El actor y productor de cine y televisión nació un 4 de noviembre de 1969 en Uvalde, Texas. Su madre Mary Kathleen “Kay” era docente y su padre, James Donald un jugador profesional de fútbol americano. Al cumplir 50, contó detalles de su infancia y adolescencia en una autobiografía llamada Greenlights que fue número 1 en la Best Seller List del New York Times.
El libro, escrito de forma cronológica, recorre episodios traumáticos de la infancia y especialmente de la adolescencia. A pesar de revelar en sus páginas, los momentos más amargos de su vida, Greenlights, que significa Luces verdes, buscó recopilar “aventuras significativas, instructivas y divertidas” con un tono optimista, esperanzador. Después de todo, él pudo salir adelante después del daño recibido por quienes supuestamente más lo querían. Aseguró que a pesar del maltrato, nunca puso en duda el amor entre ellos y hacia él.
Sus padres estaban vueltos a casar por tercera vez cuando nació. Iban y venían. Cuando él nació, su padre no fue a conocerlo porque creyó que era hijo de otro. Jim y Mary Kay tenían una relación bastante violenta. Él junto a sus dos hermanos mayores eran testigos de todo tipo de peleas donde volaban cosas y las amenazas eran de muerte.
Bajo el título “Sangrienta, fea, a veces violenta”, narró en las páginas del libro un episodio: “La discusión comenzó a la hora de la cena. Él (su padre) tiró enfurecido la mesa por los gritos de Kay (su madre), a quien persiguió por la cocina. Ella buscó un cuchillo y lo amenazó con cortarlo en dos, pero terminó golpeándolo con el teléfono y rompiéndole la nariz. Jim, de 1,90 metros y casi 100 kilos, la bañó en salsa de tomate como respuesta. Se dejaron caer hasta quedar de rodillas, hasta el suelo de linóleo lleno de sangre y kétchup…”, recordó el actor, que lógicamente se asustaba ante esas fuertes escenas, que como esa, terminaban con sexo en el piso de la cocina.
“Tengo algunas cicatrices a lo largo de este capítulo de mi humanidad”, reveló. “Me azotaron hasta que me sangraron las nalgas por hacerme un tatuaje de Cracker Jack (el nombre del snack que incluía estos autoadhesivos) cuando tenía 10 años”. Las palizas eran moneda corriente. Pero al recordar este dolor, dice que no cambiaría ninguna de ellas por los valores que tiene arraigados. Fue criado para ser “un hombre recto” y vivía aterrorizado por lo que se venía venir.
De chico era bastante inquieto. Lo suficiente para meterse en problemas. Una vez un veterinario le cosió 78 puntos en la frente. “Tuve cuatro conmociones cerebrales por caerme de cuatro árboles, tres de ellos en luna llena”.
También el actor, ganador de un Oscar, compartió momentos oscuros. Como el puñetazo que le dio a una persona en medio de una discusión para ganarse la aceptación de su padre. “Después de ese puñetazo me convertí en su chico, un hombre a sus ojos”, contó. Y agregó que a los 15 años lo obligó a debutar sexualmente con una mujer que le llevó él.
Tres años más tarde, fue víctima de una violación. “Un hombre abusó sexualmente de mí cuando tenía 18 años y estaba inconsciente en la parte trasera de una camioneta”. La estrella de Hollywood dijo que no le gusta victimizarse. Y que en la vida aprendió a amar, reír, perdonar, olvidar, jugar y rezar.
Cuando terminó de estudiar en el secundario, hizo un año de intercambio en Australia, y al regresar se matriculó en la carrera de Derecho. Sin embargo, la vocación de actor fue más fuerte. Estudió arte dramático y sus primeros pasos los dio en la pantalla chica. A los 23 años tuvo su soñado debut cinematográfico. Fue en 1993, en la película Rebeldes y confundidos. Una comedia que con el tiempo se transformó de culto. Dos años más tarde aceptó un papel totalmente distinto, cuando lo convocaron para La masacre de Texas: la siguiente generación. La versatilidad es uno de sus sellos.
El actor de la foto es Matthew McConaughey