Three Mile Island, el Chernobyl norteamericano: accidente nuclear, escape radiactivo y la película que lo profetizó

45 años atrás la planta atómica de Three Mile Island sufrió un accidente que provocó un peligroso escape radiactivo. Los errores humanos, las fallas mecánicas y la política minimizando la situación. Por qué pudo ser un desastre con miles de muertos. El papel de El Sindrome de China. Por qué recién se terminará de cerrar dentro de medio siglo

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45 años atrás un accidente
45 años atrás un accidente en la planta nuclear de Three Mile Island produjo la fusión parcial en el reactor 2. Eso ocasionó que hubiera una fuga de material radiactivo. Fue el accidente de este tipo más grave en la historia de Estados Unidos (Photo by Leif Skoogfors/Getty Images)

No debe haber existido un estreno más oportuno en la historia del cine. Se sabe: lleva años concretar una película, desde la idea inicial hasta el momento en que llega a las salas. Varios drafts, demoras con la financiación, dudas en el casting, planes de rodaje incumplidos, espera para encontrar la fecha de exhibición adecuada. En Estados Unidos, El Síndrome de China (The China Syndrome) se estrenó el 15 de marzo de 1979. El público respondió de inmediato; los motivos fueron varios. Un gran elenco: Jack Lemmon, Jane Fonda y el primer papel importante de Michael Douglas. La crítica alabó la dirección y en especial el guión de James Bridges y Mike Gray. El tercer argumento: la temática de la película hacía centro en una obsesión instalada en el centro del inconsciente colectivo durante la Guerra Fría, durante la Era Atómica. El temor a un colapso nuclear, a un accidente radiactivo que devastara una ciudad entera. Se publicaban artículos periodísticos, entrevistas a especialistas, hasta novelas del género catástrofe que especulaban con la posibilidad. Había un movimiento antinuclear que crecía y se hacía escuchar. El Síndrome de China debutó con una buena respuesta de taquilla pero en la segunda semana su recaudación, como suele suceder, se desinfló. En la tercera el público se multiplicó y se convirtió en un boom.

A esa altura ya no era nada más que una película, ni un alegato contra una amenaza. Se había convertido en una premonición, en una profecía apocalíptica.

A las 4 de la madrugada del 29 de marzo de 1979, 45 años atrás, un accidente en un reactor de la planta nuclear de Three Mile Island en Harrisburg, Pennsylvania, llevó a la realidad lo que la película imaginaba. Los espectadores al salir del cine se encontraban en el puesto de diarios de la esquina con los titulares que le mostraban cómo la pesadilla cinematográfica se había convertido en realidad.

Los diarios norteamericanos dieron cuenta
Los diarios norteamericanos dieron cuenta del accidente. Durante los primeros días reinó la incertidumbre

Era una madrugada como cualquier otra en la planta nuclear. Hacía frío y los empleados se aburrían. Miraban los indicadores en los tableros y paneles sin mirarlos. La rutina y el sopor los envolvían. Era tan imponente la maquinaria que estaban convencidos que era casi imposible que ocurriera un problema. Y que si esa eventualidad tenía lugar, el anuncio sería claro y la solución se podría aplicar con velocidad. Esa noche del 29 de marzo el cambio de guardia no había presentado novedades. Alguien dormitaba, otro hojeaba una revista. Hasta que pasados treinta segundos de la cuatro de la mañana comenzaron a sonar las sirenas. Los tableros se iluminaron. Parecían un árbol de navidad gigante y apaisado. 1.200 luces prendiéndose y pagándose de manera caprichosa, arbitraria. Buscaron la falla y no la encontraron .Subestimaron las estentóreas señales y el daño se siguió extendiendo. El núcleo del reactor 2 se estaba fusionando parcialmente por falta de agua después de una falla mecánica. Estaba ocurriendo el peor accidente nuclear de la historia de Estados Unidos, el que cambiaría la industria para siempre.

El accidente provocó una ola de pánico. Three Mile Island. La sola mención del nombre evocaba la posibilidad de desastre, de daño irreparable. Lo ominoso y el recuerdo constante de que la tragedia podía ocurrir en cualquier momento.

En estos tiempos, TMI es la sigla de Too Much Information (Demasiada Información). Pero durante décadas TMI, esas tres letras juntas y en mayúsculas significaron otra cosa: Three Mile Island, el temor de una ola radiactiva carcomiendo poblaciones, la sombra poderosa de la amenaza de una falla atómica arrasando poblaciones, sembrando enfermedades..

El de Three Mile Island fue el peor evento de este tipo de la historia de Estados Unidos. Una de sus consecuencias más evidentes fue el de haber roto definitivamente la confianza de la sociedad en las plantas de energía nuclear y, para muchos, ofició de confirmación de que tenían razón todos los agoreros y los novelistas de ciencia ficción y de los thrillers de moda que habían especulado con una situación similar.

El Sïndrome de China se
El Sïndrome de China se estrenó 2 semanas antes del accidente de Three Mile Island. La historia de la película preanunció el desastre, fue premonitoria

Para que ocurriera el accidente de TMI convergieron múltiples factores. Una válvula atascada, errores humanos y falta de previsión hicieron que el agua no llegara a enfriar el núcleo del reactor y que eso provocara que se fusionara provocando un daño severo y la liberación de una cantidad de material radiactivo. (No tan) Casualmente, la dinámica del accidente de El Síndrome de China era bastante similar: se había inspirado en un caso ocurrido a principios de la década del setenta en una planta de Chicago.

La reacción de las autoridades no fue demasiado veloz. Como siempre, casi por reflejo, se intentó minimizar lo sucedido, negar que ocurriera algo grave. Se desdeñó la amenaza. El gobernador salió por televisión a tranquilizar a la población. Dijo que nada grave había pasado. Pero un día después tuvo que volver a dar la cara y pedirle a la gente que no saliera de sus casas y a los granjeros que pusieran el ganado bajo techo.

El único que se mostró con una posición terminante, que impulsó medidas inmediatas, fue Joseph Hendrie, un físico que estaba a cargo de la Comisión Reguladora de Energía Nuclear. Luego de pelearse con ministros, secretarios de estado y el gobernador de Pennsylvania por el contenido mendaz de los primeros partes informativos, impulsó que de inmediato fueran evacuadas todas las embarazadas y los niños en varios kilómetros a la redonda de la central. Con el correr los evacuados siguieron creciendo. Hubo más de 14.000. Otros tantos miles dejaron sus hogares aunque las autoridades no se lo pidieran. El pánico ya no podía detenerse.

En la película Jane Fonda
En la película Jane Fonda y Michael Douglas son dos periodistas que mientras hacen un informe en una planta presencian un accidente (Photo by Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)

El accidente tuvo un nivel 5 en la escala INES, que mide la gravedad de este tipo de eventos. El nivel más alto es el 7 y correspondió a Chernobil y Fukushima.

El segundo reactor había entrado en funcionamiento 90 días antes. Nunca más fue puesto en marcha. Eliminar el combustible radioactivo que contenía llevó 14 años.

Mientras que los expertos oficiales dijeron que la radiación que se desperdigó fue menor, hubo otros que plantearon que ese aspecto fue mucho más grave que lo difundido y reconocido Se dijo que la radiación que alcanzó a los vecinos del lugar equivalía a la recibida cuando alguien se hace una radiografía: una cantidad casi insignificante. Hubo estudios que afirmaron que no hubo aumento significativo en los casos de cáncer en los años posteriores. Sin embargo, otros investigadores publicaron artículos en los que sostuvieron que el aumento de los casos de cáncer de pulmón en la gente de las zonas cercanas fue de entre 4 y 6 veces. Y que también se incrementaron los casos de leucemia entre 2 y 10 veces según la franja etaria (la especulación es que en eso influyó la manera en que sopló el viento durante los primeros días esparciendo la radiación).

El presidente James Carter designó de inmediato una comisión para que investigara las causas del accidente. El informe fue lapidario. Habló de errores en todos los niveles, de falta de comunicación, de protocolos laxos. Eso provocó todavía más temor e histeria. Las reacciones clamando por el cierre de todas las plantas fue cada vez más masiva.

El cambio era imprescindible si se quería evitar que un incidente similar se repitiera. Había una convicción en el aire. La próxima vez las consecuencias serían gravísimas, el costo de TMI fue demasiado bajo para su potencialidad catastrófica.

Más allá de lo oportuno de su estreno, El Síndrome de China cumplió un papel muy importante en modelar la posición de la opinión pública sobre la cuestión. La película mostraba lo que podía haber sucedido. Y en algún punto tuvo más pesó que lo que ocurrió en verdad. Fue como si los hechos de TMI sólo confirmaran, graficaran de modo pálido, lo que la película había mostrado, anticipado. Pasó de ser una película del cine catástrofe, una especulación fantástica, a una de protesta; se convirtió en la denuncia de un sistema que podía provocar un cataclismo. La intersección de la ficción con lo real provocó un efecto explosivo.

El presidente James Carter visita
El presidente James Carter visita la planta después del accidente y escucha a los especialistas. Carter nombró de inmediato una comisión para que investigara el incidente. El informe fue lapidario (Photo by UPI/Bettmann Archive/Getty Images)

(El Síndrome de China contenía otra premonición: cuando en la película se discutía la instalación de la ficticia planta de Ventana, los vecinos del lugar protestaban porque estaba situada sobre una falla geológica y cualquier movimiento sísmico –frecuentes en California- podía tener consecuencias no calculadas. Eso fue lo que finalmente terminó sucediendo en el desastre de Fukushima en 2011 luego de un terremoto y un tsunami).

A mediados de los años setenta se preveía que en un par de décadas, alrededor del 60 % de la energía eléctrica utilizada en Estados Unidos se produciría en plantas de este tipo. Habría más de mil en todo el territorio. Pero el accidente de TMI detuvo todo. También, por supuesto, los altos costos. Que se incrementaron exponencialmente con las rigurosas medidas de seguridad y protocolos implementados tras los eventos de marzo de 1979.

Después de TMI (y de su repercusión) muchas cosas cambiaron en la industria nuclear. Se aumentó considerablemente la seguridad y el entrenamiento de los operarios. Los protocolos de seguridad se profundizaron y los sistemas de alarmas se afinaron. También se extendieron las coberturas de seguros. Se dispuso un modus operandi en caso de que se suscitara alguna crisis para actuar con celeridad y disponer de la evacuación casi automática de los habitantes que vivían en los alrededores de una planta para que no se vieran afectados por las posibles fugas radiactivas. Naturalmente todas estas medidas encarecieron la construcción de las plantas y su funcionamiento cotidiano. Esa dificultad económica, la desconfianza de la opinión pública y las permanentes protestas masivas en contra de la energía producida en plantas nucleares (en las semanas posteriores al accidente de TMI hubo manifestaciones en Nueva York que congregaron alrededor de 200.000 personas) provocaron que no se construyeran nuevas instalaciones.

Con el correr de los meses, una vez controlada la situación y con informes que determinaban que el peligro mayor había pasado, surgió otro problema. Ahora los que protestaban eran los trabajadores de la planta que ejercieron una fuerte presión para que se reanudara el funcionamiento. Recién en 1985 y sólo con la actividad del reactor 1 se reactivó TMI.

Las manifestaciones contra las plantas
Las manifestaciones contra las plantas nucleares se extendieron por todo Estados Unidos. Semanas después del accidente llegó a haber 200.000 personas en una protesta en Nueva York (Photo by Ed Eckstein/Getty Images)

La central cerró de manera definitiva el 20 de septiembre de 2019. No fue un triunfo de los ambientalistas ni de los que se oponen a las plantas nucleares. El motivo de su clausura fue mucho más terrenal: ya no había fondos para financiarla y producía pérdidas económicas cada mes. Sus últimos cinco años el balance fue negativo.

El costo de producción había aumentado demasiado y Exelon Generation, la empresa privada que estaba a cargo, había dejado de recibir ayuda estatal.

Pero el cierre no fue el fin. En una central de este tipo no basta con cerrar la puerta y tirar la llave. Desmantelarla –desactivar esa bomba- será largo y costoso. Se calcula que se necesitarán 1.200 millones de dólares y que recién se finalizará dentro de casi medio siglo, en 2078.

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