El día que la voz de Frank Sinatra se apagó para siempre: sus últimas palabras y cómo quiso ser recordado

El cantante de “My Way” y “New York, New York” murió el 14 de mayo de 1998 acompañado por su cuarta esposa. Cómo nació la estrella que se ganó un podio en Hollywood y cuáles eran sus únicos temores

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Frank Sinatra murió el 14 de mayo de 1998, a sus 82 años.
Frank Sinatra murió el 14 de mayo de 1998, a sus 82 años.

“No puedo”. Esas fueron las últimas palabras que dijo en vida Frank Sinatra. Así lo afirmó Bárbara Marx, su cuarta esposa y la persona a quien iba dirigida la frase. Ella estuvo presente allí la noche del 14 de mayo de 1998, unos minutos después de que sufriera un ataque al corazón y un instante antes de que comenzara su viaje hacia la eternidad, en el hospital Cedars-Sinai de Los Ángeles.

El último diálogo fue relatado por ella en un libro donde escribió las memorias de los años vividos con su esposo, “Lady Blue Eyes: My Life With Frank”. “Querido, has vencido cosas peores y puedes vencer esto también. Tienes que luchar”, imploró a su amado, en su lecho de muerte. Notó que sus ojos estaban llorosos, pero, de algún modo, eran del mismo azul que la había deslumbrado la primera vez que la abrazó y la besó años antes, cuando le había robado el corazón. “No puedo”, susurró Frank. Y 82 años después de su inicio, el telón de la vida de Frank Sinatra se cerró para siempre.

Tras conocerse la noticia de su muerte, las luces se atenuaron en Las Vegas y en el Hotel Helmsley de Nueva York. El Empire State Building se bañó en tonos azules y la torre de Capitol Records se cubrió con un lienzo negro. Se sirvieron cócteles azules en bares de todo el mundo, y en todas las direcciones, desde Hoboken -su tierra natal- hasta Palm Springs, sus fans lo despidieron con velas parpadeantes.

La misa funeral en la iglesia del Buen Pastor de Beverly Hills se fijó para el 20 de mayo, seis días después de su fallecimiento. Unos instantes antes de que comenzara, sus familiares y amigos se reunieron alrededor del ataúd para depositar recuerdos especiales en su interior. Fue enterrado con una petaca de Jack Daniel’s, un paquete de cigarrillos Camel y su encendedor Zippo, algunos juguetes de peluche de sus nietos y sus caramelos favoritos. Su hija, Tina, colocó monedas de diez centavos, en alusión al dinero que había pagado a los secuestradores de su hijo Frank Jr., en 1963. Bárbara, por su parte, dejó en el bolsillo de su traje un medallón de oro que había hecho grabar y que le había regalado para uno de sus cumpleaños. Decía, en italiano: “Todavía me emocionas”.

Frank Sinatra y su esposa, Bárbara Sinatra, en 1990 en Los Angeles, California. (Photo by Harry Langdon/Getty Images)
Frank Sinatra y su esposa, Bárbara Sinatra, en 1990 en Los Angeles, California. (Photo by Harry Langdon/Getty Images)

Si uno tuviera que elegir una canción para acompañar aquel atónito momento, invocaría sin dudas a “My Way”, aquella balada de Claude François, que Paul Anka adaptó al inglés específicamente para Frank Sinatra. Decía: “Y ahora, el final está cerca/ Y así me enfrento al telón final/Amigo mío, lo diré claramente/ Voy a exponer mi caso, de lo que estoy seguro/ He vivido una vida plena/ He recorrido todas y cada una de las carreteras/ Y más, mucho más que esto/ Lo hice a mi manera”.

“Yo diría que la mitad de la población de Estados Unidos que tiene más de 40 años fue concebida mientras sus padres escuchaban discos de Sinatra”, dijo, tras su muerte, el escritor y periodista norteamericano Gore Vidal. Es muy probable que no estuviera equivocado, porque para ese entonces, Frank Sinatra ya se había ganado un lugar en el corazón de millones. Y lo hizo a su propia manera.

Frank Sinatra canta "My Way", en el Madison Square Garden.

El origen de una estrella

Frank Sinatra fue uno de los más reconocidos artistas del mundo del espectáculo del siglo XX. A lo largo de su vida interpretó más de 1000 canciones, recibió 31 discos de oro, nueve de platino, tres de doble platino y un triple de platino. Participó en la filmación de más de 50 películas, ganó tres Premios Óscar, nueve Grammy, cuatro Globo de Oro y obtuvo tres estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood. Su reconocimiento solo es comparable con otros pesos pesados en la historia de la música contemporánea, como Elvis Presley, The Beatles o Michael Jackson.

Fue, incluso, apodado “La Voz”, porque podía interpretar y darle música al estado de ánimo de toda una generación. Sus baladas, como “I´ll Never Smile Again”, “New York, New York”, “Fly Me To The Moon”, “My Way” o ”Strangers In The Night” -solo por mencionar algunas- se convirtieron en himnos románticos e indelebles. Tenían la capacidad tanto de acompañar almas en pena, aliviar llantos y revivir nostalgias, como de transmitir promesas de futuro llenas de vida o rejuvenecer amores en sus lechos de muerte.

Pero todo aquello estuvo a punto de no suceder. Y no hubiera sucedido de no ser por una mujer: su abuela. El día en que nació, el 12 de diciembre 1915, fue también el día que casi se muere. No hubiera existido “La Voz” de no haber sido por la presencia de aquella partera experimentada que acompañaba a su hija mientras daba a luz, y que supo qué hacer para que aquel niño llegara al mundo y convertirse en Frank Sinatra.

Frank Sinatra interpretó más de 1000 canciones a lo largo de su vida.
Frank Sinatra interpretó más de 1000 canciones a lo largo de su vida.

El bebé recién nacido tenía lastimaduras en la oreja, el cuello y la mejilla, y el tímpano perforado, por el mal uso de fórceps de los médicos, y no tenía signos de vida. Pero su abuela lo tomó de las piernas y lo mantuvo bajo un chorro de agua fría hasta que sus pulmones empezaron a respirar.

“Me habían apartado para salvar la vida de mi madre -explicó Frank una vez- Ella tenía más sentido común que nadie en la sala, por lo que a mí respecta. Desde entonces bendigo ese momento en su honor, porque de lo contrario no estaría aquí”. Quizás por eso nunca ocultó su cicatriz, notablemente visible desde su perfil izquierdo.

El deseo de convertirse en cantante profesional apareció durante la adolescencia. En la década de 1930, cuando estudiaba en el instituto A. J. Demarest, su pasión por la radio, que había sido la principal fuente de entretenimiento en Estados Unidos desde 1922, lo introdujo en la música de las grandes bandas y en artistas vocales como Russ Columbo. A los 15 años, le encantaba escuchar cómo sonaba cuando cantaba junto a estos cantantes durante sus transmisiones en vivo. Se unió al coro de la escuela y comenzó a cantar en fiestas, para sus amigos, en concursos de talento escolares y en otros eventos.

Cuando terminó la secundaria, sus padres, Dolly Garabante y Marty Sinatra -descendientes de inmigrantes italianos- le exigieron que estudiara. Querían que se convierta en un ingeniero. Pero el joven Frank rechazaba la idea. Sin embargo, cuando cumplió 16 años consiguió distintos trabajos, para satisfacerlos. Pasó por un astillero, trabajó descargando cajas de libros, y en unidades de refrigeración de los buques de carga. Renunció a todos ellos.

La primera aparición pública de Frank Sinatra con Ava Gardner, su segunda esposa.
La primera aparición pública de Frank Sinatra con Ava Gardner, su segunda esposa.

“(Dolly) hacía muchas exigencias a su hijo, siempre fue muy severa. Soñaba con que se graduara de ingeniero -contó el periodista Gay Talese en un perfil publicado en 1966 en la revista Esquare- Cuando una noche descubrió los retratos de Bing Crosby que él había colgado en las paredes de la alcoba y se enteró de que su hijo anhelaba ser también un cantante, se enfureció y le arrojó un zapato. Después, al comprobar que no podría disuadirlo, lo animó a cantar”.

De modo que, resignados a la idea de que su hijo solo iría detrás de su sueño, sus padres le prestaron dinero para que pudiera comprar equipos de sonido, y así empezar a tocar en clubs nocturnos con cierta ventaja sobre los cientos de jóvenes que, como él, querían sonar como Bing Crosby.

Dolly y Marty empezaron a maravillarse de su talento. “Cuando cantaba por casa, lo hacía bien, y nos quedábamos, no sé, sorprendidos”, admitió Dolly en una ocasión, según escribió uno de los biógrafos de Fran Sinatra Randy Taraborrelli en su libro “A su manera”. Los padres se sintieron aliviados y animados al ver que por fin se centraba en un objetivo.

La voz y la actitud de Frank Sinatra

Si uno tuviera que intentar explicar por qué esa efervescencia alrededor de su figura, esa electricidad capaz de reanimar hasta el corazón más roto hablaría, en principio, de dos elementos: su voz y su actitud.

Claro que ambas características tan distintivas de Frank Sinatra fueron evolucionando y perfeccionándose a lo largo de su vida, especialmente si se tiene en cuenta que nunca se entrenó profesionalmente en la academia, ni para el canto ni para la pantalla grande. De modo que, cuantos más shows brindaba, cuantas más películas filmaba -por más secundarios los papeles que haya interpretado al comienzo- su capacidad para convertirse en un hombre del espectáculo fue mutando a lo largo del tiempo. Y el público amaba lo que veía y oía de él.

Si bien durante el inicio de su carrera quiso parecerse a Bing Crosby y escuchó atentamente a grandes cantantes de jazz como Jimmy Van Heusen, Cole Porter, Sammy Cahn o George Gershwin, pronto descubrió que tenía que encontrar su propio estilo. Así que, cuando tuvo la oportunidad de tocar en la orquesta del trombonista Tommy Dorsey perfeccionó su voz de tono bajo-barítono con técnicas de fraseo, ritmo y respiración.

Encontró, además, en el micrófono un gran aliado para amplificar el sonido de su voz y lograr mayor cercanía e intimidad con la audiencia, una forma para susurrar al oído las melodías que encandilaron y estremecieron hasta la histeria a las jóvenes señoritas que asistían a sus shows. Su confianza en el escenario, por otra parte, despertaba la envidia de la audiencia masculina, que veía en él una figura de virilidad a la que asemejarse.

Frank Sinatra y Mia Farrow, su tercera esposa (Shutterstock)
Frank Sinatra y Mia Farrow, su tercera esposa (Shutterstock)

Su voz fue descrita por el cantante Bruce Springsteen, como llena de “mala actitud, vida, belleza, excitación, un desagradable sentido de la libertad, sexo y un triste conocimiento de los caminos del mundo”. Una visión que no dista tanto de la contundente, definición de Bob Dylan sobre Frank Sinatra: “Desde el principio, estaba ahí con la verdad de las cosas en la voz”.

A fines de la década del 40 grabó con Dorsey “I´ll Never Smile Again”, y logró su primer número uno en la revista Billboard. Pero fue en 1942, cuando subió al escenario para cantar como invitado de Benny Goodman en el teatro Paramount de Nueva York y el público enloqueció, cuando se consagró como un hecho lo que, hasta entonces, era solo una sospecha: Frank Sinatra se había convertido en un fenómeno social. Al año siguiente, firmó un contrato con Columbia Records, otro con la productora cinematográfica RKO y fue portada de la revista Time.

“Sinatra se caracteriza por su inteligencia como cantante, así como por su sentido poético y el instinto que utiliza para transmitir la verdad de un tema, implantando en el corazón de quien escucha las emociones y el impacto de una canción y una letra”, escribió Randy Taraborrelli.

A partir de allí su carrera fue una escalera hacia el estrellato, interrumpida solo en ocasiones, como el escándalo desatado durante su separación de Nancy Barbados, madre de sus tres hijos (Tina, Nancy y Frank Jr), y su relación con la actriz Ava Gardner a mediados de la década del 50.

Pero no solo su voz fue objeto de admiración. Su actuación se abrió camino por los turbulentos pasillos de Hollywood y llegó a la gran escena. En 1954 obtuvo el premio Óscar a mejor actor de reparto por su papel en “De Aquí a la Eternidad”, de Fred Zinnemann. Dos años más tarde, recibió la nominación a mejor actor por su papel en “El Hombre de los Brazos de Oro”, de Otto Preminger. Si bien no fue suficiente para obtener el galardón, el hecho de haber sido parte de aquel film lo llenó de orgullo. Así lo reconoció en una entrevista en 1976 con Larry King, cuando el periodista le preguntó cuáles habían sido los momentos más altos de su carrera.

Frank Sinatra ganó tres Premios Óscar, nueve Grammy, cuatro Globo de Oro y obtuvo tres estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Frank Sinatra ganó tres Premios Óscar, nueve Grammy, cuatro Globo de Oro y obtuvo tres estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood.

Su actividad en la pantalla grande fue elemento de análisis, investigaciones y trabajos académicos. Se trataba de entender realmente qué era aquel fenómeno que despertaba la fascinación por el artista. “La imagen de Sinatra en el Hollywood de la posguerra evolucionó hasta convertirse en un modelo de diversidad masculina que desafiaba constantemente las formas en que se definía la identidad masculina estadounidense”, escribió Karen McNally en “Cuando Frankie fue a Hollywood. Frank Sinatra y la identidad masculina americana”, de la Universidad de Illinois. “Describiendo la exclusión de la clase trabajadora, enfrentándose a los estereotipos étnicos y a la intolerancia racial, y creando una imagen masculina que expresaba una potente sexualidad y una vulnerabilidad emocional a partes iguales, Sinatra presentó un fascinante personaje estelar que iluminó las complejidades de la cultura de posguerra y desafió las imágenes dominantes del varón estadounidense”, escribió la autora, y concluyó: “La identidad masculina estadounidense de posguerra se redefinió cuando Frankie se fue a Hollywood”.

Amores, mafia y eclipses en la vida de Frank Sinatra

Como toda estrella que genera magnetismo a su alrededor, Frank Sinatra se vio eclipsado en algunas ocasiones por los centenares de rumores inspirados sobre su figura. La lista completa de amores que tuvo a lo largo de su vida probablemente sea un misterio que se haya llevado a su tumba, junto con la botella de Jack Daniel´s y el medallón de Bárbara. Además de la ex esposa del cómico Zeppo Marx, tuvo matrimonios fallidos con Nancy Barbados, Ava Gardner y Mía Farrow. Entre las mujeres a las que fue asociado se encuentran Lauren Bacall, Kim Novak, Juliet Prowse, Judy Garland y Marilyn Monroe.

Hubo, por otra parte, quienes afirmaron que el secuestro de su hijo Frank Jr estuvo relacionado al asesinato de John F. Kennedy, con quien el artista tenía amistad. Y quienes sostuvieron que el éxito económico de “La Voz” estuvo ligado a sus vínculos con mafiosos como Lucky Luciano, Guarino “Willie” Moretti o Sam Giacana, como la periodista Kitty Kelley en “His Way”, una biografía no autorizada de Sinatra cuya publicación, en 1986, el artista intentó detener.

Se dijo también que estuvo implicado en la conexión de la Mafia con La Habana durante la era de Batista, y más tarde, tras la victoria de Castro, que desempeñó un papel en la evolución del negocio en Las Vegas. El hecho de que el personaje Johny Fontane, de la novela “El Padrino”, escrita por Mario Puzo y llevada al cine por Francis Ford Coppola, se pareciera tanto a él no colaboró a aplacar estos rumores.

Pero, a pesar de haberse sentado en el banquillo en varias ocasiones, sus vínculos con el mundo del crimen organizado no pudieron ser juzgados por la justicia. Él, por su parte, negaba todo: “Cualquier rumor que diga que confraternizo con delincuentes es una vil mentira. Voy a muchos lugares y conozco todo tipo de gente: editores, científicos, hombres de negocios y, a lo mejor, personajes menos presentables”.

Su figura reflejaba la complejidad de Estados Unidos, siendo a la vez un intérprete que dio voz al país durante décadas, pero también mostrando facetas contradictorias: desde el romanticismo en sus canciones hasta la dureza en su vida personal. Aunque mantuvo posturas conservadoras en muchos aspectos políticos, defendió activamente la lucha contra el racismo. “Sinatra se comprometió continuamente con los derechos civiles a lo largo de su carrera -escribió McNally- El Día de la Independencia de 1991, Los Angeles Times publicó un artículo en el que Sinatra pedía a los lectores que “se enfrentaran a esta enfermedad asesina del odio, el fanatismo, el racismo y el antisemitismo”. Incluso a pesar de ser abiertamente anticomunista, se opuso enérgicamente a la caza de brujas que tuvo lugar en Hollywood durante la era del macartismo.

Para evitar que aquellos variados rumores lo afectaran, Frank Sinatra solía decirse que lo único que le debía a su público era una buena performance. Quizás por eso reconoció, en aquella entrevista con Larry King en 1976, que, a pesar de haber pasado más de cinco décadas en el oficio, los nervios todavía se apoderaban de él antes de pisar escenario. “Los primeros cuatro o cinco segundos antes de salir a cantar tiemblo frente a la audiencia. No puedo explicar por qué. ¿Estará ahí todavía?”, contó que se preguntaba antes de cada show, tocándose el pecho. Y siguió: “¿Recordarás las letras, usarás las manos bien, está arreglada tu corbata, luces agradable? Tengo que saber qué haré cada segundo que estoy arriba del escenario, si no, el show terminara en el baño”.

"Lo mejor está por venir", la leyenda en la lápida de Frank Sinatra
"Lo mejor está por venir", la leyenda en la lápida de Frank Sinatra

“Para aquellos que hayan sido tocados por la magia de Frank Sinatra, sus vínculos con la mafia nunca importarán -reconoció incluso Kitty Kelly, que tantos dolores de cabeza generó al artista- Porque fueron testigos de un talento sin igual y eso fue suficiente. Les había conmovido un intérprete que, incluso a los setenta años, seguía despertando anhelos irrevocables”. Y afirmó: “Más que ningún otro cantante popular, Frank Sinatra se convirtió en la piedra de toque de su tiempo”.

“La Voz”, la estrella, el ícono popular, el sex symbol, el mejor actor, el amante, el mafioso. Las mil maneras de evocar a Frank Sinatra. Pero cuando le preguntó el perdiosita Walter Cronkite, en noviembre de 1965, cómo quería que se acordaran de él, simplemente respondió: “Creo que me gustaría ser recordado como un hombre que aportó una innovación al canto popular, una moda peculiar y única que ojalá uno de estos días alguien aprendiera a hacerlo para que no muera donde está. Me gustaría ser recordado como un hombre que se lo pasó muy bien en su vida y que tenía buenos amigos, una buena familia. Y yo no creo que pueda pedir nada más que eso, la verdad. Creo que con eso bastaría”.

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