Que exista una persona enferma de violencia es algo que vemos cotidianamente, pero que dos igualmente perversas se unan en matrimonio y en el espanto suena inverosímil. Como suele serlo una mala y exagerada película de terror. Sin embargo, la historia se empeña en demostrarnos lo equivocados que podemos estar. Este es uno de esos casos que dejan en evidencia que la maldad no tiene límites “razonables” y escapa a muchos análisis sociológicos. El policial que relatamos hoy, protagonizado por la pareja conformada por Rose y Fred West, recorre las entrañas de Inglaterra desde la década de 1960 mezclando secuestros, pedofilia, sadomasoquismo, bondage, torturas, asesinatos y descuartizamientos en una saga macabra.
Las siniestras espinas de Rose
Rosemary Pauline “Rose” Letts nació el 29 de noviembre de 1953 en Barnstaple, Devon, Gran Bretaña, después de un agresivo tratamiento que le hicieron a su madre Daisy Gwendoline por depresión. Varias veces, durante el embarazo, Daisy recibió ECT (terapia electroconvulsiva, popularmente conocida como electroshock). Eso implicó que pasaran corriente por su cerebro antes de que Rose asomara su cabeza al mundo. Muchos le atribuyen a este tratamiento la causa de su temible y cruel conducta, pero quizá no sea así y la gestación de la maldad poco haya tenido que ver con el voltaje. Lo cierto es que su padre, William Andrey Letts, también portaba problemas mentales: había sido diagnosticado con esquizofrenia. Enfermedades aparte, William ejercía la paternidad con tiranía y reclamaba obediencia absoluta. Por su carácter violento, saltaba de trabajo en trabajo y el hogar era una pesadilla para todos.
Rose fue desde bebé una persona temperamental: en sus ataques de furia podía sacudir la cuna con tanta fuerza que la hacía moverse sobre el piso de su habitación. Durante la etapa escolar no resultó aplicada ni especialmente inteligente, pero supo desarrollar una astucia especial para ser la preferida en casa. De esa manera, solía escapar más fácilmente a las palizas que recibían sus otros tres hermanos por parte de su iracundo padre.
En temas sexuales fue ultra precoz. Estaba tan interesada en el sexo que desde muy chica empezó a introducirse desnuda en la cama de su hermano. Un poco más adelante apuntó a los hombres maduros del pueblo. Fue por este tiempo que sus padres se divorciaron. Después de vivir un tiempo con la depresiva Daisy decidió que sería mejor mudarse con su padre. Tenía 16 años y no resultó una buena elección. Enseguida, William comenzó a abusar de ella. En la misma época, conoció a Fred West (27), un joven marginal once años mayor que ella, que vivía en un camping. Empezaron a salir. William desaprobó al novio de inmediato y la amenazó con llamar a los servicios sociales. Rose no hizo el menor caso y quedó embarazada de Fred. Dejó la casa paterna y se instaló con su novio donde tuvo que empezar a cuidar a las dos hijas previas de él: la pequeña Anne Marie de 5 años, que era hija de Fred con su ex Rena Costello y de la mayor, Charmaine de 8 años, quien era hija de Rena con otro hombre. Corría el año 1970.
Las perturbaciones de Fred
Fred había nacido en una familia de trabajadores rurales pobres, en septiembre de 1941. De pelo rubio y enrulado y ojos azules perforantes fue el segundo hijo de seis y el favorito de su madre. En el colegio le iba pésimo, pero ella concurría a defenderlo con violencia. A los gritos impedía que su hijo fuera disciplinado.
Con 15 años Fred abandonó el secundario y comenzó a disfrutar de su particular éxito con la platea femenina. En la conquista se mostraba agresivo y despectivo.
Según él, su padre siempre había mantenido relaciones incestuosas con sus hermanas a quienes solía decirles en la cara: “Yo las hice, por lo que puedo poseerlas”. La máxima que la había enseñado su progenitor era: “Hacé lo que quieras, pero no dejes nunca que te atrapen haciéndolo”. Eso no era todo: según sus relatos su madre abusaba sexualmente de él desde los 12 años. De ser todo cierto, la siembra era perfecta para el horror que cosecharía la historia inglesa.
En 1958, con 17 años, Fred tuvo un accidente de moto donde se rompió el cráneo, un brazo y una pierna. Pasó ocho días en coma. A partir de ahí comenzaron sus tremendos ataques de ira. Dos años después, volvió a golpearse la cabeza al caerse de una escalera de incendio mientras intentaba manosear a una joven. Estuvo un día inconsciente. Ya se lo intuía como un joven perturbado. Por ese entonces, conoció a una adolescente llamada Catherine “Rena” Costello, nacida el 14 de abril de 1944, quien tenía antecedentes por robo. Pero no siguieron saliendo porque ella se volvió a Escocia.
A los 19 Fred se inició en los robos: primero fue una billetera; luego unos artículos de una joyería. Lo pescaron y le cobraron multas. Su carrera delictiva no se detuvo sino que escaló. A los 20 fue arrestado por abusar de una chica de 13 a la que dejó embarazada. Escapó de la cárcel por un pelo. Un tiempo después fue capturado por robar materiales de una obra en construcción.
En septiembre de 1962 se reencontró con Rena, aquella joven escocesa que le había gustado, quien ahora trabajaba como prostituta. Se pusieron de novios aunque ella ya estaba embarazada de otro hombre, un asiático conductor de autobuses. Se casaron en Ledbury ese mismo año. El 22 de febrero de 1963 nació Charmaine y Fred West la adoptó: le puso su apellido y le mintieron a todos sobre el origen de la bebé.
En julio de 1964 tuvieron una hija a la que llamaron Anne Marie. Por entonces Fred West trabajaba manejando una van que repartía helados.
El 4 de noviembre de 1965 Fred tuvo un accidente: pisó con esa misma camioneta a un chico de 4 años. Para escapar de las posibles represalias de la familia de la víctima y de la justicia, arrendó una casa rodante y se mudó a un camping en Bishop‘s Cleeve. La pareja llevó con ellos a una niñera, Isa McNeill, y a una amiga de Rena, Ann McFall, de 16 años, quien también era de Escocia como ella.
Fred West ya no estaba interesado en el sexo normal, todo lo que quería era sadomasoquismo, bondage, sexo oral y sodomía. De día y de noche. Era un infierno para Rena, quien a pesar de trabajar como prostituta, temía las sádicas demandas sexuales de su marido. Decidió pedirle ayuda a una ex pareja suya para poder escapar de las garras de Fred. Después de una pelea a las trompadas y con policía incluida, Rena se terminó yendo con la niñera del lugar, dejando a Fred con su amiga Ann quien ya se había convertido en su amante y estaba embarazada de él. Rena empezó a visitar a sus hijas cada dos o tres meses, para ello tenía que volver a Bishop‘s Cleeve. Era una tortura.
Fred, por su parte, había descubierto que manejar un camión de helados era un buen señuelo para las adolescentes que pretendía abusar.
La molesta amante que pretendía ser esposa
En agosto de 1967 Ann Mcfall (embarazada de ocho meses de un hijo de Fred) insistía con que él debía divorciarse de Rena para casarse con ella. De un día para el otro, Ann desapareció. Nadie jamás preguntó por ella. Sus restos aparecerían 27 años después, en junio de 1994, cuando Fred reconoció que ante las exigencias de casamiento de ella, durante un ataque de rabia, la acuchilló. Las pericias realizadas sobre los restos de Ann dijeron otra cosa muy diferente: sus muñecas habían sido atadas con retazos de un camisón antes de morir y sus piernas habían sido prolijamente seccionadas y sus dedos de manos y pies habían sido mutilados. La había terminado enterrando, con el bebé que llevaba en la panza, en una tumba poco profunda en los alrededores de la casa familiar de sus padres.
Sin saber nada de esto, en septiembre de 1967, Rena volvió a vivir con Fred West quien la alentó para que ganara dinero como prostituta. Mientras, él empezó a abusar de Charmaine.
Fue en los meses siguientes que Fred conoció a Mary Bastholm, quien trabajaba en un local donde él solía parar a tomar té. El 6 de enero de 1968 la joven desapareció de su parada de autobús en la calle Bristol Road de Gloucester. Mucho tiempo después Fred confesaría haberla subido a su camioneta para violarla y asesinarla. Así se lo admitió a su propio hijo Stephen.
El cuerpo de Mary jamás fue hallado así que por este crimen no fue juzgado.
Comenzando 1969, Rena volvió a irse de la casa por la violencia que padecía. Las chicas terminaron, temporalmente, en los servicios sociales.
Agujeros en las paredes y la luz roja
Fred West tenía 27 años y estaba todavía casado con Rena Costello cuando conoció a Rose el 29 de noviembre de 1968 en su cumpleaños de 15. A los 16 se mudó con él y unos meses después alquilaron una casa de dos pisos en el 25 de la calle Midland, en Gloucester.
El 17 de octubre de 1970 Rose tuvo a la primera hija de la pareja: Heather. Fred no había cambiado, seguía siendo el mismo sujeto perverso de siempre que aprovechaba cualquier oportunidad para concretar sus impulsos sádicos.
El 4 de diciembre de ese mismo año cayó preso por robo de cubiertas y estuvo tras las rejas hasta el 24 de junio de 1971. Rose estaba sumamente furiosa: tenía a su marido preso y debía cuidar no solo a su bebé sino también a las dos hijas de él. Las maltrataba todo lo que podía. Según contaría tiempo después Anne Marie, las dos recibían horribles palizas, pero Charmaine se llevaba la peor parte porque se negaba a llorar y era sumamente rebelde. Eso ponía iracunda a Rose quien la castigaba de forma salvaje. Un día antes de que Fred saliera libre de prisión, Charmaine West simplemente desapareció para todos. Rose la había matado a golpes y Fred la terminó ayudando a deshacerse del cadáver. La enterraron en la cocina de su casa en la calle Midland, debajo de la ventana.
Rose les dijo a todos que la pequeña se había ido con Rena, su madre, a Escocia. Cuando Rena Costello (27) apareció en el mes de agosto a buscar a su hija, fue ella misma la que se evaporó. Esta vez el que se ocupó de todo fue Fred y la enterró cerca de Ann McFall.
En medio de la locura asesina, la pareja siguió adelante. El 29 de enero de 1972, Fred West y Rose se casaron y se juraron amor eterno. El 1° de junio de ese año tuvieron a su segunda hija Mae.
Fue entonces que Fred West alentó a Rose para que ejerciera la prostitución. Necesitaban dinero y una casa más grande para albergar a la familia que tendrían.
Se mudaron al número 25 de la calle Cromwell.
Rose se quedaba embarazada con mucha frecuencia. Terminaría teniendo ocho hijos propios: Heather, Stephen, Mae, Louise y Barry con Fred y Tara, Rosemary junior y Lucyanna engendrados con sus ocasionales clientes.
El dormitorio de Rose era el lugar donde ella ejercía la prostitución. Poseía unos pequeños agujeros en las paredes de madera para que Fred pudiera espiar lo que pasaba dentro y una luz roja titilaba por fuera, sobre la puerta, para avisar a los chicos que no podían entrar porque su madre estaba muy ocupada.
Repugnante círculo sexual
En octubre de 1972 decidieron tomar una niñera: Caroline Roberts. Era una joven atractiva que había sido reina de belleza. La perversa pareja intentó seducirla, pero Caroline rechazó los avances de ambos para formar parte de su círculo sexual. Unas semanas después, renunció a su trabajo porque los consideró repugnantes.
El 6 de diciembre de ese mismo año los West la invitaron a su casa y, nadie sabe por qué, Caroline fue. Se había metido en la boca del loco. Fred la amenazó. Si no hacía todo lo que ellos querían “te mantendré secuestrada en mi sótano y te dejaré para que mis amigos de color te violen y, luego, te mataré y te enterraré debajo de las piedras de Gloucester”. Aterrada, Caroline obedeció e hizo lo que le indicaron. Fue atada, amordazada y violada. Tuvo mucha suerte porque, al día siguiente, Fred -en un extraño y supuesto acto de arrepentimiento- lloró amargamente y la dejó ir. Eso fue después de que ella le prometiera que volvería en unos meses para ser la niñera de sus hijos.
Cuando Caroline llegó a su casa y su madre vio los moretones en su cuerpo preguntó qué había pasado. Ella le contó lo ocurrido. Fueron juntas a la policía para realizar la denuncia.
El caso llegó a la corte en enero de 1973, Fred tenía 31 y Rose 19. Con sus artimañas convencieron al juez que Caroline había consentido el sexo grupal. Era parte del juego. Caroline terminó retractándose. Les temía demasiado. Ellos pagaron una multa y listo, acá no ha pasado nada.
La pareja no se detuvo. Buscaban a sus víctimas en las paradas de ómnibus en las afueras de Gloucester. El reciente episodio con la niñera Caroline había sido suficiente para convencerlos: no volverían a cometer el error de dejar viva a una víctima. Una vez que lograban que una joven subiera a su auto, la secuestraban y la llevaban a su propia casa donde la sometían a los peores vejámenes. La violaban, la sodomizaban, la torturaban de infinitas maneras y terminaban por asesinarla una vez que habían saciado su perverso apetito.
Al mismo tiempo, Rose seguía ganándose la vida como prostituta y su marido disfrutaba mirando. Créase o no, uno de los que frecuentaba ese prostíbulo casero era su propio padre William. William no se conformaba con tener sexo con su hija, también abusaba sexualmente de Anne Marie, la hija de Fred.
Un cementerio en casa
A principios de 1973 la pareja llevó a la bodega de su casa a la pequeña Anne Marie West de 8 años. La ataron, la amordazaron y Fred la violó mientras Rose observaba. Pero no les era suficiente ese abuso intrafamiliar. Las cosas se les daban demasiado fácil. Nadie los perseguía y siempre se salían siempre con la suya. Lynda Carole Gough tenía 19 años y era una joven muy inocente cuando se hizo amiga de los West. Había terminado el secundario en una escuela privada y era costurera cuando se mudó a vivir al 25 de la calle Cromwell como inquilina y con la excusa de ayudarlos en la crianza de los chicos.
Como siempre pasaba con los West todo salió mal para Lynda: después de darse sus gustos sexuales procedieron a asesinarla. La descuartizaron y la enterraron en un agujero que hicieron en el piso del garaje (un sitio que luego fue transformado en baño) de su casa el 1° de abril de 1973. Como parte de un ritual que ya Fred había practicado con Ann McFall: le seccionaron los dedos de las manos y le quitaron las rótulas de sus rodillas.
Cuando la familia de Lynda fue a preguntar por ella le dijeron, simplemente, que ella se había marchado.
En noviembre de ese mismo año raptaron a Carol Ann Cooper de 15 años. La adolescente vivía en una residencia infantil llamada Pine Children ‘s Home y desapareció, el 10 de noviembre de 1973, de la parada de autobús cuando volvía a su hogar luego de haber ido a ver una película al cine y de haber pasado el fin de semana con su abuela. Sus familiares hicieron la denuncia por su extraña ausencia, pero la policía no halló rastros de la joven por ningún lado.
Los West se divirtieron con ella durante unos días y luego la sofocaron y estrangularon para terminar haciendo lo mismo que con Lynda: la desmembraron y enterraron en el sótano de su “casa cementerio”.
Fred trabajaba mucho dentro de su hogar y a extrañas horas de la noche: en esos años tuvo que agrandar el garaje, extender la bodega y seguir construyendo ese laberinto intrincado donde colocar los huesos de sus presas.
La prima del escritor Amis
Un mes más tarde, en diciembre de 1973, le tocó el turno a Lucy Katherine Partintong (21). Lucy pertenecía a una familia de clase media alta, era excelente estudiante en la universidad de Exeter y prima hermana del famoso escritor y novelista Martin Amis. Desapareció el 27 de diciembre cuando, después de haber pasado Navidad con la familia de su madre, fue a visitar a un amigo discapacitado. Al salir de la casa de su conocido, a las diez de la noche, se dispuso a esperar el colectivo para volver a su casa. Tuvo la mala fortuna de toparse con los West quienes habían salido de cacería. No se sabe si ella aceptó que la llevaran porque en la van había una mujer confiable como Rose o si la subieron por la fuerza. Se cree que fue mantenida en cautiverio y con vida una semana entera en la que habría sido cruelmente violada, torturada y acuchillada para luego ser desmembrada y enterrada. En esa tarea siniestra Fred se cortó seriamente una mano y debió acudir al hospital para ser atendido. Era el 3 de enero de 1974. Por este pequeño detalle es que los detectives del caso sostuvieron luego que el cautiverio de Lucy había durado siete días.
Los padres de la estudiante denunciaron enseguida su desaparición y la policía realizó búsquedas masivas, pero nada condujo hasta los West. Eran tiempos sin cámaras de vigilancia ni celulares o GPS.
Cuando, finalmente, años más tarde encontraron el cuerpo, los peritos observaron cortes compatibles con los que había tenido Fred en su mano y habían sido registrados en aquella visita al hospital.
Jóvenes que se evaporan
Entre abril de 1974 y abril de 1975 desaparecieron otras tres mujeres que, nadie lo sabía por entonces, acabaron igual que sus predecesoras: bajo el piso de los West.
Therese Siegenthaler, había nacido en Suiza, era estudiante en el London College, trabajaba en un local de zapatillas para ballet y tenía 21 años cuando se evaporó de la tierra durante la Pascua de abril de 1974. Estaba haciendo dedo para viajar a Irlanda para visitar a un amigo sacerdote, pero nunca llegó a destino. La Policía Metropolitana intervino sin resultados. Sus restos aparecerían también bajo el piso de la calle Cromwell. Cruzarse con la pareja significaba un viaje al infierno más temido.
Shirley Hubbard, de 15 años, había nacido el 26 de junio de 1959 en Birmingham y era una adolescente vulnerable. La última vez que se la vio fue a la salida de su trabajo el 14 de noviembre de 1974. Sus restos fueron finalmente recuperados cuando se excavó en la casa de los West. Su esqueleto tenía la cabeza totalmente cubierta con cinta adhesiva y un tubo insertado a la altura de la boca para que pudiera respirar. Estaba claro de que había sido cruelmente torturada.
Juanita Marion Mott, de 18, desapareció un día antes del casamiento de una íntima amiga mientras estaba viviendo en la casa de una conocida de su madre. Cayó bajo las garras de los West en abril de 1975. Su familia reportó el caso al Bureau de Personas Desaparecidas. Se cree que ella fue quien experimentó el bondage más severo. Fue amordazada con las medias largas de Rose, atada con corpiños y calzas y luego con cuerdas de las que se usan para colgar la ropa con complicados nudos sobre sus brazos, muslos, muñecas, codos y cabeza. Las líneas de las ligaduras eran verticales y horizontales. Las pruebas demostraron que la tuvieron colgando desde el techo del sótano de la calle Cromwell.
En 1976, una mujer a la que se llamó Miss A, estuvo en la casa de la calle Cromwell y fue introducida en un cuarto donde había dos chicas menores desnudas. Debió presenciar cómo esas jóvenes eran torturadas y, luego, ella misma fue violada por Fred y abusada por Rose. Se cree que una de esas pequeñas víctimas que vio era Anne Marie. Miss A dio su testimonio cuando se llevó a cabo el juicio.
En 1979 el primer piso de la casa fue remodelado por Fred para poder tener más “inquilinas”. Las intenciones de la pareja, obviamente, eran otras.
Shirley Ann Robinson (18) fue una de esas inquilinas. Había vivido en Alemania, era bisexual y trabajaba como prostituta. Fred y Rose, ambos, mantenían relaciones con ella. En mayo de 1978 Shirley quedó embarazada del dueño de casa al mismo tiempo que Rose paría un bebé de raza mixta, Tara, de uno de sus clientes. Shirley sintió que podía ser el reemplazo de Rose. Por su parte, Rose la odiaba por portar un hijo de su marido así que decidió que la amante debía morir. Le dijo a Fred un eufemismo: “Shirley se tiene que ir”.
En mayo de 1978, con ocho meses de gestación, Shirley terminó como otra víctima más: asesinada, despedazada y bajo la tierra del jardín. La misma suerte corrió el bebé en camino que fue extraído de su panza y desmembrado sin piedad.
Embarazo ectópico: un pasaporte para huir
En noviembre de 1978 Fred y Rose tuvieron una nueva hija: Louise. Poco después, en 1979, Fred embarazó también a Anne Marie, la hija que había tenido con Rena. El embarazo fue ectópico y terminó en aborto.
En mayo de 1979 murió William, el padre de Rose.
Poco después de eso la pareja apuntó a otra víctima: una adolescente llamada Alison Chambers de 16 años. Alison había nacido en Hanover, Alemania, donde su padre servía para la RAF, pero luego se había trasladado con su familia a Gran Bretaña. Alison tenía mucho carácter y resultaba difícil de manejar para sus padres por lo que terminó viviendo en un hogar en Gloucester y siendo visitante asidua al número 25 de la calle Cromwell. En agosto de 1979, poco antes de cumplir sus 17 años, no se supo más de ella. Reportaron su ausencia pero, como en los otros casos, no encontraron huellas de qué podría haber pasado. Años después la hallaron en el jardín de los West. Había sido enterrada luego de ser esclavizada y torturada sexualmente.
A todo esto, los hijos de los West eran testigos mudos de gran parte del espanto. No podían no enterarse de lo que pasaba intramuros. La broma frecuente entre ellos era que si se portaban mal terminarían bajo el piso del patio. Sabían de las cosas siniestras que ocurrían en su casa; sabían que su madre se prostituía y que su padre violaba con frecuencia a Anne Marie.
Después del traumático aborto, Anne Marie decidió que quería mudarse a vivir con su novio. Fue su salvación, pero la pesadilla de las que quedaron. Porque luego de su partida Fred se enfocó en sus otras hijas Heather y Mae. Heather era la que más se resistía y la que siempre terminaba lastimada.
En junio de 1980 Rose tuvo a Barry y, en abril de 1982, a Lucyanna. Esta última resultó que era mulata por lo que enseguida supieron que no era hija de Fred. Los abusos continuaron y los crímenes también.
La hija desafiante y la que habló de más
A finales de 1986 Heather West, la hija mayor de la pareja infernal, fue la primera que se animó a desafiar a su padre: amenazó con ir a la policía si seguían así. En el mes de mayo de 1987, después de haber asistido a clases, nadie volvió a ver a Heather. Curiosamente sus padres no reportaron su ausencia. Ante las preguntas de hermanos y conocidos respondieron que había conseguido un trabajo en un centro vacacional en Devon. La verdad era bien distinta.
Barry, hermano de Heather, contaría años después lo que había visto por una ranura de la pared con solamente 7 años: “Eran las tres de la mañana cuando escuché a Heather entrar y a mi padre gritarle dónde había estado. Escuché a mi madre darle una cachetada. Luego miré por la ranura y vi a mi padre acercarse y agarrarla del cuello. Cayó al piso. Mi madre la pateaba todo el tiempo mientras él seguía apretando su cuello. Luego, él intentó que ella le hiciera cosas y Heather se negó. Creo que por eso terminó muerta”. Minutos después Rose se frotó las manos y le dijo a su marido que debían limpiar todo. Fred tomó una bolsa y Rose pasó un cepillo por el piso mientras le decía a su marido que se apurara. Fred dispuso los restos de Heather de 16 años en un pozo que cavó a su pedido, Stephen, el hijo mayor.
En mayo de 1992 Fred West se animó a más: se filmó violando a una de sus hijas que tenía 13 años. Ella se atrevió a romper el silencio. Primero le contó a sus hermanos y, después, a una de sus compañeras de colegio. Habló de lo que hacía su padre, de lo que hacía su madre con otros hombres y de los golpes que recibían todos. La amiga escandalizada se lo contó a sus propios padres quienes eran conocidos de los West. El 4 de agosto la madre de esa chica decidió acudir a la policía para denunciarlos. El 6 de agosto las autoridades se volcaron a investigar qué pasaba en el 25 de la calle Cromwell.
Poco después Fred fue detenido por haber abusado de su hija y haber grabado las terribles escenas. También fue acusado de violaciones y asesinatos y Rose puesta bajo sospecha de ser su cómplice. Preventivamente, el estado les quitó la guarda de sus hijos quienes fueron colocados, temporariamente, con familias sustitutas.
El caso chocó contra una pared, en junio de 1993, cuando la menor abusada y otros dos testigos se negaron a declarar en contra de Fred. Tenían mucho miedo y sabían a lo que se exponían.
El chiste que resultó cierto
Fueron estos hechos lo que llevaron a las autoridades a preguntarse qué había pasado con Heather, la mayor de la pareja, a quien nadie veía desde hacía seis años.
La broma siniestra de los niños West que advertía que, si te portabas mal, terminabas bajo el piso del patio, llegó a oídos del detective de gloucester Constable Hazel. Decidió investigar todo lo que había en la ficha policial de Fred West que arrancaba por los años 60. Una de las primeras cosas que detectó es que el número de seguridad social de Heather no se había usado nunca. No era normal. Si estuviera viva lo habría utilizado alguna vez.
Consiguió una orden de allanamiento para el 24 de febrero de 1994. Al tocar la puerta abrió Stephen, de 20 años, quien estaba en su día libre del trabajo. El joven repitió lo que su padre había dicho: que su hermana Heather estaba viviendo en otro lado.
Fred no estaba en su hogar, pero la policía avanzó de todas formas con el allanamiento. Stephen y Rose intentaron contactar por teléfono a Fred quien se encontraba trabajando en una obra en un edificio a unos veinte minutos de auto. A la 13:50 Fred atendió y dijo que iba ya para su casa. Sin embargo, demoró casi cuatro horas. Llegó a las 17:40. Su excusa fue increíble: se había intoxicado con pintura y se había desmayado. Los uniformados seguían cavando en el jardín. Se cree que esa demora se debió porque el asesino había ido a deshacerse de evidencia incriminatoria y de los sangrientos souvenirs que tenía de sus víctimas.
Los detectives grababan todo lo que hacían. Filmaron un total de 150 horas en la casa de los West.
Mientras ellos trabajaban sin descanso, Fred y Rose pasaron esa primera noche discutiendo qué iban a hacer. Hicieron un pacto: Fred se echaría toda la culpa y la dejaría libre para ocuparse de los chicos.
El 25 de febrero Fred fue llevado a la estación de policía para ser interrogado. Confesó, sin demasiada demora, que había asesinado a Heather y aseguró que Rose no tenía nada que ver con el hecho. Ese mismo día, por la tarde, encontraron huesos humanos en el jardín trasero.
Bernard Knight, un reconocido patólogo, fue convocado a la escena del crimen para examinar los hallazgos. Concluyó que no había un solo cuerpo. Sobraban huesos. “Nadie tiene tres piernas”, aseveró.
El acusado fue llevado de regreso a su casa para que pudiera señalar dónde había enterrado a otras dos chicas desaparecidas que le fueron adjudicadas: Shirley Robinson y Alison Chambers. Lo hizo, pero no dijo nada del resto de las jóvenes que tenía en su cementerio privado. No fue por temor a ser catalogado como un asesino serial que calló, lo hizo para evitar que destruyeran más su casa cavando y levantando los pisos. Fue una ayudante de la policía la que consiguió que él admitiera que en el hogar había muchos más cuerpos. Fred dibujó un plano para intentar explicar dónde había colocado los cadáveres trozados. Lo horroroso es que no pudo identificarlas por sus nombres, los había olvidado. A una sola pudo describirla como la joven de “la mano quemada” por una severa cicatriz que tenía. Contó que había enterrado, en su casa anterior, a Charmaine, hija de su primera mujer y que había arrojado el cuerpo de dos mujeres adultas cerca de la casa de su infancia. Eran los cadáveres de su ex, Rena Costello, y el de su amante Ann McFall.
Una sábana para morir
Desde el comienzo de la investigación los detectives de homicidios estuvieron convencidos de que Rose era una participante activa en la trama. No era algo que Fred hubiese hecho en soledad.
La dejaron bajo vigilancia. Con ella estaban viviendo, en ese momento, sus hijos Stephen y Mae.
El 18 de abril de 1994 Rose también fue arrestada y acusada por los asaltos sexuales.
El 7 de junio fue hallado el cuerpo de Ann McFall.
Imputaron 12 crímenes a Fred y 10 a Rose. Los de Rena Costello y Ann McFall se le atribuyeron solamente a él. En realidad se cree que Fred West podría haber llegado a cometer hasta 30 asesinatos.
Desde ese mismo momento, la casa ubicada en el 25 de la calle Cromwell en Gloucester, fue bautizada por la prensa como “La casa del horror”. Y comenzaron a llegar hasta su puerta periodistas desde todos los rincones del mundo.
Fue Stephen West quien reconoció a la desaparecida en 1968, Mary Bastholm, en las fotos que le mostró la policía. Sostuvo que su padre la mató durante una de sus tantas salidas de prisión.
El primero de enero de 1995, a pesar de tener guardia antisuicidio, Fred West logró quitarse la vida colgándose con una sábana en la cárcel de Winson Green, en Birmingham. Esperaba ser juzgado por los 12 crímenes.
Si bien Rose no confesó, los indicios contra ella fueron demoledores. En octubre de 1995, nueve meses después de quedar viuda, fue a juicio. Durante las audiencias Anne Marie contó que sus padres habían abusado de ella desde los 8 años. Uno de esos días, antes de declarar, angustiada tomó demasiadas píldoras para dormir y hubo que postergar las testimoniales. Otra testigo fue Caroline Roberts, la niñera que había sido asaltada por la pareja. Su valiente testimonio fue clave porque demostró el activo rol de Rose en los hechos.
El veredicto del jurado fue unánime y llegó el 22 de noviembre del mismo año: Rose era culpable de los 10 asesinatos que se le imputaron. El juez Justice Mantell la condenó a perpetua y dijo, en su alocución, estar convencido de que nunca debería ser liberada.
Rose West apeló y hubo otro juez que dictaminó que podría tener la libertad condicional si pasaba al menos 25 años presa. Sin embargo, Jack Straw, ministro del Interior británico, dictaminó que no sería así: la sentencia era a perpetua, sin posibilidad alguna de libertad bajo palabra.
John West, tío de Anne Marie, también fue preso por haber abusado de Anne Marie. Terminó haciendo lo mismo que su hermano: se colgó en prisión. Ratas cobardes al fin.
Los problemas de sobrevivir
La casa de la calle Cromwell fue demolida en 1996. En el lugar, las autoridades construyeron un paseo público. No deseaban que siguiera siendo un sitio de peregrinos del espanto. No dejaron ni un solo ladrillo para que los visitantes morbosos usaran como macabros souvenirs.
En noviembre de 1999 Anne Marie, quien atravesaba estrés postraumático, fue rescatada con vida luego de haberse arrojado al río desde un puente en Gloucester.
Ese mismo año Stephen cortó todo contacto con su madre después de que ella lo culpara con odio por haber terminado presa. En enero de 2002 Stephen West también intentó suicidarse en su casa cuando su novia lo dejó. Quiso colgarse como su padre y su tío, pero la soga se rompió. En 2004, con 31 años, fue encarcelado durante nueve meses por haber tenido sexo con una joven de 14 quien aseguró estar profundamente enamorada de él. Después de eso, se casó y se divorció dos veces y tiene un hijo. En 2020 Stephen habló en público y dijo algo sorprendente: para él su madre había sido quien dirigía las torturas y siempre había sido la más dura y perversa de los dos.
En 2021, Barry West, el hijo varón menor, escogió morir por una sobredosis luego de decirle a un médico que “vivir no vale la pena”. Tenía 40 años. Mucho antes había relatado el asesinato de su hermana Heather frente a sus ojos cuando él tenía 7 y confesado que al enterarse del suicidio de su padre había sentido alegría. Es más, había dicho que a su madre deberían dejarla en una habitación con los familiares de sus víctimas para que la hicieran “trizas”.
Por su parte, Caroline Roberts, la niñera abusada, jamás pudo sobreponerse al hecho de haber sido una “sobreviviente” de los West: “Yo sobreviví al 25 de la calle Cromwell. Dios bendijo a quienes no lo hicieron”. Siempre acarreó con el sentimiento de culpa de que, si hubiese hablado antes, muchas vidas podrían haberse salvado. Escribió dos libros sobre su traumática experiencia, se casó, tuvo hijos y murió de cáncer en 2017.
En 2018, Mae West, quien tiene hoy una vida estable (está casada, con dos hijos llamados Amy y Luke y vive en una casa moderna y confortable) habló con el medio británico Daily Mail: “Mi madre está en prisión de por vida. Fue presa por la muerte de un bebé y de nueve mujeres jóvenes pero, de alguna manera, sigue protegida. Tiene terapia, hace cursos gratis que le ofrecen, tiene una vida con gimnasio y cocina y costura… Vive en una burbuja. ¿Pero qué fue de nosotros, los chicos? No hay un lugar para ser nosotros mismos. Vivo preocupada porque la gente descubra quién soy. Tengo todo tipo de ansiedad pensando en cuando mi hijo menor de 9 años sepa quiénes fueron sus abuelos… Mi hija más grande ya lo sabe (...) Un día vio, en el documento de su tío, el apellido West y sumó varias cosas y googleó. Lo descubrió todo. Me hubiera gustado que no lo supiera de esa manera. A mi hijo no quiero decírselo por ahora, pretendo que tenga al menos una infancia normal. Siempre es un problema ser parte de los West. Sé que no puedo trabajar con chicos porque cualquier cosa que le pase a un pequeño que esté a mi cargo sería un escándalo (...) Alguna vez pensé que deberíamos irnos a vivir bien lejos, a Australia, pero no me dejarían entrar al saber todo lo que hicieron mis padres. Mi esposo quiso aplicar para ser policía, pero las cosas no prosperaron. Estoy segura de que tuvo que ver conmigo. Me siento estigmatizada. Fui abusada de chica por mis padres y, ahora, como adulta por provenir de una familia abusiva estoy en observación”. Mae escribió un libro donde habla sobre la desgracia de seguir siendo una víctima. A los 5 años, ya había sido violada por su tío John West y, luego, vivió aterrorizada por su padre, quien sostenía que era su deber paternal desvirgar a sus hijas. Mae sigue siendo hipervigilante en su vida, como aprendió a serlo cuando se duchaba de pequeña: siempre mirando con pavor la puerta del baño por si su padre entraba de golpe. “Cuando has visto cosas malas no podés cerrar tu mente a eso… tu mente nunca descansa”, sentencia.
A pesar de todo esto, en el primer tiempo de prisión de su madre, creyó que era su deber ayudarla. Respondía sus cartas y le llevaba dinero. “No me di cuenta de que mamá me seguía manipulando. Cuando la visitaba en la cárcel, me abrazaba y me tomaba de las manos y, en realidad, antes jamás lo había hecho”. La falta de respuestas a las preguntas que le hacía sobre Heather y sobre los abusos sufridos terminó por hacerla darse cuenta de que su madre era una hipócrita, jamás iba a responder con sinceridad. Asegura que fue un alivio no tener más contacto con ella. Lamentablemente, el espectro de sus padres sigue sobrevolando su vida. Se apoya en terapia ya no para sobrellevar el pasado sino más bien para “sobrellevar el presente (...) Antes, si la gente me preguntaba si yo era Mae West, decía que sí y sentía el deber de contar mi historia. Ahora, cuando me preguntan respondo, por consejo de mi terapeuta: ¿Por qué me lo preguntás? Según él nadie me va a contestar nunca: ‘porque soy un metido’”.
Por su parte, Rose West, ajena a los vaivenes emocionales de sus hijos vivos, siguió dando que hablar. En enero de 2003 anunció su compromiso con Dave Glover, bajista de glam rock del grupo Slade. Días después debió suspenderlo porque estalló el escándalo y Glover fue echado del grupo. Hoy ya tiene 70 años y en la cárcel aseguran que ha tenido varias novias. Una de ellas fue nada menos que Tracey Connelly, una convicta acusada de haber matado a su hijo de 17 meses. En prisión también fue coronada estrella de la pastelería por su habilidad en la cocina y es respetada por su don de mando. Aseguran que manipula con facilidad a los guardias: la dejan bañarse cuando quiere, fumar sin restricciones y trabajar en el cuarto de costura cuando le da la gana. Rose asegura que Fred la obligó a hacer todo lo que hizo, que ya encontró a Dios y que la perdonó. Cosa juzgada, para ella, en lo divino.
Los que no la perdonaron, ni lo harán jamás, son los hijos que todavía viven. No quieren ni oír hablar de sus orígenes. A ellos solo les importa olvidar como sea que alguna vez fueron parte de los West.