo de un emporio tecnológico que está presente en la vida cotidiana de la mayoría de los habitantes del planeta.
La infancia de Mark
Mark Zuckerberg nació el 14 de mayo de 1984 en White City, una ciudad del estado de Nueva York. De padre odontólogo y madre psiquiatra fue criada en la religión judía junto a sus tres hermanas. Desde muy chico se sintió atraía por la tecnología.
Al tiempo que otros chicos de su edad usaban los juegos y los programas de la computadora, él los creaba.
Creó un sistema que conectaba las computadoras de toda la familia y las del consultorio odontológico del padre. El origen de este primer aporte fue la escena que presenció una tarde cuando visitó a su progenitor en el trabajo. Mark vio que la secretaria le gritaba a su padre desde la otra punta del lugar cada vez que llegaba un nuevo paciente. Con la invención de su hijo, el dentista Zuckerberg tenía toda la información del paciente en su computadora y podía llamar al siguiente sin esperar que la secretaria lo anunciara y le trajera la ficha dental.
Mientras estudiaba en la secundaria, no sólo obtuvo un título en computación, sino que varias empresas tecnológicas quisieron contratarlo, quedarse con ese niño prodigio. Pero él no aceptó. Quería estudiar, perfeccionarse para poder trabajar después por su cuenta.
En 2002 fue a Harvard. Comenzó a cursar dos carreras: psicología y ciencias de la computación. No era un alumno más. Muchos lo reconocían como un niño prodigio; destacaba entre varias mentes brillantes. Al poco tiempo desarrolló CourseMatch, un programa que permitía a los estudiantes elegir las materias según afinidad y la reputación de cada profesor. Sin embargo, su siguiente invención fue la que mayor revuelo trajo: Facemash. A través de ella se podía elegir entre distintos estudiantes por su belleza y calificarlos. Tuvo mucha y veloz difusión entre los alumnos de Harvard pero no duró demasiado. Tal fue la demanda inicial que logró que empezara a funcionar mal internet en toda la universidad, que se recargaran sus servidores, varios de los alumnos se quejaron por el uso sin permiso de su imagen y muchos consideraron que comparar los aspectos físicos de los diferentes alumnos era indebido. Las autoridades de la universidad exigieron a Zuckerberg que cerrara Facemash.
Redes de conexión
No consideró a ninguno de los dos como fracasos. Había probado que había un interés en productos de ese tipo. Debía seguir buscando por el lado de las conexiones, de la gente común y de la comunicación inmediata. En febrero de 2004, junto a sus compañeros Eduardo Saverin, Andrew McCollum, Dustin Moskovitz y Chris Hughes lanzó The Facebook.com. Tuvo un impacto inmediato dentro de la comunidad de Harvard. La aspiración era extenderlo a otras universidades norteamericanas. El primer problema surgió a menos de una semana de la aparición. Los Hermanos Winklevoss y Divya Navendra, alumnos de Harvard, mayores que Zuckerberg, lo acusaron de haber fingido ayudarlos en un proyecto que ellos tenían para crear una red social y así quedarse con su idea, el código y lanzarla por su cuenta. La denuncia, además de las autoridades, la investigaron los directores del periódico interno de Harvard. Con el tiempo se supo que Zuckerberg, enterado de la pesquisa, se metió en los correos electrónicos de los jóvenes periodistas para espiar sus comunicaciones, valorar qué tipo de información manejaban y enterarse si iban finalmente a publicar la denuncia. El hackeo no necesitó de demasiado trabajo. Zuckerberg tomó de Facebook los datos de la inscripción de los que lo investigaban. A esta altura ya sabemos que no sería la última vez que Zuckerberg utilizara los datos privados de los usuarios de las redes sociales creadas por él.
Con los Winklevoss y Navendra llegaría a un acuerdo extrajudicial tiempo después, cuando la red social ya se había convertido en un gigante. Se quedaron con más de un millón de acciones de la empresa y recibieron 20 millones de dólares en mano.
De este inicio de Facebook se conoce bastante gracias a The Social Network, la película de 2010 dirigida por David Fincher. Zuckerberg es encarnado por Jesse Eisenberg. Allí con los diálogos relampagueantes y filosos de Aaron Sorkin se cuenta la historia de la construcción del imperio y de sus tropiezos y disputas iniciales. Cuando tiempo después le preguntaron por la película y, en especial, si se ajustaba a la realidad de los hechos, Zuckerberg prefirió responder elusivamente y con elegancia: “Es una película. Si me hubieran puesto a mí, sentado, redactando un código de computación durante varias horas hubiera resultado muy aburrido. Escribir códigos, construir un producto y luego una empresa no es algo lo suficientemente interesante y glamoroso como para que el cine se fije. Así que debieron generar un montón de material y maquillar muchos hechos para que la historia resultara interesante”.
El origen de Facebook
El proyecto nacido en Harvard pronto se expandió a otras universidades. De eso se encargó Dustin Moskovitz. Cada vez más gente se sumaba. Al ver que su idea estaba teniendo éxito y que tenía posibilidades de seguir expandiéndose, los cuatro fundadores abandonaron sus estudios en segundo año. Se mudaron a Palo Alto, California, al lugar en el que había que estar si se quería tener éxito en el mundo digital. Fueron a la conquista de Silicon Valley. Alquilaron una casa y además de vivienda, la utilizaron como centro de operaciones. Para seguir expandiéndose recibieron aportes de varios financistas, entre ellos Peter Thiel.
Zuckerberg rechazó a gigantes de la industria que llegaron con ofertas económicas muy atractivas para quedarse con la incipiente red social. Mark y sus socios estaban convencidos de que su idea se impondría. Otra de sus convicciones era que las grandes corporaciones pensaban de manera antigua y que nunca iban a poder ponerse de acuerdo con ellos. El mundo había cambiado y ellos no sólo entendían las nuevas reglas. Ahora también las escribían.
En 2010, Zuckerberg fue elegido La Persona del Año por la revista Time. No era para menos. Su red social había llegado para quedarse y había atravesado varias generaciones, había modificado los hábitos de las personas y es año había superado la escalofriante cifra de 500 millones de usuarios. Él, mientras tanto, ya hacía varios años que se encontraba entre las personas más ricas del planeta (en el ranking más reciente se lo ubica en el quinto puesto).
Facebook debió hacer frente a polémicas, acusaciones y demandas varias. Las redes sociales no sólo se tratan de gente comunicándose con otras personas, exponiendo su vida, narrando sus logros, tiempos de ocio, saberes y pesares. La privacidad de los usuarios, el uso ilegítimo de sus datos personales, la difusión de noticias falsas y la influencia en las elecciones en diferentes países del mundo pusieron a Facebook y a su creador en el centro de la tormenta.
Mark, en el ojo de la tormenta
Zuckerberg debió concurrir al Congreso de Estados Unidos para explicar su vinculación con el caso de Cambridge Analytica, con sus modos comerciales, a contrarrestar las acusaciones de liderar un monopolio y de manipulación de sus usuarios.
También debió dar explicaciones por la adicción que generan las redes, y la depresión y ansiedad que generan en usuarios, en especial en los jóvenes. En esa ocasión, hace pocos meses, Zuckerberg pidió públicamente perdón a los padres de los chicos que están sufriendo por el uso de sus productos.
Otro de los cargos que pesan sobre Zuckerberg es el de cometer plagio, el de tomar los aciertos de otras aplicaciones y redes sociales y adaptarlas a la suya. Si las historias de Instagram nacen del breve impacto de Snapchat, los Reels son la respuesta a TikTok. El último intento en ese sentido tuvo la ayuda de la competencia. Tras el desembarco de Elon Musk en Twitter, los problemas que generó, los despidos, el cambio de nombre, Zuckerberg lanzó dentro de Meta a Threads con la voluntad de absorber los antiguos usuarios de Twitter. Por ahora no lo ha conseguido.
Cuando aparece un producto que puede opacar el suyo, Zuckerberg lo compra. Pasó con Instagram y con WhatsApp. Pagó 1.000 millones por el primero y 19.000 millones por el otro. Ahora junto a Facebook integran el mundo de Meta.
Su salario como CEO de Facebook (y ahora de Meta) es de 1 dólar al año.
Antes de abandonar Harvard, Mark conoció a Priscilla Chan, una compañera de su misma edad. Comenzaron una relación amorosa al poco tiempo. Priscilla estudió medicina. En 2012, ya conviviendo, la pareja convocó a una fiesta en su lujosa mansión. Los invitados acudieron creyendo que se iba a celebrar la reciente graduación de Priscilla como médica. Pero esa noche había un motivo más para brindar: la pareja se casó frente a un selecto grupo de invitados. Con el correr de los años tuvieron tres hijas.
Priscilla es la que encabeza los actos benéficos y las acciones filantrópicas. Donaron gran cantidad de dinero para afianzar el sistema de educación pública de Nueva Jersey y también para el estudio del cáncer. Más de 3.000 millones de dólares. Su aspiración es que para finales de este siglo no existan las enfermedades mortales.
“No soy una persona cool, nunca lo he sido ¿Por qué habría de serlo?”, respondió hace unos años Mark Zuckerber. A diferencia de otros grandes magnates tecnológicos, de otros que integran el top 10 de los multi billonarios del mundo, Zuckerberg evita las excentricidades públicas y su perfil es bajo. El pelo corto, como si fuera al peluquero sólo cuando siente que a la mañana siguiente va a tener que peinarse, pantalones sobrios y remeras grises. Un uniforme básico que rara vez modifica. “Tengo muchas remeras y pantalones similares. Me visto siempre igual así no tengo que pensar cómo combinar, qué ponerme. Tengo que limitar las decisiones a tomar cada día. Así ese tiempo lo aprovecho en otras cuestiones”, explicó ante la insistencia por su vestuario siempre igual a sí mismo. Unas pocas semanas atrás un video que subió a su cuenta de Instagram causó sensación entre sus seguidores. Mark hablaba a cámara explicando algunos aspectos sobre los avances de la inteligencia artificial. Pero el público casi no pudo escuchar lo que el magnate tenía para decir. Sólo se fijaron que su pelo estaba algo más crecido, con los rulos asomando y que llevaba una gruesa cadena de oro colgando del cuello. Este cambio de look, estas innovaciones (en otro, leves; en este personaje, gigantes) provocaron que los comentarios de la publicación se llenaran de palabras de admiración, especulaciones, frases agoreras y teorías conspirativas.
En algún momento, Zuckerberg comparó las redes sociales con la electricidad o el agua: “La habilidad para comunicarse y conectar con otra gente es algo fundamental para el ser humano. Pero no es necesario que eso se dé cara a cara”, dijo.
La era del metaverso
En 2021 Facebook cambió su nombre por el de Meta. La intención del cambio era, dijo en el discurso de presentación, en su carta de intención, la de traer el metaverso a la vida, ayudar a la gente a conectarse, encontrar comunidades y que crezcan los negocios.
En este cambio, en este rumbo nuevo, las inversiones para investigación de nuevos terrenos y desarrollos de la inteligencia artificial se incrementaron muchísimo. Tanto que preocuparon a varios de los accionistas más importantes de Meta y por primera vez pareció que peligraba la posición de liderazgo de Zuckerberg, que a diferencia de otros magnates tecnológicos, sigue todavía al mando. Una situación inédita: le pidieron explicaciones. Zuckerberg les dijo que era comprensible que no entendieran, que la frustración los invadiera. Y prosiguió: “No puedo darles garantías absolutas que acierte con esta apuesta. Eso es imposible. Pero creo, estoy convencido en realidad, que esta es la dirección en la que va el mundo”.
La gran pregunta a responder es si Zuckerberg ve cosas que los demás no y se anticipa a los hechos, con un actuar casi profético. Es decir si se anticipa a la dirección que va a tomar el mundo, o el mundo va hacia donde Zuckerberg con su poder inmenso quiere llevarlo.
La de Zuckerberg es una ambición fría y desmesurada. Pretende mucho más que instalar un producto, que popularizar algo de su creación, que la mayor cantidad de gente compre un producto que él vende. Él quiere liderar una revolución. Pretende cambiar la manera en que se vive, en que se trabaja, en que conectamos.
Por eso toda su atención, ahora, está centrada en la inteligencia artificial. Hacia allí fueron los mayores esfuerzos e inversiones de sus empresas, por eso los resultados económicos que mermaron en los últimos años. De eso se trata Meta. De una apuesta muy alta, que puede cambiar el mundo tal como se lo conoce. Muchos creen que ya lo está cambiando.