La película Lee, protagonizada por Kate Winslet, de la que ya pudo verse un trailer, dará a conocer los aspectos más sobresalientes de la vida de Lee Miller, una modelo y fotógrafa del mundo de la moda, que se convirtió en la corresponsal de guerra para las ediciones británicas y estadounidenses de Vogue, durante la Segunda Guerra Mundial. Su figura aún es ampliamente desconocida, pero es muy probable que una vez que se estrene el film todo el mundo hable de ella y se reconozca su enorme coraje y labor como fotoperiodista, en tiempos que las mujeres no tenían acceso a este tipo de coberturas. “No enviamos mujeres al combate”, le dice a la Lee Miller que encarna Winslet en el trailer. “Bueno, ese es un problema, porque ya estoy aquí”, responde la protagonista.
Según Vogue España, Miller llegó a tomar una de las primeras imágenes de los campos de concentración apenas los nazis huyeron de ellos. A pesar de tomar las cruentas imágenes de Buchenwald y Dachau, como cadáveres apilados, retrato de soldados muertos, el horror de los sobrevivientes convertidos en piel y hueso y que apenas podían caminar, se la recuerda por una foto que se hizo desnuda en la bañera de Hitler que tomó su colega, el corresponsal de la revista Life, David E. Scherman. Ambos habían logrado entrar al departamento del nº 27, de la Prinzenregentplatz de Munich, con la intención de tomarse un descanso y una vez dentro advirtieron que estaban en la vivienda de Hitler de la ciudad. Aunque eso no está muy claro. Y poco se sabe cómo la dupla logró ingresar. La foto fue tomada 30 de abril de 1945, el mismo día Hitler se pegaba un tiro en la sien para terminar con su vida, en su búnker de Berlín, ante la inminente derrota.
Miller, que viajaba con la Infantería del Séptimo Ejército de los Estados Unidos como enviada de Vogue, había pasado unas horas captando con su lente el horror del campo de extermino de Dachau, el día de su liberación. “Necesitaba lavarme, limpiarme de la suciedad”, explicó cuando fue acusada de montar una escena de corte sensacionalista, con el retrato de Hitler a un costado de la bañera. La alfombra del baño se ve sucia con las botas embarradas a propósito con tierra del campo de exterminio. La provocadora imagen se publicó en Vogue con el epígrafe: “Me limpiaba de la suciedad de Dachau”.
Abusos en la infancia
Lee Miller nació el 23 de abril de 1907 en Poughkeepsie, un pueblo del condado de Dutchess, del estado de Nueva York. Su infancia fue dramática y marcó su vida por siempre. Fue violada a los siete años por un amigo de la familia, que incluso la contagió con gonorrea. Además de la violación y la venérea, también debió sufrir un doloroso tratamiento a lo largo de varios meses.
El delito no fue denunciado por su familia porque quiso ahorrarse el escándalo de la época, para perjuicio de la víctima. Su padre Theodore Miller, un aficionado a la fotografía de ascendencia alemana, fue otro personaje oscuro. Le tomó fotos desnuda hasta los 20 años como una práctica que la familia consideraba positiva para devolverle la ‘¿confianza en sí misma?’ Con frecuencia la usaba de modelo para sus fotos que empleaban la técnica estereoscópica de efecto 3D.
Lee tenía 19 años cuando conoció al mismísimo Condé Nast, el fundador de la revista Vogue y se convirtió en modelo. Su carrera en ascenso en los años 20 estuvo asociada a la moda de las flappers, las faldas que dejaban las pantorrillas al descubierto. Toda una audacia. Las rodillas todavía permanecían ocultas. En esa época fue una de las modelos más cotizadas, fue retratada por los mejores fotógrafos de la época y llegó a ser reconocida como la mujer más bella del siglo XX. Con su pelo corto y dorado fue un ícono de los Locos años 20.
En 1928, sin su autorización, le puso la cara a una publicidad de toallas femeninas. Se trataba del primer anuncio con una modelo real de un tema de higiene relacionado a la menstruación femenina, tema tabú en la época. El fotógrafo Steichen le había hecho la foto un año antes y él se la vendió a una empresa. Más allá del disgusto inicial, porque fue un escándalo la foto en el país, a fines de 1928 estaba satisfecha por haber roto ese tabú y se fue a París en busca de nuevos horizontes con una amiga.
En París se convirtió en musa, amante y asistente del fotógrafo Man Ray quien al principio casi no la toma como aprendiz. “Yo soy tu nueva alumna y aprendiz”, le djo ella. Y él le respondió: “Yo no tengo alumnos ni aprendices”. Y ella, consiguió su objetivo diciéndole: “Ahora sí”. Junto al artista, vivió en la estimulante París durante el auge del movimiento surrealista. En el laboratorio de Man Ray inventó la técnica de solarización en la fotografía -que fue atribuida a su mentor- y se cree que se hizo cargo de muchos trabajos que llevan la firma de Man Ray para que él tuviese tiempo para pintar. En ese entorno su belleza no pasaba inadvertida, fue seis veces pintada por el cubista Pablo Picasso y también fue filmada por Jean Cocteau en La sangre de un poeta, en el rol de una estatua que cobra vida.
Al romper con Man Ray después de tres años y medio, la fotógrafa volvió a Nueva York y montó un estudio fotográfico con la colaboración de su hermano Erik. En 1934 se casó con un millonario egipcio y se fue a vivir a El Cairo. No conforme con su vida se volvió a París, donde se enamoró de Sir Roland Penrose, un coleccionista de arte, su segundo marido y padre de su único hijo, Anthony.
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial en 1939, la fotógrafa norteamericana, que ya había hecho muestras de sus fotos surrealistas en la galería Zwemmer de Londres y en el Museo de Arte Moderno (MOMA) vivía junto a Penrose en Hampstead. Allí se plegó a la Corporación de corresponsales de Guerra de Londres y con determinación y valentía se reconvirtió en corresponsal de guerra. La entonces editora de la edición británica de Vogue, Audrey Withers, le propuso hacer reportajes con un enfoque femenino. Miller fue una de las cuatro mujeres estadounidenses acreditadas como corresponsales en la Segunda Guerra Mundial.
En su nuevo rol, registró con su cámara diferentes conflictos como el Blitz (el bombardeo sostenido de Alemania nazi durante 267 días sobre 16 ciudades inglesas con al menos 100 toneladas de explosivos), recorrió Francia tras los efectos del napalm en el asedio de Saint Malo, captó imágenes de la liberación de París, registró la batalla de Alsacia y por último, fue una de las primeras en tomar las espeluznantes imágenes de los campos de exterminio Buchenwald y Dachau.
Además de la foto en la bañera, tiempo después, Miller contó que durmió en la cama de Hitler y Eva Braun. Al fin de la guerra y tras haberse convertido en una de las primeras mujeres corresponsales de guerra, regresó al Reino Unido para continuar su trabajo habitual de Vogue como fotógrafa de moda, retratando modelos y artistas. Pero antes de regresar a su casa, tomó imágenes de la también dramática Posguerra. Chicos moribundos en Viena, la vida de los campesinos húngaros. También mostró cuerpos de oficiales nazis suicidados.
Lee Miller no solo nunca pudo olvidar las imágenes más horrorosas del siglo XX. Sufrió un estrés postraumáticio que la hundió en una depresión. Dejó la fotografía y se transformó en una cocinera. En 1949 se mudó con su familia a una granja en Sussex. Su único hijo, Anthony, se lamentó por los únicos recuerdos que le dejó su madre, depresiva y bajo los efectos del alcohol. También dijo que tardó mucho en redescubrirla hasta que escribió su biografía donde se encontró con otra mujer por la que sí lloró. Su libro, publicado en 2023 por editorial Blume recopila fotos de moda y bélicas de Lee Miller. El autor también publicó un libro sobre la vida de su madre y su relación con Picasso, en 2007 para el Ajuntament de Barcelona que se titula: “Lee Miller: Picasso en privado”.
El 23 de julio de 1977, a su muerte como consecuencia de un cáncer a los 70 años, The New York Times publicó un cable de Reuters en el que se recordaba su destacado trabajo como modelo, fotógrafa y corresponsal de guerra. En el sector de los obituarios, se la recordó como “Lady Penrose, 70, destacada por fotos del Blitz”.