“La gente empezó a gritar. No se podía ir a los baños, estaban todos tapados. Había que hacer las necesidades contra el muro del Velódromo. El recuerdo que me marcó es el de una mujer que se tiró desde la baranda en lo alto de la tribuna. Se suicidó. No sé cómo, mi madre me alzó en brazos y logró salir a la calle. Nos vio un policía, pero en lugar de hacernos volver adentro, nos dijo: ‘¿Qué hacen aquí? Salgan de este lugar, váyanse que están estorbando’. Nos alejamos y llegamos aun café y una mesera nos ofreció comida. Entonces apareció otro policía y se dirigió a mi madre. Le quitó la estrella de la ropa y le dijo que me la quitara a mí. Después le dijo a mamá: ‘No se muevan, quédense acá hasta las 16, que a esa hora terminará la redada’. Más tarde volvió con otro policía que nos acompañó por las calles hasta dejarnos en el metro. Así pudimos escapar del Velódromo. Fue increíble”.
Bernard Nusbaum tenía cuatro años el 16 de julio de 1942, cuando a la madrugada unos cinco mil policías franceses se desplegaron por la capital francesa y sus alrededores y allanaron las viviendas de los judíos extranjeros residentes en la capital para llevarlos al Velódromo de Invierno, desde donde serían deportados a campos de trabajo y exterminio. A él lo llevaron con su madre, porque su padre había sido detenido el año anterior y enviado a Alemania.
El episodio pasó a la historia como la redada del Velódromo, cerca de la Torre Eiffel, en el distrito XV de Paris, y fue la mayor detención de judíos que tuvo lugar en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. El gobierno colaboracionista de Vichy, encabezado por Pierre Laval, se había comprometido con los alemanes a arrestar a todos los judíos extranjeros censados en la capital. Las SS pidieron al principio que solo se incluyera a adultos de ambos sexos, en condiciones de trabajar, pero la policía parisiense decidió incluir a los niños de 2 a 12 años, pese a que muchos de ellos habían nacido en Francia.
El operativo, bautizado “Viento de Primavera” comenzó a la madrugada del 16 y se prolongó hasta la tarde del 17. Los policías sabían a qué puertas golpear, porque todos los judíos extranjeros residentes en la capital francesa habían sido censados en año anterior por orden de la ocupación nazi. Desde entonces debían llevar una estrella amarilla pegada en sus ropas al salir a la calle.
En menos de 48 horas, la policía francesa detuvo a 13.152 personas, la mayoría de ellas mujeres y niños. Los cómputos más fidedignos hablan del arresto de alrededor de 5.800 mujeres, 4.100 niños y unos 3.100 varones entre adolescentes y adultos. Más de 8.000 de esos detenidos fueron llevados a pie o en micros hasta el Velódromo, donde permanecieron hacinados, casi sin agua y sin comida, durante los cinco días siguientes, hasta que comenzaron los traslados en trenes, hacia diferentes campos.
En cuanto a los niños, que la policía francesa había incluido en la redada sin que los nazis se lo pidieran, después de consultar con Berlín, se decidió enviarlos al campo de exterminio de Auschwitz, en la Polonia ocupada, donde fueron llevados directamente de los trenes a las cámaras de gas. Ninguno de los niños detenidos en el Velódromo sobrevivió.
Entre los detenidos se encontraba la escritora judía de origen ucraniano Irene Nemirovsky, que fue deportada a Auschwitz y murió un mes después, víctima del tifus. Si sus escritos se conocen se debe que antes de ser capturada dejó los manuscritos en manos de sus hijas, que vivieron ocultas durante toda la ocupación en la casa de unos amigos de la familia que se jugaron la vida para protegerlas.
La gran redada
En junio de 1942, Adolf Eichmann, el responsable de la logística de la “solución final” y su delegado en la Francia ocupada, el capitán de las SS Theodor Dannecker, exigieron a las autoridades francesas la deportación de entre 30.000 y 40.000 residentes extranjeros de origen judío, de entre 16 y 45 años, para llevarlos como fuerza de trabajo a los campos de concentración.
Los alemanes dieron total autonomía a la policía francesa para llevar adelante los operativos, que por orden del jefe de gobierno Pierre Laval quedaron a cargo del secretario general de la policía de Vichy, René Bousquet. Según el historiador Laurent Joly, antor de La Rafle du Vel d’Hiv (“La Redada del Velódromo de Invierno”), la única condición impuesta por las SS fue que esos judíos “fueran extranjeros o de origen extranjero”.
En Paris, las instrucciones del director de la policía municipal. M. Hennequin fueron precisas. En la orden firmada el 12 de julio de 1942 estableció que:
-”Los policías e inspectores, después de verificar la identidad de los judíos que tenían que arrestar, debían hacer caso omiso y no discutir las diferentes observaciones que les pudieran hacer.
-”No atenderán a su estado de salud. Todo judío arrestado deberá ser conducido al Centro primario.
-”Las detenciones deben ser efectuadas con la máxima rapidez, sin palabras inútiles y sin ningún comentario”.
Las autoridades policiales fueron más allá de las órdenes alemanas, al incluir a mujeres y niños en la redada del 16 y el 17 de julio, pero también provocaron la reacción de no pocos miembros de la fuerza, que advirtieron a algunos para que huyeran e, incluso, dejaron escapar a otros que habían sido arrestados.
Los investigadores de la redada del Velódromo de Invierno coinciden en que un número indeterminado de judíos, prevenidos por la Resistencia francesa o con la complicidad de algunos policías, pudieron escapar. En cambio, muy pocos parisienses se arriesgaron a proteger a sus vecinos judíos, por temor a los alemanes o directamente por sentimientos antisemitas.
Testimonios de sobrevivientes
Rachel Jedinak tenía ocho años y estaba, con su hermana un año menor en la casa de sus abuelos cuando se produjo la redada. Su padre, un soldado francés de origen judío y su madre seguían en su casa, ya fichada por la policía francesa como de “residentes judíos extranjeros”, pero habían decidido sacar de allí a las hijas para protegerlas.
“Era de madrugada y estábamos en la casa de mis abuelos cuando empezaron los golpes en la puerta. ‘¡Abran! ¡Policía!’, gritaban. Mi abuela abrió y nos buscaron a nosotras. Nos ordenaron que nos preparáramos para reunirnos con nuestra madre. Nos llevaron hasta nuestra casa y nunca olvidaré la cara de desesperación de mi madre al vernos con los policías. Nos sacaron a la calle, donde ya había mucha gente y nos llevaron caminando, como arreándonos. Éramos muchos, hombres, mujeres y chicos. Recuerdo que desde las ventanas de las casas la gente nos miraba como si fuéramos una manada que iba al matadero. Algunos hacían la señal de la cruz y vi a otros con lágrimas en los ojos, pero también había otros que nos señalaban y se reían. Los hombres marchaban casi todos en silencio, pero había mujeres que gritaban: ‘¿Dónde vamos? ¿Adónde nos llevan?’. La policía no respondía”, recordó hace un par de años en una entrevista realizada por la televisión francesa al cumplirse 80 años de la redada.
El destino final del grupo era el Velódromo de Invierno, pero por una cuestión de la logística de los traslados, los obligaron a hacer una escala en un centro cultural. Eso fue lo que salvó a Rachel y a su hermana. “Cuando llegamos allí, mi madre, previendo que lo peor estaba por venir, nos dijo a mí y a mi hermana que nos escapáramos por la salida de emergencia. Yo quise hacer un escándalo. ‘¡No quiero dejarte!’, grité. Entonces mi madre me dio una cachetada violenta, la única que me dio en toda mi vida. Más tarde entendí que esa cachetada me salvó la vida”, contó.
El escape fue posible gracias a la complicidad de algunos de los policías que las custodiaban: “Nos vieron ir hacia la salida de emergencia, pero miraron para otro lado, dejándonos salir”, explicó con la memoria intacta pese a tener ya 90 años.
Fueron también policías los que salvaron la vida de Agnes Buisson, que por entonces tenía diez años, y de su madre. “Cuando los policías llegaron a nuestra casa, de madrugada, mi madre trató de interponerse. ‘Mi hija nació en Francia, es una francesa, no pueden deportarla’, les dijo, escondiéndome detrás de su cuerpo. No olvidaré nunca que el policía le respondió, ahora veo que con cinismo: ‘No separamos a la familia de los hijos, tenemos corazón’. Cuando llegamos al Velódromo de Invierno, la gente hacía fila como si nada. Nadie protestaba ni se resistía. Mi padre tampoco. Creo que estaba muerto ya antes de que lo mataran. No se imaginaba que su querida Francia lo engañaría de esa manera. No creía que eso fuera posible. No entendía”, relató para un programa especial de France 24.
En cambio, la madre de Agnes no estaba dispuesta a rendirse y menos a dejar que mataran a su hija en un campo de exterminio. “Estábamos en una especie de pasillo, entre dos edificios y mi madre les pedía a los policías que nos dejaran ir, pero no le respondían. Fue en ese momento que tuvo un instante de locura. Me arrancó la estrella de la ropa, se sacó la suya y empezó a caminar hacia atrás de la fila, entre la gente que esperaba. Así llegamos a un puesto donde había un gendarme y mi madre, mirándolo a los ojos, le preguntó. ‘¿Puedo pasar, señor?’. Y el hombre no dijo una sola palabra, pero nos dejó pasar. Así nos escapamos mi madre y yo del Velódromo de Invierno. En cambio mi padre se quedó allí, en la fila, como paralizado, mirando cómo nos alejábamos”, contó.
La mayor redada
Para tener una idea de la magnitud del operativo “Viento de Primavera, que incluyó la redada del Velódromo de Invierno, hay que tener en cuenta que de los aproximadamente 350.000 judíos que vivía en Francia en 1940, casi la mitad – unos 170.000 - eran extranjeros y que la mayoría de ellos había llegado desde Alemania escapando de la persecución de los nazis. El cálculo es sencillo: en solo dos días se detuvo casi nueve por ciento de esa población.
El Velódromo de Invierno fue demolido en 1960. Allí, en el predio que ocupaba, el 16 de julio de 1995 – cuando se cumplieron 43 años de la redada – el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, rompió el silencio culpable de sus antecesores y admitió por primera vez oficialmente la responsabilidad del Estado francés en la deportación de los judíos. “Francia, ese día, cometió lo irreparable”, dijo.