El fin de semana pasado, en el Big Sky Ranch, cerca de la ciudad californiana de Simi Valley, Caroline Ingalls, su hija Laura y la odiosa vecinita Nellie Oleson volvieron a verse las caras para celebrar un hito de la televisión mundial: el estreno del piloto de “La familia Ingalls”, una de las series más exitosas de la historia, que vio la luz el 30 de marzo de 1974, hace hoy cincuenta años.
Además de Karen Grassle, Melissa Gilbert y Alison Arngrim – las actrices que encarnaron a esos personajes en la serie – asistieron a la cita otros actores y actrices sobrevivientes. Con ellos, una multitud de fans hizo un recorrido para ver cómo era el pueblito de Walnut Grove donde vivían los Ingalls y sus vecinos, es decir, los escenarios donde se grabó la mayoría de los capítulos.
El gran ausente fue Michael Landon, actor, productor, guionista, director, productor ejecutivo y principal artífice de un éxito que tuvo 204 capítulos a lo largo de nueve temporadas y que tuvo la secuela de tres películas.
Sin embargo, la figura de Landon -quien murió en 1991, a los 54 años – estuvo casi omnipresente en el recuerdo de sus antiguos compañeros, que contaron anécdotas y entretelones de la producción y de las grabaciones de la serie.
Una historia pequeña
Cuando a principios de los ‘70 el productor y ejecutivo de la cadena NBC Ed Friendly leyó “Little House on the Prairie” (“La Pequeña Casa en la Pradera”), los textos autobiográficos de una escritora casi desconocida llamada Laura Ingalls Wilder, supo que tenía una serie de televisión. Pensó que, con un buen elenco, guionistas experimentados y un director que conociera todos los trucos de la pantalla chica, esa historia sobre la sufrida pero bucólica vida de una familia de colonos en la frontera sin duda atraparía al público estadounidense.
Los relatos de esa tal Laura Ingalls – muerta hacía muchos años, la pobre – se remontaban a la década de 1870 y contaban los avatares de la vida familiar año tras año, con padres que se consolidaban e hijas que iban creciendo. La serie podía tener así varias temporadas, con actores y actrices – sobre todo quienes encarnaran a Laura Ingalls y sus dos hermanas – que crecieran al mismo tiempo que los personajes.
Era, además, una historia del Oeste diferente, sin cowboys borrachos ni bandidos sino con una familia que luchaba por alcanzar su propio sueño americano con el valorable recurso del trabajo y el esfuerzo.
Con esas ideas y algunos esbozos de los primeros guiones, Friendly levantó el teléfono y llamó a Michael Landon para ofrecerle la dirección del piloto de la serie. La respuesta del actor y director multiplicó su entusiasmo: no solo aceptó el ofrecimiento sino que se propuso para encarnar a Charles, el padre de Laura y virtual coprotagonista. Landon era una cara conocida y querida por el público por su papel como Joe Cartwright en Bonanza, quizás la tira más exitosa de la historia de la televisión norteamericana.
Un éxito enorme
El proceso del casting fue largo y trabajoso, hasta que la familia quedó conformada con Landon como Charles Ingalls, Karen Grassle como su mujer; la dulce y abnegada Caroline; Melissa Gilbert como la inquieta Laura; Melissa Sue Anderson, como su sufrida pero bondadosa hermana mayor, Mary; y dos hermanitas en la vida real, Lindsay y Sidney Greenbush, que se turnarían para encarnar a la menor de las Ingalls, Carrie, pero que en los créditos de la serie figurarían como si fueran una sola pequeña actriz con el nombre de Lindsay Sidney Greenbush.
Aunque la historia transcurría en Walnut Grove, Minnesota, donde Charles, Caroline y sus tres hijas emigraron en busca de un futuro mejor, el pueblito fue montado en el rancho californiano de Simi Valley, cerca de Los Ángeles – es decir, de Hollywood – para facilitar la producción.
El piloto que vio la luz el 30 de marzo de 1974 fue apenas un punto de partida para la serie, cuya primera temporada, de 24 episodios, emitidos entre el 11 de septiembre de 1974 y el 7 de mayo de 1975, capturó a millones de telespectadores.
La serie, que en los Estados Unidos se llamó Little House on the Prairie, no solo pegó fuerte en toda Norteamérica, sino que fue rápidamente doblada para distribuirla en el mundo hispano. En la Argentina y otros países se conoció como La familia Ingalls, en España como La casa de la pradera, en Chile y Venezuela como La pequeña casa de la pradera – respetando literalmente el título en inglés, y en México se la presentó como Los pioneros.
Antes de que terminara la primera temporada, Friendly y Landon estaban convencidos que habían logrado un éxito que podía mantenerse durante mucho tiempo, con un público ansioso de seguir, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, las alegrías y las tristezas de esa familia casi perfecta.
El lado oscuro de los Ingalls
Ese sacrificado matrimonio de colonos con sus tres hijas se convirtió en una suerte de modelo de familia del siglo XIX en el Oeste estadounidense. Allí estaban, semana a semana en la pantalla chica, enfrentando grandes adversidades y disfrutando de sus sencillas alegrías, trabajando siempre duro, solidarios con los vecinos y presentes siempre en la iglesia.
El público empatizaba con Charles, trabajador, protector de los suyos y algo cabezadura, y con Caroline, esa mujer siempre al lado de su marido, el alma de la pequeña casa pero que también aportaba la necesaria cuota de cordura cuando el bueno el hombre se obcecaba. La dulzura de Mary y, sobre todo, las sencillas inquietudes de Laura generaban una inevitable simpatía.
En la lucha cotidiana entre el bien y el mal, al final de cada episodio - luego de cometer pequeños errores y, claro, reconocerlos y arrepentirse – los Ingalls quedaban siempre del lado bueno de la vida. Eso encantaba a los televidentes que, además, sentían que era posible, porque estaban viendo una historia basada en hechos reales.
Lo que nadie supo durante mucho tiempo es que esos “hechos reales” sobre los cuales se desarrollaba la historia, habían sido muy diferentes. Porque al adaptar la autobiografía de Laura para la serie, Landon y Friendly borraron la otra cara de la historia de esa familia de colonos, el lado oscuro de tanta dulzura.
Porque la versión original del libro de Laura Ingalls Wilder, con el título Pioneer Girl. The annotated Autobiography, no es la edulcorada que se publicó en el libro que se convirtió en best seller después del éxito de la serie. En estos escritos, que recién fueron publicados en 2014, Laura cuenta escenas de abuso doméstico y triángulos amorosos. También describe a su padre, el verdadero Charles, como un hombre iracundo y adicto al alcohol: “Era malhumorado, mentiroso y hasta evitaba pagar el alquiler de las casas en las que habitaban”, relata la hija.
En sus memorias Laura cuenta, por ejemplo, que estuvo a punto de sufrir una violación a manos de un vecino cuando era chica y que pudo escapar defendiéndose a golpes. También describe de manera amarga a Walnut Grove y a sus habitantes, que no eran solidarios sino hipócritas, egoístas, codiciosos. Los episodios de violencia de género no solo ocurrían en el seno de la familia Ingalls sino que eran el común denominador en casi todas las casas del pueblo.
Un pueblo infernal
Con la excepción de Michael Landon, ninguno de los actores y actrices que participaron de la serie conocía la verdadera historia de los Ingalls y Walnut Grove, como tampoco sabían – incluido Landon – que cada vez que filmaban los exteriores de un episodio estaban arriesgando la vida.
Porque en 1959, en los terrenos de Sky Ranch, donde dos décadas más tarde se grabaría la serie, ocurrió un desastre nuclear que permaneció oculto al público durante años. Allí funcionaba el Laboratorio de Campo de Santa Susana, donde se produjo una fusión parcial en un reactor que generó el calentamiento del núcleo. Ese accidente generó que, durante dos semanas, el material radioactivo se expandiera fuera del laboratorio.
En el 2006, la Escuela de Salud Pública de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), demostró que entre quienes estuvieron expuestos a la radiación de la zona se registraron muchos más casos de cáncer que entre el resto de la población californiana.
Nunca se sabrá con certeza si algunos de los actores de La familia Ingalls fueron afectados por la radiación residual, pero sí que Michael Landon murió afectado por un cáncer de páncreas, que Victor French (quien interpretaba a Isaiah Edwards) murió de cáncer al pulmón y que Kevin Hagen (el doctor Baker) y Merlin Olsen (Jonathan Garvey), fallecieron por cáncer de esófago.
Nada de esto – ni la verdadera historia de la familia ni el infierno al que estuvieron expuestos los actores – afectó el éxito de la serie. Medio siglo después del estreno de aquel piloto, los episodios de La familia Ingalls se siguen difundiendo por los canales de televisión y de cable de casi todo el planeta.